Sueños Mágicos

5000 Words
Pasó el día, y todas y cada una de las Cinco Luces, han pasado un día, tenaz, repleto de vivencias diferentes, de sustos, de sonrisas, de molestias, de cambios de humor, de regresos inesperados, en fin, de momentos que solo se viven; viviendo. Por un lado, Caridad, imaginándose como sería un nuevo encuentro con el apuesto Capitán de la Policía, pues, aunque no lo vio venir, es una gran oportunidad que le está dando la vida, al conocer a alguien y ¿por qué no?, intentar encontrar la felicidad en su compañía. Tal vez, como dice Agatha, todos tenemos un alma gemela, una Otra Parte, que en el momento en el que menos lo imaginamos, puede aparecer en nuestras vidas, para instalarse. Por otra parte, Regina, sintiéndose, mejor persona al entender al prójimo, al darse cuenta que el amor, ha tocado su puerta, para hacerle cosquillas en el alma. Constanza, dando siempre lo mejor de sí en la publicidad, sabiendo que es lo mejor que le ha pasado en la vida, después de aquel amor, que le hizo creer en la magia, aunque no haya tomado la correcta decisión, en el momento en que pudo hacerlo. Y no es que se esté lamentando o arrepintiendo ahora, sólo que pudo haber sido diferente. Ha vuelto la ilusión a su corazón, con el retorno de su primer amor, sintiéndose flotar entre nubes de algodón rosa, mientras llueve escarcha de amaneceres sobre sus hombros, el peso de una vida sentimental frustrada, comienza a desvanecerse para darle paso a destellos envueltos en una emoción inexplicable pero maravillosa. Denisse, alcanza el éxtasis al hallar aquel lugar inexplorado, del que creará, el mejor reportaje en la existencia del periodismo en Londres. Aun anonadada, con las novedades que ha traído aquella noche de encuentros y reencuentros en el bar-café de Don Álvaro, creyendo en mundos y dimensiones diferentes que la ata por medio de un hilo invisible a un muchacho, sencillo y dulce, del que no se imaginó jamás, tener esa conexión, nada habitual a las anteriores. Y Agatha, conspirando con las hadas y los Dioses, en su sabiduría, para luchar en compañía de sus amigas contra el mal, que las ha ido acechando, desde mucho antes de volverse a encontrar. Sólo que ahora, tiene todo más claro, pues los seres de la Dimensión Perdida, le han iluminado el camino para que así fuera. Entre rituales, videncias y hechizos, ha encontrado el verdadero sentido a su Don y a la vida, como tal. Encontrar a una persona, que vibre en su misma frecuencia, un artista, amante de las palabras y los versos, amante de los colores y sus significados, amante de su belleza y ese toque diferente, que, la hace ser un manojo de fuegos artificiales en un mundo acorralado en las sombras. Cinco amigas, cinco guerreras de luz, preparándose para una gran batalla, para devolverle la vida a las hadas y a los seres extraviados entre la realidad y la magia, seres, que quedaron suspendidos en una Dimensión desconocida; dimensión que, se ha ido perdiendo en las agujas del tiempo y que irán recuperando, en perfecta unión de almas y corazones creyentes. - Liliana, ¿ya quedó todo listo por hoy? - Pregunta Caridad, mientras ordena unos documentos en el archivador de la fundación. - Sí, Caridad, todo lo que nos propusimos, lo cumplimos. ¿Te vas ya? - Sí, es hora de salir, quedé en encontrarme con Agatha, ¿recuerdas que te hablé de ella? - ¡Claro!, como no recordarla, por cierto, llamé a su tienda hace un par de días para apartar una cita, me contestó una muchacha muy amable, de hecho. - ¿Te vas a ver con Agatha?, no sabía que creías en esas ciencias ocultas. - Pues, creo que como dicen por ahí “De que vuelan, vuelan” y no está de más, ver un poquito más allá de la realidad para hacer que las cosas, prosperen y fluyan, como debe ser. ¿Por qué?, ¿Tú no crees en eso? - Creo en Dios, como Ser y Energía Suprema, aunque, últimamente podría decir que estoy comenzando a creer en esas cosas. Hoy tuve dos encuentros, que, nunca me imaginé tener ni en ésta ni en ninguna vida de reencarnaciones. - ¿¡Ah, sí!?, no me has contado, ¿Qué te pasó? - Larga historia, que luego compartiré contigo, por ahora me voy, se me hace tarde. Además, de ahí, nos vamos a un lugarcito nuevo, que abrieron junto al Támesis, según mi amiga Constanza, es el boom en la ciudad. - Ah, sí, yo escuché que desde ahí se puede ver la majestuosidad del ocaso en Londres, aunque es invierno, un suceso algo extraño, ¿no te parece? - Pues, pensándolo bien, como que sí, muy extraño. - Algo de magia debe haber en todo esto. De pronto, así terminas de creer en ella. (Risas) - Es posible, aunque la magia la puedes encontrar de muchas formas. - Espera, ¿tú hablando de encontrar la magia y de paso, en distintas formas?, aquí está pasando algo más y me lo vas a contar, quizás no hoy por tu premura en irte, pero, ya sabes, tenemos una conversación pendiente. - (Risas) – Vas a hacer que me sonroje. Me voy, me voy, que, de otra manera, no me vas a dejar ir. Adiós Liliana, nos vemos mañana. - Ummm, de acuerdo, nos vemos mañana. Que la energía en ti, fluya. Adiós mi querida y misteriosa Cari. Caridad, cierra la puerta de la oficina y se detiene, un instante, en la recepción, donde está Magdalena archivando unas carpetas y organizando el escritorio, ésta al mirar a Caridad, le pregunta: - Señorita Caridad, ¿se va ya? - Sí, Magdalena, voy apurada, bueno, en realidad, sobre la hora, si queda algún pendiente por revisar, quedará para mañana, ¿de acuerdo? - No se preocupe, todo está listo, no hay novedades ni nada pendiente, puede irse tranquila, ¿alguna cita? - Con mis amigas de toda la vida. - En ese caso, que le vaya muy bien, disfrute su compañía. Hasta mañana. - Gracias Magda, descansa. Caridad, salió de la oficina, con una sonrisa de oreja a oreja, pensando en ese muchacho, que la había invitado a salir, estaba sintiendo cosas diferentes, que nunca sintió por nadie, pero, volviendo a su realidad, decidió marcarle a Agatha, para cuadrar en qué lugar se verían, antes de trasladarse al súper segundo gran reencuentro, con sus amigas de toda la vida. Ring, ring, ring - Aló, Agatha, soy Caridad, voy saliendo de la fundación, ¿ya terminaste con tus clientas agendadas? - Aló, mi querida Cari, si, ya terminé, acabo de escribirle a Regina, para ver dónde nos encontramos. - Pensé que podríamos vernos en la Plazoleta, que está ubicada detrás del Museo Británico, pues les queda bien a Regina y a ti, que están por la misma vía. Mientras tanto, yo me voy en un “Black Cabs”, para estar a tiempo, ¿Qué dices? - Me parece una buena idea, solo que queda lejos para ti. - Tranquila, el tiempo de Dios es perfecto, además voy en un taxi, y siendo así, es más rápido. - En ese caso, me parece bien, así en lo que llegas, le da chance a Regina de finalizar lo que está haciendo. - Perfecto, y, mientras llega Regina, te voy contando lo que me ha pasado, ésta mañana, necesito que me escuches con atención y me guíes. ¡¡Quién mejor que tú, para hacerlo!! Exclama, emocionada. - ¡Wow!, eso suena extremadamente interesante. Comenta Agatha, sorprendida. - Pues, lo sabrás cuando te lo cuente con detalles. Nos vemos en un rato, está llegando el taxi. Debo colgar. - ¡Vale, Cari!, hasta entonces. Caridad y Agatha, se despiden de su micro-conversación, cada una cuelga su móvil y mientras, la primera, se monta en el vehículo, con una amplia sonrisa, Agatha, termina de organizar sus herramientas de trabajo, para así, liberarse del ámbito laboral y disfrutar de esa tarde-noche, en compañía de sus queridas amigas. - Diana, ya terminamos por hoy, ha sido un día sumamente largo para mi gusto. Es increíble, cómo en unas cuantas horas, han pasado tantas cosas, tanto en lo personal como en lo laboral. - (Suspiro), tiene toda la razón Señorita Agatha, por mi parte, estoy exhausta. Creo que iré directo a casa, a dormir, necesito reponer energías para seguir dándolo todo el día de mañana, pues, tenemos la agenda copada. - ¿Mañana también la agenda está a rebosar? La encargada y asistente de Agatha, revisa la agenda y mientras la hojea, va leyendo en voz alta, las citas pautadas para el día siguiente: - Sí, tenemos dos citas para lectura de las runas, tres citas para limpieza, lectura del tarot y ritual mágico de los gitanos para doña Pepa, éstas, en el transcurso de la mañana y para la tarde, tenemos... Agatha, no la deja terminar y le dice: - ¿Para la tarde también tenemos clientes citadas? - Claro que sí, fíjese, como le decía, tenemos rituales mágicos de prosperidad en la panadería “Bon Pan”, luego, regresar a la tienda y atender a las trillizas Roundbrige, que vienen para consultarse a través de la videncia, recuerde que sus esposos, están en Miami, haciendo negocios y ellas, suelen ser, un poco desconfiadas. - Desconfiadas y celosas, ojalá, no se les ocurra hacer algún hechizo, de esos que, a ellas, les encantan. Comenta Agatha, mientras abre mucho los ojos y sonríe con picardía. - Que los ángeles la oigan, Señorita, porque son muy tercas y siempre quieren hacerles cosas a sus esposos, para que no las dejen. - (Risas), “Un toquecito de magia roja, no les harán daño”, más bien los acercarán mucho más. - Es verdad, eso es lo que siempre dicen. - Bueno, Diana, no queda de otra, a reponer energías. Yo, por mi parte, me liberaré un poco. - ¿A dónde irá?, usted, anda muy misteriosa desde que se reencontró con sus amigas de la universidad. - Por lo pronto, me encontraré con Caridad, pues, necesita contarme algo, que me pareció muy urgente, por su tono de voz y su exaltación al hablar. - ¿Será que se tropezó con su media naranja? - Ummm, no lo sé, pero, ¿Por qué lo dices? - Recuerde que ella no es muy de estas cosas, no cree en los poderes mágicos, por lo que me ha contado, de manera que, si la está buscando con tanta urgencia, posiblemente, el amor esté comenzando a tocar su puerta y necesitará saber cómo hacerle frente. - ¿Tú crees?, ¡¡Caridad, enamorada!! - Sí, ¿por qué no?, tiene derecho a enamorarse, ¿no? - ¡Claro que sí!, pero, como ella es tan reservada con todo, supongo, que, con ese tema, mucho más. - Bueno, lo sabrá cuando hablen. - ¡Ay, Santas Hadas de la Tierra de la Juventud!, se me había olvidado, ya debió haber llegado a la plazoleta donde quedamos, me tengo que ir, ¡ya! - Ve tranquila, yo termino de recoger todos los implementos y cierro la tienda. - ¿Seguro?, ¿No te molesta que me vaya antes? - Por supuesto que no, vaya y salga de dudas. Exclama Diana, extendiéndole su bolso. - De acuerdo, pero, con la condición, que mañana cierro yo y tú, te vayas más temprano, para que descanses. - Como sé que no le gusta que le lleven la contraria, acepto. Diana y Agatha, se despiden con dos besos en las mejillas. Agatha, sale apurada de la tienda, mientras, le marca a Regina para saber si ya está en camino o si aún, se demora. - Aló, alóóóóóóó, no se escucha muy bien, ¿Regina? - Aló, sí, ella habla, Agatha, ¿ya saliste? - Estoy en eso, ¿dónde estás ahora?, tienes muy mala recepción. - ¡Oh, sí!, estoy en un restaurante con Tamara; mi asistente y unos ejecutivos, aún no termino, creo que me demoraré de unos quince a unos veinte minutos más de lo esperado. - En ese caso, no te preocupes, termina tu reunión y al terminar, me llamas, para pasar, entonces por ti o ¿debes devolverte al condominio? - Ummm, no, creo que no es necesario que me devuelva, los informes los mando con Tamara. Yo me traje mi bolso, mi abrigo y media donita que me quedaba para merendar. - ¿Media donita? Termina de comerte eso. (Risas). - Sí, Agatha, media donita que estoy guardando para el momento de la extrema ansiedad. Espérame en.