Fantasía parte 2

1210 Words
Mafia Capítulo 11 Fantasías parte 2 Kriv Estamos comiendo tranquilamente, cuando Nana llega a darnos una noticia alarmante. Dejó caer los cubiertos y mis hermanos y yo nos dirigimos a paso rígido hacia mi habitación. Nazar está vomitando. – ¿Enfermo? – le preguntó a Nana mientras ingreso a mi habitación y mis hermanos esperan afuera de mi cuarto. – No lo se, les traía algo de comer, fue cuando la escuche. En cuanto entro, me da el hedor a vómito y escucho sus arcadas, provenientes del baño. Paso junto a la cama y veo el desperdicio en el suelo y me aproximo a la puerta semi abierta. Natalia le sujeta su cabello blanco con una mano, mientras le soba la espalda con la otra, siendo lo empática que no es, lo es, es una sociópata disfrazada de belleza, sensualidad y letalidad. Ella me ve por encima de su hombro, sin dejar su tarea. – Lárgate Kriv, no te necesitamos. “¿Pero esta quien se cree?” protesta mi subconsciente. Estoy por replicar del enfado cuando alguien me toca el hombro, al volverse es Víctor zolov, su esposo que me advierte con la mirada que no la provoque. Creo que se me ve reflejado la desesperación porque Naralia añade con brusquedad. – Que te largues no entiendes, ella no necesita esto de ti. Nazar agita la mano en el aire, pidiéndome que me vaya, sin sacar la cabeza del inodoro. Solo por eso me trago mi respuesta y salgo de la habitación, donde Nana limpia el hedor y nos quedamos en el pasillo. Yo cruzado de brazos, recargando mi espalda en la pared, Griv, jugando con una daga antigua entre sus manos y Yerik sentado en el suelo, jugando con su celular algún jueho de tiroteo o muertes, no lo se, mi joven hermano se comporta como un adolescente cuando de juegos se trata. Nazar No se porque no lo había sentido antes, es como si las palabras de Natalia hubieran detonado algo en mi y tuviera la necesidad de vomitarlo todo. De sacarlo de mi cuerpo, el asco, la violencia con la que tocaron mi cuerpo, las heridas que han cicatrizado en mi piel, todas esas veces que intente defenderme hasta cuando deje de hacerlo, aceptando el destino que ellos impusieron en mi, aceptando un castigo tras otro, como si yo hubiera pedido nacer, culpando a mi madre por haberse enamorado, cuando fue una víctima más de ese pueblo maldito. “Las personas tendemos a la autodestrucción, elegimos castigarnos por las acciones de otros, tu madre solo fue víctima de otro monstruos y tú eres fruto de ello” Agradezco que no sea mi padre quien me torturó toda mi vida y me trató como ganado. Agradezco estar lejos de él. Porque he vivido prisionera en mi propia mente. Eso duele más que cualquier tortura. Al dejarlos ganar, deje que.me quitaran mi identidad, mi futuro, acepte sus culpas como sus castigos solo por el hecho de no tener poder de decisión. Escuchar todas estas palabras de Natalia. Me centro en una realidad que me golpeó con fiebre y náuseas, darme cuenta que les daba la satisfacción de salirse con la suya y dejar que gobernaran mis miedos. Fue incluso peor que cualquier tortura que ellos me hubieran hecho. “Salir de esta prisión auto impuesta no será sencillo, ni fácil peró no imposible” “Llorar está bien” “Purificas tu cuerpo” “Sangrar esta bien, limpias tu sangre” “Matar monstruos es mejor, porque matarás a cada uno de ellos y eso te llevará al nirvana” escucho su voz susurrante, atrayente y darme cuenta de cuanta razón tiene, me provoca dolores estomacales, me arde la garganta de tanto que he regurgitado. Pero es satisfactorio revivir todas esas fantasías reprimidas, saber que nadie va a castigarme por pensarlo, por decirlo, por sentirlo. Por desearlo con todo mi ser. “Sentirse enfermo está bien, porque tu cuerpo acepta el cambio y si dejas que tu cuerpo expulse toda su porquería, podrás continuar adelante y no mirar hacia atrás y sentir toda esa mierda de emociones” “Serás libre por primera vez en toda tu existencia” Kriv Odio estar aquí, no poder hacer nada, me siento impotente no poder asegurarme por mí mismo que ella está bien. Me esta matando por dentro la desesperación. Ni siquiera soy consciente de cuántas horas han pasado. Solo Nana a dejado entrar a las mujeres del aseo para cambiar mi cama y salir con las bolsas de la sucia. Al fin la puerta se abre y Natalia lanza una mirada de frustración e insolencia al techo, como si le fastidiara mi presencia en mi propio cuarto. – Ya pasó lo peor – es todo cuanto dice, deja la puerta abierta y su marido se acerca a ella para abrazarla o no se que mierda, solo escucho el suspiro colectivo de mis hermanos y al cerrar la puerta el mal olor se ha ido. Ahora huele a mi champú y alguna esencia desconocida. Pero ella está acostada. Con el semblante de agotamiento. Necesito estar cerca de ella. Mi instinto me lo pide, así que me acerco acostándome a su lado. Me muero por tocarla y hacerla sentir segura. Abre sus increíbles ojos lilas, están irritados, un sudor frío le cubre la frente. Síntoma de la fiebre que tiene. – Hola – dice con voz rasposa. – ¿Estás bien? – tomó un pañuelo desechable sin romper contacto y lo precioso contra su frente. A Través del papel puedo sentir su calor, está hirviendo. – Por Favor – suspira cerrando los ojos – No me dejes sola. No me contengo y acarició su mejilla con mis dedos, ella suelta un suspiro y se estremece. Así que apartó la mano. Pero ella la tomó entre las suyas, esta fría y tiembla a pesar de que está encendida la calefacción – No lo haré – le prometo quitándome mi calzado sin levantarme, la suelto ligeramente y me quito mi saco, dejándome la camisa lisa, quitándome mi anillo y reloj, para volver a tomar su mano fría. Ella entrelaza nuestros dedos y vuelve abrir los ojos. – ¿Puedes acercarte? – Pide con voz débil y lo hago, recuesto mi cabeza en su almohada y ella vuelve a cerrar los ojos. Su perfume natural invade mis sentidos. Su aliento me incita acercarme más, pero me contengo. Su respiración y su agotamiento entendible, así que me uno a ella. Nazar Su cuerpo irradia calor, me tiene atrapada entre sus brazos, con su rostro cerca de mi hombro, su respiración me hace cosquillas en la piel. Su mano derecha está muy cerca de mi pecho, casi rozando con sus dedos largos. Con cuidado intentó apartarlo pero gruñe, haciéndome reír. Las cortinas están cerradas y la hora en su reloj son las ocho de la mañana. Me voy liberando de su abrazo ferrero y se despierta agitando sus largas pestañas. Se aparta ipso facto y se sienta frotándose la cara. – Lo siento. – No pasa nada. ¿Vamos a desayunar? – Claro. – se levanta sin dejar de taparse su parte delantera y quiero reírme porque se nota qué está incómodo, algo que es irreal.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD