En ese momento ella recuerda a las chicas que estaba en el baño y que dejaron tirado el brazalete, quizás esa era la razón de porque él la había confundido, esa mujer debía de usar ese brazalete y encontrarse con el aquí, pero salió huyendo. Si ella hubiera estado en el lugar de esa mujer hubiera hecho lo mismo, este hombre es aterrador. Pensó mientras las rodillas les temblaban del miedo.
—¡Váyanse! Y déjenme solo con ella. —le grito a sus guarda espaldas.
—Usted está equivocado no soy la mujer con la que se tenía que encontrar. — dijo Mariela tratando de mantener la compostura.
—Lo sé—le respondió Aurelio con su rostro serio y con expresión infalible. —siéntate a mi lado. —le dijo, y Mariela temblorosa camino junto a él y los dos tomaron asiento en el sofá, ella trato de mantener la mayor distancia posible.
—Por favor déjeme ir. —le suplico con ojos llorosos.
—Qué puedo hacer tú me gusta y quiero pasarla bien contigo, pero, así como estas no me sirves para mucho.
—No por favor si quiere le devuelvo su brazalete. —le dijo tratando de quitárselo, pero no pudo.
—No lo quiero es tuyo, ahora lo que deseo es a ti, pero te daré una oportunidad para que hagamos esto y no sea doloroso para ti. —le dice mientras se acerca a ella y toma un mechón de su larga melena entre sus manos y aspira su aroma. —mañana en la noche te pasare a buscar, esta noche solo descansa y deja ese nerviosismo que traes, te conviene portarte bien conmigo y así yo seré bueno contigo.
Ella se quedó en silencio, no quería despertar la ira de ese hombre, por lo menos esta noche no pasaría nada y tendría la noche entera y el día de mañana para escapar.
—Vete mañana yo te buscare. — le dijo, y ella sin pensárselo dos veces salió corriendo.
—Mateo ven. —les dijo a unos de los guardas espaldas y este entro al salón inmediatamente.
—Síguela que no se desaparezca mañana ella y yo tenemos una cuenta pendiente.
—Como usted ordene señor. —le dijo su guarda espalda y se retiró.
Ahora tengo que hablar que ese estafador de Alexandro, no pagare por una mujer que no tuve. Se dijo así mismo Aurelio.
Por otro lado, Mariela entro a la otra habitación que tenía el número 6 y ahí encontró a su amiga ella era un mal de llanto cuando entro, y su amiga Ana al igual que su novio se quedaron sorprendidos al verla así.
—¿Qué te sucedes? ¿Por qué estas así?
—Quiero irme, necesito salir de aquí ahora mismo. —dijo desesperada e histérica.
—¿Qué? ¿pero por qué?
Como pudo y entre sollozo le dijo lo que había sucedido a los dos.
—Eso es terrible al que denunciarlo a la policía. —dijo Ana angustiada.
—Y no sabes cual es el nombre de ese hombre, tengo algunos amigos en la policía y uno que otros políticos que pueden ayudar. —le dijo el novio de la amiga, quien también se sentía consternado por lo sucedido.
—Escuche que su nombre es Aurelio.
En ese momento cuando escucho su nombre su expresión cambio y se puso pálido como una hoja de papel.
—¿Aurelio Santoro? —pregunto temeroso.
—sí, ese es el nombre.
El retrocedió y se apoyó a la pared.
—¿Qué te pasa Raúl? —le pregunto Ana a su novio.
—Esto es grave. —él le dijo en vos baja, para que Mariela no escuchara.
—¿Por qué?
—No podemos hacer nada para ayudarla, ese hombre es prácticamente el dueño de este país y del continente, nadie se atreve a enfrentarse a él y lo que quiere lo obtiene sin piedad, lo mejor que puede hacer tu amiga es hacer lo que él le pide si quiere salir bien de todo esto.
—Me estás diciendo que él es ese hombre del que tanto tú me has hablado y al que todos temen.
—Si, así es.
Ambos miraron llenos de angustia a Mariela quien se encontraba tirada en el sofá.
—Debemos ayudarla, yo la traje a este lugar y en parte soy responsable.
—No creo que ella deba hacer más difícil esto, solo tiene que pasar una noche con él. —le dijo Raúl en voz alta y Mariela lo escucho.
Ella se sentó en el sofá y con lágrimas en los ojos le dijo. — sería más fácil si alguna vez hubiera estado con un hombre, pero no es así. —una lagrima rodo por su mejilla.
—No sé qué hacer para ayudarte. —Le dijo sintiéndose culpable.
—Dijiste que tenías amigos políticos, tú puedes hablar con ellos y la policía. —le dijo esperanzada.
—Si fuera otra persona podría ayudarte, pero no con él, él es el hombre más influyente que puede haber aquí. —dijo matando cualquier esperanza que ella pudiera tener.
—¿Entonces estoy perdida?
—No sé qué decirte. Pero lo mejor es que nos marchemos de este lugar.
—Es mejor si te quedas conmigo esta noche. —le dijo Ana y ella asedio sintiéndose más segura al no estar sola.
Las dos salieron del club y se fueron al apartamento de Ana.
Por lo menos no estaré sola y me sentiré más segura pensó Mariela mientras iba en el auto con su amiga. Parquearon el auto en el frente del edificio y las dos entraron, el novio de Ana se había ido a su casa y las dos estaban solas. Y del otro lado de la acera estaba uno de los trabajadores de Aurelio, las había seguido como se lo habían ordenado y no podía perder el rastro de Mariela ya que ella era de sumo interés para su jefe.
Ana y Mariela se estaban preparando para ir a dormir.
—La noche en la que pensé que celebraría mi libertad se ha convertido en la peor de mi vida.
—No te preocupes Mariela de alguna manera solucionaremos esto.
—No escuchaste a tu novio, ese hombre es poderoso y obtiene lo que se propone, sea por la buena o a la mala.
—¿Y qué vas a hacer?
—No sé, pero no seré de nadie a la fuerza. —Ana miro a su amiga y lamento lo sucedido, ella más que nadie sabe el carácter de ella y que no cederá ante los deseos de ese hombre, pero su preocupación era profunda, porque había escuchado algunas historias de él y sabía que él era una persona peligrosa.
Por otro lado, Aurelio se encontraba reunido con Alexandro, el hombre encargado de buscarle la chica que lo acompañaría esa noche.
—Has cometido un error con la chica que se suponía seria mi acompañante esta noche.
—Lo siento, no pensé que ella huiría. —le dice tembloroso aquel hombre.
—Quiero mi dinero, no cumpliste con lo que te pedí.
—Pero señor Santoro, al final usted se reunión con una mujer esta noche.
—Pero no era una de tus mujeres. Entrégale el dinero a mi asistente y punto, no me hagas enojar más de lo que estoy.
—Sí señor. —le respondió tímidamente, pero lleno de ira por verse obligado a perder esos cincuenta mil euros que había recibido por la chica. El hombre se retiró de la sala y dejo a Aurelio con su asistente.
—¿Qué piensa hacer? —le pregunto su asistente Luciana, la única mujer que trabajaba con él y la cual era de su confianza, ambos son primos y crecieron como si fueran hermanos.
—Llevarme a la cama a esa mujer, eso are.
—Te recomiendo que lo hagas de la manera tradicional.
—¿Qué es lo que quieres decir con eso?
—Sedúcela y ganaste su confianza, ella no se dedica a complacer a los hombres y dudo que quiera ceder a tus deseos.
—Veremos qué pasa, pero la quiero en mi cama cueste lo que cueste.