Capítulo 2

3613 Words
Van apenas tres días y medio en los que estoy en sociedad de alumnos. No es la gran cosa. No, en serio, ni siquiera podría decir que sociedad de alumnos es poca cosa. Solo nos inscribimos seis chicharitos, y los demás a parte sólo están para perder clases de vez en cuando. — Entonces, Emma, ¿Cuál es la respuesta? — Mis ojos se agrandaron y vi a la maestra contemplarme como si tuviera yo una enfermedad contagiosa. — Supongo que estas poniendo atención. — S—sí maestra. Sí. — Dije al instante, por supuesto que no estaba poniendo atención. — Entonces... ¿Avogadro? ¿Número? — No entendí de qué hablaba, sólo podía ver el colorete rojo marcado en uno de sus dientes e impaciencia en sus ojos. Esa clase siempre me ha gustado, y la materia nunca se me ha dificultado, pero es cierto eso que dicen sobre mucho del aprendizaje tiene que ver con quién lo enseña. Hace dos meses cambiaron a nuestro profesor de la materia por algún motivo, y ahora ésta señora malhumorada da su clase como si nos pagara ella por hacerlo. — La señorita Emma Lacosku — Escuché en la puerta. Oh demonios, no interesa para que sea, sólo sé que quien quiera que sea, ha salvado mi pellejo de ser humillado por esa maestra. — Está un poco ocupada — Se cruzó en brazos la pelirroja de colorete en el diente y mirada impaciente. — Es importante — Dijo el tipo en la puerta. Nunca antes lo había visto. Tiene el cabello peinado hacia arriba cejas gruesas y ojos claros. — Es de sociedad de alumnos, tengo entendido. — ¡Rápido! — Gritó la maestra y salí como un cohete disparada hacia la puerta. — Gracias a todos los cielos. — Susurré para mí misma luego de haberme librado de un problema, al que, de haberle puesto atención habría respondido. Ni siquiera puse atención al muchacho que me salvó sino hasta que carraspeó y él mismo se presentó. — Soy Nicolás — Dijo el muchacho que me salvó, seriamente — Pero tú, si quieres, dime Nick.—Sugirió viéndome de pies a cabeza con una calma casi inquietante. Por mi parte le sonreí de forma amable. — Bueno, Nick, soy Emma... — Él me miró casi burlándose en mi rostro — ¿Es gracioso mi nombre? — ¿Crees que no te conozco? — Bufó en tono beligerante. Alcé mis cejas al cielo, comprendiendo poco la manera agresiva de su timbre de voz. — No sé ¿Deberías? —Pregunté en voz más a la defensiva. Me crucé en brazos, una vez más la vida me demuestra que si eres amable consigues un acosador o un enemigo. — No. —Respondió secamente — Pero eres la chica valiente. ¡La brava! Ridículo, ¿No? — Podría admirar un poco de falsa devoción. –Te dicen valiente por perder la memoria, yo más bien te diría cobarde. — Bueno, Nicolás, fue un placer conocerte y más porque ahora tengo por seguro que no te quiero, ni te volveré a ver en mi vida. — Afirmé frunciendo el ceño con una sonrisa muy amable, muy falsa. –Nos vemos en el carajo. –Intenté caminar lejos de él cuando Nick me tomó del brazo. — ¿Qué haces? — Tú me complicas tanto las cosas. Podría estar haciendo algo mucho más importante, y sin embargo... — Se acercó a mí para tomarme, a la par de que dijo eso en voz baja y gélida. — Juro por Dios que gritaré si no me quitas las manos de encima — Nos quedamos inmóviles unos momentos. — No se te ocurra gritar, dramática, tampoco estoy golpeándote — Musitó soltándome finalmente. Solté un suspiro sintiéndome en calma. –No estoy haciéndote daño si no te pego. —Alguien aquí es muy ignorante, es agresión desde el momento en el que me tomas así, sin mi consentimiento. — Le dije limpiándome dramáticamente el área donde me tocó. Él me miró con sus ojos grandes, azules y furiosos brevemente para después tranquilizarse.