La Montaña Reclama un Alma

4740 Words
Al ingresar a la primera montaña, cada uno de los excursionistas, sintieron una brisa gélida que los recorría, sus manos, se entumecían por la frialdad de aquel viento suave, los pétalos de las flores que se asomaban a los lados, comenzaron a caer sobre sus cabezas, las ramas de los árboles, danzaban una melodía diferente a las escuchadas anteriormente, tanto por los jóvenes, que acompañaban a Andrew, como a las luces, a Bruno y a Don Alvaro. No entendían ni una sola nota de la canción, pero sí, el silbido de los pajarillos multicolores, que se le iban acercando, a medida que, ingresaban a las caminerías de la montaña. Podían ver, señalizaciones, es decir, que otras personas, ya habían pasado por allí, a colocarlas, podrían haber sido los guarda-parques o los guarda-bosques, aunque, este territorio, no era un parque nacional, al que cualquiera podía visitar, un fin de semana o unas vacaciones. Los organismos dedicados a cuidar la flora y la fauna de Inglaterra, se encargaban de mantenerlos, en perfecto estado, al menos, hasta donde podían llegar. Desde las alturas, ciertas criaturas, se asomaban a mirar, a lo lejos, como éstas personas llegaban a su territorio, las hadas dispersas en las montañas, volaban alrededor de ellos, con cautela, para que no fueran vistas por los fuereños. Algunos duendecillos, se escondían entre los árboles, otros, entre las piedras, comunicándose entre sí, corriendo la voz, acerca de la llegada de los visitantes que tenían en su hábitat. Todos, parecían muy contentos, pues, el aroma que percibían, era de gente buena, tal vez, incapaces de hacerles daño o de acabar con las bellezas que le ofrecía la madre naturaleza. Las caminerías, estaban construidas, con rocas lisas, las escaleras, eran de tierra roja, con algunos parales de madera Balza, quizás no tan fuertes, si las hubiesen fabricado de roble, quizás, pero aguantaban a una persona a la vez. Todos, disfrutaban las maravillas que podían ver, mientras continuaban su viaje, con destino al bosque espeso de Firenever, la última montaña, a la que, los que habían logrado internarse, pudieron salir vivos, sanos y salvos de allí, aunque otros, según algunos testigos, no habían corrido con la misma suerte. - ¡Qué belleza! - Tienes razón, Regina, todo esto, es muy hermoso, jamás había visto algo parecido, excepto, en los cuentos que mi abuelita, me leía. - Se siente una paz inmensa, en este lugar. Su vibra, es mágica. - Agatha, no sé tú, pero yo me siento como en casa. - Estamos en casa, Denisse, este es nuestro hogar, solo que no hemos tenido la dicha, de disfrutarlo, como tal. - Se respira una tranquilidad excepcional, Don Alvaro, de haberme comentado que sentiría todo esto, yo me habría venido antes – Exclama, Bruno, mientras inhala el aroma a pino que baña el lugar. - ¿Cómo te ibas a venir antes, Bruno?, ¿Sin mí? - No, mi hermosa Denisse, te habría convidado a que me acompañaras. - Ummm, más te vale, más te vale – Bromea, Denisse. Los grupos, siguieron caminando, encontrándose, subidas y bajadas, algunos desfiladeros, mientras más subían, más notables llegaban a ser. - Andrew, no me sueltes, por favor, todo eso me da miedo. Exclama, Rosana. - Descuida, Rossa, no mires hacia abajo, solo mira hacia adelante, de esa manera, no sentirás temor. De igual forma, mantente enganchada a mí, yo cuidaré de ti. - Gracias, Andrew. Te mereces un beso. - Le dice, Rossa mientras le besa la mejilla. Comenzaba a caer la tarde, y, aún no llegaban a la segunda montaña. Las horas, se pasaban volando y ellos, ni cuenta se daban. - Regina, ¿qué hora es? - Casi las seis, para ser exacta, las cinco y cincuenta y cinco, Agatha. - ¿Otra vez ese número? - ¿Qué número? Pregunta, Denisse. - Las cinco y cincuenta y cinco, ¿será que algo nos quiere decir? - Pues, aquí la que sabe de