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1641 Words
La alarma me sacó del sueño bruscamente y antes de darme cuenta ya se me había olvidado lo que estaba soñando. Tenía que ir al instituto así que comencé mi ritual de deszombieficación. Me arrastré entre las sábanas hasta llegar al suelo, desayuné, me lavé los dientes, me peiné, me vestí y me volví a peinar frente al espejo. Justo cuando por fin había terminado, llamaron al timbre. •✦•┈┈┈┈┈┈•✦• ❀ •✦•┈┈┈┈┈┈•✦• Me levanté pronto, porque al parecer Lucas sí que se había conseguido meter en casa de mi hermana, a las siete de la mañana me habían llamado borrachos diciendo que necesitaban ayuda con los deberes. Ridículo, porque ni ella nunca hace los deberes. Yo tampoco, es por principios, si hago en mi casa lo que debería hacer en el instituto que no se quejen cuando llegue allí y me duerma. Además de la cuestión ética, sé que no lo necesito; saco dieces en los exámenes y, por mucho que les gustaría a mis profesores, no pueden suspenderme con esa nota. Alba me había jodido el día desde bien temprano, pensaba dormir hasta tercera hora que teníamos un examen de algo.Ya no volví a coger el sueño. Guardé unos cuantos botes de pintura en mi mochila negra, me vestí y salí de casa para ir al muro donde llevaba días pensando qué pintar, aún no lo había decidido. En el descansillo vi que en la cerradura de la puerta de enfrente estaban colgando unas llaves con un adorno de un pájaro. Las saqué y llamé al timbre, una chica de mi edad abrió la puerta a los cinco segundos. —Un momento...—se dio la vuelta para dejar una taza sobre la mesa, y entonces la reconocí, era la chica del metro. —Te has dejado esto en la cerradura. —le enseñé las llaves en mi mano y ella sonrió, tenía unos dientes perfectos, la clase de dientes que solo se puede tener después de años con una ortodoncia.—Bonito pájaro.—no se me ocurrió un tema de conversación mejor que un llavero, definitivamente estaba perdiendo facultades. Aun que, en mi defensa, habría sido más que suficiente en otros casos. —Es un sinsajo— contestó tomando las llaves. —¿Qué?— creí que se estaba atragantando. Y ahora se pone a silbar, no entiendo nada . —De los juegos del hambre.— de veras que era como otro idioma. —¿Qué?— repetí, ahora lo pienso y me avergüenzo de lo idiota que parecía. —Katniss, Peeta ,Gale...— de acuerdo, estaba casi convencido de que aquellas palabras se las estaba inventando sobre la marcha. —No entiendo nada.— Ni siquiera hacía falta que lo admitiera, mi cara lo desvelaba. —Fuera de mi casa.— lo dijo con un tono de broma, pero ya tenía la mano en la puerta para cerrarla. —Espera.—no quería volver a perder la oportunidad de hablar con ella.—¿Cuántos años tienes?— quizá no fuera demasiado tarde para arreglar aquel desastre. —¿Y a ti qué te importa?—dijo tajante. Me quedé bloqueado sin saber qué responder y ella cerró la puerta para acabar la conversación. Desde ese momento de convirtió en un reto personal, se supone que una chica como ella nunca se fijaría en alguien como yo, pero sabía que iba a conseguir que lo hiciese. Volví a llamar a la puerta, pero ella ya no pensaba abrirme más. Pobre ilusa, no echó el cerrojo, era el momentode demostrar una de mis muchas habilidades. Saqué el trozo de radiografía que tengo para estas ocasiones y la cerradura cedió con facilidad. —Cariño, he vuelto a casa.—dije en voz alta, tampoco quería asustarla. En ese momento, salió por el pasillo sin pantalones, con mucha naturalidad. —¿Pero cómo...?—volvió a meterse en el pasillo y yo la seguí. —Solo quería avisarte de que no te desharás de mí tan fácilmente.— necesitaba hablar con ella, pese a la ilegalidad que estaba cometiendo. —Vete de mi casa.—salió ahora con unos jeans puestos.— Esto es allanamiento de morada. —Venga, solo necesito hablar contigo un poco.—me dio una patada en la entrepierna que no me esperaba, no podía respirar por el dolor y no exagero.— Señorita no debió usted hacer eso. —Que te follen.—respondió enfadada. —¡Eh! Para de tratarme mal.— aunque no era mal plan. —No, si quieres después de que te cueles en mi casa te trato como a un rey.—contestó sarcástica. —Perdona...pero era la única forma que tenía para hablar contigo.