Su estómago se agito, Nammi se veía tan joven y era virgen, pero era enfermera y eso llevaba tiempo de preparación, los números en su cabeza cruzaban a una velocidad de vértigo y por más que sumara y restara no le estaba dando resultado alguno, al menos favorable para él.
— 24 años, señor Luc, es que mi padre se enamoró de Marsella muy joven. — el ceño fruncido de su nuevo empleador la hizo reír, le recordaba a Rocco cuando no comprendía algo, suspiró con pesades, debía aprender a vivir con la melancolía, de que las únicas personas que la quisieron y cuidaron ya no estaban. — Marsella es mi madre, así se llama, bien lo dejare descansar, regresare en unos minutos a ver si necesita algo. — dijo antes de salir y Luc se preguntó en qué momento esa mujer le había ayudado a colocar el pijama, que embrujo le hizo, que no se dio cuenta que ya estaba en su cama arropado como si de un niño pequeño se tratara.
— Mi maldición. — susurro, sabiendo que debería aprender a vivir con la culpa, o tomar el coraje de hablar con Nammi, y contarle todo.
La joven vio la mansión y su rostro permaneció neutro, mientras Mimi y León le enseñaban todo, como si ella fuera una invitada y no una empleada; el enorme jardín era de cuento de hadas, aun así poco lo vio, el cajón lleno de preocupaciones que tenía en su mente estaba pujando por dejar expuesto todo eso que estaba guardando de la noche anterior, hasta que al fin llego a su habitación la cual era de la medida estándar, aunque tenía todo lo que podía necesitar, e incluso se conmovió cuando Luc envió a que compraran ropa para ella, pues “había perdido todo en el incendio de su departamento”, se podria decir que la primer noche y el primer día, paso rápido, ya que Luc se mantuvo encerrado en su habitación y ella solo lo asistió lo justo y necesario, como darle de cenar, pero luego, cuando la puerta de su nueva recamara se cerró, la verdad cayó sobre ella, y se permitió llorar, como lo había hecho un mes atrás, salvo que ahora no estaba en un avión, sino en la mansión Ambiorix.
En algún lugar de parís:
Antonny Ambiorix era un hombre sin escrúpulos, ni corazón, mucho menos alma, para este ser lo único que importaba era el dinero y el poder, cuando más tuviera, mejor, pero también era consiente que los años se le estaban terminando, ya no tenía tiempo para seguir perdiendo con Luc, su único hijo legitimo seria a sus ojos el mayor de sus fracasos.
— ¿Me llamabas padre? — el joven pelirrojo frente a él, lo hizo sonreír, su similitud con León era cada vez más notoria.
— Nunca comprendí porque tú y León si pudieron heredar mi color de cabello, pero Luc no. — alguna vez había amado a su esposa, cuando fue joven, cuando solo Alessa volteo a verlo, cuando no tenía nada. — Incluso la pobre Clara también era pelirroja. — recordó con un poco de nostalgia, no negaría que tener una niña fue una gran desilusión, las mujeres eran problemáticas para este hombre, aunque Luc resultó ser aún más blando que su difunta hija Clara.
— Quizás Luc no sea tu hijo. — respondió a la duda de su padre, o, mejor dicho, planto una duda aún más grande.
— Alessa jamás se hubiera atrevido a engañarme, me amaba. — concluyo casi con pena, recordando porque la había asesinado. — Eso la hizo débil, el amor es… un problema para personas como nosotros nos vuelve débiles y a las mujeres… estúpidas, les hace creer que nos debemos solo a ellas, cuando la verdad es que solo son cosas usables y remplazables, ¿lo comprendes? — Máximo elevo una ceja, antes de responder.
— Claro que lo hago, si no fuera el caso, no habría matado a mi madre cuando empezó a reprocharte por tus infidelidades.
— Es verdad, tú de todos mis hijos si has demostrado ser mi sucesor. — acoto con calma Antonny, aun así, estaba evaluando cada gesto del bastardo de hijo que tenía, y el cual Luc desconocía.
— León también demostró ser un digno hijo tuyo, asesino a su madre por ti, y a Clara. — Máximo llevaba demasiado tiempo con Antonny como para caer en un truco tan bajo, no se proclamaría como próximo líder de la mafia parisina, él no haría nada, hasta que Antonny diera la orden de acabar con sus medios hermanos.
— León nunca fue consciente de sus actos, lo mantuve siempre bajo los efectos de los alucinógenos, pero ahora… la idiota de Mimi me traiciono, ya no lo puedo manejar. — veía potencial en Máximo, pero León era joven, además que tanto Luc, como León corrían con una ventaja, al menos para este retorcido hombre, sus madres eran vírgenes cuando las poseyó, a una luego del matrimonio, a la madre de León… con la amenaza de matar a Luc, pero era su fetiche y no se reducía a solo follar vírgenes, debían ser mujeres de carácter, le gustaba amansar a esos pequeños gatitos que se creían leonas. — Creo que es hora de que Luc y León conozcan a su hermano, bueno, para León, serás el tío más divertido del mundo, al menos a él, lo tendremos con nosotros.
Las maldiciones podían o no ser reales, pero sin lugar a duda, lo que, si era real, era la maldad que el ser humano podía cargar, y para ello no se necesitaba un motivo, o un trauma, solo se escogía ser malo y ya.