—Ahora dime a qué me llamaste, sin tocarme ni acercarte. –Pedí. — Les harán camisetas. — Masculló. — Y tienes que ir a la sala de proyección para medir tu talla. –Luce algo apenado y descolocado. Quizá jamás cupo en su cabeza que la agresión existe desde mucho antes de los golpes. — ¿No les puedo dar el numero simplemente? — Él puso los ojos en blanco. Vaya, podría decirle que sacó la lotería y aun así se mantendría con ese mal genio que se carga. — Sólo ve por tu camiseta ¿podrías? — Pidió, casi suplico modulando su voz, con su mano la sala de proyección y rodé los ojos. Está bien, está bien. — Relájate Sr. Darcy. — Murmuré bajito más bien como un chiste personal, y comencé a caminar a la sala de proyección cuando su molesta voz volvió a mis pobres oídos. — No me compares con ese imbécil — Se apresuró en decir. — Sí, ¿Creías que no sabría de qué hablar? Jesse Darcy. Típico. Típica tú, al gustarte — Oh, no lo dijo. Me giré y di dos pasos largos a su estructura mal hecha. — Tú no me conoces en lo absoluto, así que no te atrevas a juzgarme — Lo encaré y sus ojos se pusieron como platos. Lo miré de abajo hacia arriba y tuve deseos de no perder mi tiempo al burlarme de alguien como él, así que decidida me di vuelta, sin antes detenerme y mirarlo por el rabillo de mi hombro — Y no me refería al "Jesse Darcy" Dije "Sr. Darcy", orgullo y prejuicio. Idiota. Lee algo — Giré mi rostro de nuevo y casi corrí a la sala de proyección. El trayecto no fue largo, pero lo que estaba por suceder parecía que sería eterno. — ¡Emma! — Gritó el profesor Salazar — ¡Que gusto que estés aquí! Un poco tarde... ¡pero no importa!, la gente siempre suele llegar tarde, más bien el problema es que yo siempre llego más que puntual a los lugares, una vez fui a mi fiesta sorpresa antes de que todos llegaran... Bueno casi nadie llegó, mi mamá si fue... Pero... — Entendí el punto, señor. — Sonreí y me acerqué interrumpiendo su historia. Él carraspeó avergonzado. ¿No les dan ganas de abrazarlo y decirle que tú serás su amigo? — Solo escribe tu talla de camisa según las que están a aquí — Me señaló esa caja llena de camisas de diferentes colores. –Y podrás irte. — Bien. — Dije y me puse encima de mi camiseta una amarilla, extra grande, no me quedó. Me reí en voz baja, ni siquiera sé por qué me la puse, esta talla es la masculina. — Hola — Escuché a lo lejos la puerta, y sentí toda la sangre drenarse a mi rostro cuando lo vi a él. Desde que entra a un salón, cualquier lugar, se siente una sensación de bienestar y provoca miradas en él. — No sé si me equivoco ¿Sociedad de alumnos? ¿Camiseta? — Preguntó Jesse Darcy en una profunda y risueña voz, el profesor y yo nos quedamos en silencio y asentimos al mismo tiempo con la cabeza, boquiabiertos — Perfecto. — Se acercó en paso acelerado resonando sus zapatos por todo el lugar en eco. — ¡Hola Jesse! ¡No sabes el gusto que me da esto! — Finalmente reaccionó el profesor. Nos miró a Jesse y a mí. — Jesse, ella es Emma. Emma él es Jesse. — Creo que Emma y yo nos presentamos ya hace tiempo. — Me miró y guiñó el ojo yo opté por sonreírle, y por alguna razón su respiración se aceleró. Carraspeó y frunció el ceño. — Pero en fin, a lo que vine. — ¿Estás en sociedad de alumnos? — Él sonrió por mi tono de voz, intenté sonar casual, pero más bien soné como una tía borracha en navidad. — ¿Te sorprende? —Pregunto en un tono demasiado curioso, alzando su ceja derecha, aun clavando sus ojos en mí, sin yo tener que responder, Jesse Darcy le habló al profesor. — Profesor Salazar, creo que yo puedo quedarme con la lista, si gusta, ya puede volver a su salón, así ya no pierde más clases. — Y todo eso lo dijo sin dejar de verme a mí. No aparté la vista sólo porque sé que es eso lo que quiere que haga. — ¿No te molesta Jesse? — Le preguntó el profesor y casi le rogué que se quedase, con la mirada, pero por supuesto, no nací con buena suerte. — Emma y yo estaremos bien. — Dijo lentamente mi nombre. Tragué saliva, ¿Es que el profesor no se da cuenta de la falta de censura en su voz? Suena como si fuese a violarme. ¿Policía? Ayuda. — Bien, entonces... Tú vas con el promotor. Solo recuerda escribir en todas las camisas los nombres y "Sociedad de alumnos" ¿Entendido? — Pidió medio tartamudeando, medio hablando. — Perfecta — Jesse mostró su sonrisa mientras me miró al decir esa palabra, ¿me dijo lo dijo a mí? Infiernos ¿es la camiseta extra grande o hace calor aquí? — La idea de