Capitulo 3

1107 Words
Eros en su salida a buscar al doctor llamó a su asistente personal y le encargó averiguar todo acerca de la señorita Aileen Lordanou. Si iba a encargarse de ella debía empezar por saberlo todo.  - hola Aileen. Soy Eros Karpouni - eres real - dijo en un susurro. Aquello le hizo gracia a él. Tenía ese efecto en las mujeres pero solo era una cara bonita. - si, al fin despiertas. Te encontré en muy mal estado en esa isla, así que te traje aquí - gracias - cuando le sonrió Eros tuvo una sensación de tranquilidad. Aquella chica era tan delicada, tan pequeña y frágil como una porcelana. Ese instinto de protección se despertó en él y aunque ella se recuperará al cien por ciento no se creía capaz de abandonarla a su suerte. Aileen no podía dejar de mirar a Eros que parecía un bello espejismo, pero si no apartaba sus ojos de él todos se darían cuenta que había quedado flechada, lo que para Anthea no paso desapercibido. No sabía con certeza como es que aquel hombre fue a parar a ese lugar tan alejado pero agradecía a Dios por eso.  Su doctor interrumpió sus pensamientos al decirle que en dos días más le daría el alta con una serie de instrucciones que debía seguir al pie de la letra para su completa recuperación. - creo que ella estará mejor en tu casa sobrino, al menos hasta que esté mejor - así es tía. Ella vendrá conmigo a casa. No estaba acostumbrado a tener personas extrañas en su casa pero esto era necesario, ni siquiera su familia pasaba allí más que un par de horas aunque la mansión era demasiado grande para él solo, a pesar que también habitaba su personal de limpieza y seguridad. Las mujeres con las que se acostaba nunca habían pisado aquella casa ni siquiera Cora que era su amiga de hace muchos años para que ahora una muchacha que no conocía de nada se quedaría allí por indeterminado tiempo. - excelente cariño. Allí estará mejor Aileen se fue quedando dormida luego de comer un poco y tomar sus medicinas, Anthea se fue a su casa y Eros se quedó allí, mirándola dormir pacíficamente. *** El martes por la tarde el doctor Marshall le dió el alta, lo que agradeció porque no le gustaban los hospitales, no después de la última vez que estuvo allí.  - mi niña ¿Ya te vas? - la enfermera que la reviso aquel día la abrazo - no irás de vuelta en aquella desolada isla ¿Verdad? - Aileen iba a contestar pero Eros lo hizo por ella - no señora, se quedara en mi casa - eso me parece muy bien, no puedes estar sola mientras estés convaleciente - no te preocupes Agnes, el señor Karpouni ha sido muy amable al encargarse mientras yo me recupero - está bien. Cuídate mucho - si, hasta luego.  Salieron por fin al aire fresco de Grecia, justo cuando el sol se ponía y podía ver esa espectacular vista del atardecer. Hicieron todo el camino en silencio, Eros era un hombre de pocas palabras y rara vez entablaba una conversación a no ser que fuera de negocios o sexo. - gracias otra vez por hacer esto señor Karpouni - no hay de que. - fue su escueta respuesta.  Ella pensó que tal vez no le agradaba la idea de que invadiera su espacio pero se dijo que trataría de no cruzarse mucho con él mientras estuviera allí. Se adentraron en una pequeña carretera que llegaba hasta la gran verja. El guardia de turno les abrió y siguieron el sendero hasta la gran mansión. Aileen tuvo que cerrar la boca para no decir nada estúpido. Al menos estaba segura que allí no había manera de encontrarse con Eros tan seguido. El mayordomo les abrió la puerta y salio a saludarlos - bienvenido Señor. - gracias. Norbet ella es Aileen. - mucho gusto señorita  - el gusto es mío Norbet. - lo miro con ojos cariñosos. Él era un tipo mayor y muy serio pero amable. Eros le dijo que la llevara a la que sería su habitación y así lo hizo. Abrió la puerta para que entrara y le enseñó todas las cosas que Cora había comprado para ella. Tenía buen gusto pero las prendas, incluso las pijamas eran muy llamativas. Era un guardaropa enorme. Norbet la dejo sola para que descansará, pero era lo último que quería hacer. Miro toda la ropa y accesorios que supuestamente eran de ella, y le quedaban a la perfección. No alcanzaría a ponerse todo aquello y con honestidad prefería volver a la isla por sus cosas.  - ¿Cómo voy a ponerme esto? - cogio una diminuta tanga entre sus dedos y la estiró - prefiero mis viejas abuelitas. Optó por un pantalón largo y una blusa de tirantes.  Echo un vistazo en el cuarto y vio que tenía su propio baño y un balcón que daba a una vista espectacular. Podría vivir allí eternamente. - ¿Es de tu agrado? - se asustó al escuchar la gruesa voz de Eros - por supuesto señor.  - llámame Eros - las mejillas de Aileen se tornaron rojas  - está bien, Eros.  - bien. Ven a cenar conmigo - le sonrió y lo siguió hasta el comedor. Podía sentir la mirada de la chica sobre él todo el tiempo, no era de los hombres que se incomodaran porque una mujer lo mirara más de la cuenta pero ella era diferente. Era como si pudiera saber todo de él, o simplemente había caído rendida como tantas otras. - dentro de una semana tengo que salir de viaje - le dijo - pero no puedo dejarte aquí sola así que te llevaré con mi tía. - pero aquí está Norbet y... - él no puede cuidarte - la cortó - tiene demasiadas cosas que hacer y tú debes tomar tus medicinas a la hora indicada y llevar una rigurosa dieta. Anthea puede encargarse de tí. - esta bien. - no lo contradijo. Se propuso no darle disgustos al señor Karpouni y así lo cumpliría  - en cuanto estés completamente recuperada empezarás tus clases - ¿Perdón?  - investigue todo acerca de ti Aileen y debes terminar tus lecciones. Me haré cargo de ello. - ya está. Con eso terminó la conversación y siguieron cenando en un completo silencio.  Ella parecía tener una batalla interna con respecto a lo que él había averiguado de su vida pero él se mantuvo sereno, si estaba en sus manos haría por ella lo que su familia no pudo.  
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