Sonó el despertador colocado al lado de la alfombra colocada al lado de la cama de mi dueña, justo donde ella quisiera que durmiera, en el suelo, y siempre a mano por si requería de mis servicios. Era un despertador pequeño, que apenas hacía ruido, además ella dormía con tapones, por lo cual el pequeño ruido era insuficiente para despertarla. Me levanté y fuí a prepararle el desayuno como ella dijo que lo quería. Un zumo de naranja recién exprimido, con dos cucharadas de azúcar, un par de tostadas de pan de molde y un yogur. Me acerqué a la cama con la bandeja en la que coloqué el desayuno y la dejé encima de la mesita para comenzar a despertar a mi dueña. La destapé de la pequeña y fina sábana que utilizaba para taparse en las noches de verano y con suma delicadeza empecé a lamer sus pi

