Manuel Cuando Gabriel entró al aula me preocupé, estaba pálido como un fantasma y se sostenía de Facundo. Clavé la mirada en ellos hasta que se sentaron al fondo con las novicias. Bajé la vista al escritorio y abrí la Biblia para empezar con la reunión. Busqué los pasajes con la idea de concentrarme, pero no podía dejar de mirarlo al fondo del aula. Olvidaba las palabras o los versículos que acababa de leer. Gabriel se estaba transformando en mi principal distracción, sobre todo cuando lo veía mal. Me forcé a apartarlo de mi mente, a ignorarlo lo mejor que pudiera por ahora para poder dar la charla en condiciones. Se estaba convirtiendo en un esfuerzo sobre humano, lo tenía justo en frente, me era imposible no mirarlo y, por consecuencia, preocuparme por él. Al terminar la reunión, quise

