Ben despertó con una ansiedad que lo devoraba por dentro. Era su última opción. Había intentado rastrear a Gina en cafeterías, centros comerciales, librerías y parques sin éxito. La noche anterior había repasado cada conversación que tuvieron, buscando una pista. Pero no había nada. Solo quedaba un recurso: Gerald.
Había dado con su empresa, pero no quería arruinarlo todo irrumpiendo en su trabajo o provocando un escándalo. Si Gina dejó de trabajar en la empresa de su padre, era probable que estuviera en casa. Así que, reuniendo todo su valor, marcó el número de April. Le contó dónde estaba y lo que esperaba hacer.
—Ben, ¡por Dios! ¿Qué haces allí?
—Ayúdame April, te juro que no haré nada malo. Necesito saber dónde vive Gina. Por favor, April. No me queda otra opción.
Hubo un silencio
