Capítulo 3

4061 Words
Nunca me consideré una persona envidiosa, es decir, siempre creí tener lo que merezco sea peor de lo que tienen algunos, o mejor de lo que a otros; en resumidas cuentas creo en el karma, así que si a mis amigas algo bueno les sucedía, o estaban en una buena racha en algún momento de su vida, en lugar de sentir enojo o envidia, me daba más fe. Hoy me temo que soy una de esas muchachas envidiosas que miran recelosas a sus amigas, hoy quisiera ser cualquier otra persona, e intentar olvidar lo sucedido con Jesse Darcy. Ayer por la tarde, cuando Jesse me “salvó” de Nick, me hizo prometerle que esperaría por él, y por supuesto no lo hice; imaginar a Darcy volver, me provocó un escalofrío por todo el cuerpo; por supuesto que verlo, después de cómo se comportó, forzándome a irme con él, me hizo entender por un momento lo letal que podría llegar a ser. Me fui a casa caminando, mis pies se hincharon del largo recorrido por el que tuve que pasar, pero solo tenía en mi cabeza no sólo el rostro amenazante de Nicolás, sino también la mirada acechante de Jesse. Todo el fin de semana parecía como si yo no estuviese en realidad allí, ideándomelas para no tener que hablar con nadie en casa, ni fuera de ella. — ¡Emma! ¡Ya es tarde! — Escuché el gritito de Adam desde la planta baja, rodé los ojos, todas las mañanas es lo mismo, aun cuando el sol no ha salido, el madrugador de Adam ya ha despertado, y su mejor oficio a estas horas de la es molestarme a mí. — ¡Ya voy! — Grité en voz ronca, miré el reloj de pared, dándome cuenta en segundos de que es más tarde de lo que calculé. Histérica me levanté de la cama tomando dos toallas de la repisa del baño. Me bañé lo más apresurada que pude, ni siquiera me tomé la molestia de checar si me quité bien el enjuague del cabello. — ¡Emma, suficiente! — Gritó Adam de nuevo. — ¡¿No vas a ir?! — ¿¡Dije o no dije que ya iba?! — Grité haciendo puños con mis manos y sintiendo el frío suelo de Febrero, aun cuando ya no estamos ni enero ni diciembre, el gélido clima en mi ciudad aun es abrazador, y más por las mañanas y noches. — Cuando quieras, Emma, tenemos muchísimo tiempo, ¿Quieres té?— Dijo Adam en un tono causal. Este hombre tiene un problema con la puntualidad. Nadie, ni siquiera mamá le dan crédito por ello. El problema no es que sea tan puntual, sino el hecho de que quiere que todos seamos igual de diligentes. — Si te pagaran por ser sarcástico morirías en tu montaña de dinero — Susurré cruzada en brazos. — Por otro lado, si te pagaran por decir cosas inteligentes, tendrías que vivir en casa con mamá por siempre, cosa que posiblemente harás. — Sí niñita. — Con su dedo índice tocó mi nariz tirándome de loca. — Esperaré a mi tía afuera, hermanito. — Concluí nuestra conversación— Sé que me perdonas. — Él rodó los ojos con una sonrisa sin dientes, pero juguetona. Salí de la casa en un salto con mejor humor del que amanecí, a veces pelear con mi hermano es reconciliador en días malos, como posiblemente lo será hoy, de tener que ver a Jesse. — ¡Recuerda que Andrea vuelve esta noche! ¡Llega a cenar temprano! — Gritó mamá desde adentro de la casa. Andrea, es como Sofía pero en una versión joven. De las hermanas ella es la menor. Tiene 12 años. — ¡Buenos días! — Me saludó Mara animada. Al parecer suena cómo un buen día para ella también. — ¿Por qué nos esperas aquí afuera? Hace un tremendo frío. — Hola tía ¿Cómo está? — Saludé alegremente recargando más mi mochila sobre mi hombro. Los lunes uso más libros de los normales y mi espalda no lo agradece. — Anda, entra, ¡Es tarde! — Me apresuré a entrar al auto n***o y mi tía manejó en silencio, pero con una velocidad no permitida dentro de la ciudad. Rogué para que un tránsito nos detuviese para