I need you were trouble
A todas las personas que les encantan las perfectas historias de amor, no negaré que a mí también, pero también amo las historia que el amor se siente cómo un peligro, que amar, es un sentimiento de adrenalina, de sentimientos puros.
Eso era el para mí, todas aquellas peleas que teníamos día tras día.
Por alguna razón, sabía que él podía romper mi corazón, como sabía, que él mío no sería el único roto.
Así que existen profecías, mismas que creemos que jamás se romperán, pero llegan personas que están dispuestas a cambiar aquella promesa tenemos resguardada en las venas, en la piel.
Pero, supongo que hay algo de lo cuál no tenemos en cuenta, muchas veces, corremos a pesar de todas las señales que nos ruegan porque nos detengamos, yo las vi, pero, también vi en sus ojos que aquel peligro, podría amarlo por el resto de mi vida.
Podía recordar que desde siempre lo veía, ¿Como no hacerlo? Cada uno de los pasos de Seth solían llamar mi atención de manera irreal, él tenía aquel poder. Solía notar como es que su cabello iba hacia adelante con sus movimientos y como su mirada fría alteraba mi sistema nervioso de manera radical, irracional.
El cigarro entre sus labios, aquella chaqueta oscura…
Muchas veces me daba cuenta que estaba mal en mirar de esa manera por mi ventana en su dirección, pero en otras ocasiones notaba la sonrisa tonta que se formaba en mis labios cada que se trataba de él. Sabía que era un error.
Pero, era mi error favorito.
Elise y Caín solían decir que tenía demasiados problemas con ello, al notar la manera irracional con la cual le miraba.
—¿Otra vez mirando a tu sexy vecino?—, canturreó Elise con burla—. estoy segura que siente tu mirada.
—Uno, no es sexy—, intervino Caín, para bufar—. Dos, eres una acosadora, Blair.
—No es verdad—, murmure cerrando la ventana—. Miraba el cielo.
—Ajá. Por cierto, Caín, ¿Es acaso celos lo que habla por ti?
Rodé los ojos para mirar hacia la ventana una vez más, yo solía pensar que algún día, podría ser, que la historia se diera; ¿No? Al final, en las guerras y el amor, todo lo vale.
Aunque, algo sucedió. Esa noche, todo cambió.
Salí con mis amigos de antro, decidida a salir de aquella zona y con suerte encontrar alguna manera de sacarme de la mente a Seth, sabía que esto no me llevaría a ninguna parte, solía rechazar a cualquier chico por el, y el si quiera sabía de mi existencia.
Lo gracioso, la forma desmedida en la cual mi sistema se aferró al alcohol, el vodka quemaba mi garganta y cualquier pizca de coherencia salió de manera irreal de mi cuerpo, bailaba sin ritmo y con suma torpeza, con las risas de mis amigas acompañadas de mi tonto andar.
—¡Ven! ¡vamos por más shots!—, Elise tomó a Paula, sonriendo.
Aquella gasolina.
Me habría desconectado por completo para ser sincera y podía notar como Caín se habría frustrado bastante ante mis acciones, no conforme con ello, el alcohol si había nublado mi mente por completo, a lo que sin darme cuenta estaba sobre una de las mesas bailando.
—¡Eres ridícula! —gritó alguien entre las risas de la multitud.
Y lo era. Lo sabía. Pero en ese momento, borracha y mareada, solo alcé los brazos como si el mundo entero me aplaudiera. Aunque sabía perfectamente que no era así. Tropezaba al bailar y ya había sentido dos veces que me iba de boca directo al piso.
Estaba haciendo el ridículo.
Un brazo se aferró a mi cintura y sin darme cuenta ya me encontraba en el suelo, tropezando un poco.
—Bájate antes de matarte —ordenó una voz grave que reconocí al instante.
No necesite verlo para saber que se trataba de Seth, quizá era el alcohol que entre aquellas luces y humo lo hizo ver más guapo de lo que yo recordaba.
—Suéltame, estoy… estoy bien —balbuceé, aunque mi pie se dobló y casi caigo de nuevo—, Mierda.
Él me sostuvo con brusquedad, con esa mezcla de enojo y protección que me estremeció.
—No. No estás bien. Estás haciendo el ridículo frente a todos.
Sin pensarlo, su mano tomó mi muñeca y me sacó de aquel lugar, logrando que el aire chocara en mi rostro, logrando hacer que me sintiera alertada, devolviéndome algo de dignidad. O tal vez solo me recordó que ya no tenía ninguna.
—¿Qué haces aquí? —pregunté, intentando sonar desafiante.
Él encendió un cigarro y me observó con calma, como si ya me hubiera analizado muchas veces desde la oscuridad.
Más, quien había hecho eso, era yo.
—Creo que es algo que no es de tu interés. Lo que debería serlo es que hacías el ridículo.
—Me divertía.
—Se te veían las bragas.
Quise gritarle, decirle que no tenía derecho a juzgarme. Pero lo único que salió de mi boca fue un suspiro torpe. Sabía que estaba haciendo el ridículo, si quiera tenía que decírmelo, yo comenzaba a preguntarme porque estaba haciendo algo parecido, cuando sinceramente ni siquiera era mi tipo de ambiente. Enloquecí.
—Pues, da lo mismo—, murmure para mirar hacia otra parte.
—Ya—, expulsó el humo de su cigarro de sus labios—, estás ebria.
—Ni un poco.
Sin embargo, la vida me traicionó con la voz de la realidad a lo alto, dado que me di la vuelta para entrar de nuevo, tropezando con mis piernas cayendo de bruses al piso soltando un quejido.
—Tienes toda la razón—, espetó con sarcasmo.
—Esto, no prueba absolutamente nada—, mencioné con el rostro pegado en el asfalto—, Dios...
—Sí—, Sentí su mano en mi cintura y cómo me levantaba de golpe, sentí como se mezclaba el aroma a cigarro y menta—. Quizá olvides esto el día de mañana.
Quizá no debió decirme eso, mi mente desconectó y mis labios se estrellaron con los de él en menos de cinco segundos, lo habría jodido, me regresó el beso para después separarme.
—Estás cometiendo el peor error de tu vida, Blair.
Y posiblemente sí, pero aquel error lo habría deseado por meses, por más de los que podría decir en voz alta.
Supongo, que sus ojos me estaban gritando que estaba metiendo en problemas, pero algo llamo mi atención.
Y ese fue el problema.
Supongo que tenía la realidad completamente perdida, y esto me parecía tan irreal como fuera posible. No sabía que habría sido lo que pasó, pero tenía claro una cosa, debía dejar de beber. Bueno, y también sabía que ver a Seth a los ojos nuevamente, sería algo que no podría hacer, ¡Dios! De tantas maneras posibles había cruzado palabras con Seth cayendo de boca frente a él.
quizá el universo habría tomado de manera muy literal aquello de que el me tenía directito en sus pies, ¿No es así?
Esa madrugada, mi teléfono vibró con un mensaje de Caín.
“Te lo advertí. No tomes tanto. ¿te fuiste a casa? Desapareciste de la nada.”
Pero era tarde. Ya había pasado.
Y yo, aun después del ridículo, supe que me encontraba completamente perdida, esto era irreal.
Y aquel modo en el cual llegué a casa lo era aún más. Perdería la cordura.