Alena
No puedo recordar mucho de mi niñez pero si hay algo que no he olvidado es su sonrisa, la extraño demasiado ni siquiera recuerdo su voz, es normal murió cuando yo aun era una niña, era muy feliz con ella a mi lado.
Después de que mi madre murió tuve que vivir con mi abuela, hubiera preferido un hogar de acogida o un orfanato pero no, mi abuela tenia que ir por mi.
Ella siempre decía que debía comportarme como una señorita, según ella me enseñaba a ser una señorita de sociedad, cuando lo único que quería hacer es entregarme al primero que le pagará mejor o lo que ella quisiera, era afortunada de que ella no me hubiera vendido aún.
Lancé un hondo suspiro y me tiré sobre mi cama, entendía por que él hombre que fue mi padre había seducido a mamá pues ella era hermosa y mi mala suerte era haber heredado su belleza, lo veía así por que mi abuela se aprovechaba de eso, decía que debía sacarle provecho a mi belleza.
Mi abuela es una mujer ambiciosa, nadie creería lo que ella es capaz de hacer. A pesar de eso no he sido capaz de dejarla sola soy lo único que tiene. Dios ¿Por qué me diste un corazón tan frágil?. Ella ha pagado la mayoría de mis estudios, pero se que lo hace solo por su propio beneficio, según ella desde que mi padre murió todo fue en caída lo único que posee es esta casa, le he propuesto muchas veces venderla y comprar algo más pequeño para las dos pero se niega, pues ella debe mantener las apariencias nadie sabe que la señora Angela Bianco tiene una nieta.
Ella me consiguió trabajo por las noches con una amiga de ella, no se donde conoció a esa mujer, bueno mi trabajo consiste en ser la compañía de algunos hombres, soy una dama de compañía, muchos clientes han querido ir mucho más allá conmigo pero eso no es para mi, jamás he aceptado nada indebido más que el roce de manos, acostumbro a usar pelucas y lentillas para no ser reconocida, es difícil poder ocultar mi cabellera castaña pero lo hago.
He querido dejar de hacer eso pues temo que algún día uno de esos hombres quiera sobrepasarse pues todos solo me ven como un pedazo de carne, sus miradas lujuriosas, me producen asco y escalofríos, pero mi abuela no me permite dejarlo dice que esa es nuestra mayor fuente de ingresos y que si quiero terminar mi universidad deberé seguir con eso, pero espero que después de haberme graduado todo sea diferente, estoy a unos cuantos meses de obtener mi licenciatura y eso me emociona mucho.
Mi móvil sonó en alguna parte de la habitación con pereza me levante y lo tome, una sonrisa se dibuja en mi rostro al ver el nombre de la persona.
—Ciao bellezza— saludó el en cuanto respondí su llamada.
—Ciao tesoro — saludé.
—¿Puedo verte esta tarde? — pregunta.
—Lo siento, esta tarde tengo trabajo— ño escuché lanzar un bufido, sabía cuanto le molestaba mi trabajo.
—Alena...
–No por favor, más reclamos no, sabes mi respuesta — le pedí cansada, siempre me reclamaba el hecho de no poder vernos de noche o que le pusiera de excusa mi trabajo, sumándole el hecho de lo celoso que se ponía en muchas ocasiones.
—Lo siento Alena, pero sabes lo que pienso, estoy cansado de esto, quisiera que dejarás ese trabajo ya — solté un suspiro y volví a tirarme sobre mi cama, todo en él eran quejas, ahora que lo pensaba jamás he tenido un palabra de apoyo de su parte.
—Gino, sabes de que va esto, mi abuela no lo permitirá, ni siquiera permitirá que este contigo — le digo, tratando de que me entienda un poco.
—Hablamos después debo irme, espero verte mañana bellezza — dijo y cortó la llamada sin ni siquiera esperar a que me despidiera de él.
Gino a él lo conocí en la universidad y comenzamos a salir hace unos seis meses, es mi novio y lo quiero pero me molesta que insista con lo mismo, quiero que me entienda por lo menos un poco, él lo que hace es huir de la platica. Él es un hombre muy guapo, cabello rubio ojos azules como los príncipes qué imaginamos de niña pero no es de una buena familia como diría mi abuela, ella no sabe de esta relación y estoy segura que sería capaz de todo por alejarme de él.
...
Mi compañía de esta noche había terminado, estaba a punto de subir al taxi cuando sentí el agarre de alguien en mi brazo.
—Señorita, no le gustaría acompañarme toda la noche, le pagaría muy bien — propuso el hombre con el que había estado parte de la noche, me doblaba la edad, puse una sonrisa tratando de no hacer alguna mueca de disgusto.
—Lo lamento, pero no. Yo no hago las clases de compañía que usted se imagina, si me disculpa debo irme — le dije pareciendo tranquila, su agarre en mi brazo se hizo más fuerte cuando trate de liberarme de él.
—Es usted toda una belleza, pagaré lo que usted me pida — evite poner los ojos en blancos ante su insistencia.
—Ya le dije que no doy esa clase de compañía que piensa, mi trabajo termino por esta noche, así que le pido por favor que me suelte — dije entre dientes, el rió y observó todo mi cuerpo con lascivia, odiaba esto, lo odiaba en verdad.
El me soltó, no sin antes decir algunas palabras.
—Todas son iguales, se hacen las dignas pero con un poco más de insistencia logran ceder, te dejaré ir por esta vez pero seguiré pagando por tu compañía, la cual fue muy buena y pronto lo será mejor — dijo pasando la lengua por sus labios un acto que me pareció asqueroso.
Subí al taxi y me dirigí a casa. Al llegar me quite los zapatos la maldita peluca y deje libre mi cabello, llegue a mi habitación y lancé todo al piso, en cuestión de segundos mi abuela estaba en mi habitación.
—¡¿Por qué tiras las pelucas al piso, Alena?!— reclamo — sabes lo mucho que cuestan estas pelucas — no respondí estaba molesta. —¿Cómo te fue?.
—Igual que siempre abuela, hice lo mejor que pude — respondí de mala gana — y como siempre termine siendo vista como un trozo de carne.
—Algún día debes aceptar una oferta Alena, eso sería beneficioso— dijo ella.
–¿En serio? ¿Para quien seria beneficioso? ¿Para ti? Odio esto abuela, ¿Por qué nos vas tú y vendes a ellos? Por que yo no lo haré — su mirada echaba chispas, me había pasado lo sabía, se acercó a mí y estampó su mano en mi mejilla, sentía arder la zona afectada.
—¡No vuelvas a hablarme así Alena! Me debes respeto, soy tu abuela – exclamó molesta. Mis ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Y yo abuela? ¿No merezco respeto?— pregunté en un hilo de voz.
—Pides mucho Alena. Deberías agradecer que la vida que llevas es gracias a mi— dijo mientras me miraba con dureza, quería ser como ella pero para enfrentarme a ella y a cualquier persona que quisiera lastimarme pero no tenía esa fuerza. —Llamare a Sonia y le diré que ya estas en casa qué todo salio bien. — dicho esto último salió de mi habitación.
Termine de quitarme toda la ropa y salí al balcón el aire frío golpeó mi rostro la luna iluminaba la noche, una lágrima cayó por mi mejilla y el recuerdo de mi madre invadió mi mente, algunos borrosos que aún conservo en mi memoria.
—¿Qué debo hacer mamá?— pregunté viendo al cielo....