Necesitaba salir de la habitación, alejarme de aquel que me acababa de violar y que ahora dormía plácidamente a mi lado con una sonrisa cínica en la cara. Se me estaba revolviendo el estómago sólo de pensarlo, tenía que salir al frío nocturno para despejarme de toda esta mierda.
Joder, dónde habría caído mi ropa, con tanto desorden lo mejor sería ponerme la del día siguiente, de todas formas era imposible que pudiese volver a conciliar el sueño. Ya volvería por la mañana para adecentarme un poco si es que eso era posible teniendo en cuenta las ojeras tan marcadas que tenía desde hace semanas, mientras pensaba en todo esto, encontré la ropa limpia encima de una silla: un pantalón n***o ajustado, una camiseta blanca de tirantes y mis deportivas favoritas; me puse todo rápidamente y salí sigilosamente con la cazadora de cuero en la mano.
Corrí sin parar hasta llegar a la azotea, todo me daba vueltas mientras el viento azotaba mi cara, me apoyé en la pared y me dejé deslizar hasta el suelo. No podía comprender cómo había llegado a este punto de mi vida. Saqué un cigarrillo de la cazadora para calmar mis nervios, antes no fumaba pero desde que mi mundo empezó a resquebrajarse era una de las pocas cosas que me relajaban; eché una densa bocanada de humo; esto era patético, tener que escapar de mi propia habitación a las tres de la mañana; volví a dar un tiro al cigarro; y todo porque mi hermano mayor me violaba brutalmente noche tras noche; volví a exhalar el humo; se me estaba formando un nudo en la garganta, había algo peor que todo eso y lo sabía, estaba jodidamente enamorado de él. Las lágrimas empezaron a brotar sin descanso ¿qué me pasaba?, me había vuelto loco, un masoquista que no deseaba que todo terminara.
Aún había algo que no entendía, yo tenía una razón para permitir que Sergio me tratara así pero ¿y él?, ¿qué es lo que le llevaba a ir todas las noches a mi habitación para abusar de mí?, necesitaba saberlo, algo que me diera fuerzas para seguir adelante.
Los músculos se me habían agarrotado por estar demasiado tiempo en la misma posición, me levanté y fui hasta el final de la azotea, era una vista preciosa; la ciudad comenzaba a despertar bajo mis pies, parecía tan...pequeña desde aquí. Comencé a pensar en qué vidas tendrían los habitantes de esta ciudad, despertarse, irse a trabajar, volver a casa y encontrarse con sus familias, una vida fácil con pequeños baches, la vida con la que yo soñaba...otra vez me estaba derrumbando, cruzó por mi mente la vaga idea de saltar al vacío y terminar con todo pero me detuvo el resplandor del amanecer, tal vez otro día, ahora tenía que ir a desayunar si no quería cruzarme más tarde con los del grupo y sobre todo con Sergio.
Ya en la cafetería tomé mi desayuno habitual: zumo de naranja, dos tostadas recubiertas de mermelada y un café bien cargado; casi sería mejor decir que lo engullí pues no tardé ni quince minutos en salir de allí a las prisas. Tenía el presentimiento de que iba a pasar algo malo o tal vez sólo eran mis nervios poniéndome en estado de alerta.
Subí por las escaleras con desgana, todos los del grupo usaban siempre el ascensor estuviésemos en el piso que estuviésemos así que no corría ningún peligro. Tras llegar al décimo piso, miré mi reloj que ya marcaba que eran las siete, a esta hora ya habrían bajado todos. Entré en la habitación y tal y como esperaba estaba todo recogido, Sergio se había ido por fin. Me tumbé boca abajo en la cama que aún mantenía su colonia impregnada; supongo que podría relajarme un poco antes de tener que ducharme ya que hoy por fin nuestra agenda estaba vacía, después de tantos días de conciertos, sesiones de fotos y entrevistas.
En algún momento me había quedado dormido por el cansancio pero ahora sentía un gran peso sobre mí, intenté incorporarme sin éxito alguno.
- Hola hermanito. ¿Creías qué no me daría cuenta de que no has pasado aquí la noche? ¿Intentabas librarte de mí o estabas con alguna zorra que no me has presentado?- Él sabía perfectamente que yo nunca estaba con ninguna chica. Me cogió de las muñecas y las ató tras mi espalda, de nuevo no podía escapar. Ahí estaba mi mal presentimiento.
- Suéltame por favor, me haces daño. No he estado con nadie.
- Eso significa que querías evitarme. ¿Daño? Esto no es nada comparado con tu castigo.