Ben giró las llaves en la puerta con desgano. El eco del silencio lo recibió como de costumbre, pero esta vez pesaba más. Acostar a Emma había sido todo un reto, pero cuando por fin lo logró, decidió tomarse una copa en la cocina. Saco comida del congelador, no tenía ánimos de cocinar últimamente. Emma dormía ya, exhausta luego del llanto inconsolable durante el baño. Era la tercera noche seguida que la pequeña rompía en llanto al tocar el agua, los ojos vidriosos escaneando la habitación como si buscara a alguien. Gina. No podía evitar pensar en ella. En cómo la niña parecía percibir su ausencia. Al principio lo había descartado como una coincidencia, pero no… No podía serlo. Emma la extrañaba. Aunque fuera tan pequeña. Aunque parecía que no sabía nada. Y él… él también. Había intent