numerología, eres tú, nosotras no tenemos ni idea de eso. - Para mí, es un número más, solo que se repite. Exclama, Bruno. - Eso tiene un significado, o al menos, algo así me dijo alguien, o lo escuché, en realidad, no recuerdo, pero sé que tiene un porqué. - Comenta, Denisse. - No gasten energías en buscarle las cinco patas al gato, muchachas, deben concentrarse en apurar el paso, casi anochece, y, aún no conseguimos dónde pernoctar. - En este momento, no estoy concentrada para buscar el significado, pero, de que lo hallo, lo hallo, como que me llamo Agatha y creo en la magia. - Está bien, búscalo, cuando te sientas en onda, pero por lo pronto, hagamos lo que nos aconseja Don Alvaro, quién más que él, para que nos ponga sobre aviso, respecto a la llegada de la oscurana. Acota, Regina. - Así es, muchacha. Continúan su camino, ahora Regina, más cercana a Don Alvaro, comentando, acerca de las plantas que van hallando a su paso. - Don Alvaro, ésta planta olorosa, ¿de qué es? - Esa es orégano, muchacha. - ¿Sirve para algo en especial? O ¿sólo para impregnar con su aroma, toda la caminería? - Regina, esta planta es un aromático estomacal y antiespasmódico. La infusión de sus hojas con miel de abejas, la puedes tomar dos veces al día, para provocar la menstruación; pero si la endulzas con azúcar, sirve para las indigestiones y como un excelente aperitivo. También se usa, para curar el mal de orina, como cataplasmas con las hojas y leche en el abdomen y, compuesta con vinagre y sal, para resolver los tumores fríos. Es una planta con múltiples usos, en las toses crónicas y ronqueras se toma el té de las hojas. El zumo, mezclado con leche o con una clara de huevo, cura los dolores de oídos. Y, si tienes comezón, puedes usarla en tu baño diario. - ¡Wow!, ¿tantas propiedades tienen éstas plantitas? - Y muchas más, pero no me atrevo a nombrarlas, pasaríamos todo el camino hablando del orégano, por cierto, pueden estar tranquilos, debido al fuerte aroma de ésta planta, no debe haber culebras por aquí, pues, las ahuyenta. - Uff, estupendo, de todos los animales, esos son los que menos me gustan. Exclama, Constanza. - A mí me dan pánico y no precisamente escénico. - Bromea, Denisse. El grupo conformado por Don Alvaro, iba muy adelantado, conversando acerca de las plantas, sus propiedades y los multiusos que tienen en la vida cotidiana, mientras, buscaban un sitio donde pernoctar, pues, ya había caído la tarde sobre los hombros de las montañas y en poco tiempo, la oscuridad, llegaría por completo. - Aquí hay otra planta, que no conozco, Don Alvaro, ¿De qué es? - Pregunta, Regina, señalándola con el dedo. - Esa es romero, Regina, es muy conocida y reconocida, verás, si la usas cocida, sirve como astringente y corroborante del estómago; se aplica en lavatorios, para afirmar y fortificar la dentadura, las carnes y demás partes debilitadas del cuerpo. Si lo pones en vino, al sol por tres días o a fuego lento, es especial medicamento para el estómago y abrir el apetito, tomado en dosis de una onza, en ayunas; se aconseja en fomentos o unciones, para quitar los dolores de la cara provenientes del reuma, para los de cabeza a causa de malos aires, para las fluxiones crónicas de los ojos y para fortificar la vista debilitada; en los dolores de muelas y úlceras de las encías, se toman buches de esta planta en infusión. También sirve para las oftalmías crónicas, poniendo el vino de romero con una rama de ruda y una rosa de Alejandría al sereno, en vasija de cobre o en cualquier otra, agregándole un pedazo del mismo metal; y de este colirio se aplican en los ojos unas gotas, tres veces al día. El zumo mezclado con azúcar y tomado en ayunas, también, sirve para el ahogo, las ventosidades y otros males del estómago. Los polvos de romero, mezclados en vino y tomado en ayunas, detienen la orina