…, por cierto, ¿dónde me vas a esperar? - Pensaba hacerlo en la plazoleta detrás del Museo Británico, con Caridad, que va en camino, pero, en vista de tu demora, pienso que, lo mejor sería, encontrarme con Cari y luego nosotras tomemos un “Black Cabs” y pasemos por ti al restaurante donde estás. - Estoy de acuerdo, hagámoslo así. - Bien, entonces así quedamos, cualquier cosa, me llamas y si no te puedes comunicar, llamas a Caridad, estaremos juntas. - Perfecto Agatha, hablamos en un santiamén. - Tú y esas palabras raras (Risas), okey, hasta entonces. Las amigas, cuelgan sus móviles a la par y Agatha, va caminando hacia una parada donde hay bicicletas y bici-motos de alquiler, al ver al encargado, le pregunta: - Oiga, Señor, disculpe, ¿tiene a alguien que pueda llevarme de aquí a dos cuadras y media, aproximadamente? - No, señorita, el joven que me ayuda, está llevando a alguien más y por los vientos que soplan, se demorará y yo, aunque me encantaría llevarla, no puedo dejar la franquicia sola, sino con mucho gusto. - (Suspiro), lástima, ni modo, iré caminando. - El día está hermoso, podría aprovecharlo en su caminata hasta la plazoleta a donde se dirige, igual, quien la esperará aún no llega. Agatha, se sorprende al escuchar las palabras del anciano, pues, ella en ningún momento le mencionó hacia dónde se dirigía ni si la esperaban o no, de manera que le pregunta: - ¿Cómo sabe usted a dónde voy y si me esperan o no? - Usted no es la única que sabe cosas, señorita Agatha. De pronto, el espacio se torna extremadamente frío, como si estuviera en la esquina del Polo Norte, por lo que se cubre de bruma, lo que no le permite ver con claridad, y, un poco nerviosa, se dirige hacia un punto equidistante, exclamando: - ¿Quién es usted?, ¿Qué pasa que no puedo ver nada?. Dice, mientras mueve las manos tratando de apartar la bruma. - Lo sabrás, cuando sea necesario, por ahora sólo sigue tu camino, que yo seguiré el mío. Aunque nada puedas ver, tus pasos te llevarán a tu destino. Ella intentó continuar pero al no ver nada, se quedó parada en el mismo lugar, desde donde abordó al misterioso anciano, éste a su vez, hizo lo que dijo que haría, siguió su camino, sin mirar atrás. Al esclarecerse el lugar, Agatha, se sorprendió al ver que no estaba el hombre quien hubo desaparecido, sigilosamente. Tampoco estaba la franquicia de los medios de transporte, ni siquiera el pendón, de la publicidad del mismo. Preguntándose a sí misma, qué había sido eso, pensó en continuar hacia el encuentro con Caridad, para luego, por sus propios medios, averiguarlo. - No entiendo absolutamente nada, ¿quién sería ese hombre tan misterioso? Y ¿Por qué aparecería y desaparecería de esa forma tan repentina?. Decía, mientras caminaba hacia el Museo Británico. El camino hacia su destino, era cada vez, más irreal, a su paso, aparecían conejos saltarines con orejas puntiagudas, abejas más grandes que las normales, con alas de mariposas, los árboles eran enanos, con hojas fucsias y violetas, el tronco celeste y las ramas doradas, no veía a ningún transeúnte, solo seres mágicos a su alrededor. - ¡Santas Hadas de la Tierra de la Eterna Juventud!, ¿Qué me está pasando?, ¿Ese hombre me habrá hipnotizado con algún hongo en spray? O ¿sería esa neblina misteriosa?, nada de lo que estoy viendo es real. De pronto, se ve inmersa, en un sueño mágico, hadas revoloteándola, magos con batolas de estrellas doradas y varas chispeantes haciendo hechicería en las esquinas, pajarillos de diversos colores haciendo nido en los pequeños arbustos, flores camaleónicas y otras carnívoras, degustando pequeños insectos muy diferentes a los que conocía y había visto en las enciclopedias, todo, absolutamente todo, era irreal. Miraba su reloj y los minutos corrían, se preocupaba porque llegaría tarde a la plazoleta, trataba de correr pero, sus pies, pesaban tanto que poco podía desplazarse. Alguien, escondido detrás del árbol más alto, se asomaba y la llamaba por su nombre, ella trataba de divisar quién podría ser pero no lograba hacerlo. De repente, comienza a sentir que frías gotas, le mojaban el rostro, cerrando