LA TENTACIÓN
-Con el Síndrome de Sherlock Holmes
…no miento si juro que daría por ti la vida entera,
por ti la vida entera;
y, sin embargo, un rato, cada día, ya ves, te engañaría
con cualquiera, (…)
y, sin embargo, cuando duermo sin ti contigo sueño,
y con todas si duermes a mi lado
Joaquín Sabina, Ysinembargo
1.ESOS QUE SIEMPRE SONRÍEN.
Sospechas y confidencias.
Tarde de chiquipark. ¡Oh, happy day! Los niños corretean como salvajes, se lanzan al vacío, chocan entre sí como átomos encabritados, se pelean y chillan, chillan muchísimo. Los rostros angustiados de las madres contrastan con los ojos de los padres clavados en el reloj. ¿Hay partido hoy? Te detienes un rato a contemplar una pareja habitual de estas celebraciones. Nunca fallan. Vestido y traje impecables, bronceados de pista de esquí y/o crucero por el Caribe, esbeltos y sonrientes, siempre sonrientes, ajenos al apocalipsis neuronal al que estamos asistiendo.
-¿Quiénes son?
-Son de la AMPA de la escuela. Si fueses más a menudo lo sabrías.
-Ah… vale.
...
AVISO PARA RECIÉN CASADOS: El maravilloso mundo de los hijos… Muchas parejas se transforman al traer un niño al mundo. La relación pasa a estar mediatizada por la figura del hijo, así que los hasta ayer individuos pasan a ser sujetos (sujetados) de la paternidad. Juana pasa a ser “mami” y Juan, “papi”. Un minuto de placer… y una vida de sufrimiento y renuncia. ¿Qué tiene eso de excitante y seductor? Ni idea. Pero observamos que muchas parejas se distancian velozmente tras ese “provisionalmente” (¿?) aparcado “nosotros” que alimentaba la relación antes de la llegada del bebé. ¿Triste? Sí. ¿Real? Muchas veces, demasiado.
...
Te olvidas de la pareja perfecta unos segundos, pero no tardas en sentir la necesidad casi magnética de volver a mirar y remirar su porte. Gestos y miradas de complicidad de caramelo. Besuqueos, confidencias al oído y sonrisa “Profident”. Te pones nervioso, pero evitas preguntar… ¡hasta que no puedes más! Esta vez lo intentas con un acercamiento más asertivo a tu pareja.
-Siempre sonríen, ¿no?
-Sí. Sus motivos tendrán. Parecen felices.
-¿Cuántos hijos tienen?
-Dos aquí en la escuela y una en la universidad
-¿En la universidad? Pero, ¿cuántos años tienen?
-Él no lo sé, pero ella… La vino a buscar no hace mucho con un ramo de cuarenta y cinco rosas a la puerta del colegio.
-¿Cuarenta y cinco? ¿Qué dices? ¡No puede ser! ¡Si yo pensaba que era de tu edad!
No continúas. Acabas de meter la pata hasta el fondo, y sabes que la conversación, a partir de ese momento, ya solo puede ir a peor. Decides salir a tomar el aire. ¡Cuarenta y cinco! ¡Y como dos pinceles! Entonces él quizá debe rondar los cincuenta. Mejor no saberlo. O sí. Pregúntaselo. Lo tienes justo al lado. Tomas aire, escondes tripa y disparas.
-¡Bonito día!
-Sí, realmente precioso.
Es un momento ideal para encender un cigarrillo. Le ofreces.
-No, gracias. No fumo. Hay que cuidarse. Pero fuma, fuma tranquilo. No me molesta.
Lo dice condescendiente, como si te diera permiso. Piensas alguna frase efectista con la que devolvérsela.
-¡Vaya! Eres uno de esos fanáticos de los gimnasios, ¿me equivoco?
-Ja, ja, ja. Más o menos, más o menos. Hay que estar “en el mercado”sonríe, complaciente y cómplice de no sabes qué, guiñándote un ojo.
-¿“En el mercado”?
-Sí, ya sabesy otro guiño de ojo, a modo de despedida. Da media vuelta y se va.
“En el mercado”. ¡Claro! Este debe ser el típico tío que se la pega a su mujer sin imaginar que ella también se la debe estar pegando con otros mientras él va repartiendo sonrisas por el gimnasio.
“¡Menudo pazguato!”, piensas.
De regreso al infierno de los niños hiperactivos, pasas al lado de la pareja feliz. Ella le muerde el lóbulo de la oreja con dientes de ratoncillo mientras te seduce con una luminosa mirada. Te sonrojas como un adolescente y aceleras el paso. Notas cuatro ojos clavados en la espalda con una intensidad más sugerente que la de tu mujer, que asiste al espectáculo con cara de póker. Cuando llegas a su lado, te sientas. Siguen observándoos con irritantes sonrisas, de un amable y una naturalidad que se te antojan provocadores e insultantes.
-¿Pero éstos de qué van?
-¡Uy! No lo sé seguro, pero algunas mamis de la escuela dicen que van de liberales y que más de una noche los han encontrado en alguna fiesta tonteando con otras parejas.
-¿”Tonteando”? ¿A qué se refieren?
-Pues eso, tonteando, rollo seducción. Imagínate cualquier cosa.
...
DATO IMPORTANTE: Los swingers (es decir, los practicantes del intercambio de parejas en determinadas condiciones que los diferencian de las parejas liberales), como los antiguos masones, están en todas partes: en tu bloque de pisos, entre tus colegas del trabajo, en la puerta del colegio, entre tus antiguos compañeros de clase… ¡incluso entre tus propios familiares! No suelen ir pregonándolo por ahí ni convocando ruedas de prensa para hablar de sus costumbres sexuales, pero cada vez se esconden menos cuando se lo preguntas directamente. Muchos llevan con una pasmosa calma sus “salidas del armario”.