en la diabetes. Las hojas y raíces se cuecen en vino tinto y se toma para los dolores y flujos intestinales. El cocimiento de las hojas con un poco de vinagre, sirve para curar la caspa, y fortifica la memoria untándolo en la cabeza y peinándose con él. Las mismas, cocidas en vinagre, quitan los dolores de las piernas por cansancio. Las hojas y flores comidas con frecuencia, por las que crían, les hace abundar la leche. De las flores de romero, cocidas, en partes iguales de vino blanco y miel, se hace un lamedor para curar las ronqueras, tomándose cuatro cucharadas por día. Las cataplasmas de las hojas majadas, se usan para soldar las quebraduras. Las hojas cocidas en vino y aplicadas a las hemorroides, quitan sus dolores, solo si repiten, este remedio por tres veces. Para el catarro es un remedio eficaz, recibir el humo de la corteza. Para calmar al histérico, éste se deberá tomar, una cucharadita de los polvos de las hojas verdes, bien unidos, y otro de sal común. - ¡Wow!, tantas cosas, se puede hacer con el romero, y, yo que pensé que solo podía usarla en el cabello, para hacerlo crecer. - Tal cual, Regina, el cocimiento de romero es excelente para contener la caída del cabello y hacerlo crecer y prolongar; también se usa la pomada compuesta de alguna grasa con polvos de romero puesta a la luz del sol y colada a los tres días. Los polvos de romero tomados como rapé purgan copiosamente el reuma; y si se asocian a los de bretónica, se hace más eficaz el remedio. Muchas enfermedades de los ojos se han curado con él; los mismos polvos de romero bien cernidos, se aplican para curar el ombligo de los recién nacidos, para disecar algunas úlceras y escoriaciones, y así, para muchos otros casos. Y para finalizar, el humo de romero quemado ahuyenta las sabandijas. - Don Alvaro, tiene usted gran conocimiento de éstas plantas, debería escribir un libro, donde hable de cada una de las propiedades de éstas y todas las demás plantas que conozca, seguro se hace famoso. - Denisse, tiene razón, debería hacerlo, al volver a Londres. Comenta, Regina. - La verdad, nunca me he propuesto hacerlo, tal vez, lo intente al volver a la civilización, bueno, si es que, no decido, quedarme aquí, en mi hogar. - ¿Y es que usted piensa quedarse aquí?, ¿Dé qué viviría? Indaga, Constanza. - Son cosas que piensa uno como viejo, que echa de menos, su cuna. Pero, no me presten atención, más bien sigamos adelante, y, dejemos de hablar tantas tonterías, cada paso más, anochece de forma rápida. Fíjense, miren al cielo. Todos los que seguían a Don Alvaro, voltearon a mirar hacia el firmamento, y, a través de la copa de los árboles, éstas, bañadas de luz, por la luna llena; podían ver cuántas estrellas lo adornaban, resplandeciendo en cada vértice, en cada piedra del camino. De pronto, se dieron cuenta que estaba tan iluminado, que no era necesario el uso de las linternas, por lo que, las apagaron, y así, tendrían baterías, por más tiempo, de modo que, continuaron el camino, no sin antes, deleitarse con la belleza nocturna, que les ofrecía, un cielo estrellado. El grupo de Andrew, iba poco a poco, caminando pausadamente, porque entre la vegetación, podrían encontrarse animales salvajes, en dirección de los descampados, así como, algún tipo de arenas movedizas, e incluso, alguno de los excursionistas, dijo en una oportunidad, que, había plantas carnívoras en toda la montaña, por lo que iban con sumo cuidado, tratando de no rozar, las plantas sobresalientes de los lados. Caminaron al menos por dos horas más. A los extremos, solo podían hallar, arbustos creando formas extrañas, que, con la luz, hacían sombras y que, a más de uno de los excursionistas, fueron asustando, sin embargo, no era lo único que les daba temor, sino ciertos lamentos o gritos, que se escuchaban a lo lejos de la caminería, por la que