las camisetas, naturalmente. — Sí, es buena idea — Afirmó el profesor ignorando toda la situación. — Puede irse, señor Salazar. — La puerta sonó en un fuerte azote que provocó mi estremecimiento. Nos quedamos en silencio por breves segundos. — Oye Emma, no quiero contradecir tu estilo con la moda según tus gustos... Pero esa camiseta te quedaría mejor como vestido — Me reí por lo bajo evidentemente apenada. — Lo sé, sólo quería medirme Olvídalo. — Murmuré, él sonrió y asintió con la cabeza lentamente. — Bien. — Susurró después de mirarme, lentamente caminó a la puerta de salida, ¿No se medirá la camiseta? Opté por no preguntarle nada al respecto, aunque me pareció extraño de su parte. En menos de un segundo, sentí como desapareció toda la sangre de mi rostro cuando él cerró con llave. Oh no. Tranquila, no es como si él fuese el acosador que vive para observarme en cámaras, es decir, solo es Jesse Darcy. — ¿Por qué cierras? — Susurré angustiada por mi salud. — Te estás cambiando… — Dijo sigiloso, pero de todas formas no pudo evitar saltar a la luz ese tono de voz sombrío. — ¿A qué te refieres? — Pregunté — Es decir, es encima de la camiseta, no es como si me vieran en sostén. — Y aun así la gente es tan morbosa. — Respondió él caminando directo a mí, noté por primera vez en su voz exasperación. — Más bien pienso en tu acosador…Escuché sobre ello. –Dijo. –Me pone de nervios. ¿Y si el profesor Salazar es el que te acosa? Y tú a solas con él. — ¿Entonces porque entrar a sociedad de alumnos? Parece como si no te agradase mucho ese señor. — Él me observó detenidamente por un momento, pensando en algo dentro de su retorcida cabeza. — No te dicen brava por nada ¿Cierto? — Jesse acarició suavemente la línea de la silla que nos separa de estar frente a frente sin obstáculo alguno — Podría preguntarte lo mismo. ¿Por qué entrar a sociedad de alumnos? — Me ayudará a entrar a la universidad. —Dije lo primero que se me vino a la mente. — Mentira — habló al instante — Entraste para ayudarlo a él. Porque no querías hacer sentir mal al profesor Salazar. Eso es muy obvio Emma, pero ¿Por qué arriesgarte? — ¿Quién dijo que fue de esa manera? — Pregunté cruzada en brazos mostrando la seguridad que me faltó toda la infancia, armándome de valor para enfrentar a alguien como él. — Eres impredecible — Susurró con una sonrisa algo sardónica, negando con la cabeza — Así que irónicamente, al saber que tú eres impredecible, predije qué harías una cosa como esa. — Te recuerdo que estás en la misma tontería que yo. — Sonreí altaneramente y él lo hizo conmigo. –Además, tendrías que conocerme para saber que soy impredecible. — Entré por ti. — Articuló, y sus ojos hirvieron. — ¿Por qué? — Pregunté. Por supuesto que habla sobre el hecho de que no recuerdo nada sobre aquella noche, así que decidí no tocar el tema. — ¿Por qué por mí? — No sé. — Susurró. —Eres interesante. No sólo para mí, sino quizá para otros y ese sería un problema. — ¿En que podría afectarte? — El dio otro paso más cerca de mí evadiendo la silla. Tragué saliva pero no agaché la mirada ni por un segundo demostrándole que él a mí no me asusta, ni me enloquece estar a poca distancia, aunque en realidad si lo hace un poco. — Eres un blanco fácil para los acosadores, tengo entendido — Se acercó un poco más, ¿En serio se está burlando de ese tema? — Estoy empezando a pensar que tú eres uno de ellos — Murmuré con el ceño fruncido aunque estoy muriendo de miedo. De pronto pareció despertar de un sueño, y ahora es puras sonrisas nuevamente. — Parece ser que me confundes con alguien más. — Sonrió. — Escribe tu talla Emma, no tengo mucho tiempo. Eres talla chica. Lo sabes. — ¿Tú porque lo sabes? — Pregunté alzando una ceja — Tú cuerpo no es uno de esos difíciles de descifrar. — Sonrió de nuevo — No tiene nada de extraño, deja ese rostro de susto ¿Quieres? Entiendo tu paranoia, pero intenta relajarte. — ¿Puedes apuntarlo tú? Me quedé en algo importante en la última clase. — Dije con la garganta seca. — No hay problema. — Me sonrió, de nuevo, con