Capítulo 2:

1569 Words
Mathew: Cuando el hermoso demonio de mirada bicolor y cabello color noche abrió sus ojos por segunda vez, ya no se encontraba en el hospital rodeado por una horda de médicos. No. Ahora estaba recostado en una pequeña habitación, en compañía de dos hombres cuyos rostro y cuerpos comenzaban a adquirir forma a medida que sus pupilas se adaptaban. —¿Mathew despertaste?—preguntó una voz masculina que conocía a la perfección. —No, Eros, aún estoy dormido solo te hablo sonámbulo—ronroneo el demonio de mirada bicolor, mientras hacía un esfuerzo por incorporarse. Sin embargo, un punzante dolor casi electrizante se apoderó de su hombro y brazo, arrancando de sus labios un bajo gemido por el esfuerzo. —Solo tú podrías bromear luego de recibir un balazo y saludar al jodido San Pedro—bufo Alexander, apartándose de la pared en la que estaba recostado para aproximarse a él. Mathew sonrió, mientras intentaba apartar la horrible sensación de dolor que iba en aumento conforme tomaba cada una de las respiraciones. —Te equivocas, no ví a San Pedro, pero Satanás les manda saludos—volvió a ronronear el chico de cabello oscuro como ébano y mirada bicolor. Está vez, tanto el príncipe de hielo como el Dios mortal acompañaron al demonio con sus profundas risas de medianoche, sin embargo estás murieron rápidamente mientras el recuerdo de lo ocurrido tomaba posesión de sus mentes. —¿Qué ocurrió?—susurro Mathew logrando finalmente sentarse en la destartalada cama. Eros, lleno de dolor y nostalgia apartó la mirada de su hermano, mientras encontraba más interesante un punto fijo en el mugroso suelo del lugar. —Ella nos entregó, al parecer está con el grupo de inteligencia—respondió Alexander lleno de veneno. —Fue mi culpa, si no hubiera sido tan estúpidamente ingenuo no habría pasado nada de esto… era obvio que una mujer así no podría estar ni remotamente interesada en mí a menos que tuviera otras intenciones—susurró el hermoso Dios mortal, sintiendo como cada una de sus palabras ardían con dolor en su corazón. Tanto el demonio de mirada bicolor como el príncipe de hielo observaron a su hermano menor; la culpa lo carcomía igual que el óxido al metal, a través de su mirada verde esmeralda ellos podían observar como se hundía más y más en un pozo de auto flagelación y oscuridad del cual no saldría pronto. No sin ayuda. —Te mentí—susurro Mathew recostando la cabeza hacia atrás para observar el techo de la habitación, mientras sentía la atención de sus hermanos deslizándose hacia él—. También me enamoré de Danika, así que podemos decir que nos vieron la cara de idiotas a los dos. Al apartar la mirada del techo, el demonio encontró a su hermano menor observandolo con una triste media sonrisa en sus labios, una que solo ellos podían entender. Ellos y Alexander, quien al verla comenzó a reír. —¿Se puede saber qué es tan gracioso?—preguntó el demonio de mirada bicolor observando al príncipe de hielo a la espera de una respuesta. —Es increíble, jamás se enamoraron, no realmente… sin embargo decidieron entregarles sus corazones a una mujer que apenas conocían, quien resultó ser una jodida agente—soltó el chico de cabello nocturno y mirada esmeralda, mientras las risas volvían a apoderarse de él. Mathew bufó mientras rodaba sus ojos, sintiéndose incapaz de darle la razón a su hermano. Sin embargo, Eros, quien guardó silencio unos segundos para limitarse a pensar, fue quien respondió con sobria calma: —Nunca conocemos realmente a las personas, no en su totalidad y por completo, una parte de ellos siempre será desconocida para nosotros—comenzó a decir él, mientras se acercaba a una pared y recostaba su espalda contra esta—. Podemos tener una vaga impresión de su espíritu, de su personalidad y ser… eso es lo que ocurrió con ella. —Tienes razón, yo me enamoré del salvajismo de Danika—susurró el demonio con una media sonrisa triste. —Y yo de su inteligencia y amabilidad—suspiro el hermoso Dios mortal pasando una mano por su cabello dorado—, es triste pensar que todo fue una mentira. Tanto el chico de mirada esmeralda y cabello color sol, como el demonio de mirada bicolor guardaron silencio, mientras el dolor inundaba sus corazones con viejos recuerdos de momentos vividos con ella. —No creo que todo hubiera sido mentira, si bien ella era una agente, cuando te dispararon, Mathew, ví su salvajismo volcarse hacia su compañero mezclado con la inteligencia suficiente como para esconder su amabilidad hacia ti, hacia nosotros… hacia nuestra familia—razonó el príncipe de hielo, con la mirada perdida en un punto de la pared. —¿Entonces quieres decir que Danika es buena?