La helada brisa de diciembre mantenía las mejillas de Addie sonrojadas.
Mientras manejaba su auto a toda velocidad por la resbaladiza autopista, ignoraba el zumbido de su teléfono. Probablemente fuera su amigo, el único que se había quedado con ella a pesar de todos sus maltratos hacia él, y es que era bien sabido que Addie Ainsworth no tenía una personalidad cálida. Eso la había catalogado como una de las jóvenes más despreciables del país, una niña mimada y egoísta que solo pensaba en ella misma. Sin embargo, eso a Chase no le importaba y siempre se mantenía con un ojo cerca de la joven. De todos modos, era bastante difícil que ignorara una amistad que construyeron desde los cinco años.
La joven de cabello rubio refunfuña cuando su teléfono vuelve a zumbar y, quitando la mirada del camino, ve el nombre de aquella persona tan insistente y responde la llamada mientras rueda los ojos.
—No digas que no te hice un favor, ya es tiempo de que tengas una novia… O al menos un polvo de una noche. —Se burla la rubia y pisa el acelerador de su deportivo.
—¿Con una mujer de cincuenta años? —Chilla con horror el joven amigo de Addie. Apenas se le podía oír debido a la música tan alta que provenía de la discoteca. Aquella donde la rubia lo había dejado varado minutos atrás— Addie, esta vez te pasaste. Ven por mí ahora mismo.
—Mmm, no. No sería divertido dar la vuelta y volver. —Hace un gesto que al castaño le irrita— Mejor pide un taxi. ¿Ves que no puedo ser una buena persona? Te busco una posible noche de pasión y tú te niegas. —Vuelve a burlarse Addie— Tengo que colgar, la noche apenas comienza y debo celebrar mi nueva vida como actriz de HBP Entertainment. Finalmente, papá hizo algo bueno por mí… ¡Chase, amo mi vida! ¡Adiós!
—Espera… ¡Addie! No me puedes dejar varado aquí… ¡Addie!
Es lo último que puede decir el castaño antes de que su teléfono le avisara que la llamada había sido finalizada. Mientras la joven rubia se burlaba y apretaba de nuevo el acelerador, perdiéndose en la negra oscuridad, el castaño reprimía un grito de frustración. Siempre era lo mismo; seguía a Addie a cualquier parte y casi siempre terminaba en circunstancias que lo ponían al borde de la locura.
[…]
[Chase]
Aún no entendía cómo seguía siendo amigo de alguien tan déspota e insensible como Addie Ainsworth. Sin embargo, cuando recuerdo la triste vida que llevaba mi mejor amiga, al ser idealizada como una mala persona, sus lágrimas en lo más profundo de su habitación por no tener el amor genuino de nadie, y al ver las malas personas que se acercaban a ella solamente para obtener algún beneficio o simplemente para dañarla, me era imposible dejarla sola.
Detrás de esa carcasa llena de codicia, egoísmo y apatía, estaba una pequeña niña que no sabía cómo defenderse del mundo. No podía dejar que el mundo la siguiera lastimando.
Suspiro y busco en mi teléfono para solicitar un taxi. Mañana debía madrugar para acompañar a Addie a la nueva empresa y estar al pendiente de cualquier mala jugada que le quisieran hacer. Si bien su padre era el nuevo socio de esta empresa, nada me aseguraba que a mi pequeña Addie no le hicieran la vida difícil. Nadie dijo que ser su amigo sería fácil, pero para mí, ser leal hacia ella era lo primordial.
Se lo debía…
Minutos más tarde, me encuentro rumbo a mi hogar en sumo silencio. Me permito relajarme y mirar sin preocupación las calles de la ciudad mientras avanzamos. El invierno este año sí que nos atrapó con fuerza, pero de igual manera, varios grupos de personas caminaban de un lado a otro, cubiertos hasta arriba con aquella piel sintética que los protegía del frío infernal. Me río al darme cuenta de la ridícula situación que casi siempre vivía.
Addie era genial, con su carácter poco normal, pero era divertida.
A pesar de sus imperfecciones, soy incapaz de alejarme. Conozco su pasado, su dolor y el por qué actuaba como lo hacía. Aparentemente tenía una vida perfecta, con padres perfectos que la adoraban y la protegían, pero que tristemente no fueron capaces de protegerla de los abusos de su tío cuando apenas era una pequeña de diez años.
Aún era capaz de recordarla temblando mientras me abrazaba y me pedía una y otra vez que no la dejara sola, que tenía miedo de que su tío regresara a lastimarla. Eventualmente, el cambio tan abrupto en la actitud de Addie desenterró la verdad acerca de aquel hombre y fue castigado por sus acciones, pero la falta de protección de sus padres hacia ella desde un principio ocasionó que Addie no los perdonara. En cambio, decidió vivir su vida al máximo, divirtiéndose como si cada día fuera el último y fingiendo que no le afectaba nada de lo que los medios y las personas a su alrededor opinaban de ella.
—Joven, ya hemos llegado. —Las palabras rasposas de aquel taxista me despiertan de mi ensoñación y suspiro antes de asentir, sacar mi cartera y pagar, para luego salir del vehículo y mirar con cansancio las puertas de mi hogar.
Mi vida no era tan diferente a la de Addie, económicamente hablando.
Mi padre, al igual que el suyo, tenía su propia empresa, pero enfocada directamente hacia la tecnología sustentable. Aparentemente, ese era el futuro más próspero, por lo que el negocio había ido más que bien y la empresa se había consolidado como una de las más sólidas del país, cosa que había posado sobre mí una gran responsabilidad. Y es que papá deseaba que siguiera sus pasos y tomara en un futuro las riendas de la empresa.
Eso sonaba extraordinariamente bien y para mí sería todo un placer cumplir con su deseo si no fuera porque estaba más interesado en la música y en convertirme en productor.
Desde niño, siempre fui directo hacia cualquier cosa que hiciera ruido y de allí sacaba infinitas sonatas y sonidos extraños, cosa que mamá vio con fascinación y a lo largo de mi vida me fue inscribiendo en diversas clases de música e incluso clases de canto.
Ella lo hizo para que, además de la empresa, tuviera un hobby con el cual distraerme después de un día difícil, tal como lo hacía papá con el ajedrez. Sin embargo, después de un tiempo, descubrí que lo mío no era la ingeniería ni nada parecido; yo había nacido para trabajar en la industria musical, en el entretenimiento, y eso era algo que compartía con Addie… En fin, papá realmente me odiaba por no querer cumplir su voluntad, pero se esforzaba en aceptar mi deseo y ahora estaba enfocado en enseñarle muy bien a mi hermana mayor, quien sí estaba interesada en el negocio. Además, tenía muchas ideas que podían revolucionar la empresa de papá e impulsarla a un nivel mayor.
Realmente me alegraba de que eso fuera así, aunque no terminaba de quitar el gran peso de tener que triunfar para demostrarle a mi padre que estaba en lo correcto al decidir mi propio futuro.
Ya al estar dentro de casa, lanzo las llaves por ahí y me dirijo con sumo silencio hacia la cocina. Todo estaba en penumbras; sin embargo, mientras me acercaba, logro ver una luz tenue al fondo, delatando la figura de mi hermana comiéndose un sándwich en media oscuridad.
—Luego te quejas de que has aumentado de peso. —Me burlo y Yarín me mira sin expresión alguna— ¿Qué haces comiendo tan tarde?
—No he probado bocado desde el almuerzo. —Bufa y da otro mordisco al pan— Tuve que revisar varios documentos y estoy que muero… ¿Y tú? ¿No me digas que la rubia te dejó botado de nuevo?
Ruedo los ojos ante el tono burlista de mi hermana mayor. Ella no soportaba a Addie y siempre trataba de menospreciarla.
—No le digas así y no, así no fueron las cosas.
¿Por qué siempre la defiendo cuando todo el tiempo me hace lo mismo? No lo sé, pero es algo que me nace por dentro.
—Eres un idiota, Chase… Un grandísimo imbécil por dejar que la rubia te manipule a su antojo y luego te deje tirado en medio de la noche… —Comienza a hablar, pero yo le hago un gesto para que se detenga. No funciona; es más, la incito a seguir reprochándome las cosas— ¡Es que no te entiendo! ¿Te das cuenta de que tienes una cochera con tres autos que son tuyos y que casi siempre llegas caminando o en taxi porque la rubia te ha dejado tirado en cualquier sitio? Ya no sé si eres estúpido o masoquista.
Oh, vaya…
—Mmm… ¿Un estúpido masoquista, tal vez? —Bromeo y ella me lanza un pedazo de lechuga que hábilmente esquivo— Yarín, sé por qué hago lo que hago, pero yo estoy bien. Y Addie… bueno, ella es buena, lo prometo.
—Cuando tú te creas eso completamente, entonces yo lo creeré… Mejor anda a dormir, hermanito. —Sonríe y revuelve mi cabello— Imagino que mañana continúa tu trabajo como el cachorro maltratado de la rubia.
Decido no responder, simplemente bufo y me alejo de ese lugar. Quería comer algo, pero prefería irme antes que seguir escuchando las tonterías de mi hermana. Al llegar a mi habitación, cierro con llave y me desvisto para luego ir al baño a tomar una ducha.
Unos quince minutos después, estoy en mi cama revisando mi teléfono y tentado varias veces en llamar a Addie solo para asegurarme que se encontraba bien, pero como sabía que no iba a responderme, suelto el aparato y me obligo a dormir.
De todos modos, mañana la vería temprano y todo sería como todos los días.