24. DESQUITE RABIOSO

2230 Words
Luzhin —No recuerdo cuándo fue la última vez que me desperté así —comenté complacido, al verla removerse en las sábanas con su despertar—. ¿Descansaste? —Como hace mucho no ocurría —respondió con una sensual voz que me estremeció. A medida que regresaba a la cama, ella generó un segundo escalofrío en mí al quedar bocabajo con su espalda descubriendo las heridas que le infringí y el increíble trasero levantado cual gata en celo. La admiré desde lo alto, detallando esa traviesa sonrisa complaciente, cuya mirada felina le acompañaba con malicia. —No sabía si te quedarías, pero ordené que te trajeran algo —le extendí mi mano, ayudándola a levantarse, y le enseñé la blusa roja, el pantalón oscuro ancho, un blazer del mismo tono y una sensual lencería que colgaba en el perchero—. Está lavado y listo para ti. Es mejor eso que un harapo —pronuncié provocativo en su oído al abrazarla desde atrás, vislumbrando a través del reflejo del espejo su grata sorpresa. —Se nota que prestaste atención a los detalles, o no le habrías atinado a mi estilo de ropa. —Los detalles son excelentes para armar grandes estrategias. —Coincido —recibí un exquisito beso, que resultaba tan dulce como embriagador—. Gracias, me sorprende saber cuánto me has analizado. —Como si tú no lo hubieras hecho anoche conmigo. Verla tan ruborizada, risueña y aún desnuda en mis brazos, denotaba cuánta confianza me había dado desde que llegamos a esta habitación. La verdad, sería muy fácil doblegarla, drogarla y sacarle la información ahora, y aunque lo pensé bastante anoche mientras la veía dormir, cambié de parecer en aras de disfrutarla un poco más, pues muy pocas mujeres llegan a su nivel con tanto entusiasmo en el primer encuentro y ella me dejó sin palabras con su sanguinario actuar. Lo mejor de todo era que había comprendido rápidamente que a ella no necesito mentirle tanto como imaginé para tenerla en mi mano, basta con decirle la verdad y reforzar la confianza que exhibe sin pena con su sola presencia. —Nika, no importa si me crees o no, pero es cierta cada palabra que dije anoche sobre ti —ella pareció comprender a qué me refería, pues no tardó en tensarse un poco—. Quizás hayas decidido restarles importancia a los comentarios y por eso te enfocas en disfrutar el momento, que al final es lo único que vale, pero, y suponiendo que lo hagas, no dudes nunca de ti ni de la increíble mujer que eres. —Es curioso que lo digas. Hasta ahora no había conocido a un hombre que le gustara tanto eso. —No es como si tuvieras un falo entre las piernas, solo tienes un clítoris dos o quizás tres veces más grande de lo usual, pero para mí fue un exquisito manjar —besé el lunar de su cuello, recorriéndolo deseoso hasta su oído—. Aunque puedo demostrártelo de nuevo si te quedaron dudas. —Solo si tienes algo más que hielo y mi navaja para jugar. —Puedo pedir servicio a la habitación. Sé que no representará un problema disfrutarla un par de veces más y menos con la monumental cogida que tuvimos anoche, pero, a diferencia de Serik, tengo muy claro que ella solo es una ficha a la que sacaré el máximo provecho, así como también podría usarla para atraer a Morozov y aniquilar dos pájaros de un tiro. (…) San Petersburgo, Rusia Aleksei Creí que Vicky no volvería a aparecer después de lo que hablamos y menos porque no había dado señales de vida estos días, yo en cambio ahogué mis horas y mis lágrimas con alcohol y trabajo, siendo Kate la única que limpiaba mis desastres y soportaba esta horrible pena, una que también sostendría Nika en cuanto regresara a San Petersburgo, pues sé que ella no me dejaría solo aun cuando sea una gran amiga de Vicky. —Señor, debe comer algo o enfermará —comentó Kate preocupada, sin dejar de frotar mi espalda, aunque yo seguía sumergido en esa última noche que pasé con Vicky. —No tengo hambre, será después. —Lleva diciendo eso desde… —ella silenció, y quedó viendo su móvil al ingresar una alerta. Ladeé mi atención al dispositivo fijándome que se trataba de la cámara de seguridad, aunque bastó con ver su