así faltar, y no tener que lidiar con Jesse, pero con los casi cien kilómetros por hora de Mara, y evitando el tráfico, no tardamos en llegar. Suspiré resignada. — Tía, creo que también puedo irme sola hoy — Sonreí — Ayer me di cuenta que la casa está demasiado cerca de la preparatoria. –Mentí con descaro. — No es verdad. — Me descubrió. — Está hasta lejos. — Me sirve la caminata Tía. — La detuve antes de que continuase. — Nos vemos mañana — Besé su mejilla y Angie se quedó en silencio. Salí del auto tomando mi mochila, aun nerviosa de lo que sucederá hoy. Entré a la dichosa preparatoria observando todo el lugar, no encontrando rastros de Darcy, cerré mis ojos con fuerza más tranquila — ¡Emma! — Gritaron detrás de mí, no tardé en exagerar mi sorpresa y pegar un brinco de película de terror. — ¡Dios! ¡Alisa! Mejor hubieras golpeado mi rostro con toda tu fuerza. — Afirmé poniendo mi mano sobre el pecho para sopesar el latido de mi corazón — Oye, luces como un zombi ¿Todo bien? — Preguntó alarmada. — No. Todo mal. — Murmuré, ella me miró esperando a que le dé una explicación. — Tuve una mala noche. — Lo bueno de Alisa, más que todo, es que a ella puedo decirle hasta el más ínfimo detalle de mi vida. Lo extraño fue que no me nació platicar con ella lo que sucedió la tarde del viernes. — Tienes cara de eso — Habló examinándome de arriba abajo con la mirada. — ¿Cómo está tu hermana? — Hoy tengo más clases de las comunes ¿Y tú? — Cambié de tema, ella me miró sabiendo lo que hago. — Y ahora mismo tengo historia, ¿Y tú? — ¡Historia! — Sonrió optimista, comprendiendo que Sofía no es tema — Con... Lozano ¿Y tú? — De la vega. — Fruncí el ceño, ella suspiró encogiéndose en hombros. — Nos vemos más tarde. Ni modo. — Sí, nos encontramos en tu casillero — Gritó aún a lo lejos. — ¡Nos vemos Ali! — Sonreí y finalmente me dirigí al aula de siempre. Nada pasó fuera de lo normal esa clase, hablamos sobre la historia del país, y debatimos acerca del malinchismo por parte de algunos alumnos que se la pasan insultando a nuestro país, denominándolo como el peor, y sin ser suficiente, defendiendo a otros. Por supuesto, yo estoy del lado del que defiende a mi país, pero por parte del profesor, a quien considero una persona fría e insufrible, está con los demás. Después de esa acalorada discusión apunté un par de tareas que De la Vega nos dejó para la próxima clase. — Hola — Escuché un susurro detrás de mí. Ansié no ver a Jesse, pero conociendo mi mala suerte no dudé que se tratase de él. Me giré temblando un poco, esperando ver sus ojos...Pero no. — Hola — Un chico rubio y con ojos carbón, profundos y temerosos me contempló con seriedad después de que lo saludé de vuelta. Agitando su lápiz de un lado a otro, me miró fijamente, su piel puede confundirse con la nieve y su sonrisa es espeluznante. Usa una camisa negra y es lo único que puedo ver por encima de nuestras bancas. — ¿Cómo estás? — Me quedé en silencio, me habla como si me conociera de toda la vida, su voz es suave, y lenta. — Muy bien Él sonrió y asintió lentamente, esa fue como una señal para mí, diciéndome sin palabras un: " ya puedes girarte". — Parece que no dormiste bien Ese muchacho de ojos carbonizados, respiró cerca de mi oído provocando mi estremecimiento. Volteé a verlo. — No, no lo hice. —Respondí esta vez un poco irritada. Volví a girarme al frente, pensativa, medité lo que dijo por un momento y me volví a él. — No quiero ser grosera. ¿Nos conocemos? — Hice una mueca. Sus cejas se alzaron al cielo, y frunció el ceño con naturalidad, negó con la cabeza. — Soy Evan Salvador. — Se presentó diciendo su nombre. — Te gusta leer ¿Verdad? — Tragué saliva y a toda prisa alejé el libro que tenía en mis manos "100 años de soledad", dentro de mi mochila. — Sí. — Respondí cortamente. — Soy Emma, por cierto. — Le extendí la mano, pero a él pareció no importarle, pues se dedicó a mirarme a los ojos únicamente. — Me agrada conocerte Emma. — Noté burla en sus ojos, por lo cual me quise alejar – ¿Sabes? Yo iba a ser el presidente de sociedad de alumnos. Pero parece que Jesse se me adelantó. — Lo lamento. –Respondí sintiendo esta como la conversación más extraña que he tenido, suspiré y sonreí. –Mmm…pues mucho gusto Evan. — Susurré para luego girarme y no verme en la necesidad de hablar de nuevo con él. El timbre me salvó de seguir una escalofriante conversación con Evan Salvador. Respiré cómodamente cuando finalmente hui de aquel frío salón. Y por primera vez en todo el día, vi a Jesse Darcy mirarme fijamente. Miré su ropa, sus zapatos lustres, su peinado perfecto, su mirada arrogante. Lo vi fijo, y pude notar como ignoró la conversación que entablaba con no sé quién y se dirigió a mí. Lo vi como en cámara lenta, él me siguió mirando hasta llegar a mi lado y pasar de mí, ignorándome totalmente. No pude evitar sentir una punzada de adrenalina que se convirtió en alivio. Estuve así de cerca de chocar hombro con hombro con Darcy. Suspiré esta vez más serena y cerré mi casillero. Definitivamente Jesse Darcy forma parte de mi pasado. Y definitivamente moriré con la duda del qué sucedió entre Jesse y Nick a quien por cierto no he visto el día de hoy. Todo el día se pasó muy rápido y aburrido, de aquellos días en los que lo único que quieres es llegar a tu casa y arrastrarte a la cama, o estoy a tal grado, en el que me parecería más interesante hacer tareas que estar aquí ansiosa por cualquier cosa, si no es Jesse, y tampoco Nick, ahora también es Evan quien me pone los nervios de punta. Llegué a mi casillero dispuesta dejar mis libros y sentí a las personas alejarse, me quedé retrasada un par de minutos aquí y con una alarmante rapidez el pasillo quedó desierto. Me miré en el espejo que tengo colgado dentro del casillero, dejé un par de libros que no necesito mañana y cerré, salté de sorpresa cuando miré a Jesse apoyado sobre su hombro, detrás de mi casillero. — ¡Jesse! — Grité con fuerza a la hora de decirlo, me alejé un par de pasos intentando evitarlo, pero él no cedió y se acercó a mí un poco más. — ¿Te diste cuenta? No me esperaste Murmuró sonriendo lentamente y pasó la mano sobre su cabello. Noté que su sonrisa no llegó a sus ojos, como una sonrisa sarcástica que oculta coraje. — Sí Olvidé que tenía apuro… — Susurré poniendo mi mano sobre mi codo nerviosa y asustada. — ¿Para qué? — Preguntó beligerante. — ¿Tenías algo mejor que hacer que explicarme a mí o a las autoridades quién es ese salvaje? — Claro que si lo dices así yo... — Él me interrumpió, ¿Es que está exagerando o sólo soy yo? De verdad quise reírme de nervios, pero mantuve la compostura. — Hiciste una promesa. — Me miró fijo — Lo complicaste todo al irte. Quería llevarte a la enfermería, tu brazo no lucía bien, — miró mi brazo, su rostro mostró una ligera preocupación. Hizo una mueca. — De hecho aún no luce bien ¿Te duele? — ¿Qué sucedió con Nick? — Sus ojos se entrecerraron unos instantes. —Está decidido. —Dijo. — Iremos a revisarte eso. —Jesse tomó mi mano con suavidad, y me solté inmediatamente cruzando los brazos con recelo. — ¿Qué le sucedió a Nicolás, Darcy? —Jesse rodó los ojos, y se quedó en silencio; al no verme ceder, como un niño recién regañado respondió. — Lo puse en su lugar. — Jesse se encogió en hombros — De todas maneras, ¿Qué hacías con él? No más que tú. Pensé. — Estábamos hablando y ya. Quizá las cosas se complicaron, pero de cualquier forma ¿Tú que hacías ahí? — Me apresuré en decir. Si tiene algo que reclamarme, yo tengo el doble. Darcy pareció ignorar por completo mi pregunta, pues puso un rostro apacible y una sonrisa suave. — He venido por una explicación — Él se encogió en hombro. — Me extrañó no verte ahí, me alarmó, y más porque estabas alterada, en un estado de tensión Emma, no sabemos cómo puedes reaccionar. Además... —Jesse sonrió como apenado. —No se me olvida que lo prometiste. — Entiendo que tomes muy en serio eso de las promesas, pero lo que no sabes es que cruce los dedos — Le guiñé el ojo intentando sonar graciosa aunque fallé, al verlo tan serio. — Emma… Tienes que ir a la enfermería. — Jesse me tomó suavemente y miró mi magullado brazo. — ¿Qué sucedió con Nick? — insistí sobre el tema. — Nick tomará distancia, es lo único que importa. — Respondió gélido. —No deberías dejar que nadie te agreda Emma, verbal o físicamente. — ¿Te crees muy listo? ¿Crees que diciendo eso automáticamente te libras de darme la explicación que necesito? — me crucé en brazos con una sonrisa fría. — Sí, y no. De todas maneras más adelante te diré, ahora no ¿Nos vamos? — Me tomó de la mano y casi me arrastró al estacionamiento frente a un auto plateado, me abrió la puerta, y entré, esperé a que él lo hiciera. — ¿Y dónde vamos? — Pregunté frunciendo el ceño. — ¿Y me lo preguntas ya cuando estamos dentro del auto? — Jesse alzó una ceja, así que le fruncí el ceño. Él rodó los ojos. — A un hospital. — N—no, podemos ir a la enfermería — Dije señalando a la preparatoria. — “N—no” –Me imitó burlón. — No podemos. — Afirmó seriamente. — No te atenderán bien ahí, por lo menos no como lo harán en un hospital. — ¿Y quién sí podría atenderme bien? — Reí por su exageración, es decir, llevamos tan poco tiempo conociéndonos y se está comportando como si fuera mi padre. — En la enfermería me dan antibiótico y fin del problema, es un moretón. Ay, ¿Sabes qué? Olvídalo. Haces oídos sordos. —Él asintió con la cabeza y salimos en dirección a un hospital privado que probablemente no puedo costearme. — Con la Señora Valverde — Murmuró Jesse dejándole una tarjeta a la recepcionista, la cual ella miró y asintió con la cabeza alzando una ceja. — Pasen. — Indicó la enfermera en turno en recepción. Jesse asintió y tomó mi mano suavemente. Jesse me guio entre los pasillos hasta un consultorio en el segundo piso, efectivamente, en la placa de la puerta, el nombre de "Alexa Valverde" está plasmado. — Alexa, ¿Cómo le va? — Jesse saludó de beso a la mujer, indicándome que la conoce de hace tiempo. — Jesse Darcy. ¿Por qué siempre siento que estás en problemas? — Pidió saber la mujer de cincuenta y pocos años. — Se trata de Emma Lacosku... — Él me atrajo más cerca y remangó la sudadera dándole vista a mi brazo amoratado. Noté que al decir Jesse mi nombre, la mujer alzó las cejas al cielo. — ¿Quién te hizo eso niña? — Fruncí el ceño notando más gravedad en mi brazo del que le tomé, está teñido de morado, y tiene pequeños tintes verde claro. — Nadie, en realidad — Murmuré y los dos me miraron frunciendo el ceño, Jesse como asesinándome — Un tipo. Pero al parecer tomará distancia. — Pues ya estaría de más que no. — La sorpresa de la mujer no tardó en darse paso, y miró a Jesse con los ojos entrecerrados. — Bien. — Suspiró ella negando con la cabeza. — Veremos si hay fractura — La señora Valverde se acercó y apretó ligeramente mi brazo — ¿Esto te duele? — Me preguntó observando a mi brazo, fijé mis ojos en Jesse. Negué con la cabeza simplemente una vez ella hizo esa pregunta. — No en realidad — Alexa sonrió y ejerció un poco más de fuerza, sentí un dolor agudo sobre todo el brazo, no sólo el área afectada. — ¿Y si hago esto? — Hice una mueca y fruncí el ceño, noté como Jesse, quien está cruzado en brazos observando la escena, también está frunciendo el ceño. — Puede que eso duela. — Dije con dificultad, Alexa asintió lentamente y se alejó de mí. Suspiré, aliviada por el hecho. — Es un esguince ligero, nada de qué preocuparse, te daré analgésico — Asentí tranquila, por fin. Pensé en que una enfermera me habría dicho algo similar. — Gracias — Extendí la mano para que me dé una píldora o agua, lo que venga primero. — ¿Qué? — Sonrió la doctora, confundida — No pensarás que te lo daré en pastilla, aun eres menor de edad. Será inyectado — No...Esa, esa no... Esa no es buena idea Susurré retrocediendo lentamente y miré por el rabillo de mi hombro a un Jesse seguro de sí mismo y cruzado en brazos divertido por mi reacción. — Recuéstate — Miré la aguja. Todo se puso color n***o al momento. A mi favor, tengo que decir, que mi miedo a las agujas tiene orígenes de cuando era una niña. Solo diré que había mucha sangre en el lugar y una enfermera sin experiencia. Abrí los ojos lentamente y miré al techo, parpadeé lenta y pausadamente intentando recordar donde estoy, no es mi habitación, naturalmente. Por supuesto. Estoy en un hospital, Jesse Darcy me llevó. Me levanté y sentí todo mi peso sobre mi cabeza, apoyé mi espalda sobre el respaldo de la camilla. Miré la habitación. Una ventana.... Un sillón... un Jesse... Una puerta.... Esperen. ¿Qué? ¡Un Jesse! Esta apoyado enseguida de la puerta cruzado en brazos y mirándome fijamente, sus músculos se reflejan gracias a su camisa blanca pegada y sus pantalones de mezclilla lo hacen lucir más que bien. — De vuelta al mundo. — Me sonrió — ¿Siempre eres problemática? — Oh, no es verdad. — Puse mi mano sobre mi frente. — Yo me desmayé, ¿Qué no? — Oh sí. — Su voz refleja que había esperado decírmelo todo el tiempo que estuve dormida. — Tuve que cargarte hasta una camilla — Tragué saliva y me sonrojé. Ay, no puede ser cierto. — ¿Me inyectaron? — El asintió con la cabeza — ¿En el glúteo? — Dije por no decir trasero y el asintió de nuevo — ¿Y lo ? — Si te refieres a que si vi tu trasero, sí, sí lo vi. — Abrí los ojos y la boca al mismo tiempo. — ¡Mentira! ¡Mentira! — Se acercó riéndose en voz alta — ¡Tu cara! — Que gracioso eres... — Susurré y cerré los ojos sintiendo el aire en mis pulmones de nuevo. — ¿Cómo te sientes? ¿Quieres agua? — Lo miré fijamente, sus ojos reflejan preocupación, a mi parecer, desmedida para el tiempo que llevamos conociéndonos. — ¿Por qué cuidas de mí de esta manera? — Pregunté lentamente. — Yo no cuido de ti — Noté vergüenza en sus ojos. — Sí lo haces — Susurré asintiendo con la cabeza. — Tenías que ir a entrenar. Me enteré de que entraste al equipo de soccer. Siempre das de que hablar Jesse Darcy. — Igual que tú Emma Lacosku. — Sonrió con sus dientes blancos — Me enteré de que entraste…. a ¿Artesanías?— Sonreí ampliamente, esa no es noticia. — ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué cuidarme? — Volví al tema inicial, él rodó los ojos. — Lo haría por cualquiera — Dijo al instante y dio otro paso cerca de mí — No estoy muy segura. — Susurré y se sentó junto a mí en la camilla poniendo sus brazos a mis costados, acorralándome. — Ni yo. — Murmuró con sus ojos ardiendo hacia mí y su nariz casi rosando la mía. — ¡¡Emma!! ¡Dios! ¿Fue ayer? ¿Y dónde demonios estaba yo?