(Bastián) Me arrepentí de hacer el ofrecimiento a Almendra en el mismo momento en que entré a ese terreno. Los recuerdos florecieron como margaritas en mi memoria. No entendí para qué prometí ir a regarle esa maldita rosa; más encima, y para peor, se encontraba al costado de la casita que usaba mi mamá como motel. ―Yo sé que tú no tienes la culpa, eres una pobre flor solitaria a la que se le ocurrió crecer en este lugar y sobrevivir a la gran masare de plantas que hizo mi papá ―le hablé, sin saber por qué, a la rosa―; pero ¿sabes qué? Almendra me pidió que te cuidara, ella no puede venir porque está enferma y está muy preocupada por ti y me pidió a mí que te cuidara, ¿puedes creerlo? En realidad, yo me ofrecí. Soy un idiota. No me gustan las flores, no soy naturalista ni nada que se le