—en mi cabeza esto era infalible. —Pues no me hables.— pero no parecía haber funcionado. —¿Pero qué te he hecho?— aquello era frustrante y emocionante a partes iguales, hacía que mi adrenalina se multiplicase en factores de infinito. — Te acabas de meter en mi casa sin permiso, llega a ser cinco minutos antes y me pillas desnuda.— ella estaba aún más frustrada que yo. —Emmm...¿No estuvo bien?— tengo que admitir que me había dejado sin palabras. —Además no me conviene juntarme contigo.— parecía haberse tranquilizado algo. —¿Por qué?— era obvio que mi aspecto no era el de un premio Nobel precisamente, ni siquiera el de un Oscar. —Porque seguramente ni pises el Instituto.— ahí tenía toda la razón, pero tampoco tenía porqué saberlo. —Eso es mentira.¿Dónde crees que voy con la mochila?—en realidad, a pintar en las paredes. —Claro...—levantó una ceja—y en tu Instituto tenéis clases de graffiti. —¿Qué dices?—empecé a sospechar que fuese una bruja. —Se te va a salir un bote de spray de la mochila.—achinó los ojos mirando con más precisión.—Y encima de los baratos, que luego quedan fatal. —Yo... es en mi tiempo libre.— lamentable actuación, no me la había creído ni yo mismo. —Lo que tú digas, sal de mi casa.—señaló la puerta. —Perdona, pero siento como si estuviese conectado a ti, como si fuera tu alma gemela.—estaba seguro de que a esto ya no se resistiría. —¿Te has tragado un arcoiris y flores de purpurina?—rió de forma descarada. —Te abro mi corazón y tú lo pisoteas,—ahora sí que se empezaban a notar las clases de teatro que tomé cuando era pequeño—tranquila, estoy acostumbrado. —Qué original, ahora que estás destrozado y te sientes tan fatal, ¿te vas a ir ya de mi casa?— respondió sarcástica. Esto me estaba empezando a bajar el ego, y no podía permitir eso, mi ego era más grande que yo. —Me iré, pero no me voy a rendir contigo.— esto era una batalla, pero no la guerra. —Sal de mi vida.— dijo muy despacio y moviendo los labios exageradamente. —Pimienta de mi corazón—agregé con una sonrisa antes de salir de allí. •✦•┈┈┈┈┈┈•✦• ❀ •✦•┈┈┈┈┈┈•✦• No me podía creer que alguien se acabase de colar en mi salón y yo a penas estuviese enfadada al respecto. Ni siquiera tenía ganas de estrujar su cráneo contra la pared, bueno sí, pero no las suficientes. No entendía qué me estaba pasando. Obviamente era malo para mí, acababa de llegar, lo que tenía que hacer es meter la cabeza en los libros y no sacarla hasta que tuviese un diez en todas las asignaturas. Nada de malas influencias. Repetí internamente una vez más, sobretodo para mis hormonas enloquecidas, que no me podía enamorar ni acercarme a él. Pero cuando mi reflejo me devolvió la mirada, supe que ni yo misma me creía. Acabé de peinarme frente al espejo del pasillo, cogí la mochila y salí hacia el instituto. En la puerta me reencontré con el cromañón unineuronal sentado en el suelo del descansillo. —¿No tienes nada que pintarrajear con esa mierda?—digo señalando sus botes de pintura—¿O vas a acosarme todo el día? —En primer lugar, esto es arte querida.—puse los ojos en blanco, no podía contarme nada que yo no supiera, era como ir a robar a la cárcel.— y por otra parte, eres adorable. —Encantador, ¿se puede saber qué quieres?— supuse que había elegido seguirme como un perrito faldero. —A ti.— añadió con un guiño. —¿Para qué?—esperaba que solo fuese para darme las llaves otra vez o para darme una carta que hubiesen metido en su buzón por error, cosas de vecinos. —No sé ... ¿besarte?— parecía no haber tenido mucho tiempo para pensar la respuesta. —¿Preguntas o afirmas?—dije agachándome junto a él, ahora que sabía que tenía este poder sobre él pensaba divertirme un poco. —Afirmo.—contestó después de carraspear y ponerse derecho. Coloqué mi mano un poco más arriba de su rodilla y le miré a los ojos intensamente. —¿Estás seguro?—susurré en su oído mordiendo mi labio para no reír. —Sí.—dijo todavía más nervioso que antes, era bastante sorprendente teniendo en cuenta su aspecto, un verdadero león temblando de miedo como el del Mago de Oz. —Pues...—me quedé a centímetros de su cara — va a ser que no.— dejé escapar la risa que llevaba aguantando desde el principio y me fui consciente de que me seguiría.
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