iban. - ¿Escucharon eso?, ¿Habrá sido un animal? - Pregunta, una de las universitarias, que iba cerca de Andrew y Francisco. - Yo no he escuchado nada – Le responde, Andrew, intentando ocultar su miedo. - Tampoco yo, debes estar un poco cansada, que andas escuchando ruidos raros. - Comenta, Francisco. - No. Yo, escuché un lamento o quizás, fue un llanto, en realidad, no estoy muy segura, solo puedo decirte, que sí lo escuché. Explica Gabriela, un poco fuera de onda. Mientras los estudiantes universitarios y el fotógrafo, discuten, si realmente, escucharon o no los quejidos, el mediano bosque, que atravesaban para llegar al descampado, comienza a hacerse un poco más estrecho de lo normal. El camino, se hizo angosto, se escuchaban los sonidos de los murciélagos, volando muy cerca, y, la onomatopeya, de algunas aves nocturnas, como el búho, ululando cada vez, más y más cerca de ellos. De igual manera, la luz de la luna y las estrellas, se iban quedando atrás, por lo que, debían mantener sus linternas preparadas para el momento en que las necesitaran de nuevo. - Es necesario conseguir donde encender una hoguera, comer algo y dormir unas horas, el viaje hacia la última montaña, es largo y debemos reponer energías. - Aconseja, Don Alvaro. - ¿Y no podemos caminar toda la noche?, así, creo que llegaremos más rápido a nuestro destino. - Exclama, Bruno. - No, que va, esa idea está totalmente descartada. En las montañas, no es aconsejable ni caminar de noche, hay riachuelos repletos de sentimientos malévolos, arenas movedizas, animales salvajes, que, esperan el anochecer para buscar presas fáciles, charcos de lava que aparecen de la nada, al salir la luna y, como si esto fuera poco, las ánimas errantes del complejo, en busca de otras almas, para que les sirvan de compañía eterna en el limbo, donde están ahora. - Por eso digo, que mejor, buscamos un lugar donde pernoctar- Exclama, Bruno. Un poco asustado. - No sabía que eras tan cobarde. Exclama, Regina entre risas. - ¿Cobarde yo?, para nada, si fuese un cobarde, créeme que no estaría aquí, sino en la residencia durmiendo, quizás. - O trabajando, mira que, de no haber venido, te habría dejado al pendiente del bar-café. - Ya habló el jefe, a obedecer. Bromea, Agatha, también sonriendo. Así continuaron su viaje, en busca del lugar idóneo, para pasar la noche. Andrew y los jóvenes, que lo acompañaban, al verse solos, en la inminente oscuridad, decidieron acercarse al grupo de Don Alvaro, quienes ya tenían, las linternas a la mano, para iluminar el sendero, una vez más. - Don Alvaro, ¿podemos unirnos a éste grupo?, la oscurana se hace cada vez más densa y, se nos dificulta un poco la visión, además, muy poco conozco, de noche. - Claro que sí, muchacho, vénganse con nosotros, aquí vamos conversando muy ameno, mientras hallamos un lugar donde sentarnos a descansar, a comer y a dormir. - Gracias, Don Alvaro, es usted muy amable. - Siempre a la orden, muchacho. Por cierto, alisten las linternas, estén todos muy pendientes de lo que pueda pasar a su alrededor, por aquí podemos encontrarnos sorpresas no gratas. - De acuerdo. - Dijeron todos al unísono. Mientras, seguían caminando, y en uno de esos momentos, en los que solo se podía escuchar el ciclo de la respiración y la pisada en las hojas secas, se escuchó una carcajada, un tanto burlona. - ¿Escucharon eso? - Sí, yo acabo de escucharlo, pero, con algo parecido a, un eco muy tenue. - Yo también lo he escuchado, pero, a diferencia de ti, no con un eco, sino con la convicción que eso, no me está gustando. - Tampoco a mí, me está dando mucho miedo -. Exclama, Rosana. - Yo tengo miedo desde que entramos aquí -. Comenta Gabriela. - De eso, ya nos dimos cuenta -. Bromea Denisse. De pronto, escuchan la carcajada, más cercana. - Don Alvaro, nos puede decir ¿que ha sido eso? - Sí, ¿qué fue