Gabriel Estaba nervioso, no sabía cómo iba a actuar Facu cuando me viera la cara. Tampoco sabía si mi papá estaba en casa, esperaba que no, no quería cruzármelo de frente de nuevo o iba a terminar con la cara más rota de lo que ya estaba. Me senté en la vereda contra la reja de la parroquia y le mandé un mensaje a mi amigo. Esperé con la mirada clavada en la pantalla de mi celular, así evitaría la mirada de la gente y sus preguntas, al único que le quería contar lo que había pasado era a Facu. Pasaron unos cuantos minutos hasta que vio el mensaje y me contestó diciendo que no se tardaba. Solté un suspiro sin otra opción que esperar. Cerca de veinte minutos después, apareció. —¿Por qué tardaste tanto? —dije levantándome. —Perd... —su expresión cambió a una de preocupación—. ¿Qué te pasó?

