La traición. 3

3681 Words
Esa noche solo sería ella bailando con su cuerpo, sin telas, sin aros, solo sus caderas ondulando de un lado a otro mientras trataba de olvidarse de lo que vio horas antes, olvidar los motivos por los que termino convirtiéndose en una bailarina del club nocturno más lujoso de todo Portland, el baile era tan importante para ella como los estudios de enfermería y estaba convencida de que eso no le quitaba ningún mérito a lo excelente estudiante que era, pero la sociedad de doble moral en la que vivía no le iba a perdonar jamás ser sobresaliente en la universidad y bailar con ropa sensual por las noches, como su madre le dijo cuándo le pidió inscribirla en una academia de baile, las bailarinas eras monos de circo que no tenían la inteligencia suficiente para tener una carrera universitaria y ella no debía centrarse solo en eso. Con su segunda pista se animó a bajar del escenario y paso entre las mesas bailando, si bien despertó a toda la seguridad, la verdad es que muy rara vez uno de esos hombres se ponía loco e intentaba sobrepasarse con alguna de las bailarinas porque eso significaría ser vetado definitivamente de aquel local, aunque habían unas cuantas bailarinas que si se dejaban tocar por más dinero, pero Edneris no, la luz estaba puesta sobre ella así como las miradas de todos aquellos hombres de vestuarios elegantes y uno que otro religioso por ahí oculto, besos a los dorsos de sus manos, besos al aire y suspiros robados fue lo que despertó esa noche porque estaba brillando de una forma que hipnotizaba e incluso embrutecía. – Creo que terminar con su novio le sentó muy bien. – comento Juan que estaba embobado con el espectáculo también. – No digas eso, ella estaba muy enamorada de Isaac y ahora ese pendejo le ha roto el corazón. – Alice le pego un codazo. – Tiene tantos hombres a sus pies en este lugar que no debería llorar por ese tonto. – dijo Sonia que estaba secando los vasos. – ¡Ay carajo! – Alice se cubrió la boca – ¡Mierda es el suegro de Edneris! – se espantó viendo que Owen acababa de entrar y caminaba hacia la barra. – ¿Ese es el padre de Isaac? – Juan abrió los ojos de forma exagerada asombrado por lo buen mozo que era. – Buenas noches, que sorpresa encontrarte aquí Alice. – fijo sus ojos en ella. – Buenas noches señor Thompson ¿Qué gusta que le prepare? – pregunto sonriente tratando de mantener la calma. – Un whisky en las rocas por favor... – subió al taburete – Así que es aquí donde trabaja Edneris. – vio como todos los bar-tender se pusieron nerviosos. – Si, pero en estos momentos esta atrás en la cocina ayudando con el inventario. – respondió Alice sirviendo el trago. – Es una pena, me hubiese encantado verla en su trabajo ya que la encontré de casualidad. – ella nunca dio el nombre del lugar, solo era un bar de lujo. – Bueno, quizás podría volver este club su lugar favorito. – Sonia asintió muy sonriente. – Quizás sí, tiene un buen ambiente... – llevo el vaso a sus labios y se dio la vuelta hacia el escenario – Carguen la bebida a la cuenta "OTH 35" letras en mayúsculas y con números. – bajo del taburete y se perdió entre la oscuridad. – ¡Es un cliente con tarjeta Black VIP! – dijo Joseph que la había buscado al instante. Edneris estaba ajena a todo lo que acababa de pasar porque estaba centrada en hacer un buen espectáculo, al terminar su acto fue llamada por Coral que le entrego una botella del mejor champagne que el club manejaba, el más caro también. – Tienes un privado. – dijo la mujer muy sonriente. – ¿Qué tiene este privado para que estés así de sonriente? – pregunto extrañada porque no solía tener esa sonrisa. – Que el hombre al que le vas a bailar te pidió por dos horas, pidió la mejor champagne y pago veinte mil dólares solo por ser el primero al que tu fueras a bailarle. – con las palabras de la mujer casi se le cae la botella de las manos. – ¿Me estas jodiendo? – Edneris no le creyó mucho sobre el dinero. – No querida, anda sube que no lo puedes hacer esperar a ese hombre porque es quien te ha hecho la noche entera. – la tomo del brazo apurándola. – ¿Esta arriba? – se detuvo. – ¡Si! – Coral asintió efusivamente – ¡Anda ya, que la propina que te dé será completamente tuya! – la volvió a empujar. Edneris subió las gradas en forma de caracol a los palcos donde ya la estaba esperando Gabriel, el hombre la llevo al espacio privado donde ya la estaban esperando, pero nunca se imaginó que al entrar todos sus miedos de ser descubierta se apoderarían de ella al ver a Owen sentado en medio del largo sofá en forma de U con su mesa en el centro adornada con copas de bases doradas, sintió un frio aire chocar en su nuca cuando él poso sus ojos en ella. – Buenas noches. – saludo Owen al verla echa una piedra en la entrada. – Buenas noches... – Edneris aclaro su garganta tratando de conservar la calma – El mejor champagne para usted será servida por mi mano esta noche. – camino hacia la mesita dejando ver sus blancas piernas entre las rajaduras del traje. – Si es servida de su mano será como beber el néctar de los dioses. – Owen ladeo su cabeza sin apartar los ojos de ella. – Me alaga mucho señor... – alzo una ceja mientras le quitaba los seguros a la botella. – Owen Thompson. – se inclinó hacia adelante dándole vuelta a una de las copas. – Señor Thompson... – destapo la botella haciendo que sonara como si fuera un disparo – Espero que ya haya escogido las canciones que desea que yo baile para usted esta noche, ha pagado dos horas conmigo. – había aprendido a servir licor de una forma más original que solo verter la botella. – Me gustaría que fueras tu quien las escogieras, que bailaras las canciones con las que más cómoda te sientas. – se dio cuenta de que las pequeñas manos de la mujer temblaban ligeramente. – Espero no decepcionarlo con mi elección. – metió la botella en el hielo y extendió la copa hacia él. – Siempre has tenido buenos gustos musicales Edneris. – se hizo un largo silencio entre ambos mientras ella entraba en pánico. – ¿Disculpe? – ladeo la cabeza fingiendo confusión. – ¿Vamos a fingir no conocernos? – se recostó en el sofá – ¿Vamos a fingir que la foto que me enviaste no paso? ¿Vamos a fingir que no deje mi trabajo a medias para venir a buscarte? – alzo una ceja viéndola con seriedad. – ¿Hace cuánto lo sabes? – los ojos se le cristalizaron imaginando lo peor. – ¿Eso importa? – movió su cabeza indicándole que se sentara – Admiro el valor que has tenido de presentarte a trabajar después de lo que paso, yo quizás estaría en mi casa llorando mientras me ahogo con licor. – la vio sentarse. – No todos podemos darnos el lujo de suspender el trabajo por un evento de esa magnitud. – respondió Edneris con la cabeza gacha. – Me gustaría que te quites el velo y me veas a la cara cuando te hablo. – pidió manteniendo su seriedad. – Ya no tengo relación con Isaac y no pienso volver con él, creo que no hace falta que me humilles por mi trabajo. – siguió sin levantar el rostro. Owen le dio un trago al licor antes de dejar la copa sobre la mesita y se levantó para acercarse a Edneris, ella le alcanzo a ver de reojo e intento alejarse, pero fue agarrada por el brazo y sentada nuevamente mientras el hombre le tomaba la barbilla con firmeza haciendo que levantara la cabeza. – No vine a reclamarte nada, vine a exigirte que vengas conmigo... – clavo sus ojos verdes en los miel inundados de lágrimas – Si tu temor es perder el dinero que ganas en una noche dime cuanto es y yo te lo entrego, en efectivo o a tu cuenta bancaria, no importa, pero esta misma noche dejas de trabajar en este lugar. – le quito el velo. – Tengo que ir a cambiarme. – susurro intimidada. – Vamos, levántate. – se puso en pie y le agarro la mano con firmeza. Salió del privado sin soltarla y camino a paso ligero por el largo pasillo ignorando los cuestionamientos de Gabriel que