...
“Imagínate…” Pues quizá lo que os imagináis es la ficción light de esa realidad en la que aún no te atreves a pensar. ¿”Liberales”? ¿Qué significa eso de ser “liberal” más allá de la política? Sales de nuevo a fumar. Estás inquieto. Demasiados estímulos en pocos minutos. Ahí está él, de nuevo en la calle, charlando esta vez con una pareja de padres guapos y glamurosos a los que también les parece haber dado por sonreír y que de repente se te antojan “sospechosos”. Saludas con cortés frialdad, como quien asume que está fuera de rango en esa escena. Pero no tarda en incendiarse tu fantasía. “¡Diez contra uno a que esos también son “liberales!””. No paran de reír. “¿Estarán hablando de mí?”. Te pones paranoico. Contienes la agresividad. Estás a punto de gritar: “¿Se puede saber de quién os estáis mofando?????.” ¡Heyyyy, tranquilo! Oportunamente, la pareja se despide y te calmas. El galán se te acerca de nuevo, con parsimonia, como quien percibe que está adentrándose en un territorio delicado y hostil.
-¡Ánimo, que ya queda menos! Seguro que esta noche saldréis por ahí y os olvidaréis un rato de los niños.
-¿Puedo hacerte una pregunta? –disparas sin apuntar, a ráfaga.
-Hummm... por supuesto.
-¿Vosotros sois liberales?
De repente quieres desaparecer; incluso morir, puestos a escoger. ¿A santo de qué se te ocurre hacerle una pregunta tan íntima a un tipo con el que apenas has cruzado unas miradas y un puñado de palabras desafortunadas? Te hierven las mejillas, pero te quedas ahí, con los ojos abiertos como platos. Esperas que pierda la sonrisa y te envíe muy, muy, muy, lejos. Pero no parece inmutarse. Te mira con una irritante expresión de superioridad, sonríe más ampliamente aún si cabe, y responde concisamente.
-No, no somos liberales…
Te quieres desintegrar, desaparecer del mapa. ¿Y ahora qué?
¿Cómo piensas seguir la conversación, tontaina? ¡Piensa rápido! Pero el tipo muestra un fairplay que da gusto. No parece tener prisa ninguna por marcharse, ni se muestra para nada ofendido. Tampoco hay indicios de que quiera partirte la cara de un puñetazo ni de gritarte en público “¿a ti qué c… te importa?”. Ensayas una disculpa, pero antes de que digas nada, simplemente rectifica con un matiz léxico.
-…somos swingers, que es muy distinto. ¿Vosotros sois liberales?
¿Swingers? ¿Liberales? ¿Qué diablos significa todo esto? La cara te va a estallar. No puedes articular ninguna respuesta coherente que no te haga parecer ignorante, más idiota aún que el idiota que está ahí callado sin saber qué responder ni dónde meterse.
¡Espabila!
-No, no somos liberales, ni “eso” qué has dicho…. Supongo.
-Swingers, amigo mío, swingers. Ja, ja, ja. Me lo imaginaba. Pero bueno, no pasa nada. Estoy seguro que sabrás ser discreto, ¿verdad?parece aconsejar más que preguntar. Y te clava una mirada que, ahora sí, asusta. Pronto se da por respondido, recupera la sonrisa, guiña el ojo, se despide, ¡y hasta otra!
“No somos liberales. Somos swingers”. Necesitas urgentemente al Dr. Google, y aquí no hay wi-fi ni buena cobertura. “Liberales, swingers; liberales, swingers; liberales, swingers; liberales… Entras en modo “mantra”, como quien se pega post-its en el cerebro para no olvidarse de nada cuando sale de casa camino del Mercadona. Te prometes que pronto descubrirás las siete diferencias entre ser swinger o liberal. Pero no tardas en recuperar el juicio necesario para preguntarte: “¿Y para qué coño me sirve saber
nada de todo esto?”. Se impone la Santa Matrona de la Realidad y desaparece el sonrojo de las mejillas. Es hora de largarse, ¡rápido! Hay partido en el Plus. Te esperan los “compis” de la peña en el bar de la esquina de casa. Y no juega precisamente el “Fútbol Swingers Club” contra el “Real Club Deportivo Liberal”. Es “El Gran Derbi”, el Real Madrid vs Barça. ¡Eso sí que es importante! (¿O no?). Los niños, con el plato en la mesa. La “mami” ejerciendo de “mami”. ¡Por fin el momento ideal para disfrutar de las migajas del fin de semana!
El bar está a rebosar, pero los colegas no fallan nunca y tienes asiento en primera fila. El partido parece estar emocionante. Todos gritan, pero no escuchas nada. Tienes dos post-its tapándote la visual. A falta de tres minutos para el final continúa el empate, pero Messi coge el balón, lo acaricia con cuatro filigranas, se pasea ante la línea de tres cuartos, remata con la izquierda y… ¡goooooooooool! Todo el mundo se abraza, pero tú te quedas sentado, pasmado. “¡Candi! ¿Has visto????? Oye, ¿te encuentras bien?”. “Sí, sí, tranquilo. No me ocurre nada. Un gran partido, sí. Ha estado bien. ¡Hasta el domingo que viene!”
(Swingers, liberales…. Swingers, liberales…. Swingers…)