Capítulo 1

1574 Words
Era viernes y el día previo a la noche de brujas, los jóvenes ya estaban libres y las fiestas habían comenzado. —Ya me voy a casa, espero que este fin de semana esté tranquilo, mañana es el cumpleaños de mi esposa y quiero prepararle una sorpresa —Dijo César Zagal, el detective de homicidios a su compañera en turno. —Qué pases buena noche detective, esperemos que así sea y saluda a Sara, le mando un abrazo por su cumpleaños. Cesar subió al auto que tenía asignado por la comisaría y comenzó a conducir, planeando cómo sorprender a su esposa por su cumpleaños. Llevaban apenas tres años de casados, se habían conocido en la universidad cuando él estudiaba criminalística y ella derecho, desde que se vieron por primera vez surgió entre ellos una atracción, que a los pocos días se convirtió en noviazgo y en cuanto terminaron la carrera, decidieron casarse. Sara trabajaba en un despacho, en poco tiempo había logrado convertirse en abogado Junior y su sueño, era alcanzar el grado Senior y convertirse en socia del bufete. En cambio César, había comenzado como oficial de policía y en muy poco tiempo lo habían nombrado detective de homicidios, por su excelente desempeño y astucia en la indagación y seguimiento de pistas, en su corta carrera, no había un solo caso que no hubiera conseguido aclarar y detener al sospechoso. Todo apuntaba que él sería el próximo comisario de Cantalagua. Aunque el cumpleaños de Sara sería hasta el siguiente día, él no resistió las ganas de comprarle un ramo de girasoles, sus flores favoritas. Estacionó el auto frente a la casa y entró despacio para sorprenderla, el olor que salía de la cocina era exquisito, Sara no solía cocinar mucho porque su trabajo a veces la absorbía, pero cuando llegaba temprano a casa, disfrutaba cocinar los platos favoritos de su esposo. —¿Dónde está la abogada más hermosa del mundo? —el silencio era total, pero la mesa estaba puesta y la cena en el horno, así que probablemente se estaba duchando, Sara era una de esas personas obsesivas con la higiene, se duchaba cada vez que lo consideraba necesario, incluso antes y después de hacer el amor, lo cual a César en un principio le había costado trabajo de entender, pero terminó por acostumbrarse. Subió a la habitación y se quitó el uniforme, su mujer iba agradecer el detalle de que se cambiara de ropa y se duchara antes de cenar. Entró en el baño sin hacer ruido y se quedó mirándola por un momento a través del cristal, Sara era para él, la mujer perfecta, era blanca, con el cabello más n***o que hubiera visto y tenía los ojos verdes, sus labios rojos y unas largas pestañas rizadas, la hacían verse como una princesa, aunque ella siempre bromeaba con ser una bruja, por haber nacido precisamente el día en que celebraba la noche de Halloween. Ella se estremeció y gimió al sentir los brazos fuertes de su esposo abrazándola por detrás, colocando estratégicamente una mano sobre un seno y la otra sobre su pubis, al tiempo que sus labios rozaban su cuello. Él conocía muy bien el cuerpo de su mujer y sabía que no había nada mejor para encender la llama de la pasión que besarle el cuello y dejarle ligeras mordidas en la espalda. De inmediato ella reaccionaba retorciendo su cuerpo y la piel se le erizaba, dejándose hacer el amor por su esposo, que no vivía, más que para complacerla. Después de una dosis de besos y caricias por todo su cuerpo, la volteó hacia él y cargándola a horcajadas la embistió contra la pared, mientras ella se abrazaba fuerte a su cuello y gemía de placer, hasta que los dos estallaron en un delicioso orgasmo. —Se va a enfriar la cena mi amor —dijo Sara cuando salieron de la ducha, ante la insinuación de César a continuar amándose en la cama. —No necesito cenar si te como a besos a ti —Respondió con voz seductora. —¡De ninguna manera! No me pasé todo el día cocinando para que me desprecies mi cena, anda, vístete y bajemos a cenar. Hizo cara de puchero, pero sabía que cuando su mujer decía que no, no había manera de convencerla de lo contrario, así era ella, de carácter fuerte y decisiones inapelables, como buena abogada. Bajaron a la cocina y César sirvió la cena, después de todo, ella había cocinado y los dos compartían las labores domésticas, el trabajo en equipo era lo que hacía exitoso a un matrimonio, no bastaba con el amor, sino con apoyarse mutuamente. —Mi amor, mañana es tu cumpleaños y si todo va bien en la comisaría, me gustaría invitarte a cenar fuera, reservé en tu restaurante favorito y te tengo una sorpresa. —¿Una sorpresa? ¿Qué clase de sorpresa? Ya sabes que no me gusta que te gastes nuestros ahorros en tonterías. —Mi amor no digas eso, tu cumpleaños no es ninguna tontería, de hecho, es mi segunda fecha favorita del año, después de nuestro aniversario. —Está bien, solo por eso te perdono, pero dime de qué se trata. —No te lo diré porque si te lo digo, ya no será sorpresa. —¡Cesar Zaga! ¡No te atrevas a dejarme con la duda! —Lo siento mucho, señora Zagal, pero tendrá que esperar hasta mañana para saberlo. Se besaron apasionadamente y luego juntos recogieron la mesa y lavaron los platos, Sara nunca se permitía dejar la limpieza para después, su casa y sobre todo su cocina, debía estar reluciente en todo momento. Subieron a la habitación y Sara se encerró en el baño, solía ponerse una gran cantidad de cremas y mascarillas antes de dormir, aunque era muy joven y hermosa y su esposo consideraba que no lo necesitaba, ella insistía en que a sus veintinueve años, ya debía comenzar a combatir las arrugas, para que no le llegaran de sorpresa. César se acostó y tomó un libro sobre psicología criminal que había comenzado a leer, mientras esperaba que su esposa terminara con su ritual de belleza para poder entra al baño a lavarse los dientes. Él sabía que una vez que la mascarilla estaba puesta, no había manera de que siquiera lo besara, así que cuando salió ella del baño, él entró a lavarse los dientes y cuando salió, ya estaba profundamente dormida. A la mañana siguiente cuando despertó, Sara ya se había ido dejando una nota: “Olvidé decirte que tengo cita con un cliente del despacho, te dejo desayuno en el horno, nos vemos en la noche, estaré lista para cuando vuelvas” Se metió a la ducha y desayunó antes de ir a la comisaría, no sin antes bajar de la cajuela el regalo, un vestido que había comprado para Sara, junto con un dije en forma de corazón con sus iniciales entrelazadas. Su mujer había visto ese vestido en una plaza y se había quejado de que era muy caro para comprarlo, así que él lo compró a meses sin intereses con su tarjeta de crédito y así podría pagarlo, sin tocar sus ahorros. Llegó a la comisaría y todo fluía con naturalidad, no había reportes, ni llamadas y esperaba que así siguiera el resto del día y de la noche. —Detective, vamos a almorzar a la cafetería de enfrente, aquí todo está tranquilo, dijo Víctor, su compañero, el novato de la corporación. Llegaron a la cafetería y pidieron el almuerzo, ya pasaba de medio día y él, solo podía pensar en tener la noche libre para poder festejar el cumpleaños de Sara. Pidieron hamburguesas de arrachera y papas fritas, aunque luego iba a tener que redoblar esfuerzos en el gimnasio. Apretó los ojos y los dientes cuando escuchó el móvil sonar, por el timbre supo que era de la comisaría, y eso solo significaba que había un caso o la agente de guardia no le habría llamado para interrumpir su almuerzo —Zagal —Contestó con apatía. —Lo siento mucho detective, pero hay una escena del crimen en Antigua, al parecer encontraron el cuerpo de una mujer colgado entre las ramas de un árbol, los vecinos que la encontraron aseguran que se trata de un ritual satánico, ya sabes que son comunes en estos días. — ¡Maldición! ¿Y en Antigua? ¿No podía ser más lejos? En este momento salimos para allá. Maldijo por todo lo alto, Antigua era la población más alejada del estado, eran más de cuatro horas de camino y no iba a poder volver el mismo día, porque tendría que quedarse hasta resolver el caso. No le quedó más remedio que llamar a Sara y no tuvo respuesta, probablemente estaba ocupada y no podía contestar, así que solo le envió un texto. César «“Feliz cumpleaños mi amor, lo siento mucho, debo ir a Antigua, hay un caso, trataré de regresar hoy mismo, pero no podré volver antes de la media noche. Te amo” P.D. ¿Por qué no llamas a tu madre y aprovechan la reservación? No quiero que pases tu cumpleaños sola.» Sara «No te preocupes amor, no quiero que manejes de noche, prefiero que regreses mañana, ya festejaremos después» La respuesta de su esposa lo tranquilizó, se sentía muy afortunado de que la mujer que amaba, fuera tan comprensiva con su trabajo.
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