El hospital olía a desinfectante y ansiedad. Ben se detuvo frente a la puerta de la habitación 202. No entró de inmediato. Escuchó primero. —...cuando te mejores, nos iremos a París como prometí —decía Gerald con esa voz suave que usaba cuando quería parecer encantador. Ben sintió náuseas. —Te voy a dar la vida que mereces, Gina. Un hogar donde no tengas que pelear cada día por demostrar que vales. Donde puedas ser solo tú... Un crujido en el pasillo alertó a Gerald. La puerta se abrió. —¿Qué haces aquí? —preguntó él, cortante. —Vine a ver a Gina. —Ben alzó la barbilla—. ¿O también tengo que pedir permiso para ver a alguien que es mi familia? — por fin era hostilmente abiertos, ninguno estab fingiendo que el otro le agradaba. Gerald entrecerró los ojos, pero dio un paso al lado. —C

