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Amores prohibidos

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Blurb

¿Qué tan peligroso es enamorarse? ¿Qué ocurre si eliges a las personas equivocadas para entregar el corazón? ¿Conoces a las personas que amas? Esas preguntas matizan "Amores peligrosos", una novela romántica y de mucho suspenso que lo atrapará de principio a fin. Una hermosa abogada conocerá a varios hombres que la pretenden y desean enamorarla, sin embargo ellos tienen secretos ocultos que pondrán en riesgo a nuestra protagonista. Paralelamente, ella asumirá las defensas de clientes que también están amenazadas, involucrando a la bella abogada y la que deberá enfrentar a esos enemigos, aún poniendo en peligro su profesión y su propia vida. La trama se desarrolla en los tiempos actuales y tiene todo lo que se puede pedir: romance, aventura, acción, suspenso, humor y sobre todo mucho amor, aunque estos podrían estar prohibido. No se pierda esta impactante novela que lo mantendrá en permanente suspenso.

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Capítulo 1
 No podía resistirme más a los labios de Johan. Los veía desafiantes, sabrosos, rojos como una golosina que me encendían las ansias en todas mis entrañas. Yo era un fuego deseosa de arder y chisporrotear la pasión por todos mis poros. Él estaba más irresistible que nunca, con su barbita candado, sus ojos brillantes, dominadores que me seducían y derretían igual a una mantequilla, su voz pulcra, serena, dulce y romántica a la vez, que hacía tamborilear mi corazón, frenético, rebotando en mis paredes con afán y encono. Mi cuerpo reclamaba, a gritos, el suyo, quería recostarme en su pecho enorme, parecido a un camión y lamer sus vellos que emergían en su camisa desafiantes a mis afanes y vehemencia. Jamás lo había visto tan seductor y encantado a Johan. Ahora era un gigante delante mío, cubriéndome con su sombra, regalándome su sonrisa poética y mágica que me hacía temblar de emoción, de ganas que me tome y me acaricie y que sus manos empiecen a recorrer por mis curvas, yendo y viniendo como un río desbocado, fuera de su caudal.  Por eso lo besé, porque ya no podía resistir del tormento de verlo tan hermoso delante mío, con esos brazos igual a troncos que desataban mi euforia. Y cuando me pegué a él, desesperada, ansiosa, febril, sentí que Johan también era fuego, una tea enorme que lanzaba llamas sobre mí, calcinándome, y volviéndome cenizas, casi de inmediato.  Y en efecto, sus manos, fueron por mi piel lozana y tersa, con desenfreno, llegando hasta mis más recónditas fronteras, descubriendo la tersura de mi piel, invadiendo mi vasta geografía, llegando hasta fronteras lejanas y conquistando mis debilidades que eran muchas, demasiadas, frente a él. Empecé a gemir sin controlarme, rendida a su magia, a su tacto tan áspero que me hacía hervir la sangre y que estaba en plena ebullición en mis venas. No podía controlarme, suspiraba sin detenerme, mientras su lengua acariciaba mi cuello, mordía mis orejas, olía el canalillo de mis pechos y sus manos rebosaban, ansioso y vehemente, mi espalda.  Y fue que el timbre estridente del reloj despertador me sobrecogió y sobresaltó y furiosa lo tiré al suelo. Mi almohada permanecía aún estrujada entre mis brazos y mis pensamientos querían reanudar tan divino y sensual sueño, justo cuando él corría la cremallera de mi vestido, pero no. Ya nada podía ser irreal. El Sol se cortaba en rodajas por las persianas de mi cuarto, chillaban los pájaros en el árbol empinado frente al balcón de mi apartamento y Mamut, mi perro, ladraba pidiendo desesperado su desayuno.   ¡Ay, qué cólera!  Prendí el tablet para revisar mi agenda. 1.- Llamar a Johan, 2.- Caso Ambrosio Figueroa, 3.- Corbata nueva para mi padre, 4.-Almorzar con Luiggi, 5.- Comprar carne y pollo en el mall. Exhalé mi disgusto y me me metí a la ducha. Nada mejor que un chorro de agua fría en el verano, más cuando el Sol ya está prendido como antorcha, metiéndose en mi cuarto. Es lo malo de mi dormitorio, está de cara a la estrella luminosa y se desploma, siempre, como cascadas sobre mí. Por eso adoro los chorros de agua helada remojándome toda, haciéndome recuperar el buen ánimo y humor.  -¿Deborah?, me llamó Jimmy a mi móvil, no te olvides del señor Figueroa-  Trataba de sacarme el pelo. -Ajá, averigua más sobre su caso, llama a sus socios. Es raro todo-, le dije mordiendo mis labios, con las piernas cruzadas, mientras mis cabellos aún chorreaban gotitas de agua.  A Ambrosio Figueroa lo habían acusado de acosar y chantajear a una mujer, empleada suya, en la empresa donde trabajaba. Era uno de los socios en el staff, con la mayoría de acciones, y por ende el principal mandamás. Figueroa negó todo pero sus socios vieron en la denuncia de la fémina la ocasión propicia para sacarlo del mando. A ellos no les cuajaba que consiguiera subir en la escalera del directorio, comprando acciones a otros inversionistas y por lo tanto, ajeno a ese círculo que se había acostumbrado a tener la sartén por el mango. Ambrosio los pasó por encima y ahora querían sacarlo del camino. Yo tenía que probar que la mujer mentía o de lo contrario, Figueroa dejaría la empresa y podría, incluso, ir a la cárcel.  Luego entró otra llamada. Era él, el hombre de mis sueños.  -Soñé contigo-, le dije con mi vocecita sensual a Johan. Le puse música a cada palabra y recostada junto a la waflera, mientras esperaba mis tostadas, movía mi tobillo coqueta y sentía hervir, otra vez, la sangre.  -Yo siempre sueño contigo-, respondió Johan con su vozarrón tan masculina que me despeinaba.  -¿Vas a entrenar hoy?-, le pregunté.  -Todos los días entreno, mujer, el domingo tenemos un partido muy difícil-, me aclaró.  -Ay, deja el fútbol y dedícate a mí. Hazme muchos goles-, quise hacerme la pícara.  -Encantado de tenerte en mi área-, echó a reír él divertido. Y su risa prendió otra vez el fuego en mis entrañas. Lo deseaba mucho a Johan.  -Tienes unos ojos tan preciosos que son los luceros en mi vida-, me dijo romántico, provocándome. Y lo logró. Junté mis muslos ansiosa, Mordí mis labios, sentí mis pechos empinándose y abriéndose camino en mi bata. Mis tostadas se quemaron mientras mis ojos navegaban en el techo de la cocina, pensando en las manos y piernas de Johan.  -Qué lindo-, suspiré.  -Te dejo, mi bella abogada, voy a entrenar. Un besote en tu dulce boca-, me anunció y al colgar, recién noté que el humo envolvía toda la cocina y mis tostadas eran solamente una ruma de carbón.   *****  -Soy la abogada Deborah Mercado-, me anuncié. Me había puesto un sastre rojo, con una minifalda muy corta, zapatos negros de taco alto y pantimedias. La blusa era crema y llevaba mis lentes, esos redondos grandotes que me gustan mucho y también llevaba mi portafolio, el mismo que usaba mi padre en los tantísimos casos que afrontó en el apasionante mundo de las leyes.  -El señor Figueroa la espera-, me dijo su secretario, haciéndome pasar a un despacho amplio, de sillones de cuero y alfombra. Allí estaba él, encorvado, con muchas canas, bigotes blancos y la nariz larga como una espada.  -Señorita Mercado, placer conocerla-, me dijo solemne.  -He leído su caso con suma atención y para empezar, quisiera me diga la verdad, ¿acosó a su empleada?-, pasé al ataque, tan solo al sentarme y cruzar las piernas desafiante. Figueroa se arremolinó en su silla. Arrugó aún más su cara y su boca.  -No, señorita Mercado, no lo hice. Es una trampa que han hecho mis socios para sacarme del camino-  -La mujer dice que tiene pruebas, pantallazos de w******p-, le aclaré.  -Son inventos. Hoy por hoy los hackers hacen muchas cosas. Quiero que los peritos analicen mi móvil. Voy a demostrar mi inocencia-, rebuznó colérico.  -Estos casos son siempre enredados, le dije haciendo unos apuntes en mi móvil, pero no se preocupe, haré mi mejor esfuerzo-  Figueroa se puso de pie y me miró fijamente.  -Le voy a pedir un gran favor. Demuestre mi inocencia, que jamás acosé ni chantajeé a esa mujer, pero quiero que no manche el honor de ella, que se demuestre que fue utilizada por mis socios-, me dijo enigmático. En ese momento no le hice caso. Me puse de pie, jalé mi falda, le di la mano y sonreí.  -No se preocupe, como le digo, haré mi mayor esfuerzo-, subrayé.  Ya después, en mi oficina, revisando mi móvil, sacando mis apuntes, reflexioné en eso. "No manché el honor de ella". Arrugué mi naricita. ¿Por qué dijo eso?

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