Gabriel Cuando el Padre se metió en el cuarto, sentí mi cuerpo entero temblar. ¿Por qué le había dicho eso? ¿Por qué le había llamado la atención? No podía ser más estúpido. Parecía que, cuando estaba cerca de él, mi cerebro se desconectaba y me volvía un boludo. ¿Qué le iba a decir cuando me preguntara por la ayuda que me daba Facu? No podía decirle directamente que era gay y él me estaba ayudando a, por lo menos, aceptarme. De repente, sentí que tocaban mi hombro, me giré encontrándome con María. —¿Te sentís bien, Gabi? —S-sí —me forcé a sonreír—. ¿Vos cómo estás, pol...? Perdón, María. Creo que me estoy juntando demasiado con Facu. Soltó una risita, pero su cara volvió a la seriedad de hacía unos segundos. —¿Qué pasa? —Nada, María, no te preocupes —volví a sonreír un poco nerv

