Las Malas Noticias

1340 Words
Los días en el orfanato, eran iguales en su mayoría, no cambiaba mucho la cosa, como mucho la rutina cambiaba si venía alguien a ver a algún niño pero no era algo que pasara, no en nuestro orfanato, por lo que era algo que no nos molestaba en la rutina. Los mayores, es decir los pocos que quedábamos; Tom, Sally, Ivan y yo nos despertábamos una hora antes que los pequeños para preparar el orfanato, no es que hubiera mucho que hacer pero recogíamos lo que fuera necesario y ayudábamos a la  señora Martin ha hacer el desayuno y montar el comedor. Tom, es mi hermano mellizo, éramos la versión del sexo opuesto del otro, demasiado iguales, con nuestros ojos color chocolate y pelo castaño, no es que fuéramos muy altos, supongo que no era algo que estuviese en nuestra genética, pero no teníamos ni una sola información de nuestros padres por lo que no era algo que pudiera saber, teníamos dieciséis años, en pocos meses cumplíamos diecisiete por lo que estaba claro que ya nadie nos iba a adoptar. Pero seamos sinceros, los niños de este orfanato no están aquí para ser adoptados, sino para aprender a vivir. Sally, es el apodo de mi mejor amiga, su nombre completo es Shantal pero no es algo que encaje con ella, ese nombre es de bondad y de tranquilidad, pero esa chica no era tranquila, era el terremoto en persona, se movía más que un conejo, y no paraba quieta ni un solo minuto, tenía un largo pelo que decidió no cortárselo para ser la nueva Rapunzel, y le pegaba, porque hasta los ojos azules tenía y era demasiado artística. Ian era el mejor amigo de mi hermano y él mío, al final convivíamos en una pequeña casa todos, por lo que era difícil que no fuéramos todos amigos, Ian era de los pocos del orfanato que eran de origen latino, la mayoría en el orfanato eran europeos, pero el era de los pocos que eran latinos y tenía su salero como latino, se movía bien para que mentir, era pelinegro y con ojos negros. Éramos el grupo perfecto, para que mentir. Entre en la cocina donde me encontré con la señora Martin, Coralina Martin era quien llevaba el lugar, la mujer era una francesa que se enamoro de un ingles, se casaron y todo pero como ella no podía quedarse embarazada, como no podía tener hijos, él la dejo, la abandono por eso y ella en lugar de reprimirse, abrió un orfanato. —Hola señora Martin—la salude y bese su mejilla. —Lia, por millonésima vez, llámame Cora— me dijo. Me reí, le molestaba demasiado que le dijéramos señora porque se sentía demasiado vieja, y ella no se sentía como nuestra jefa, sino como nuestra amiga aunque no creo que eso importe. —Lo siento—le dije y bese su mejilla. Robe una cereza del bote de frutas y me miro. —¿Ya estáis todos despiertos?—me pregunto. —Tom esta cortando el césped y Sally e Ian están recogiendo la sala de estudios—le conté. La mujer me miro. —No se como hasta en verano pueden usar esa sala—me dijo riendo. —Creo que usan cualquier sala para jugar—le dije. En el orfanato éramos quince niños, nosotros cuatro y once niños más pequeños, que eran muy buenos pero creo que como cualquier niño eran demasiado desordenados. La alarma del cartero sonó. Me levante para ir a la puerta y coger las cartas, no es que recibiéramos muchas pero las que recibíamos era demasiado importantes ya que venían del gobierno, revise las cartas como una persona adulta pero no comprendía nada de estás cartas, volví a entrar en la cocina y le di las cartas a la señora Martin. La señora Martin dejo de cortar las frutas para limpiarse las manos y coger las cartas, agarré el cuchillo para ponerme yo a cortar las frutas para ponerlas en los boles para ponerlas luego en la mesa del comedor. Mientras cortaba Sally e Ian entraron a la cocina para ponerse a ayudar a preparar el desayuno. —¿Si voy comiendo mientras corto creéis que se notara?—nos pregunto an. Le mire. —Si, se notaría mucho—le dije. Los  dos me miraron sorprendidos. —¿Por que?—me pregunto sorprendido. —Porque no comerías poco, nunca comes poco—le dije. Sally río, Ian se limito a mirarme mal algo enfadado. Ian entro en la cocina algo sudado y agarro una fresa para comérsela. —No creo que hoy llueva—comento y se apoyo en la encimera. Le mire, reí, nuestras conversaciones de todos los días teníamos, uno de los cuatro salía de la casa y comentaba si iba a llover, como si fuera la gran cosa, no lo era pero siempre era lago que nos gustaba comentar, en nuestras vidas todo era monótono, todos menos el tiempo por lo que era lo único que nos podíamos sorprender. La señora Martin entro en la cocina con cara de susto, la mire. —¿Qué pasa?—le pregunte bastante preocupada. Todos miramos a la señora Martin preocupados, la mujeres se sentó en una silla, la mujer estaba pálida como si no pudiera procesar lo que le estuviera pasando. —Mi ex marido me ha enviado una carta—comento. David Muro, un idiota, el idiota del ingles que aparte de abandonarla y dejarle con todas las deudas no le dejo recibir el divorcio por lo que le tenía que dar mucho del dinero que ganaba para el, quedando poco para reformas y otro tipo de cosas. —¿Ya le ha dado el divorcio?—pregunto mi hermano sorprendido. Gracias a las clases nos dimos cuenta de que podía formar el divorcio tras años de que el matrimonio estuviera roto, y eso es lo que hizo, solo para poder comenzar a pagar mejoras en la casa, porque el maldito demonio no paraba de pedirle dinero manipulándola. —Si—comento la mujer. —¿Cuál es el problema? Celebremos que nos libramos del monstruo—dijo Sally. Todos asentimos, no creo que nadie creyera que eso era una mala noticia, era demasiado buena noticia, librarnos de esa persona era demasiado agradable, daba paz absoluta. —Me pide mucho dinero por disfrutar de los vienes matrimoniales—nos conto. Le mire. —Será cabron, no le bastan con arruinarte todos los meses, quiere fastidiarte de por vida—dije molesta. —Esa boca—me aviso Tom molesto.´ La señora Martin estaba perdida como si todo su mundo se hubiera destruido. —Cora—la llamo mi hermano y se acerco a ella tocándola el hombro. —Voy a tener que vender la casa—se limito a decir antes de levantarse—Dejar que los niños duerman más tiempo hoy—dijo antes de irse. Antes, este orfanato era ayudado por el gobierno pero tras el cambio en una ley y que nos fuéramos de la unión europea las cosas se complicaron demasiado, comenzamos a funcionar con donaciones privadas aunque el gobierno se encargaba de enviar niños, pero no recursos ni protección, por lo que si la señora Martin, vendía la casa, nosotros no tendríamos donde ir, nos reubicarían en orfanatos de todo el país haciendo que nos separáramos, el gobierno no nos iba a dar la seguridad de proteger este lugar, no le interesaba, solo iba a dejar que nos arruináramos y nos apagáramos como si no importáramos. Mire a mi hermano sin saber que hacer. —Lo voy a solucionar—me dijo antes de irse donde la señora Martin. No había nada que mi hermano no pudiera hacer,  cualquier problema que hubiera en el orfanato, lo solucionaba él, se le daba bien arreglar cosas y solucionar problemas, era demasiado apañado y en este momento necesitaba que solucionara las cosas porque no podía lidiar con tener que separarme de mi familia.
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