—preguntó Mathew algo desconcertado y confundido ante aquel análisis de situaciones. —¿Tu eres bueno, Mathew?—escupió Alexander. Ninguno volvió a hablar, las palabras quedaron colgando entre ellos mientras sus mentes volvían a analizar la situación una y otra y otra vez, buscando aquel jodido punto de quiebre que le dijera de qué bando estaba Danika, si es que acaso no estaba del todo definida por uno. —Buena, mala, bien o mal… creo que las cosas son un poco más complejas que eso—corto Eros con su voz fría como el hielo—. Ella nos traicionó, sin importar si es buena o mala, ella es una traidora. Mathew y Alexander observaron a su hermano menor, vieron cómo sus ojos se ensombrecieron ante el recelo de la traición. Quizás, después de todo, el Dios mortal amaba demasiado a Danika, él había entregado por completo su corazón a la hermosa agente. Sin embargo, en aquel momento todo ese amor se estaba convirtiendo en un mordaz veneno, uno que carcomeria sus entrañas desde el interior. —A diario tratamos con traidores, es el precio por ser los príncipes de este imperio—comenzó a decir el chico de cabello color noche y mirada esmeralda—. Pero dentro de los traidores están los que lo hacen por deber, por honor, por dinero o por amor. —No me importa, un traidor es un traidor—escupió indignado el Dios del amor—. Y no puedo creer que este teniendo esta conversación contigo, Alexander. —Yo tampoco lo hubiera creído, tampoco me hubiera imaginando defendiendo a la mujer que me entrego a la agencia de inteligencia, si no la hubiera visto llorar como un niño pequeño cuando creyó que tú la habías traicionado con Sabrina—explico con tranquilidad el príncipe de hielo. Al oír aquellas palabras, Mathew tragó duro, mientras expandía sus ojos de manera considerable y lanzaba miradas furtivas que iban de Alexander hasta Eros. El motivo era simple, aquella era la primera vez que el príncipe de hielo hablaba del romance entre Eros y Sabrina en voz alta, más aún frente a él. El rostro del Dios mortal palideció un poco, mientras sus ojos color esmeralda se expandían con terror. —Hermano, te juro que no ocurrió nada está vez, Mathew puede corroborarlo—se apresuro a decir el chico de cabello color sol con pavor. El príncipe de hielo esbozó una triste sonrisa en sus labios mientras observaba a su hermano menor a los ojos. —Tú mismo lo dijiste, "está vez". Vamos Eros no puedes negarme tu relación con Sabrina a la cara, no así y luego de todo lo que ocurrió—comenzó a decir Alexander con paciencia y tranquilidad—, como tampoco puedes ser tan hipócrita de hablar de traidores cuando tú me traicionaste primero. No había odio, rencor, celos o reproche en las palabras del príncipe de hielo, solo inmenso cansancio. —Yo… lo lamento, por todo—susurro Eros, mientras la oscuridad y el dolor comenzaban a desvanecerse de sus ojos. —No te disculpes, yo habría hecho lo mismo por amor—respondió Alexander obsequiandole una media sonrisa a sus hermanos, mientras que sus palabras tomaban por sorpresa al demonio de mirada bicolor y al Dios mortal. —Que bueno, ahora que solucionamos las cosas y los tres acordamos que somos unos completos idiotas, ¿Que les parece si buscamos la forma de escapar de este agujero de mierda?—ronroneo Mathew intentando ponerse de pie, mientras una sonrisa lupina tomaba posesión de sus labios. Sin embargo, en ese preciso instante, la puerta de la habitación se abrió de forma abrupta, por lo cual Alexander y Eros dieron un respingo apartándose del lugar. —Hola, lo lamento no quise asustarlos… bueno en realidad si, me dió mucha gracias ver sus rostros de niñitas asustadas—ronroneo una profunda voz masculina. Con pasos firmes y enérgicos, un atractivo hombre de su misma edad ingresó al lugar, portando una sonrisa que desbordaba arrogancia y suficiencia. Mathew no necesitaba escucharlo decir una sola palabra para que sintiera ganas de estampar su puño en el rostro de aquel extraño. »—Bueno, déjenme presentarme, mi nombre es Gleen Ferbuton y creo que ya conocen a mi novia, Danika Ski—ronroneo el arrastrando las palabras. Sin embargo, fue la mención de "mi novia" lo que arrancó el corazón del pecho de Mathew y Eros, drenando de sus cuerpos la poca esperanza que aún conservaban.
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