rostro, después de bloquear la pantalla, para saber que no me gustaría la respuesta—. La señorita Romanov ha vuelto. —Ni siquiera en mi propia casa puedo estar en paz. Me sumergí en el agua queriendo terminar de una vez por todas esto, pero si debo recurrir a una idea más fuerte, entonces usaré los recursos a mi favor. Salí de la bañera con una idea insensible, Kate me recibió con una toalla y me ayudó a secarme mientras yo imaginaba cada paso de Vicky y el tiempo que le tomaría llegar a la habitación. —Kate, necesito que hagas algo por mí. —Lo que sea, señor, solo ordene. —Primero, déjate llevar por mí y luego saldrás cuando escuches a los perros ladrar, ya que todavía no reconocen a Vicky, le dirás que estoy durmiendo para que se vaya y regresas. —¿Me aseguro de que salga de la propiedad? —No, déjala que haga lo que quiera, igual sé cuál será su próximo movimiento y quiero que disfrute la función. Solo necesito tu consentimiento. —Sabe que no estoy de acuerdo con eso. —Pero mueres por colocar la balanza a mi favor, aunque sea una vez —su tímida sonrisa la delató—. ¿Qué dices? —Espero que no me tome mientras piensa en ella o puede olvidarse de mí. —Tú dime. Arremetí contra su boca, arrastrándola de vuelta a la habitación. Kate, aunque indecisa al comienzo, no tardó en dejarse llevar, sobre todo cuando la coloqué de frente contra la pared y retiré su braga sin dejar de besar su cuello. Sus gemidos se hacían tan sonoros como los pasos de Vicky, quien subía las escaleras, aunque se detuvo en el pasillo ante el agudo chillido que dio Kate cuando palmeé su intimidad, haciéndola respingar. —Prepárate, ya está cerca —susurré en su oído, dándole un par de palmadas extra, pero esta vez me enfoqué en su pequeño y rosáceo bulto que se cargaba de deseo. —¿Aleksei? —llamó Vicky, dando un par de golpes a la puerta. —No quiero ver a nadie —ordené con suficiencia, para que ella escuchase al otro lado. Kate asintió agitada—. No asegures la puerta cuando vuelvas —susurré excitado, aunque ella estaba peor al sentir mis dedos deslizarse en su interior. Solo espero que esto funcione y Vicky haga más fácil mi trabajo de olvidarla, o estas visitas serán mi perdición. (…) Victoria Pese a haber aceptado la propuesta de Dussan, en un arrebato del momento, sentía que debía hablar con Alek, pero no quise hacerme ideas erróneas al escuchar ese grito proveniente de su habitación y menos porque me negaba a creer que él estuviera con otra mujer después de haber estado conmigo, aunque tampoco puedo reclamarle, considerando las circunstancias. Sin embargo, fue la repentina salida de Kate, tras escuchar la despreciable orden de Alek, lo que más me desconcertó. —S-Señorita Romanov —pronunció ella un poco agitada, pero todo su cuerpo desprendía olor a sexo—. Disculpe, el señor Morozov se encuentra descansando. No se ha sentido bien de salud. —¿No está bien de salud o no quiere verme? —No quiere ver a nadie porque no se siente bien, pero estoy cuidándolo para que vuelva pronto a sus labores. No se preocupe. —Claro, tú como siempre tan aplicada en tus labores —aunque me mostré suficiente como siempre, ella notó el fastidio en mi voz—. Dile que necesito hablar con él, es importante —intenté adentrarme a la fuerza, pero ella se atravesó. —Le entregaré su mensaje y le pediré que se comunique con usted lo antes posible —la puerta se movió ligeramente por el viento, permitiéndome divisar la imponente figura de Alek de espaldas con una toalla en su cintura—. Si no necesita nada más… —No, es todo. —¡Señorita! —llamó ella en cuanto avancé tres pasos hacia el pasillo, pero no le di la cara—. Sé que no me corresponde, pero debería permitirle recuperarse. Usted siempre tuvo sus espacios y él respetó sus tiempos, actividades y la compañía que tenía. —¿Cómo te atreves? —cuestioné ofendida, aniquilándola con una mirada, pero no se inmutó—. No sobrepases tus límites, Kate, te recuerdo que trabajas para dos familias, no eres exclusiva de Aleksei y, aun de serlo, debes respetar a tus superiores. —Disculpe, señorita, no pretendí ofenderla. Solo quería pedirle