LA TERCERA r**a

1433 Words
[Kayenta, Arizona] {Aaron} - ¡Se acercan!- grito haciendo eco con mis manos. - ¡Retroceded! ¡Escondeos todos en El Almacén! - ¡Reforzad la seguridad! Todos han caído presa del pánico. Está oscureciendo pero aún se puede ver las manchas aterradoras que se acercan corriendo a nuestra humilde morada. Una ciudad en medio de la nada, olvidada. Al inicio de todo, hace ya más de cinco años, muchos escaparon al oír la aterradora noticia, pero muchos se quedaron por el amor a su tierra, preparados para defenderla de cualquier monstruo. Y aquí seguimos, luchando con todo lo que tenemos. Pero hasta ahora, no habían llegado grandes manadas, solo algún que otro deformado o un grupo pequeño. Pero esto... esto sobrepasa nuestras habilidades. No podemos hacer nada, solo escondernos y esperar a que pasen de largo sin que nos descubran. Todos corren hacia el almacén, los que aún tienen tiempo de llegar a salvo. Yo no soy uno de ellos. Soy de los que se quedan sin tiempo. Ya han cerrado las puertas. Solo puedo esconderme entre la poca naturaleza. Pero mis amigos no tienen tanta suerte. La bestia llega y arrasa con todo el que se encuentra. Y pronto lo harán conmigo, si hallan los matorrales tras los cuales estoy escondido. Mi mujer, mis hijas... están a salvo en el almacén, con eso estoy más tranquilo, solo debo de pensar en ellas y relajarme, intentar no respirar, no me pueden escuchar. Pero tarde o temprano me encontrarán, son demasiados, y algunos caminan más rápido de la cuenta, no, corren. Gemidos, pisadas, gritos agónicos de mis compañeros siendo devorados. Tengo que calmarme. Tengo que calmarme. Tengo que pensar en mi familia. Morir con esos pensamientos de felicidad. Cuando me devoren solo tengo que poder pensar en ellos. Y morir feliz. Sin gritar. Ya vienen. Ya están aquí. Cálmate. Un deformado pasa corriendo enfrente mía. Parece no haberme visto. Pero yo sí me he fijado en sus ojos desorbitados, como si de un loco se tratase. Muere por encontrar una presa. Muere por comer. Más pasos. Un deformado lento camina a escasos metros de mí, por delante, y más por detrás de los arbustos, escucho sus pasos. Cierro los ojos. No puedo, no puedo mantenerlos cerrados. El miedo recorre todo mi cuerpo. Y parece que el deformado lo nota. Porque dirige su mirada hacia mí. Trago saliva. Estoy preparado. No salgo corriendo, sería peor, me devorarían entre muchos más. Miro al deformado y asiento con la cabeza, con una sonrisa en los labios. Le hago un gesto indicándole que se acerque. Pero no es el único, vienen más. Pienso en mi familia. Me permito cerrar los ojos. Y sigo sonriendo. Un chasquido, más pisadas, más gemidos. Y de repente... Nada... Silencio. Aguanto la respiración. Abro los ojos. No hay nada enfrente mía. Me quedo mudo del asombro. Con cierta inseguridad, salgo de los matorrales y lo que veo me deja aún más, si cabe, sin palabras. Pestañeo. Me pellizco para ver si es real. Lo es. Lo es. Todos se dirigen hacia una misma dirección, tanto los lentos como los rápidos. Y, sin darme cuenta, voy hacia ellos, como hipnotizado. Quiero saber el motivo que hay detrás de todo esto, el origen. No puedo ver mucho con la oscuridad casi cubriendo el cielo. Entrecierro los ojos y soy capaz de distinguir una pequeña luz. No, dos pequeñas luces. Parece... parece una balanza. Alguien la sostiene. Ilumina el camino. Un reflejo a la luz de la luna. Un metal que recorre el aire. Unos troqueteos. Un caballo. Dos. No sé cuantos hay. Son jinetes. Son nuestra salvación. Habíamos oído rumores. Pero jamás creímos que fueran ciertos. Son dioses. Cuando me doy cuenta, ya ha amanecido. Me he pasado toda la noche plantado en el mismo sitio de Kayenta, en las afueras de la comunidad, viendo como los deformados desaparecían, siguiendo a sus amos. Embobado. Boquiabierto. Ni siquiera escucho a mis vecinos salir del almacén y dirigirse hacia mí. - ¡Cariño, estás bien!- grita alguien abrazándome por detrás fuertemente, como si fuera a desaparecer. - ¡Papá!- mis niñas me abrazan junto a su madre. - ¿Qué ha pasado aquí? ¿Y los demás?- pregunta un vecino y me vuelvo hacia todos ellos. - Muertos. Todos muertos- murmuro y algunos lloran, sus familiares y amigos. - ¿Y cómo es que tú sigues vivo?