eso? - Un alma en pena, por lo general, no suelen escucharse en éste lado del complejo, pero, aparentemente, está buscando con urgencia, un alma viva, que pueda alimentarla y así, darle más poder. - ¿Un... un. un alma en pena?, ¿Está usted seguro de lo que está diciendo? - Sí, muchacha, un alma en pena, hay muchas por aquí, incontables, en realidad. Ellas, se encargan de oler a kilómetros, a las personas que pueden servirle como como compañía, a quienes le pueden robar la alegría, la juventud, la paz y hacerlas suyas, hasta hacerse más poderosas, en un mil por ciento. Tienen aquí, muchos siglos, probablemente, desde que las entidades del mal, acabaron con Fairy Folk y la Tierra de la Eterna Juventud, ellas, intentaron salvar la naturaleza, quedando atrapadas en la línea de fuego, por llamarlo de alguna manera, entre las criaturas mágicas y las entidades del mal, quienes acabaron con todo lo que respiraba en esta zona. Al pasar los años, Brigthnever, Darknever y Firenever, aunque no han sido las mismas, has intentado serlo, solo que ya no, con el brillo y la vida, de la que, gozaron alguna vez. - ¿Brigthnever, Darknever y Firenever?, no entiendo -. Comenta, Regina. - Sí, Regina, son tres montañas, con tres nombres diferentes cada una, solo que a raíz de todo lo sucedido, Brigthnever y Darknever, quedaron olvidadas de alguna manera, sólo se concentraron en mantener latente a Firenever, que es la única, que mantiene la energía de la vida, de algunas criaturas fantásticas. - ¡Increíble!, nunca me imaginé que éstas montañas también tuviesen un nombre y una historia -. Exclama, Andrew. - Pues, sí, muchacho, es tal y como se los cuento, la historia en sí, es más larga, pero hay que continuar buscando donde pernoctar, ya se las contaré, cuando estemos a salvo. Los grupos, continuaron el camino, aparentemente, iban en el sentido correcto, para hallar el lugar idóneo donde encender la hoguera y colocar sus tiendas, o, en su defecto, sus bolsas de dormir. De pronto, todo quedó en silencio, si acaso, se lograba escuchar, los pasos sobre las hojas y las ramitas secas. Caminaron por un rato más, al menos, unos diez minutos, hasta que encontraron, un espacio, sin árboles, con una grama muy corta, entonces, fue en ese instante, que supieron, que, en ese lugar, pernoctarían. - Muchachos, hemos llegado, aquí es donde pasaremos la noche -. Comunica, Don Alvaro. - Me parece perfecto, es un lugar amplio, aparte que se ven las estrellas y la hermosa luna llena, ideal para soñar -. Comenta, Constanza. - Constanza, yo no sé si tu irás a soñar, pero lo que sí sé y, de lo que estoy plenamente segura, es que, dormiré como una osa, estoy híper cansada -. Responde, Regina. - Sí, sí, yo también lo estoy, hemos tenido unos días, fatales, sin descansar lo suficiente, anoche ni siquiera logré dormir bien, más las energías gastadas en la gran caminata -. Comenta, Denisse. - Bueno, en ese caso, pongámonos, manos a la obra, debemos buscar algo de leña, para hacer una hoguera, de ésta manera, espantaremos a los zancudos o a los mosquitos, que suelen molestar en las montañas, mientras tanto, los que se queden, irán armando sus tiendas. - De acuerdo, Don Alvaro. Francisco y Diego, vengan conmigo, iremos a por la leña -. Exclama, Andrew. - Yo, iré a por más leña, por el otro lado, es mejor que sobre, a que falte, Bruno, acompáñame -. Exclama, Don Alvaro. - Esperen, llévese a Raymundo, para que les ayude, y, Samuel, se queda para ayudar a las chicas y para protegerlas, mientras nosotros volvemos -. Acota, Andrew. - Sí, Don Alvaro, yo lo acompaño. Ustedes, ¿estarán bien? -. Pregunta, Raymundo a las chicas. - Claro que sí, ya estamos aquí, ¿qué nos podría pasar?, vayan tranquilos, sólo les pedimos que regresen todos -. Exclama, Denisse. Ésta, se despide de Bruno, con un suave beso en los labios, y, el