Agatha, al despertar, de la pesadilla que tenía con Caridad, intentó dormirse de nuevo, acto que no pudo realizar, porque no lograba conciliar el sueño, no podía volverse a dormir, daba vueltas y vueltas en su cama, se arropaba, se desarropaba, cerraba los ojos, intentando concentrarse en contar ovejas, como le había enseñado su mamá, cuando era pequeña. Miraba el atrapa sueños, que, colgaba de su techo, susurraba mantras y hacia oraciones a los ángeles, pidiéndoles de corazón, poder dormir, necesitaba descansar con suma urgencia, para tener las energías necesarias al día siguiente, y, así, buscar a Caridad, de ser posible, por todos los rincones de las Montañas de Firenever, sin importar el tiempo que pudiera demorarse, haciéndolo. Sentía un gran peso sobre sus hombros, así como la cruz, que, cargaba Cristo, antes de ser asesinado.
- Por qué no puedo dormir?, ¡Dios mío, me siento muy extraña!
Se levantó de la cama, se puso sus pantuflas de unicornios, el suave albornoz blanco y salió a la cocina a buscar una taza de leche tibia, posiblemente, esto la ayudaría a dormir, de lo contrario, tendría que tomarse unas gotas de Valeriana o un té de tila, que por cierto, poco le gusta. Alguna alternativa encontraría, para conciliar el sueño. Presentía que, a través del hecho de soñar, podía hallar las respuestas a todas sus interrogantes, de no ser así, tendría entonces que buscar su péndulo y hacerle las preguntas que le impiden estar en paz, consigo misma.
Prende la estufa, coloca la olla con el agua previamente hervida, busca la leche en la alacena, abre la lata, busca la cucharilla en la gavetita de la izquierda del mesón, echa un par de cucharadas en el agua, que, va calentándose despacio, busca el batidor manual y comienza a batir, abre el cuenco dónde está el azúcar, le agrega dos cucharaditas y sigue batiendo hasta hacerle espumita, como le gustaba de pequeña, de pronto, antes de agarrar la taza donde se va a servir la leche, escucha un ruido seco y muy cercano. Como, ha estado muy nerviosa, con los sucesos del día, no le presta mucha atención, de manera que, sigue con la intención de tomar la taza para servirse la leche, justo, cuando lo escucha una vez más, pero, más cercano aún.
- ¿Qué ruido es ese?, ¿Quién anda ahí? Pregunta, Agatha con curiosidad.
El ruido se mantiene, no cesa, solo que, se escucha, un poco más cercano a los anteriores, situación que le parece muy extraña.
- Voy a contar, hasta tres, quien quiera que sea, salga o hágase ver.
Dice, ésta vez, con autoridad.
- Voy a comenzar, muy despacio; unoooo, doooos, y, tr....
Agatha, no había terminado de contar, como dijo que lo haría, cuando detrás de las puertas del gabinete, aparece una criatura, un tanto extraña y de baja estatura, con orejas puntiagudas y delgado, se podría decir que tenía una imagen angelical, aun sin saber, si sería del todo bondadoso. Criaturas, como esa, solo las había visto, en sus libros de magia y en algunas enciclopedias.
- Y, ¿Tú, ¿quién eres?, ¿Qué estás haciendo aquí? Le pregunta Agatha al duendecillo, que sale del gabinete, donde ésta guarda las galletas.
- Hola, Agatha, mi nombre es Priscob, un placer conocerte. Le expresa, el duende, educadamente, mientras le extiende la mano.
- Hola, Priscob. No sé, si es un placer conocerte, aunque espero que sí, ¿Cómo has llegado aquí?, ¿Hace cuánto te escondes en mi cocina? Pregunta nuevamente Agatha, pero, ésta vez, sonriendo.
- Llegué hace varios días de Firenever, no hallaba como acercarme a ti, pues, temía que podrías asustarte y que me echaras de tu casa, así que, preferí esconderme en tus gabinetes.
- Ummm, ¿de Firenever?, eso es interesante, pero, ¿por qué preferiste esconderte en mis gabinetes? O ¿En el gabinete de las galletas, específicamente?
- Pues, verás, Agatha, te voy a ser muy sincero. A mí, me gustan mucho las galletitas, y, si iba a pasar aquí, una larga temporada, mientras buscaba la manera de hacerme ver, tenía que estar cerca de ese rico alimento, además, podríamos aprovechar que estás preparando lechita, para acompañarlas. Si no es abusar mucho de tu hospitalidad. Le dice, el duende a Agatha.