una de esas sonrisas falsas de las que podría uno darse cuenta a kilómetros — Nos vemos pronto. Me sonrió de nuevo con toda la intención de calmarme...Pero no pude evitar sentir que vi algo en su mirada que jamás había visto. Algo nuevo para mí que aún ignoro, pero podría compararlo con oscuridad. Era ese siniestro sentimiento que provoca que te estremezcas. Aun cuando comenzó a sonreír. Sentía sus ojos fijos y sin movimiento. Como si esa sonrisa no perteneciera a esos ojos — Vamos Emma, ¿Quién crees que soy? — Me frotó los brazos suavemente. — Relájate, siempre luces muy tensa. — Volvió a decir y a sonreírme, finalmente se fue y dejé, al fin, salir el aire retenido en mis pulmones. — Eso es lo que quisiera saber. — Susurré mirando a la puerta después de que se fue. — ¿Quién eres Jesse Darcy? (...) Las clases habían terminado, el extraño sentimiento, o más bien presentimiento de sentirme seguida pisaba mis talones. Como el típico cliché, que muere al principio en las películas de terror, me escabullí entre los pasillos, hasta encontrar el más viejo y solitario corredor donde no pasaba ni el intendente, solo para asegurarme si hay alguien detrás de mí. Estoy cansada de no saber si tengo delirio de persecución o realmente hay alguien ahí. — Bien, me tienes. — Casi grité alzando mis brazos al aire y volviéndolos a mis costados al momento — Ahora dime ¿Qué quieres de mí? — Con un demonio, ¿hablas sola? — Pegué un gritito chillón y ruidoso. –Eso me faltaba. — ¡Nicolás! ¡Tú eres mi acosador! — Grité de nuevo en un tono acusatorio, y honestamente infantil. Todo se quedó en silencio un segundo y me sentí algo más insegura de mi respuesta acusatoria. Él pareció incómodo y desentendido. — ¿Yo, tonta? — Se burló. —Bueno, Tobías tenía razón al pedir terapia para ti. —Soltó una risa. —Tan tontita. — ¡Tonto y enfermo el que tiene cámaras en mi habitación! ¡O más bien tenía porque te informo que la policía las tiene y te están buscando! — ¿De qué demonios hablas niñita? — se volvió a burlar. — No sé qué tienes conmigo, pero te metiste con la chica equivocada, porque no voy a permitírtelo, te refundiré en la cárcel, llamaré a la policía? — Dije poniendo la mayor distancia entre ambos. –Vete a tus clases…no sé, ocúpate en tus asuntos. — ¿Clases? ¿Yo? — Él me miró desconcertado. Nicolás ladeó la cabeza. — No te lo han dicho. — Susurró. — ¿Decirme que? — Me crucé en brazos — Que ya encontré al imbécil que me acosa ¿Verdad? Llamaré a los policías cuanto antes. — Eres tan torpe... — Dijo burlonamente y negando lentamente con la cabeza —Llámame a mí, soy policía. Trabajo aquí temporalmente observando pistas, tal vez algún alumno podría saber quién te hizo daño y no has hecho nada fácil mi trabajo. Tengo que andar detrás de ti además de todo. — Eres muy joven — Dije negando con la cabeza, él se volvió a reír dando un paso hacia mí. — ¡Llamaré a la policía si no te alejas cuanto antes! — No soy muy joven, tonta. — Me dijo entrecerrando los ojos — ¡Luzco como tal! Y déjame te informo que el único policía que podría ayudarte aquí dentro soy yo. — Me habló en un tono gélido. — Deja de llamarme tonta. — Respondí. — Tú sabes que yo ignoraba todo este tema, nadie me dijo que además de mi acosador tendría a un insufrible pre adulto tras mí. — Tú estás provocándome, y soy agresivo por naturaleza. — Respondió — Es tu culpa si terminas con una pierna rota después de tantas niñadas que haces. — ¿Qué edad tienes para tener una mente tan pobre? — Pregunté impávida sin mirarlo a los ojos — 24 — Respondió al momento, y de su cartera sacó su placa policial — ¿Ves? — Bueno, sí eres un poco viejo. — Me burlé negando con la cabeza. — Tampoco es como si tuviera noventa, tonta. —En un tono infantil e incómodo, Nick mostró su lado sentimental. — ¿Te dolió? — Me burlé de él con una risa sarcástica. — ¿Dolerme? — Se burló — Ya vámonos de aquí, no sé de donde sacaste este lugar de terror. — Me jaló con fuerza del brazo — ¡Espera! Me estás lastimando — Dije soltándome al momento. Su forma de tomarme fue muy agresiva