los ojos para que éstas no entraran en ellos, podría ser lluvia ácida y dejarla ciega por el resto de la vida y su eternidad, mientras que con sus manos, se apartaba el líquido que sentía como escarcha derramándose. Entretanto, llega Caridad al punto de encuentro, ve que Agatha, está profundamente dormida, en uno de los bancos de la plaza, aunque colocándose las manos en la cara, por lo que se acerca, cuidadosamente y trata de despertarla. - Agatha, Agatha, despierta, despierta. Le dice, mientras le quita suavemente las manos de la cara. - ¿Qué?, ¿Qué pasa?, ¿Dónde estoy?, ¿Quién eres? Pregunta, confundida, despertando. - En un banco, dormida. ¿Tienes mucho rato esperándome?, soy yo, Caridad. - Cari, Caridad, ¿eres tú?, - Claro que soy yo, ¿Quién más podría ser?, quedamos en vernos aquí. ¿Estás bien? - No comprendo, hace un momento venía caminando hacia acá y me encontré a un anciano muy misterioso y de repente hubo neblina y comencé a caminar y vi extrañas criaturas a mi alrededor y a un conejo con orejas de duende y... Caridad, luciendo muy preocupada, la corta diciéndole: - Me parece que estás agotada, no entiendo de qué criaturas me hablas, llegué y te vi dormida en el asiento. Creo más bien, que deberías ir a casa a descansar, tal vez debamos hablar en otro momento y llamarle a las chicas para posponer el encuentro. - No, no es necesario. Yo estoy bien. Dice Agatha, componiéndose. - Entonces, si no estás cansada, ¿qué hacías dormida como borrachita de plaza?, literal. - Eso es un misterio, del que me encargaré luego. Ahora, ven, siéntate aquí a mi lado y cuéntame, ¿Qué es lo que te trae tan diferente y con tanta emoción?, mira que se te nota por encima de la ropa. - ¿De verdad te sientes en tus cabales, para escucharme y aconsejarme? - ¡¡Claro que sí!!, muero de la curiosidad. No te preocupes por lo que te estaba diciendo, debí haberlo soñado. Ya habrá tiempo para averiguar su origen. Ahora sí, cuéntame, tienes toda mi atención. Caridad, más tranquila, comenzó a contarle a Agatha, lo que le había pasado esa mañana detalladamente. Primero acerca del extraño que la acosó, cuando iba camino a la parada de buses y el susto que le hizo pasar con las cosas que le dijo y luego, cuando fue a dar su declaración y a poner la denuncia, en la estación de policía. En ese momento, comenzó a hablar del joven y apuesto Capitán, Robert Marble, por quién le comenzaron a brillar los ojos y a temblar las manos. - Agatha, es un hombre caballeroso, muy simpático, respetuoso y atento. Estuvo pendiente de mi, en todo momento e incluso, me invitó a salir. ¿Puedes creerlo? - ¿Te invitó a salir?, pero, ¿Cómo?, ¿En qué momento?. - Pues, en cuanto terminé la declaración y luego que acabé mi té inglés, para irme, justo le agradecía su atención y me despedía. - ¿Y tú qué le dijiste?, saldrás con él ¿no es así? - Pues, le dije que estaría muy ocupada y me dijo que esperaría el tiempo que fuese necesario. - ¡¡Increíble!! - ¿Qué te parece increíble? - Que le dijeras que estarías ocupada, Cari, por Dios, te están invitando a salir y por ende a conocerse mejor y ¿tú le dices prácticamente que no tienes tiempo? - Bueno, Agatha, bien sabes que nunca me imaginé, ni en mis sueños más remotos, que, existiría alguien para mí, en el Libro de la Vida. Más bien creí, que algo así, jamás me pasaría. - Pues, ahora te está pasando y creo que deberías darle y darte una oportunidad. Quién quita y resulta siendo, ese joven apuesto, tu Otra Parte, tu media naranja, tu complemento, ese compañero con el que todas soñamos alguna vez. - Sí, pero... yo... Agatha, la corta enseguida, pues se da cuenta que no tiene argumento alguno para objetar, diciéndole: - Tú, nada, Caridad, vamos a ponernos serias. A ver, ¿te gusta el muchacho? - Pues, sí, es simpático, tiene unos lindos ojos, de color extraño, como miel y a su vez ámbar, es atento, inteligente, ehh, buenmozo, guapo, respetuoso y me parece