La traición. 1

4111 Words
Edneris estaba guardando sus lapiceras en el estuche de pelito gris, las manos todavía le seguían temblando después de haber pasado a exponer frente a todos sus compañeros que para todos había sido en grupos de cinco integrantes, pero en ese semestre los profesores habían tomado la decisión de que Edneris hiciera sus exposiciones sola y no era porque fueran malas personas o tuvieran una agenda maliciosa en contra de ella, solo la estaban preparando para que consiguiera un puesto en uno de los hospitales más prestigiosos de Portland ya que muy pocos estudiantes lograban entrar a realizar su servicio social en ese lugar y también los profesores querían que las hiciera mucho antes lo que todos los demás estudiantes lo harían, ¿El motivo? Edneris tenía un sobresaliente en todas las materias y le veían un futuro exitoso como enfermera, una de sus profesoras la veía llegando a ser jefa de enfermeras en un par de años al paso que iba. Guardo primero su cuaderno de apuntes y antes de guardar su estuche se colgó en el cuello la memoria USB donde iba la presentación de la exposición, todos sus compañeros ya estaban guardando e incluso algunos ya se habían ido, guardo el estuche para después acomodarse el pijama de enfermera que había comenzado a usar en el segundo semestre, era muy cómoda y conveniente usar pantalón todo el tiempo, arreglo su carnet dejando su foto e información hacia su pecho. – ¿Te has dado cuenta que eres la niña de los plumones? – comento un chico alto que se acercó a ella. – Si y si yo no fuera la chica de los plumones tu no tendrías con que escribir tus apuntes Steve. – extendió la mano para que le devolviera el lapicero que le presto. – Por eso te amo preciosa. – le lanzo un beso mientras sonreía devolviéndole el lapicero. Steve Abrego se convirtió en su mejor amigo desde el primer día que se presentaron en la universidad, la primera vez que lo vio pensó que sería el chico aplicado y retraído, nada más alejado de la realidad, sus lentes semi-arredondeados con marco superior dorado cubrían un par de ojos rasgados de iris azules y un semblante tímido hicieron que todos sus compañeros se formaran la misma idea que Edneris, pero realmente solo hicieron falta dos semanas para darse cuenta que Steve era el ambiente divertido de todos los lugares, bromista y siempre estaba risueño, sus bromas hacían reír hasta a los profesores, un poco despistado con sus cosas, pero inteligente para las clases y las practicas. Alice Ortega era su segunda amiga, latina de piel canela que siempre se le unía a Steve en todas las ideas locas que tenia, ella fue quien le dio posada en su apartamento cuando se fue de casa de sus padres y era la única que conocía su secreto ya que Edneris fue quien le consiguió el trabajo de mesera en el club cuando ella perdió el trabajo como mesera en un restaurante. – ¿Nos vamos pedacito de cereza? – pregunto Alice levantando la cabeza ya que estaba sentada en la fila abajo de Edneris. – Si, ya guardé todo y es un alivio que hoy es el último día de la semana. – puso la mochila en su hombro. – ¡Muñecas dense prisa, tengo hambre! – grito Steve cerca de la puerta. – El día que a ese le falte el apetito, ese mismo día será el fin del mundo... – Alice rodo los ojos – Ed ¿Isaac nos va a acompañar hoy? – pregunto mientras ambas bajaban. – No, amaneció enfermo y no vino a estudiar, si no hubiera tenido que exponer me hubiese quedado con él a cuidarlo. – Edneris lo había dejado en el apartamento aun dormido. – Que mal, oye ¿No podrías presentarme a tu suegro oficialmente? – la pregunta de Alice casi hace que Edneris se tropiece. – ¡¿Que?! – cuestiono riendo porque no se la esperaba. – ¡No me juzgues! – hizo un puchero – Madre mía, es que tanto trabajo ya me tiene agotada y necesito un sugar daddy, trabajar de noche es algo agotador y no sé cómo es que tú lo logras. – se encogió de hombros haciendo que su amiga riera. – Hay una bacante para bailarina ¿Por qué no la tomas? el sueldo es mucho mayor y las propinas son muy buenas, ahorras y después te buscas otro trabajo. – paso su brazo por los hombros de su amiga. – Hija mía yo no bailo, tiene más estilo una iguana corriendo que yo bailando. – Alice cubrió la boca de Edneris cuando esta soltó una carcajada escandalosa. – Solo a ti se te ocurren esas comparaciones. – dijo al apartar la mano ajena. – Es la verdad, tu eres grandiosa y bailas increíble, ya quisiera yo tener ese movimiento de caderas tan sensual y ser capaz de tener la atención de todos los hombres en el club. – comento mientras veía hacia todos lados para que nadie las escuchara. – Solo voy a trabajar este año y voy a renunciar, con lo que he ahorrado me podría pagar el resto de la universidad, es una gran ventaja que Owen nos haya dado uno de sus apartamentos para vivir y él paga todos los servicios, he podido ahorrar casi todo mi sueldo. – Edneris suspiro feliz por la idea. – No seas egoísta y preséntame a ese hombre... – volvió a hacer un puchero gracioso – Yo no sé cómo es que te decidiste a quedarte con su hijo si el padre está más bueno, de lejos parece un monumento y de cerca es un dios griego. – se mordió el labio inferior. – ¿Están hablando del papacito de Owen? – pregunto Steve pasando los brazos por ambas chicas. – ¿Tú también estás enamorado de él? – Edneris alzo una ceja. – Claro que lo estoy, esa sexi barbita de candado que tiene y sus ojos verdes hacen que se me moje el bóxer. – comento con una sonrisa burlona. – Creí que eres cien por ciento heterosexual y ahora resulta que le vas a ambos bandos. – Edneris rodo los ojos mientras trataba de contenerse la risa. – Me gustan las mujeres, pero ese hombre tiene el encanto y los millones en el banco para voltearme como taso. – los tres rieron comenzando a caminar hacia la cafetería. – También tiene la edad para ser tu padre. – era un sentimiento extraño que invadía el pecho de Edneris cada vez que hablaban de Owen de esa manera, pero jamás lo había externado porque no sabía identificar qué tipo de sentimiento era. – Como dice el dicho, entre más arrugada la pasa, es más dulce la fruta. – dijo Alice con un tono burlón y una mirada picara. – Es diez años mayor que yo, no hay mucha diferencia. – Steve se encogió de hombros. – Están locos de remate. – puso los ojos en blanco deseando no seguir con esa conversación. – ¿Nosotros estaremos locos o tu estarás celosa? – la pregunta de Steve la hizo detenerse en seco. – Ustedes están locos ¿Por qué estaría celosa? dejando de lado el hecho de que salgo con su hijo, Owen es un hombre mayor y eso no se me antoja mucho que digamos, once años más que yo y padre soltero, eso no. – tenía un par de malas experiencias con hombres mayores gracias al club. – Oye, no es tan malo estar con un hombre mayor que tú y siendo honesta con ustedes, es mucho mejor salir con un mayor porque te aporta experiencia, además de tener más madurez y las ideas claras, se los digo por experiencia. – Alice era una chica bastante extrovertida, mucho más que Edneris, y sus anécdotas de citas eran bastante entretenidas. – En eso tienes un buen punto. – Steve se acomodó los lentes mientras repensaba en las palabras de su amiga. – Yo no quiero un hombre que me termine de criar, me gusta Isaac y me gusta la forma en va evolucionando nuestra relación. – Edneris negó con la cabeza rechazando las ideas de Alice. – No querida, tú quieres terminar de criar a un hombre, Isaac todavía tiene una mentalidad de adolescente y tu estás ciega. – a Steve no le agradaba mucho Isaac porque veía lo que Edneris no. – Si lo termino de criar no importa, me siento muy bien con Isaac. – le dio unas palmaditas en el brazo porque ya había escuchado muchas veces sus inquietudes. – Te encanta cambiar pañales. – le dio un tironcito en el moño haciendo enojar a su amiga. Alice solo se quedó riendo viendo como Edneris correteaba a Steve por todo el patio central del edificio, casi se chocan con una de las profesoras que iba pasando y la mujer solo los vio sobre sus pequeños lentes cuadrados mientras los juzgaba con la mirada, dos adultos corriendo como si fueran infantes por todo el patio y clavo sus ojos especialmente en Edneris ya que ella era la más conocida entre los docentes por sus habilidades, siguió su camino después de haberlos acomplejado lo suficiente para que ambos caminaran como si llevaran una cola entre las piernas. Almorzaron en la cafetería de la universidad entre bromas y conversaciones centradas en los próximos exámenes, Edneris era quien se encargaba de hacer los cuestionarios para que sus dos amigos estudiaran ya que era la más aplicada de ambos y para ella no era una molestia ayudarlos, lo hacía con gusto. – Edneris... – la voz de Cloe hizo que levantara la vista de su celular – Hola chicos... perdón que los interrumpa. – se sentó entre Alice y Steve cuando este último se corrió un asiento. – ¿Qué paso? – pregunto Edneris dejando el móvil aun lado. – Es que papá sigue enojado conmigo por tomar la carrera de arte y diseño ¿Podrías hablar con él? me han pedido unos materiales y no me alcanza la mensualidad que me están pasando. – comento bastante decepcionada. – ¿Cuánto es? me sale más fácil darte el dinero que ir a hablar con él sabiendo que me odia por no ser igual que Evelyn y por revelarme a sus caprichos. – hizo una mueca, al menos a Cloe no le quito la mensualidad como a ella por no querer estudiar finanzas. – Es que es mucho dinero, ni mamá me lo quiso dar porque dijo que era mi gusto meterme en esos problemas y que yo debía resolver si quería mandarme sola. – sus padres no habían cambiado en nada y por eso los visitaba poco. – Dime cuanto es. – volvió a insistir. – Son casi quinientos dólares en todo el material que voy a tener que comprar. – Cloe espero a que su hermana se sorprendiera. Edneris solo saco su billetera de la mochila y se puso en pie, dentro de la cafetería habían unos cajeros automáticos de diferentes bancos donde se podía retirar dinero, lo último que deseaba es que Cloe se viera en los mismos apuros que ella se vio cuando comenzó a estudiar y tampoco se iba a molestar en ir a hablar con Alberto para convencerlo de que apoyara más a su hija menor, saco mil dólares y los metió en un sobrecito que cargaba en el bolsillo de su camisa antes de volver a la mesa, los pagos fijos del club iban a su tarjeta y las propinas eran completamente en efectivo. – Aquí hay mil dólares, úsalos para comprar tus materiales y todo lo que te haga falta, si vuelves a tener un gasto así de grande solo llámame y te hare una transferencia a tu cuenta. – vio los ojitos de Cloe cristalizarse. – ¡Gracias, te prometo que los usare solo para cosas de la universidad y te mandare recibo de todo! – se levantó para poder abrazar a Edneris. – No hace falta, me mandas el número de tu cuenta para mandarte lo que te haga falta. – se dejó llenar de besos solo porque era su hermana. – Yo no tengo cuenta bancaria. – comento Cloe. – Tomate el tiempo para ir al banco y abrir una cuenta bancaria, ya eres mayor de edad y no te será difícil. – era un adulto independiente y quería enseñarle a su hermana como serlo. – ¡Te prometo que te pagare todo de vuelta cuando consiga trabajo! – Cloe volvió a llenarla de besos tras haberse sentado en sus piernas. – ¡Si, ya! – la alejo – Me conformo con que tengas buenas notas y no te dejes perder, anda que tus amigas te están esperando. – movió su mano corriéndola de donde estaban ellos. – ¡Te amo! – dijo Cloe con una voz encantadora mientras se alejaba. – Yo también me amo. – Edneris sonrió mientras veía a sus amigos. – ¿Quieres ser mi sugar mommy? – Alice le tomo las manos con una enorme sonrisa. – La mía también por favor. – Steve le tomo la otra haciéndola reír. – Vamos al cine a ver una pelicular, yo pago todo, todo lo que quieran pedir en la dulcería. – sonrió maliciosamente. – ¿Hablas en serio? – a Alice se le borro la sonrisa al verla con una expresión seria. – Sabes que nunca bromeo con cosas así... – apoyo el mentón en la palma de su mano viendo a ambos sonreír – Pero después del cine se me van preparando para moverme las nalgas en el motel porque nada es cien por ciento gratis. – bromeo haciendo que ambos se vieran a los ojos. – Claro mi amor, yo te muevo las nalgas y hasta mi anaconda. – Steve tomo su mochila. – ¡Guácala! – Edneris arrugo la nariz imaginando la escena. No se pudieron contener una carcajada al escucharla decir eso, la noche anterior había sido una de esas buenas noches donde la propina mínima era de cinco mil dólares solo por hacer un baile privado y le toco hacer tres, uno a cada uno de sus admiradores más frecuentes en el club; uno de ellos era un ingeniero de cincuenta años, divorciado y con nietos que iba cada jueves sin falta a verla bailar en un