y sin medida. — Escucha Emma, no eres la primera o la última encargada que tengo. — Dijo en un tono gélido — Puedo si quiero, ahora mismo hacer cualquier cosa que me plazca, y no harás nada al respecto, estamos lejos de todos, y no quiero que me provoques más, estoy cansado de ti. — ¿Qué? — Susurré alejándome lentamente, aunque por supuesto él me alcanzó al momento. Una mirada extraña se filtró en sus ojos, y continuó — Decidí que harás lo que yo diga, ¿Por qué? Porque eres más débil que yo — Tomó mi brazo de nuevo suavemente, pero pronto ejerció fuerza haciéndome estremecer. — Ahora mismo podría romper tu hueso... Tentador, ¿No? –Ejerció tanta fuerza como pudo y no hice más que retorcerme y golpearlo con el otro en mi intento de quitármelo. — ¿Qué crees que haces? — Tanto Nick como yo nos giramos. Es la voz en completa serenidad de Jesse Darcy. Luce totalmente relajado, sus ojos son imperturbables, pero no pude evitar notar como tiene sus músculos contraídos y como cierra y abre sus puños lentamente y repetidas veces — ¿Y tú qué? — Preguntó Nick en voz alta intentando ahuyentarlo. — Suéltala — Le ordenó Jesse tranquilamente. — No. –Dijo alto. — A esto quería llegar, Emma. —Me susurró muy bajito, abrí la boca, ¡cómo no deduje que la actitud de Nick se debía a una carnada que él mismo creó! Que Jesse esté aquí sólo quiere decir que él nos estaba siguiendo. — Eres el famoso Jesse Darcy, ¿Ah? ¿Qué haces aquí? ¿Estabas acaso siguiéndola a ella? — Suéltala amigo. — Habló más seriamente. — ¿O qué? — Susurró Nicolás divertido. Mierda, si Nick pelea con Jesse, Jesse terminará con el rostro destrozado al pelear con un oficial. — ¿O qué? — Se burló Jesse imitando las palabras de Nick y se acercó — Vamos Emma. — Todo sucedió tan rápido que yo misma me sorprendí. Nick hizo el intento de golpear a Jesse, pero él lo esquivó de manera rápida. — Emma. — Murmuró Jesse entre dientes demostrando un poco del coraje contraído y vi el rostro de Nick receloso. — Emma no vayas con él — Rogó Nick — Ahora creo que lo sé. — Tiene que creer que iré con él para no levantar sospechas. –Susurré casi inaudible, Nick alzó las cejas y asintió lentamente. — ¡Emma! — Me gritó Jesse y corrí con él alejándome de Nick. Todo me quedó claro en ese momento. Jesse debía ser mi acosador, aunque es muy pronto para decirlo. — Tranquilízate. — Susurré poniéndome detrás de su cuerpo contraído. — Espérame por allá — Señala una silla — Te alcanzo en un minuto. –Y un cuerno que lo iba a esperar, pero para la descripción que los oficiales dieron de una personalidad volátil que caracteriza a mi acosador, decidí seguirle el juego para poder huir con más facilidad. — Jesse ¿Qué sucede? ¿Qué le dirás? — Murmuré. — Te alcanzo en un minuto. ¿Prometes esperarme? — miré de reojo a Nick detrás de Jesse quien me observó cómplice, la voz de Jesse sonó imperturbable, tranquila pero hay algo en ella. Está conteniendo mucho. — Vamos, promételo... confío ti. –No dije nada. —Sólo... promételo. —Intentó soñar conciliador, pero por algo Nicolás actuaba así, me di cuenta que era una estrategia para algún motivo en el que Jesse cayó. — lo prometo. –Mentí, jamás le vi un verdadero valor a las promesas, al final, las palabras se las lleva el viento, habla más de ti lo que haces que lo que dices. Incluso una promesa. — Eso es, bonita. — Jesse besó mi mejilla y escuché el rechinar de sus dientes debajo de su beso. — Confío en ti, y en que ahí seguirás. (...) Emma Lacosku… Mi adicción, mi necesidad. Emma, quisiera leerte los pensamientos. Emma, temo por tu seguridad, y temo que no puedo protegerte, porque tu único peligro está a la vuelta de la esquina mirándote todo el tiempo. Emma, pequeña, tú eres solo para mí. El hombre sentado frente a las pantallas de aquella habitación color n***o miraba fijamente la habitación de Emma, donde ella dormía plácidamente aun con las cámaras escondidas que tenía. Él estaba enfermo. Él estaba obsesionado. Él era su acosador y ella ni siquiera lo imaginaba.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD