Gabriel Estaba desorientado, no sabía dónde estaba, me sentía mal, mareado, casi como si no estuviera en mi propio cuerpo. Estaba entumecido por completo. Escuché una voz, pero no estaba seguro si era la mía. Me giré, de un lado tenía una cortina blanca, del otro, una ventana, afuera era de noche. Volví a mirar al techo. ¿Dónde estaba? Lo último que me acordaba era estar en mi cuarto, sentado en el piso con la espalda contra la cama con los blísteres vacíos en mi mano. ¿Cuántas pastillas había tomado? Pensarlo me dio náuseas. Me había obligado a no vomitar cuando las estaba tomando, no quería que fallara. Sentí lágrimas bajar por mi cara, pero no me moví ni un centímetro para secarlas. Las voces volvieron a sonar en la habitación, esta vez podía distinguir que eran de otras personas, una