que no perturbe el tiempo del señor Morozov porque, como bien dijo usted, trabajo para dos familias, pero sé a qué lado de la balanza inclinarme entre estas cuando se trata de temas personales, y usted no tiene derecho a objetar las decisiones en mi vida personal siempre que no afecten mis labores. ¡Maldita perra! Se nota que Brie la instruyó muy bien y ni qué hablar de mi madre, pues Kate estuvo también un tiempo bajo su cuidado. Aun así, no imaginé que se atrevería a tanto contra mí. ¿Será que le gusta Aleksei? —Limítate a hacer tu trabajo y dale mi recado a Aleksei —ordené con unas inmensas ganas de descargar mi arma en su lengua. Me alejé lo suficiente hasta escuchar la puerta cerrarse, pero no lo hizo del todo, así que fingí descender y volví sigilosa a la recámara, descubriendo una pequeña apertura que me permitía divisar el interior. Aleksei no tardó en aventarla contra el armario, donde Kate parecía una muñeca por el jaleo que recibía de las grandes manos que abrían desesperadas su blusa. Él chupó una a una sus tetas sin dejar de masajear la otra y, estrujándolas con fuerza, contuvo los gemidos de Kate en un posesivo beso que me revolvía las entrañas y a su vez me excitaba. De pronto, con una mordida en su labio, fue como si él ordenase algo, a lo que ella descendió dichosa besando el esculpido cuerpo de gladiador griego que tenía ante ella, el cual se sostenía de la pared mientras disfrutaba el roce de la toalla en sus piernas al caer, siendo ahora la boca de Kate la que se apoderaba de lo yo había disfrutado en innumerables ocasiones. Con cada gemido emergente de él, sentía mis pezones endurecerse hasta marcarse en la tela. Con cada chupada de ella en el enorme m*****o, sentía mis pliegues mojarse y a mi clítoris suplicarme por un poco de atención, pero sabía que no podía ingresar o habría demasiados problemas. Sin embargo, y ya que no había nadie a mi alrededor, estrujé mis senos y pellizqué la punta de estos con el mismo deseo que él desbordaba, imaginando que era yo la que se encontraba de rodillas. En eso, Kate envolvió esa exquisita carne con un condón, Alek la levantó de un tiro dejándola de frente contra la pared y arremetió con una bestialidad que casi me saca un gemido, por suerte lo contuve, pero lo que no pude contener fueron las ganas de masturbarme y como tenía un vestido corto, no implicó ningún problema para mí. Alek aumentaba sus embestidas mientras terminaba de desnudarla, volvió a estrujar sus tetas y les dio un par de bofetadas que me obligaron a penetrarme, lo peor para mí vino cuando aseguró las muñecas de ella arriba de la cabeza. Parecía un mal chiste que él hiciera justo eso a sabiendas de cuánto me encantaba, pues era como si supiera que lo veía y gozara al torturarme haciéndole a Kate todo lo que me gusta, ya que no solo lo dejó ahí. Con la mano que tenía libre, abrió más las piernas de ella y la penetró eufórico, con una furia que iba a la par de las bofetadas que le daba en el clítoris y las tetas, mismas que desprendía los fuertes gemidos en Kate, que camuflaban los míos. Al no soportar más, me apoyé lo más cerca posible de la puerta para no perderlos de vista y expuse mi intimidad por completo al bajar lo suficiente mi tanga. Mis manos actuaron con la misma fiereza que desprendía Alek, imaginando que eran sus manos, su pecho, su v***a y cada parte de su ser la que arremetía con ímpetu en mi interior. Eran mis dedos los que retorcían mis sobresalientes botones que estaban a nada de estallar, aunque la peor parte era que mi interior suplicaba desesperado por alguien que lo follara despiadado y si ya no podía contar con Alek para calmar este deseo, solo podía recurrir a Dussan, y él sabía bien cómo complacerme. En mi desesperación, le envié una foto de cuán mojada me encontraba y le dije que nos viéramos en unas horas en Sublime para adelantarme la sorpresa. Por suerte él accedió o habría tenido que encontrar al menos a tres o cuatro hombres que consiguieran calmar el deseo que solo estos dos podían darme.
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