que es un buen partido. - Entonces, ¿qué esperas?, llámalo, dile que sí vas a salir con él, hagan una cita. - ¡Ay!, ¿tú crees que siga queriendo salir conmigo? Y ¿si ya se le olvidó?, pues, de pronto, haga lo mismo con todas las chicas que van a poner denuncias. - ¡Ajá!, ¿y a ti quién te dijo que todos los días van chicas para allá a poner denuncias? Y si así fuera, ¿cómo lo sabrías?, si no le has dado la oportunidad de conocerse. No tienes excusas, llámalo y queden para el sábado en la noche o, en la tarde, pero queden. - Está bien, tomaré tu consejo, lo llamaré... ¡Oh, no!, no puedo llamarlo. - ¿Cómo que no puedes llamarlo?, ¿no te dio su número de contacto?. - No, yo le di mi tarjeta para que fuera él, quien lo hiciera. - O sea, que ¿esperarás a que te llame?, ¿por qué no le pediste tú también el número?, por si el no te marcaba, lo hacías tú. - Yo no sé de esas cosas, Agatha, nunca he salido con nadie en toda mi vida, excepto, una vez cuando iba por tercer semestre y como éramos compañeros de clases, no tuve necesidad de pedirle su número de teléfono, pues, coincidimos al salir y nos tomamos un té en el cyber-café de la universidad. - Un poco más de sentido común, pues, si te llamó la atención, al menos se lo hubieses pedido, con la excusa, no sé, de volver a contactarlo, por si veías de nuevo al extraño que te acosó. - No se me ocurrió. Creo, que la ilusión de verlo de nuevo, llegó a su fin. Exclama Caridad, con gesto triste y haciendo pucheros. - Ah no, no, no, no te vas a dar por vencida tan rápido. Apenas han pasado algunas horas y ¿ya vas a tirar la toalla?. Debe haber alguna solución. - No la hay, más bien, dejémoslo así y llamemos a Regina a ver qué ha pasado con ella, que aún no llega. - No es necesario, la vamos a ir a buscar a donde está y de ahí, nos iremos al sitio de encuentro. Aún, tenemos tiempo de pensar cómo hacer para contactar al Capitán. - ¿Cómo?, a mi no se me ocurre nada. - Pues a mi sí, ¿Recuerdas la estación de policía, donde te llevaron a poner la denuncia? - Sí, claro, es en la Avenida Royal Fisher, manzana 43. ¿Qué estás pensando? - Perfecto, toma tus cosas, vamos para allá. - ¿Qué?, no, no haremos eso. ¿Con qué excusa nos vamos a aparecer allá? - No sé, algo se me ocurrirá, tal vez, que se te quedó alguna carpeta o que se te cayó un arete, lo que sea, pero de que vamos, vamos. - Pero, pero Agatha, te había dicho para almorzar, ¿lo recuerdas?, en el restaurancito latino. Si Regina, se demora, podemos ir a almorzar y... - Eso lo podemos dejar para después, no podemos dejar escapar la posibilidad de encontrar a tu alma gemela y no sé por qué, pero algo me dice que es él. - Tengo hambre. Comenta Caridad, con la esperanza que Agatha, desista de la locura de ir a buscar al Capitán, con excusas nada creíbles. - Cerca de la estación debe haber una panadería o un punto de golosinas, ahí buscamos algo con qué engañar al estómago hasta que lleguemos al pub del Támesis y comamos. - ¿Golosinas? - Sí, golosinas. Ya deja de comportarte como una nenita de cinco años. Vamos, aprovechemos que ahí, hay un taxi. Pues, si dejo que pase la oportunidad para que lo hagas, que es ahora, sé no lo vas a hacer después. Dice Agatha, señalando hacia la esquina de la plazoleta. Caridad, volteó los ojos, hizo algunos gestos de incomodidad, mientras Agatha, la miraba fijamente, por lo que no le quedó de otra que acceder. - De acuerdo, vamos. Pero llamamos a Regina, para que no crea que la dejamos embarcada y nos espere. - Por eso no te preocupes, que yo me encargo. Preocúpate por ponerte algo de maquillaje, pintarte los labios y alejar esos nervios traicioneros de tu linda cabecita, mi querida Caridad Alvarado, casi de Marble. - ¿Qué dices?, ni siquiera sé nada de él ni él de mi y ¿ya quieres casarnos, que me dices de Marble?, estás loca. - De loco, todos tenemos un poco (Risas). Verás que no te vas a arrepentir de ésta locura. - Esperemos que así sea. Caridad y Agatha, tomaron sus pertenencias y se encaminaron hacia la esquina donde esperaba el taxi, como si una fuerza invisible, lo había puesto allí para que lo vieran y lo tomaran enseguida. A medida que ellas, se alejaban, el lugar donde habían conversado minutos antes, se cubría con una manta de neblina pero ésta vez, no era blancuzca sino rosa, el suelo de la plaza estaba alfombrado de tantas huellas como si de la arena de la playa se tratase, los pajarillos cantaban felices, volando de árbol en árbol y las flores de los jardines del Museo Británico, evocaban una hermosa melodía, que vibraba en sus corazones aun habiéndose alejado por completo del lugar. Mientras tanto, Regina, continuaba en la comida con los ejecutivos, pendiente siempre del teléfono, por si Agatha o Caridad, la llamaban. La reunión, se había extendido, por unos errores en números, que debían solucionar, antes que éstos se marcharan, errores por supuesto de Tamara, en la transcripción de los mismos. Estaban tan concentrados en arreglarlos, que, Regina, no se fijó del tiempo que transcurría, como tal, sólo miraba su móvil, por si había alguna señal de sus amigas. Tampoco se preocupó mucho por los numeritos altos y en rojo, que Tamara, había transcrito, decidió que era mejor hacerse la desentendida, pues sólo eran unos errores mínimos y ella, debía cumplir la promesa, que, le había hecho a su Chef, de no juzgar, sin saber, así que se relajó mientras que su asistente enderezaba el embrollo numérico. Por otra parte, Constanza, no cabía de la emoción al pensar en el regreso de Fabián, su amor primero; su primer amor. Estaba tan contenta y a su vez, tan confundida. No sabía cómo reaccionar cuando lo viera, si abrazarlo y llenarlo de todos los besos que no pudo darle por tantos años o hacerse la indiferente, a la que no le afectó en ningún momento, su irremediable adiós, de hace tantos años. Pensó por un instante que los nervios la traicionarían y se hiciera más frágil de lo que solía ser y reventara en llanto, mientras le reprochaba el abandono de su amor, de sus planes y de su corazón, su débil y enamorado, corazón. Toc, toc, toc - Pasa adelante, Constanza, te estaba esperando. - ¿Cómo supo que era yo, Señor Franciscello? - La experiencia, mi querida Gerente, la experiencia. Pasa, siéntate, ¿te apetece tomar algo? - No, jefe, así estoy bien gracias. Me dijo Esperanza, que me necesitaba. Dígame, ¿qué puedo hacer por usted? - ¿Recuerdas a Stephano, mi hijo? Dice el Señor Franciscello, señalando hacia el ventanal de la amplia oficina. - ¡Oh, sí!, ¿Cómo está usted? Exclama Constanza, levantándose del asiento, mientras extiende el brazo para estrechar la mano de Stephano. El muchacho, se acerca y amablemente, le saluda: - Señorita Constanza, un placer verla nuevamente, ¿cómo se encuentra hoy? - Muy bien, trabajando arduamente como siempre. Le contesta, mientras sonríe. - Me contenta, así como también, saberla más hermosa que nunca. Si quiere puede tomar asiento. - ¡Oh, claro!, eh, gracias por el cumplido, señorito Stephano. - Sólo dime Stephano, hace mucho que nos conocemos. - Tiene razón, pero, usted es el hijo de mi jefe y debe haber respeto. - Claro, comprendo, pero, descuida, el que me llames por mi nombre no significaría irrespeto ¿o sí? Y yo igual podría llamarte por el tuyo. - No, no, ¿cómo cree? Y por supuesto, Stephano. - Así está mejor. Sabe por qué mi padre la ha citado hoy, ¿no es así? - Él, me ha comentado algo hace un rato, mientras estábamos en proceso de los comerciales, pautas y cuñas con las modelos. De eso se trata, ¿no?. - Exactamente, Constanza. Me estuvo hablando del rol que desempeñas en nuestra empresa y del potencial que tienes, y, estuve de acuerdo, junto con mi hermano Giordano, en la idea que tuvo de dejarte a ti, encargada de la Agencia cuando él se retire. Constanza, asiente mientras lo piensa.
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