muchacho, emprende su camino con el resto del grupo masculino a buscar la leña. Regina, Constanza, Denisse, Gabriela, Rosana y Agatha, se quedan sacando las cosas de los bolsos, y, armando las tiendas, con la ayuda de Samuel, quien, aunque era poco conversador, sabía muy bien, como armarlas, ya que, desde muy niño, siempre estuvo ligado a excursiones y viajes de exploración, con sus padres y compañeros de preparatoria. Agatha, seguía muy misteriosa, con su bolso de rueditas, por lo que se alejó un poco del grupo, para sacar a su pequeño amiguito, a que estirara un poco sus cortas piernecillas. - Priscob, ¿estás dormido?, ven, aquí puedes salir, al menos por un instante. Has estado allí, por todo el viaje, debes estar cansado. - ¡Oh, Agatha!, gracias, pensé que te habías olvidado de mí. - ¿Cómo vas a pensar algo así?, solo que estaba esperando el mejor momento, para que salieras. Cuando estuviésemos a solas. Así, que aprovecha, tanto como puedas. - Gracias, Agatha, ya se me habían entumecido las piernas, aunque, no tanto como mi estómago, ya se acabaron las galletitas, ¿tendrás algo más para comer? - ¿Te las terminaste ya? - Sí, a medio camino ya no tenía sino las migas. - Por lo visto, tenías muchos siglos sin comer -. Exclama, Agatha entre risas. - Pues, más o menos. Oye, deben tener cuidado por aquí, hay ánimas en busca de alguien que está muy asustado. - Aquí hay varios que están temblando de miedo, sólo, que no han sido capaz de decirlo. - Por eso te lo digo, y, también, porque siempre que llega un grupo de excursionistas, la montaña reclama a uno, a tres o a cinco, nunca suele ser a un número par, siempre impar. - Pero ya se llevó a dos, o sea, quieres decir que, ¿falta que se lleve a uno? - Exactamente. Todos tienen sus amuletos, ¿no? - Pues no todos, las luces, Bruno, Don Alvaro y yo, sí, pero de los demás, no todos, si no mal recuerdo, uno de ellos, no tiene, porque desde un principio dijo que no creía en eso y que no lo necesitaba. Sé que Andrew, sí, porque él ha venido antes al Complejo. - Malo, malo, si es quién estoy pensando. El grupo del fotógrafo, seguirá deshaciéndose. - ¡Ni lo digas!, cuando vengamos a ver, no quedará ni uno de ellos. - En ese caso, trata que lo tenga, al menos, por si acaso. - Lo haré, pero ahora, come algo. Oye, ¿te importa si te dejo un momento aquí?, volveré a ayudar con las tiendas, para que las muchachas, no comiencen a preguntar, que hago por aquí, tan alejada. - No hay problema, por éstos lares, yo estoy a salvo, a diferencia de ustedes. Ve, te esperaré por aquí, entre éstos arbustos. Mientras Agatha, conversaba con Priscob, a Regina, le pareció muy extraño, que se alejara del grupo y acercándose a ella, le pregunta: - Oye, ¿qué haces tan lejos de nosotros?, es un sitio que no conocemos, lo mejor es que estemos todos juntos. - Regina, vine a.…, a.…, a meditar un poco. No puedo hacerlo, rodeada de tanta gente -. Le contesta, Agatha, un poco nerviosa, temiendo a ser descubierta. - Ummm, por un momento pensé que hablabas con alguien -. Contesta Regina, viendo hacia los arbustos. - Tú sabes que yo hablo con la Diosa Luna y con las estrellas. No creo que eso te sorprenda. - Pues, en realidad, no. Venga, vamos a armar las tiendas. No te separes de nosotras, por favor. - Descuida, todo está bien. No temas. Al hacerlo, en vez de ahuyentar al mal, lo que haces, es atraerlo. - No me digas nada de eso, que, esos gemidos, me asustaron un poco, más, estoy tranquila porque creo en mí, en ustedes y en ese amuleto que nos preparaste. - Así debe ser, amiga -. Vamos con las demás. Así, Regina y Agatha, se unieron con las otras luces y con las estudiantes que, en compañía de Samuel, iban armando tienda por tienda y comiendo algunos snacks, mientras esperaban a los que habían ido a por la leña. Pasaron varios minutos, unos veinticinco o treinta, quizás, y, ellos