- ¡Oh, no!, Claro que no, por supuesto que puedes acompañar tus galletitas con lechita tibia. Es más, te invito a merendar, siéntate aquí, a mi lado. Le contesta Agatha, sonriendo nuevamente.
El duendecillo, se sonríe, mientras le hace un gesto de agradecimiento, por su invitación, disponiéndose a sentarse, en el banquito del mesón de la cocina, donde debido a su estatura, no alcanza a hacerlo y, Agatha, le ayuda, cargándolo y sentándolo en él. Luego de ver que se encuentra cómodo, se dirige al gabinete de donde salió Priscob, extrayendo de él, una lata grande de galletas de chocolate con chispas, un platito y dos tazones de loza blanco, en el otro gabinete, coloca las galletas, en el platito, justo enfrente del duende, luego, se acerca a la estufa, y, sirve la leche, en cada tazón.
- Aquí tienes, Priscob, ¡que lo disfrutes!
- Gracias, Agatha, sabía que me recibirías en tu casa, con amor.
- ¡Ah!, pero eso no fue lo que me dijiste hace un rato, sino, que temías que no te fuera a recibir, que me asustaría y que no sabías, como aparecer frente a mí.
- Bueno Agatha, lo que pasa es que de vez en cuando, a uno lo traiciona el sexto sentido, ¿no te ha pasado?
- El sexto sentido, no. Quizás, el subconsciente.
- Pues, ese también.
- Y, ahora que estamos en confianza, me vas a decir, ¿por qué y para qué saliste de Firenever?, y, ¿Por qué te instalaste en mi casa?
- Sabía que en cualquier momento esas preguntas llegarían, y, ¿adivina qué?, te tengo las respuestas preparadas.
- ¿¡Ah, sí!?, a ver, qué me vas a responder.
- Agatha, salí de Firenever, porque el lugar hermoso donde viví por muchos siglos, está cayendo en la sombra hace varios días, quizás, no te sabría decir, exactamente qué cantidad de tiempo, porque, no lo mido, solo sé, que han sido muchas las penas que hemos pasado mis hermanos y yo, debido a las fuerzas del mal.
- Y ¿cómo hiciste para salir?, tengo entendido que es imposible hacerlo, si no hay un portal de luz abierto.
- Pues, cuando hubo uno abierto, aproveché y me escapé, aunque no sabía a donde ir, vi, una luz al fondo del portal, que me hizo saber que venir aquí, era el mejor lugar. De modo que, aquí estoy.
- Y ¿cómo hiciste para encontrarme?
- Agatha, somos seres de luz, seres mágicos. Yo, soy un duende que concede deseos. Aunque, rara vez, nos concedemos deseos a nosotros mismos, pues, era notablemente necesario, el hecho de encontrarte. Como no te conocía, no sabía cuál era tu aroma ni había escuchado nunca tu voz, opté por pedirme un deseo a mí mismo, el cual, me fue concedido, sin darme cuenta, porque en el momento menos esperado, ya estaba aquí, instalado en tu casa.
- ¡Wow!, esa historia es increíble. Okey, en ese caso, ¿viniste para salvarte o buscar ayuda, para tu hábitat? O ¿Para algo más?
- Vine para todo lo anterior. Necesitaba salvar mi pellejo, el ser un duende que concede deseos, a veces, no suele ser, lo mejor, pues, no sabes quién te va a pedir el deseo ni con qué fin, lo va a hacer. En esos casos, yo no concedo hacer el mal al prójimo, pero, de no hacerlo caería sobre mí, el mal deseado a otro y, preferí evitarlo. Y Firenever, está repleto de maldad en este momento. También vine a pedir ayuda, escuché de un pajarito azul celeste, que apareció de la nada, que Danu; la Reina de las Hadas y los Dioses de la Dimensión Perdida, están en el mundo terrenal y que ellos, tienen un poder excepcional para ayudarnos.
- ¿Quién podría pedirte que hicieras el mal?, ¿él o ella, no saben que, si mal hacen, mal recibirán?
- Pues, sinceramente, creo que no.
- Y con respecto a Danu y a los Dioses de la Dimensión Perdida, sí, ellos están aquí, no sé exactamente donde, pero, sí que están muy cerca del mundo terrenal, pendientes de lo que nos pasa por aquí y lo que les pasa a ustedes allá, en “Fairy Folk”.
- Por eso también quería venir aquí, ustedes están más enterados que nosotros allá, viviendo en la incertidumbre.
- Ooookeyy, ummm, ¿hay algo más que no me has querido decir?, no es por nada, pero, se te nota en la mirada.