pensó que Edneris tenía problemas, llegaron a bajo y Owen parecía conocer muy bien el lugar ya que fue directo a la oficina de Coral, las luces de neón azul hicieron que ambos pasaran desapercibidos y que solo fuesen vistos por los bar-tender que se quedaron con las bocas abiertas de ver la escena, sobre todo Alice. – ¿Qué paso? – pregunto Coral sorprendida de verlos entrar a su oficina. – Edneris termina su noche. – dijo Owen todavía sin soltarle la mano. – ¿Se conocen? – pregunto la mujer viendo a Edneris cabizbaja sin el velo, por primera vez avergonzada e incómoda con la ropa que tenía puesta. – Es mi nuera. – respondió soltando la mano de ella para buscar algo en el bolsillo interno del blazer que llevaba puesto. – ¡Uy! – llevo una mano a su boca – Si ella quiere irse puede hacerlo, esta es toda tu ganancia del primer baile al público y solo que vaya a quitarse el traje. – tomo un sobre y se lo entrego a ella. – Gracias. – susurro tomándolo con pena. – ¿Cuánto costo el traje? – pregunto Owen. – Setecientos dólares. – respondió Coral viéndolo escribir un cheque. – Se queda con el traje, mil dólares y puedes cobrarlo cuando quieras. – arranco el cheque y se lo entregó a la mujer. Tomo el brazo de Edneris para llevarla afuera e ir a buscar sus cosas, entraron al camerino y sin dejarla hacer nada recogió todo, su ropa, su mochila con los útiles de la universidad y hasta sus zapatos, por la forma en que estaba tomando todo parecía estar enojado. – Permíteme que me cambie, no puedo salir a la calle vestida de esta forma. – dijo con voz apagada. – No quiero que pases un minuto más en este lugar, en el auto tengo una gabardina, puedes cubrirte con ella. – le volvió a tomar la mano para sacarla del camerino. – Me pondré los zapatos. – trato de detenerlo dejando de caminar, pero Owen tenía la fuerza suficiente como para arrastrarla. – ¡Quiero sacarte de aquí ya! – se agacho y la cargo para salir del lugar por la puerta trasera sin más contratiempos. Dio la vuelta al club hasta el estacionamiento y abrió la puerta del lado del copiloto sentando a Edneris en el asiento, dejo las cosas sobre sus piernas y cerró la puerta con fuerza haciendo que ella se sobresaltara, el hombre había sido como una figura paterna para Edneris a pesar de que solo los separaban once años y por eso es que se había dejado llevar de esa manera, se sentia como si hubiera sido su propio padre el que la descubrió y que en esos momentos solo la estaba llevando a casa para gritarle a todo pulmón lo que estaba haciendo mal, para recriminarle lo decepcionado que estaba de ella. Mientras iban en la carretera el auto iba en completo silencio mortificando mucho más a Edneris quien no pudo mantener la calma y comenzó a llorar abrumada, Owen no movió su cabeza, pero si la vio de reojo encogida en si misma mientras lloraba en silencio y el corazón se le estrujo un poco ya que seguramente la había asustado con todo lo que hizo, pasaron a un lugar de comida rápida que tenía el servicio de pedir desde el auto; dos hamburguesas grandes, papas fritas, Nuggets de pollo y pastelitos de manzana, al recibir la orden Owen condujo directo a su apartamento en el centro de Portland. – ¿Isaac esta en tu apartamento? – pregunto Edneris mientras se ponía los zapatos. – No y me disculpo por no tener tus cosas, no dejo que Jake entrara al apartamento por ellas. – dijo mientras giraba el volante para entrar al estacionamiento subterráneo. – Alice me ofreció su apartamento para pasar la noche con ella. – tomo la gabardina que él le dio. – Cuando estemos arriba le mandas un mensaje agradeciéndole por su amabilidad. – tomo las bolsas de comida y salió rápido del auto. – Yo puedo sola, gracias. – Edneris no lo dejo tomar su mochila. – Cúbrete bien, no quiero que te vayas a resfriar con esa ropa. – la ayudo a ponerse la gabardina cuando ella salió del auto. Caminaron hacia el elevador y subieron al primero que llego abajo, Edneris se quedó en una esquina abrazando su mochila y bajo la cabeza cuando las puertas se abrieron en la recepción del edificio, una anciana de expresión rígida subió con ellos clavando su mirada directamente en Edneris. – Este lugar es de personas decentes. – dijo la mujer viéndola de pies a cabeza. – Y de personas que no se meten en la vida de los demás también. – respondió Owen tomándola de la cintura para dejarla a su lado. – Como extraño mis tiempos, todas eran recatadas. – la anciana les vio con más molestia. – Imagino que los dinosaurios no tenían mucho que lucir. – Owen ni se molestó en voltear hacia la viejita. – ¡Owen por favor! – Edneris levanto la cabeza. – Bola de gente libidinosa, pervertidos pecadores lujuriosos, no pueden vivir en comunión con Dios, todos están llevados por el diablo. – la viejita comenzó a renegar y salió del elevador en su piso. – Para la próxima orgia le enviare una invitación, estoy seguro que se le quitara esa amargura. – con las palabras del hombre la viejita se detuvo en seco y se dio la vuelta. Por suerte las puertas se cerraron antes de que la escucharan maldecirlos por atrevidos y falta de respeto, Edneris levanto la cabeza juzgando al hombre con su mirada porque no imagino que fuera así de problemático. – Te pasaste. – comento cuando él la vio. – De alguna manera me tenía que desquitar que esa viejita me haya robado unos paquetes del correo, apenas puede caminar, pero es más metida que las tangas brasileras. – con su respuesta consiguió sacarle una risa a ella. – Eres tremendo. – bajo la cabeza y sintió como su cuerpo era pegado al del hombre. – No tienes idea de cuan tremendo puedo llegar a ser. – susurro sobre su oreja viendo como la piel de Edneris se ponía porosa. Las puertas del elevador volvieron a abrirse, esta vez en el piso al que iban, solo habían tres puertas en aquel largo pasillo y la del lado derecho le pertenecía a Owen que muy sigilosamente saco sus llaves para abrirla, pero por más silencioso que intento ser la vecina de enfrente abrió su puerta asomando la cabeza entre ella y después saliendo mientras acomodaba sus lentes cuadrados. – Buenas noches Owen ¿No gustas pasar a cenar conmigo? – dijo mientras descubría un poco más su bata. – No gracias. – respondió sin voltear a verla. – ¿Quién es ella? – la mujer noto la presencia de Edneris. – Una mujer... – él abrió la puerta dejando que ella entrara primero – Buenas noches. – se apresuró a cerrar la puerta. – Todo un señor don Juan. – comento Edneris mientras veía todo el apartamento ya iluminado. – En este edificio hay tantas mujeres que me invitan a comer y la que yo deseo que lo haga me mantiene alejado... – dijo pasando a su lado mientras la veía – Ponte cómoda y siéntete como en tu casa. – llevo la comida a la cocina. – Una de tus casas era mi casa. – ella dejo su mochila en el suelo junto a la puerta. – Si vieras mi casa de vacaciones estoy seguro que te encantaría, no se compara con nada a esta caja de fósforos que estoy loco por vender. – se acercó a Edneris para ayudarla a quitarle la gabardina. – ¿Vendiste tu apartamento de lujo? – se relajó un poco sintiendo que estaba segura. – No, tenía ganas de algo más estable sin vecinos entrometidos y pude comprar una bonita casa en la residencial Bella Vista... – la tomo del brazo para llevarla a su cuarto – De ante mano te pido disculpas por no tener algo decente, pero supongo que querrás darte un baño y puedes usar esta ropa, está completamente limpia. – le dio una de sus pijamas. Edneris asintió y tomo la ropa porque se sentia mal mostrándose en esas fachas frente al hombre que una vez le abrió las puertas de su casa porque salía con su hijo, pero ahora le estaba dando albergue tras la infidelidad, entro a la ducha y se dio un baño largo, por suerte cargaba con un pequeño bote de desmaquillante en su cosmetiquera o de lo contrario hubiese parecido una lunática con toda la sombra