no volvían. En ese ínterin, ya habían hecho sus tareas, y, las luces, se habían sentado a conversar con Samuel, de diversos temas, haciendo un poco más amena, la espera. Por su parte, Gabriela en compañía de Rosana, se alejaron un poco del grupo, ya que, necesitaban buscar un sitio, para usarlo como baño. - Aquí, ¿te parece bien? - Sí, creo que sí, así no estamos tan lejos de las amigas de Andrew. Ellas, parecen no temerle a nada, veo que son muy seguras. - Quizás, han venido antes. Pero, mejor apúrate, no vaya a ser que escuchemos otra vez, los quejidos de esa cosa. - Rosana, no hables así de las ánimas, es cierto que me da mucho temor, miedo, pero merecen respeto, no sé la razón exacta por la que anden penando, pero, no me gustaría estar en esa situación. - A mí tampoco, por eso, apúrate, apúrate, ya. Mientras, ambas orinaban, detrás de unos arbustos; Priscob, que estaba cerca, se limitó a cerrar los ojos para no mirar, lo que no debía, pero hizo un ruido entre las ramas, que asustó a las amigas. - ¿Escuchaste eso, Gabriela? - Sí, Rossa, acabo de oírlo. Vámonos, vámonos. Las dos amigas, salieron como alma que lleva el diablo, hacia el lugar donde los demás aguardaban, llegaron pálidas del susto. - Y a ustedes, ¿qué les pasó?, casi no tienen color en el rostro -. Comenta Regina, iluminándolas con la linterna. - Escuchamos un ruido entre los arbustos, y, salimos corriendo. - Quizás, es un animal. Recuerden que Don Alvaro, dijo que, en las noches, salían las fieras. - No tengan miedo, muchachas, lo que sea que haya sido, no se acercará. - ¿Cómo pueden estar tan seguras? - Confía en nosotras. Por lo pronto, quédense aquí. No se separen, ni por un instante. Al rato, llegan Andrew, Don Alvaro, Francisco, Diego, Raymundo y Bruno, con los troncos, para usarlos como leña. Saludaron, preguntaron cómo iba todo y se dispusieron a colocarlas en medio del descampado, para hacer fuego. Luego que los más experimentados, se encargaron de encender la fogata, las muchachas, abrieron los enlatados, prepararon los panes y comieron todos juntos, alrededor de la misma. Llegando el momento de descansar, conversaron un poco acerca de lo que harían, al día siguiente y, cada uno se dispuso a entrar a su respectiva tienda, con su compañero o compañera, asignados, para protegerse entre sí. El miedo, acechaba, entre el silencio nocturno y el sonido de los zancudos. Gabriela, no podía dormir, tenía mucho frío, de manera que, aún con gran temor, salió de la tienda, en busca de un poco de calor de la hoguera, que permanecía encendida. - Saldré un instante, sin miedos, todo va a estar bien. Confío y creo en mí, nada ha de pasarme -. Se repetía, una y otra vez, a sus adentros, para armarse de valor, mientras apretaba su amuleto entre las manos. Gabriela, salió de la tienda, se dio cuenta que alrededor, no había nada que la perturbara, y, se sentó, junto a la hoguera, respirando el aire puro de la noche, mirando las estrellas fugaces y pidiendo, uno que otro deseo. Por otro lado, Francisco, sintió unas inmensas ganas de orinar, intentó aguantarse, para no salir, pero, no pudo hacerlo más, por lo que, también, salió de la tienda, pero, a buscar un sitio donde hacerlo. Como estaba entre dormido y despierto, no se dio cuenta que Gabriela, estaba junto a la hoguera, de manera que pasó, cerca, con algo de prisa, y ésta, sintió una estela, a escasos centímetros de ella, lo que hizo, que se levantara rápidamente, dirigiéndose, hacia el lugar donde estaba el agua y los alimentos, llevándose una gran sorpresa, que la dejó desplomada en el suelo. Por su parte, Francisco, va de retorno a seguir durmiendo, cuando de pronto, siente una presencia justo detrás de él, que, le eriza todo el cuerpo, al voltear, solo alcanza a emitir un grito ahogado.
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