- Pues, no sé cómo decirlo.
- Sólo dilo, Priscob. Me parece que habíamos quedado en, que, ya estábamos en confianza, de manera que, lo que quieras decir, lo puedes hacer, sin inconvenientes.
- Bueno, lo haré, también vine, porque sabía lo que le pasaría a Caridad, tu amiga, la quinta luz, y, pensé que podría ser de mucha ayuda. Así como ustedes las hadas, yo también poseo poderes. La única diferencia en éste momento, es que, los de ustedes, tienen el interruptor abajo, por ser medio humanas, pero mis poderes, están intactos. Yo, puedo ayudarlas a encontrar a Caridad, a donde Abalám, se la ha llevado, o al menos intentarlo, por esa razón, ésta noche, me hice sentir, para que supieras, que, no estás sola, y que tienes a un amigo, que puede apoyarte y ayudarte en lo que necesites.
A Agatha, se le aguaron los ojos al escuchar las palabras de Priscob, mientras conversaban y merendaban las galletas con leche tibia, a más de las tres de la madrugada.
- Es muy emotivo, lo que me has dicho, estoy tan preocupada por mi amiga, que, no he podido dormir bien. Después de la pesadilla, que tuve, hace algunas horas, se me ha hecho imposible, conciliar el sueño, por eso vine a hacerme una taza de leche tibia, para intentar dormir, tal y como mi madre, lo hacía conmigo, cuando era una niña.
- Sé, lo que estás sintiendo ahora, Agatha, y de verdad, me encantaría poder ayudarte, no importa si es arriesgado, yo soy capaz, de hacerlo por ti. Has sido, una buena compañía, esta noche, y, te he visto, todos estos días, trabajando en pro de las personas, eso habla muy bien de ti.
- Muy agradecida, Priscob, ahora más que nunca, necesito que alguien crea que podemos encontrar a Caridad, y más aún, ahora que Danu, me dijo que no era posible, porque Cari, ya no estaba ni en el mundo de los mortales, ni en el de las hadas.
- ¡Oh, no!, ¿Cómo ha de ser posible?
- No hay rastros de ella. Abalám, ha hecho muy bien su trabajo, al desaparecer a Caridad sin dejar pistas.
- Siempre hay algo que buscar, recuerda, no hay crimen perfecto.
- Estoy de acuerdo, y, sé que cuento contigo, algo que, también te agradezco, Priscob.
- ¿Qué piensas hacer ahora?
- Por lo pronto, intentar descansar, al menos una hora, pues, en un rato, Denisse, partirá a las montañas de Firenever, y, nosotras también iremos.
- No creo que sería buena idea, que yo entrara nuevamente allá, después de haber salido de la manera, en que lo hice, pero, si quieres, puedes llevarme contigo en tu bolso, eso sí, que nadie se entere que yo estoy ahí.
- Te agradezco mucho, lo que puedas hacer por mí y por Caridad. Le dice, Agatha a Priscob, sonriendo mientras lo abraza.
- Igual, ¿puedo pedirte un deseo?
- Claro que sí, sólo si lo haces, desde el fondo de tu corazón.
- Está bien, ¿lo hago en voz alta?
- No, Agatha, los deseos se piden en silencio, en comunión contigo y con la magia.
- De acuerdo, así lo haré. Pero, antes de hacerlo, quiero que sepas que, de ahora en adelante, pequeñín, tú y yo, seremos los mejores amigos de Firenever y sus alrededores. ¿Estás de acuerdo?
- Sí, lo estoy.
Agatha, cerró sus ojos, y en silencio, pidió un deseo desde el fondo de su corazón. Mientras tanto, Priscob, la miraba con respeto y auténtica admiración. Al abrir los ojos, él, le dice:
- Está hecho.
- Gracias, gracias, gracias. Le contesta, Agatha, uniendo sus manos en forma de oración mientras las acerca a la altura de su pecho.
Ella, le acomoda el mueble, con una colcha muy cálida, para que descanse un rato, al menos, hasta que amanezca, pues le espera un largo viaje al complejo de las Montañas de Firenever.
- Descansemos un rato, Priscob. Nos espera mucho por recorrer.
- Gracias, Agatha, siempre supe que estaba en el lugar correcto.
- Descansa, muchacho. Yo, también intentaré dormir un poco.
Ambos, se acostaron en sus respectivos lugares, mientras conciliaban el vago sueño, antes del amanecer. Agatha, estaba convencida, que su deseo se haría realidad, más no sabía si antes o después, de su estadía en Firenever.