- pregunta otra persona. - Ellos... ellos me han salvado... a todos... los deformados se dirigían al almacén pero ellos... los pararon y se los llevaron lejos de aquí... - ¿Quienes son ellos?- preguntan unos cuantos a la vez. - Los rumores... son ciertos... existen... los jinetes del apocalipsis... Nuestros salvadores... {JACK} Tras un largo día de viaje, llegamos al Cañón del Antílope. Este territorio es todo nuestro. Nuestro hogar está defendido por nuestros protectores, los zombis, tanto lentos como rápidos, que habitan en las fosas vacías que rodean el cañón, en cuyo corazón están nuestras catacumbas, donde habitamos junto a nuestras mascotas. - Lo siento, pero me voy a tirar en la cama y no me voy a despertar hasta dentro de un par de días, estoy molida- dice Zeta al llegar a casa y dejar a su yegua, Arizona, en su establo. - Yo estoy en las mismas- dice Zero retorciéndose. - Yo también, a ver si no me despierto más- bosteza Zombi. - Allá ustedes, yo tengo cosas que hacer- les digo y me alejo de ellos. Voy hasta las fosas donde se hallan los zombis y me quedo observándolos desde arriba. Mediante nuestro control mental, a tenerlos cerca, no gimen ni hacen mucho ruido, a menos que vean a un intruso. - Se... parecen... a mí...- dice K pausadamente, a lo largo de estos años ha perfeccionado su habilidad del habla. - No, tú eres capaz de hablar, ellos no. Tú eres el futuro, Ka, la r**a entre los humanos y los zombis. Pasas desapercibido entre ellos y también entre los humanos. Puedes llegar a ser como uno o como otro pero siempre estarás entre medio. De hecho, ¿sigues teniendo recuerdos de tu vida humana? - Sabes que sí...- dice con su voz ronca-. Al principio... no... pero luego... poco a poco... lo recuerdo... - ¿Me sigues guardando rencor? - Al principio... pero ya no...- murmura mirando hacia los miles y miles de zombis que hemos rescatado de las manos humanas. - Es increíble como hemos pasado de ser enemigos a mejores amigos- digo sonriendo levemente. - Tú me hiciste así... y te lo agradezco... pienso igual que tú... mi r**a es el futuro... - Exacto- asiento con la cabeza-. Por fin alguien que lo entiende. Sin embargo, mis compañeros no están de acuerdo, ellos quieren conservar ambas razas, a sabiendas de que no pueden convivir entre ellas. Lo que intentan es separarlos y dejar a los zombis vivir por su lado hasta que se pudran y se deterioren tanto que matarlos no sea un sufrimiento para ellos, porque sí, Ka, los zombis sufren, solo nosotros somos capaces de sentirlo. Pero tanto tú como yo sabemos que antes de que eso ocurra, una r**a acabará con la otra, y la que tiene más papeletas de ganadora es la de los zombis, los humanos continuarán matándose entre ellos y eso provocará más zombis. Sin embargo, los zombis no se matan entre ellos. Bueno, algunos corredores se comen a los lentos pero eso es solo al principio de su conversión, hasta que prueben a un humano. Por ese motivo tenemos aquí a corredores separados de los lentos, hay algunos que todavía no se han comido a ningún humano. Los lentos están en la línea defensiva externa y aquí están los corredores, en la interna, por si algún intruso es capaz de atravesar la primera línea. Ka asiente con la cabeza. - ¿Y no pueden entrar por vuestra salida del cuartel?- pregunta Ka. - La entrada está muy escondida y además, también tenemos a algunos lentos y corredores atados, bloqueando la entrada a la cueva que da a las catacumbas. Y en caso de que alguien pueda con ellos, hay trampas activadas en el oscuro camino, trampas que no se ven y que solo nosotros somos capaces de activar y desactivar. - Lo tenéis todo muy bien pensado- admite Ka. - Todo esfuerzo tiene su recompensa, amigo- le digo a Ka, dándole una palmada en el hombro. - ¿Y qué tienes pensado hacer ahora? - Algo que no puede saber ninguno de mis compañeros. Y quiero que tú me ayudes. - ¿Es lo que creo que es? - Eso mismo, vamos a aumentar la población de tu r**a, ya no te sentirás tan solo- sonrío ampliamente ante mi visión de futuro y Ka me imita.
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