corrida por el agua, estando en la ducha se cuestionó como es que había dejado que todo eso pasara, que el mismo Owen hubiese ido a su trabajo a sacarla y que todavía fuera tan amable que le ofrecía su ropa para que pudiera estar cómoda, no sabía si todo eso era parte de un plan entre padre e hijo o si quería humillarla por descubrir su lugar real de trabajo; al terminar se puso la ropa, aunque hubo un pequeño detalle que esperaba que no ofendiera mucho más al hombre, salió del cuarto caminando por el pasillo con la cautela necesaria para no molestar. – Espero que no te incomode tanto que me quede solo con la camisa, el pantalón no me quedo. – dijo cuando él la vio. – Mientras tu estés cómoda no debes preocuparte por mi... – movió la silla del pequeño comedor – Perdona que no haya una cena digna de ti, pero no tengo nada en este lugar ya que mañana se terminan las remodelaciones de mi casa. – la invito a tomar asiento. – Es más de lo que yo había pensado consumir esta noche... – Edneris tomo asiento – Owen ¿Desde cuándo lo sabes? – pregunto al verlo sentarse a su lado. – ¿Eso importa? – llevo una papa frita a su boca. – A mi si me importa, no todos los días mi ex suegro me encuentra bailando en un club. – bajo la cabeza. – Lo supe desde el primer día en que Isaac nos presentó, en el club tuve la oportunidad de verte sin los velos que usas, no había confusión. – si ella quería escuchar la verdad, se la iba a dar. – ¿Por qué nunca dijiste nada? – pensó en todas las veces que juro trabajar detrás de la barra sirviendo tragos. – Porque si Isaac no se había ganado tu absoluta confianza yo no era nadie para meterme entre ustedes dos... – vio como la barbilla de Edneris tembló antes de que ella rompiera en llanto – ¡Edneris no, por favor no te sientas mal por esto! – sin pensarlo se levantó para consolarla. Intento levantarla, pero Edneris se había quedado encorvada mientras se cubría los ojos llorando a mares porque no solo tenía el corazón hecho pedazos sino también se sentia humillada, había quedado frente a Owen como una mentirosa de primera y quizás era eso lo que más la estaba mortificando ya que él siempre había sido sincero con ella. – ¡Owen perdóname, nunca fue mi idea mantener esta mentira por tanto tiempo, te juro que yo me iba a retirar de todo eso y jamás le fui infiel a Isaac! – él consiguió quitarle las manos del rostro y lo vio de rodillas frente a ella. – Yo no estoy reclamando nada y no soy nadie para juzgarte, yo sé que eres una mujer muy correcta y con los valores bien puestos, el que bailes no quiere decir que seas una prostituta... – llevo los brazos de ella a sus hombros – Fui a traerte porque lo que ha pasado con el imbécil de mi hijo no tiene nombre, engañarte con tu hermana ha sido una canallada y no quería que anduvieras vagando por la calle tu sola, deja de preocuparte por el encuentro en el club, come y mañana con calma hablamos de todo esto. – apenas pudo mantenerse de rodillas cuando ella se dejó caer sobre su cuerpo. Owen la rodeo con sus brazos dejando que Edneris llorara sin consuelo sobre su hombro, había sido una mujer fuerte y quizás todavía seguía impresionada por lo que vio en su cuarto, pero escuchar a Owen hablar de lo que paso fue como si un interruptor se accionara en su cabeza haciéndola entrar en razón, fue recibir una cachetada de su verdadera realidad que desmorono su coraza como si fueran terrones de azúcar que se comenzaban a mojar y lloro sobre el hombro de su suegro hasta que se quedó sin voz porque estuvo callando sus gritos de dolor. Cuando Owen consiguió calmarla la animo a comer, pero Edneris no tenía ganas de probar bocado a pesar de que intentó sobornarla y decidió llevarla a su cuarto para que durmiera un poco, el apartamento solo tenía un dormitorio que esa noche iba a ser ocupado por Edneris mientras que Owen dormiría en el sofá de la sala.
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