— Los dos cerramos los ojos con fuerza y él retrocedió. La voz chillona de Alisa se acercó a toda prisa, la amiga preocupada que todos tenemos. — ¡Jesse Darcy! — Escuché un pequeño fallo en la voz de Alisa haciéndola sonar aguda — Hola.... ¿Qué? Tú... Tú... Hola Jesse. ¿Por qué estás con Emma? — Hola... — Jesse intentó recordar su nombre — Hola linda. — Soy Alisa. — Dijo cruzada en brazos — Y ya puedes irte. — Muy bien, ahora Alisa va a odiar a Jesse por el resto de su vida por no recordar su nombre. — Solo me iré si ella me lo pide. — Dijo Jesse tranquilamente sin dejar de mirar a mi mejor amiga. — Emma, solo vine a decirte que tu familia no está enterada y no hay nada de qué preocuparse. Así que se quedan solos ¿Vale? — Miré fijo a Jesse y él sonrió con suficiencia — Perfecto. — Se apresuró en decir el muchacho, antes de que siquiera pudiera articular algo yo. — Adiós. Alisa se fue posiblemente hecha una furia, dejándonos solos de nuevo — ¿Y qué hora es? — Pregunté bostezando. — Las... — Jesse miró su reloj con los ojos entrecerrados — 4:10 de la tarde — ¡¡No es cierto!! — Grité — Tienes razón, no es cierto, son las 4:11. — ¡Por dios Jesse! ¡¿En serio?!— Me levanté a toda prisa y tomé mis zapatos — Lo siento — Sonrió amablemente, como es característico de él. Comencé por abrocharme las cintas, y acomodé mi cabellera porque Dios y yo sabemos que aun si duermo sólo dos minutos mi cabello se convierte en un nido. — Yo lo siento, es que hoy tenía que llegar temprano a cenar y... Solo... — ¿Quieres que te lleve? — Preguntó como la mejor idea del mundo. — ¿Eres mi héroe o algo así? — Me reí y corrí al pasillo llevándome a él de la mano. Se quedó callado un par de segundos, y ambos reímos cuando una enfermera nos regañó por correr a esa prisa en un hospital. — ¡Lo seré siempre que quieras! — Gritó al cabo de unos segundos, aun corriendo detrás de mí, sonreí de oreja a oreja. Subimos al auto a toda prisa, y él aceleró. — Es a la siguiente calle, por la izquierda. — Ya lo sé. — Murmuró manejando. Fruncí el ceño y clave mis ojos en él. Muy bien démosle otra oportunidad. Él siguió manejando en silencio por unos minutos en línea recta. — Ahora si quieres toma está calle. — Dije una calle que no corresponde al camino de mi casa. — No, por ahí no, tardaré más en llegar. — Dijo en voz baja haciendo una mueca. Es imposible. — ¿Cómo sabes donde vivo, Jesse? — Pregunté rechinando los dientes. — No... — Jesse se calló a sí mismo. — Verás Emma. — ¿Quién eres? Sabía que no podrías ser así de amable porque sí. — Dije intentando abrir, tiene el seguro para niños. — ¿Quieres...? ¿Quieres tranquilizarte por un momento? — Dijo riendo. — Conozco tu dirección, sí, pero la sé porque viene en la información que diste para las camisetas, ¿Recuerdas? Efectivamente, puse mi dirección ahí, puesto que nos serán entregadas a cada quien en su casa. — Lo siento... Tener un acosador puede enloquecerte. — No tienes por qué preocuparte. — Dijo risueño. — Eventualmente te ibas a dar cuenta de que sé dónde vives, y no es porque te acose ni nada, había pensado en visitarte de hace días. — Llegamos a casa, y Jesse aparcó frente al jardín. Nos quedamos en silencio unos segundos. — Entonces Adiós.... — Susurré — Y gracias por... Demonios, por todo. — Los dos reímos en voz baja, y volvimos a un silencio aún más incómodo. — De nada... — Lo miré esperando a que dijese algo pero nada dijo una palabra, y esa fue mi señal para salir. Jesse salió del auto para abrirme la puerta, algo apresurado. Cuando salí noté su pecho subir y bajar con rapidez, más aun, noté que el mío está igual. Ambos sonreímos ¿Por que nos sentimos así de nerviosos? — Entonces, Bien... Ahora sí adiós — Por fin pude alejarme de él. No sé porque me resulta tan intimidante y el estar con él me provoca nerviosismo y temblor en mis rodillas Escuché sus pasos correr con rapidez, y de pronto él está justo frente a mí obstruyendo la puerta de entrada, muy cerca de mí, está observándome con detenimiento. — ¿Olvidé algo? — Él siguió respirando agitadamente más no dijo nada, después de acercarse a mí evadiendo mi espacio personal, habló: — Quiero entrar a tu casa Susurró y me saco el aliento.
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