22. DESLUMBRANDO A LA JAURÍA

2423 Words
Moscú, Rusia Luzhin Como ese idiota de Serik seguía engatusado con la zorra rusa, yo aproveché el tiempo para hacerle un seguimiento al tercer elemento de los Romanov: Nika Karsimov. Ya que el perro de Morozov parecía haber robado las siete vidas a los gatos, al sobrevivir a los atentados, consideré una mejor estrategia atacar donde ellos no lo vieran venir y esa mujer era la mejor ficha en el tablero ya que no conocía mi rostro. Así, descubrí algunos lugares que solía frecuentar en Moscú y me topé por accidente con ella para no levantar sospechas. A sus ojos, yo solo era un hombre más, uno que la deslumbraba con detalles y conversaciones que teníamos después de los pequeños accidentes que provocaba: una vez derramé una bebida en su ropa, en otra ocasión casi la hago tropezar por las escaleras y en la siguiente usé a uno de mis hombres, donde le hicimos creer que él era un pervertido y yo quien la salvaba de él, aunque reconozco que ese día me sorprendió el puñetazo que le dio en la cara, lo que me hizo dejar de subestimarla. Con el suficiente terreno ganado, consideré apropiado invitarla a una cita y hoy era ese día, así que aquí me encontraba en el restaurante (que ella escogió) esperando su arribo, aunque mis palabras se desvanecieron en cuanto ingresó y retiró su abrigó en la entrada, siendo esta la primera vez que la veía sin tantas prendas encima. Nika, con su imponente metro setenta y cinco, destella en un ajustado vestido violáceo que resalta su delgada y esbelta figura atlética, misma que es marcada por la increíble musculatura de sus piernas y ese monumental trasero, el cual contrasta a la perfección con su finísima cintura y un buen par de tetas, que terminan de formar un reloj de arena perfecto en su cuerpo. A todo esto, le acompaña unas facciones faciales armoniosas con expresión calmada que, así como pasa con su figura, contrasta con la intensa mirada miel que siempre está evaluando su entorno y a cada persona que se le cruza. Sus labios delicados, carnosos y bien perfilados despiertan el deseo de cualquier hombre, solo de imaginar cuánto más resaltarán con algo grueso entre ellos. Y ni qué hablar de esa nívea piel llena de pecas, sobre todo aquellos lunares de mayor tamaño que parecen una evidente trampa para cazar a los pervertidos que osen a posar sus ojos en el pronunciado y muy provocativo escote de su pecho, siendo esto y sus brazos lo único que tenía de piel descubierta, ya que sus piernas estaban pintadas con la tela de su vestido, y que modelara hasta mí, solo hizo que quisiera llevármela al hotel antes de tiempo. —Cuando dijiste que viniera elegante, no creí que me vería como un simple mortal ante esta grata compañía —halagué galante, dejando un beso en el dorso de su mano que la hizo mostrarse superior, aunque el sonrojo de sus mejillas fue muy natural. —Gracias. Quería dar una buena impresión. —No, Nika, yo di una buena impresión, tú en cambio deslumbraste este lugar que, ahora, me parece inadecuado para ti —una elegante risilla vergonzosa la hizo bajar su guardia, pero no me fio de esa mujer ni por equivocación. Entre bocados y sorbos de vino, compartimos anécdotas de todo tipo sobre nuestras vidas, imagino que, así como yo, ella habrá mentido en varias y en otras dirá la verdad, pero se mostraba natural y genuina en cada relato, así como también demostraba profundo interés cuando yo intervenía para relatarle algo sobre mí. Aunque deteste admitirlo, quizás, si no tuviésemos la sanguinaria y muy vengativa realidad detrás de nosotros, diría que Nika es una mujer encantadora. Más allá del despampanante físico, es espontánea, risueña, atenta, con un sentido del humor único y presta suma atención a los detalles, incluso los más insignificantes. —¿Sabes? —intervine, en cuanto calmamos nuestra risa tras comentar el incidente con mi ayudante “pervertido”—. Todavía me sorprende el golpe que le diste. ¡Fue alucinante! ¿Dónde aprendiste a golpear así? —Tomé clases de defensa personal desde la adolescencia. —No es una clase común para una chica como tú y menos en la escuela. —¿Y cómo se supone que es “una chica como yo”? —cuestionó perspicaz, a lo que rellené nuestras copas con el vino sin mostrarme intimidado. —Con tu porte, podrías ser una modelo en cualquier revista o pasarela; también una ejecutiva de una gran compañía, si tenemos en cuenta el semblante adusto y la silenciosa forma que tienes de examinar a otros, eso sin mencionar que posees una inteligencia de temer, considerando el par de veces que escuché tus llamadas laborales. Seguro deben ofrecerte grandes aumentos anuales para que las empresas no quiebren —su vergonzosa risa parecía tan genuina, que casi podría decir que era real, pero quizás sea excelente actuando—. Aun así, ninguna de esas encaja con una adolescente que, aunque sea para hacer ejercicio, tome clases de defensa personal. —Es porque no lo hice por ejercicio. —¿Ah no? ¿Entonces? —cuestioné sumamente interesado, pero un atisbo de amarga tristeza maquilló su traslucido rostro—. Si es algo muy personal, no tienes que contarme, Nika —posé comprensivo mi mano sobre la suya—. Igual cuentas conmigo para lo que necesites. —Comencé un entrenamiento básico desde los catorce, eran ejercicios cotidianos para mí. Sin embargo, cuando tenía dieciséis, ocurrió un incidente con un tío. —¿Qué clase de incidente? ¿Intentó sobrepasarse contigo? —interrogué preocupado, casi nervioso y más porque ella se sumía en esa tristeza, lo peor fue que asintió silenciosa. —No me gusta hablar de ello, pero, en resumen, me dejé convencer por unos amigos de que lo mejor era tomar clases de defensa y como ellos habían entrenado desde la niñez con sus padres, acepté la oferta. —Nika… No tienes que responder si no quieres, pero ¿tu tío abusó de ti? No sabía si mi actuación había sido tan perfecta, que mi interés y preocupación resultaron genuinos para ella, ya que no me dio una respuesta verbal, en vez de eso, sus ojos se inundaron de lágrimas que contuvo cual represa mientras su mano se aferraba a la mía al perderse en un recuerdo. Esto no es fingido, esa historia es real… —Disculpa, necesito ir al baño —acongojado, la dejé partir sin más, mientras repasaba en mi cabeza una y otra vez nuestra extensa conversación. Intentaba descifrar qué tanto era real y qué tanto era mentira, así como también me preguntaba el por qué me contó algo tan íntimo si yo todavía era un desconocido en su vida. ¿Será que su coraza no es tan dura como aparenta? ¿Será que es tan buena actriz que usa mentiras de alto calibre para conmover a otros, o peor, usa verdaderas experiencias personales para cazar a sus presas? Sea como sea, no puedo desaprovechar esta noche si quiero saber la verdad de su vida y, más importante aún, de los Romanov y los Morozov. (…) Nika Me tomé mi tiempo en el baño para arreglarme y refrescar mis ideas. Sé que no es bueno mostrar debilidad con desconocidos, pero algo en Kirill me hacía hablar de más. Reconozco que él no es un hombre que pasa desapercibido con su casi metro noventa, estilo refinado pero práctico que le va muy bien en sus prendas oscuras, lo que resaltan su figura atlética sin ser ostentoso y lo mejor es que no es un engreído ni juzga de buenas a primeras, sino que Kirill es un hombre de mundo que disfruta de una vida sencilla como yo, a pesar de tener la disponibilidad económica para darse sus lujos, pues este restaurante no es nada barato y los precios no fueron una sorpresa para él, así como tampoco se inquietó por la costosa orden que hemos hecho hasta ahora. De igual forma, Kirill resalta con su rostro angular y rasgos marcados, mandíbula bien definida y pómulos prominentes. Cabello castaño oscuro, casi n***o, que lleva muy corto sin llegar al estilo de un cadete militar, dándole un toque rebelde muy sensual y ejecutivo a la vez. Ese detalle resalta con sus ojos de un frío grisáceo, casi plateado, que pareciera ver más allá de cualquier barrera ante él, sobre todo por su mirada seria y contemplativa, dándole un aire de profundidad, sabiduría y también algo sombrío, como si estuviese lleno de secretos. Esto me hace mantenerme por lo general a la defensiva, hasta que su amena y profunda voz, acompañada de su aura sofisticada y peligrosa, crean una barrera que lo hace protegerse de otros mientras extiende a otros seguridad y confianza hacia su persona. —¡Vamos, Nika! ¡Reacciona! —golpeé suave mis mejillas, detallando mi reflejo—. No te puedes deslumbrar por el primer hombre que se te cruce, por muy provocativo que sea su trabajado cuerpo, su cara de malo y actitud comprensiva y protectora —me pegué un poco más fuerte al recordar las veces que tropecé con su pecho y cuando él me salvó en las escaleras—. ¿Qué estupideces digo? Creo que se me están pegando las tonterías de Vicky. De pronto, no pude evitar preguntarme por qué le conté esa última historia. Quizás estar tantos años en este mundo, además de mis experiencias personales, me hayan hecho más desconfiada de la vida y las personas, pero no por eso he dejado de desear tener a alguien en quien confiar, alguien que me brinde la seguridad que tantas veces vi en Aleksei, sus hermanos e incluso en su padre. Creo que esos hombres y la familia de Vicky pusieron la vara muy alta para mí. Sacudí mis pensamientos, repasé mi labial vino tinto y salí del baño aún abrumada, pero me llevé una gran sorpresa cuando encontré a Kirill esperando en el pasillo. Se notaba muy preocupado, y antes de que pudiera decirle una palabra, él me sorprendió al acercarse a paso firme, dándome un abrazo que, al comienzo, me confundió bastante, pero con el paso de los segundos mi cuerpo se relajó al punto de sentirme refugiada y lo abracé con el inocente deseo de que querer a alguien que me ame como Alek ama a Vicky, pues si hubo una cosa que le he envidiado a esa tonta, es el amor que siente él por ella. —¿Qué te parece si caminamos un poco? Quizás el vino te hizo mal —su condescendiente propuesta aceleró mi corazón. —Me gustaría. Aunque al terminar nuestro abrazo me sentí un poco sola, a él le bastó sujetar mi mano para borrar esa idea. Si este es el comienzo de una buena relación, entonces no debería cerrarme como he hecho hasta ahora ni dudar tanto como Vicky; todo lo contrario, debo arriesgarme y saber qué pasará, igual sé que, si falla, no será la primera vez en mi vida y tampoco la última que lo intente. Con mucha delicadeza, Kirill me ayudó a ponerme el abrigo, aprovechando (sutil) la oportunidad de repasar mi piel con la punta de sus dedos, casi como si me desnudara y en una silenciosa caminata, sujetos de la mano, disfrutamos de las frías calles que esta noche me parecían cálidas a su lado. —Kirill, respecto a lo que dije… —No tienes que darme detalles —respondió ameno, y a su vez gélido—. Debió ser difícil para ti y, sin importar qué tan lejos llegase ese sujeto, debes contarme nada si no quieres. —Gracias —me detuve cerca de un farolillo—. No solo por comprender la situación, sino también por apoyarme en el baño. No esperaba que lo hicieras. —Sentí que lo necesitabas, ya que tardabas mucho, y al parecer no me equivoqué —sus dedos dejaban una caricia que brindaba mucha calidez—. Nika, discúlpame si te incomodé al preguntarte de más, fue muy atrevido de mi parte. —Está bien, no sabías. —Pero sí me habías dicho suficiente como para detener mis preguntas y no lo hice. —Descuida. Tampoco es como si mi vida girase entorno a ese evento y, aunque duela recordarlo, es agua pasada. Por eso prefiero enfocarme en el presente que vivo y el futuro que construyo. —Eso me encanta de ti —confesó con una deslumbrante sonrisa, sin ser exagerado—. Eres una mujer increíble en todos los sentidos…, hasta donde conozco —murmuró lo último con un atisbo de picardía que me sonrojó—. Pero en serio, eres fantástica y saber que debajo de esa dura coraza hay una mujer tan maravillosa por descubrir, solo me hace sentirme afortunado por tantos accidentes que nos acercaron. —Sí, fueron tantos que parecen planeados —reímos con timidez, sin dañar el ambiente, aunque él dio un paso más atrevido al acercarse mientras mordía su labio inferior. —Gracias por aceptar mi invitación y también por permitirme ir más profundo en tu vida —Kirill deslizó sus dedos en mi mejilla hasta llegar a mi cabello, el cual acariciaba con una finura que agitaba mi respiración—. ¿Por qué me quisiste contar eso? —N-No lo sé. Hay algo en ti que me confunde y al mismo tiempo me atrae, pero en ese momento de debilidad quise confiar en alguien. —¿Y justo confiaste en mí? —cuestionó, con una sonrisa engreída que le quedaba de maravilla y la cual copié. —¿Qué? ¿Hice mal? —No, al contrario, fue halagador. —Quizás demasiado —murmuré, al cortar nuestra distancia. —No, Nika, demasiado sería que me aceptaras otra cita, aunque eso sería un triunfo para mí y una oportunidad que no dejaré pasar. —¿La mereces? —Tú dime. ¿La merezco? —susurró sobre mis labios—… ¿Te merezco, Nika? ¿Merezco más de la confianza que me has dado? Un delicado beso evitó mi respuesta, pues él, con este sencillo gesto, pedía mi permiso para ir más allá, aunque yo no tenía nada qué pensar y menos porque mi cuerpo le dio la respuesta al unirnos de nuevo en un beso más profundo que me hizo aferrarme de su traje, así como él se adentró en mi abrigo para hacerse con mi cuerpo.
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