Con valor se puso esa pequeña pijama y encima la batola. No creía que Anthea o Eros hubieran comprado eso, de lo contrario serían prendas más decentes.
Bajo por las escaleras del ala derecha para llegar directo a la cocina rezando por no cruzarse con el señor de la casa, pero vaya, que Dios no escucho su ruego.
Allí estaba él sentado cómodamente junto a la barra con nada menos que un pantalón chandal de dormir y con la cuchara llena de helado a mitad del camino hacia su boca.
Lo que le haría ella a esa boca.
- disculpe Eros.
- no te preocupes ¿Se te ofrece algo?
- bueno, acostumbro a tomar leche caliente para conciliar el sueño.
- te la prepararé.
- no hace falta, ya lo hago yo.
- toma asiento. Yo la haré
Pensaba que era de esos hombres que no sabían ni prender el fogón pero lo hace todo muy fácil, es su cocina después de todo.
Le puso miel a la leche y le tendió la taza humeante.
- gracias
- de nada. - para romper un poco la tensión que se sentía en el espacio ella decidió hablar
- me gustaría ir a la isla por algunas cosas, si no es mucha molestia.
- lo que te haga falta yo te lo compro
- son algunas pertenencias invaluables para mí, de mis padres y mi tía.
- entiendo. Iremos mañana
- de acuerdo.
Pasaron por el salón grandes para ir a sus respectivas habitaciones pero el sonido de la puerta llamó su atención. Era casi media noche y Eros no esperaba a nadie así que pareció extraño.
- ve a tu habitación Aileen. - ella le hizo caso pero se quedó escondida tras una pared en el segundo piso.
Eros abrió la puerta y se encontró con Cora que se tiró a sus brazos.
- ¿Que haces aquí a esta hora?
- querido te extraño, hace días que no nos vemos - su voz era demasiado chillona para los oídos del magnate en ese momento, solo quería dormir pero al parecer era lo último que haría - ademas estoy intrigada de saber que paso con la muchacha
- no es asunto tuyo Cora y sabes bien que no me gusta tener a nadie aquí, es mi espacio personal. Si querías verme tenías que haber llamado antes y encontrarnos en el lugar de siempre.
- Eros llevamos años de amistad y nunca he pisado está casa
- una cosa no tiene nada que ver con la otra, ya te dije es mi espacio personal y aquí no traigo a nadie
- ¿Entonces dónde está la chica? - Aileen podía escuchar todo desde su escondite y tenía claro que quien sea que fuera la mujer en la entrada conocía muy bien a su cuidador y puede que hasta tuvieran un romance.
- durmiendo. Cora no tengo porque darte explicaciones. Ve a casa y luego hablamos
- pero Eros - chillo de nuevo
- estás no son horas, no me hagas perder la jodida paciencia - el rujido de su voz retumbó por toda la estancia - vete
- esta bien pero no te enojes. Nos vemos después - se despidio besándole los labios y cuando ella se dió la vuelta él se limpio con un pañuelo. Cerro la puerta y camino había su habitación
- maldita sea - murmuro para si mismo.
Aileen se metió en su cuarto y luego en la cama. Pensó que su estadía en la mansión le traería problemas a Eros con esa mujer, quizás era su novia, pero por lo que vio y escucho no era eso, había algo más pero aún así no era de su incumbencia.
En el otro lado de la casa él se estaba cepillando los dientes con furia, a veces Cora se tomaba demasiadas atribuciones que no le correspondían y eso lo enojaba. El hecho de que se acostara con ella de vez en cuando no le daba derecho, solo era su amiga y la mujer que un día rescató de las garras de su enfermizo padre, pero nada más. De todas maneras no era la única que había pasado por su cama, era completamente reemplazable.
Se metió en la cama y dió vueltas por casi dos horas hasta que finalmente se quedó dormido, solo para tener las mismas pesadillas de siempre.
A la mañana siguiente se levantó de un humor tan n***o que no estaba dispuesto a aguantar las tonterías de nadie.
Tomo una ducha, se puso ropa casual para ir al puerto y llevar a Aileen a la isla, cosa que le pareció una tontería pero era lo que la chica quería.
Salió en dirección a la cocina por su ración diaria de café pero en el camino se encontró con ella. Traía puesto un vestido floreado un poco más arriba de las rodillas y unas sandalias, su largo cabello suelto ahora tenía un poco más de brillo. Ella ya estaba mejor
- buenos días - lo saludo con timidez y las mejillas rojas, se debía a qué él se había quedado mirándola más de lo normal haciéndola sentir avergonzada
- buenos días Aileen. Al parecer estás lista
- si señor.
- bien. Desayunaremos en el puerto - era una orden.
- está bien
Ambos tomaron su café y salieron de la casa.
Ella estaba segura que Eros estaba enojado, y se lo atribuía a la inesperada visita de la mujer Cora la noche anterior, o el hecho de que lo pudo escuchar gritar horas después.
-Traeremos todo lo que quieras de allí pero no pienses por un segundo que dejaré que vuelvas a esa casa desolada. - dijo atrayendo su atención - No sé como has conseguido mantenerte viva pasando hambre y aislada del mundo - su tono de voz fue muy severo, no la imaginaba en ese lugar de nuevo, su situación médica empeoraria. Sé sintio intimidada y no vio arrepentimiento en los ojos de él - seguirás estando a mi cuidado
Espero a que protestara pero no salió una palabra de su boca. Eros vio como sus mejillas adquirían ese tono rosado, el mismo que tenía cuando lo vio por primera vez en el hospital pero no le importó. Admitía que Aileen era hermosa, de hecho se podía imaginar profanando su delgado cuerpo y escucharla gritar de placer, más no era de su tipo. Le gustaban las mujeres de su edad y con experiencia, no las chiquillas y definitivamente ella no sabía nada acerca de las relaciones.
Él estaba dispuesto a tomar la responsabilidad de cuidarla y velar porque no le faltará nada hasta que pudiera valerse por si misma, después de todo no era la primera vez que lo hacia.
En algun punto medio mientras aún estaban en la carretera los dos se miraron fijamente, Eros dejo de respirar por unos segundos mirando los ojos azules de Aileen que parecían reflejar el mar cristalino, de alguna manera lo hacía sentir incómodo pero a la vez con la misma paz que le transmitían. Nadie habia logrado intimidarlo nunca, pero al parecer ella veía más allá de la armadura invisible que adquirió durante sus años de adolescencia.
Ella fue la primera en romper esa conexión y se concentro en mirar por la ventanilla la montaña por la que pasaban para llegar al puerto.
Su corazón latía desbocado y tenía que él pudiera escucharlo, las manos le sudaban y hacia mucho calor. Esperaba no desmayarse pero Eros respiraba sexualidad por todos los poros de su bronceada piel.
Para calmarse pensó en sus padres y su tía, con la que había vivido en la isla hasta hace solo cinco meses y que había fallecido a causa de un cáncer de estómago. Había hecho metástasis y ya no había nada que hacer por ella.
- he arreglado tus clases particulares para la semana que viene. - la saco de sus pensamientos
- esta bien Eros - el que lo llamara por su nombre con su suave voz lograba que su pene despertará.
¿Cuando una mujer había logrado aquello? Nunca. Y que llegara una chiquilla a hacerle eso era una estupidez, no era un adolescente hormonal.
¡Mierda! No iba a perder la cabeza por una niña.