Gina despertó temprano, incluso antes que el despertador. Se sentó en la cama en silencio, con el cabello desordenado y la mirada en el punto exacto donde se filtraba la primera luz de la mañana. Respiró profundo. Esa mañana no iba a permitir que la tristeza la ganara. Se levantó con determinación. Tenía un plan.
Habían pasado semanas desde que regresaron del viaje con Julieta, y aunque la experiencia no fue particularmente revitalizante, algo en ella se había activado. Tal vez fue la voz de una colega durante una presentación: “Qué bueno tenerte en el equipo, Gina. Eres brillante.” O quizás la dependienta de la boutique en Nueva York que le dijo: “Tienes un porte impresionante, deberías modelar.” Palabras que antes no habrían significado tanto, pero que ahora se aferraban a su memoria co