privado, nunca le había faltado el respeto y menos le había insinuado nada morboso, de vez en cuando le pedía que se quedara a conversar con él por un rato más mientras él bebía algún vino caro, Edneris se quedaba con una botella con agua; el segundo era un pastor religioso casado, estaba en sus cuarenta y con ese no se quedaba mucho tiempo porque no le caía bien, bailaba las dos canciones que el hombre escogía, que siempre eran las mismas, terminaba y se iba, el tipo le daba buena propina solo por verla mostrarle las piernas; el tercero era un programador técnico, también casado y que tenía cuatro hijos, ese quizás era el más normal o raro de todos, depende del lado en que se viera ya que a veces iba con su esposa y la usaban a ella como forma de distracción de su cargada vida de padres. Fueron al cine y tal como les dijo, Edneris pago las entradas y todo lo que se les antojo de la dulcería, trabajaba cada noche de lunes a sábado y veía justo darse de vez en cuando algún capricho como ese acompañada de sus dos mejores amigos, se hubiera llevado a Cloe también, pero la chica tenia clases por la tarde. Al salir del cine pasaron por una joyería y Edneris fijo los ojos en un bonito reloj plateado que era exhibido en la vitrina, el cumpleaños de Isaac seria la siguiente semana y pensó que un reloj sería un excelente regalo, así que entro a comprarlo. Casi al salir del centro comercial se topó con su madre Fabiola que andaba haciendo unas compras de relajación, como ella les llamaba, pero solo era un despilfarro de dinero en cosas que no necesitaba. – Creí que estarías en la universidad. – comento Fabiola después de darle un beso en la mejilla a su hija. – Los viernes siempre salimos temprano. – vio a sus amigos un poco incomoda porque su madre no los quería. – Vamos por un café y hablamos un poco, hace mucho no tenemos una plática de chicas. – sonrió sin siquiera ver a los amigos de su hija. – No lo creo. – a Edneris no le gustaban esas platicas de chicas porque siempre era para escuchar a su madre criticar todo lo que tenía en su vida. – Ed, nos vemos en el trabajo... – Alice le dio un abrazo – Se va a poner más intensa si la rechazas. – susurro sobre su oreja. – No me dejen. – Edneris susurro con una expresión de desamparo. – Nos vemos el lunes bonita, gracias por todo... – Steve la abrazo – Imagina que estas en el paraíso comiendo uvas de la mano de tu sexi suegro. – le susurro en la oreja haciéndola reír. – Que tanto te despides de ellos, ni que fuera la última vez que los vas a ver, yo debería ser de tu completo interés y no esos dos. – Fabiola se quejó. – ¡Ya mamá! – Edneris puso los ojos en blanco y fue con ella. – ¿No tienes otra ropa para que te cambies? – pregunto viéndola de pies a cabeza. – Es mi uniforme de enfermera y aunque lo tuviera ropa extra no tengo porque cambiarme. – comento mientras se veía la ropa. – Si hubieras estudiado finanzas no tendrías que usar ese tipo de ropa tan corriente, te vez ridícula con ese pijama celeste, espero no encontrarme con ninguna de mis amigas porque qué vergüenza que vean a una de mis hijas en esas fachas. – vio hacia todos lados antes de entrar a la cafetería. – De verdad que no te comprendo, muchos padres desearían que sus hijas estudiaran enfermería y tú lo ves como algo vergonzoso. – rodo los ojos con fastidio. – Perdóname por no querer que el destino de mi hija sea limpiar babas de viejos enfermos y mierda de otras personas... – se dio la vuelta viéndola con molestia – Quería que tuvieras un futuro brillante en la empresa de tu padre y toda esa inteligencia nos hubiera servido para engrandecer el negocio familiar. – siguió caminando hasta ir a una de las mesas del fondo. – Esta discusión ya la hemos tenido muchas veces mamá y no tengo ganas de continuar. – se sentó en la silla ya aburrida. – Ojalá que Cloe desista de su tonta idea en este primer año, pobre boba se terminara muriendo de hambre con esa carrera que escogió, no sé por qué no pueden ser igual que Evelyn. – Fabiola chasqueo los dedos llamando a una mesera. – ¿Qué les sirvo? – la chica se acercó a ellas con una gran sonrisa dulce a pesar de que la mujer la había llamado de esa forma. – Quiero un americano y una tarta de manzana. – pidió Fabiola. – Yo no quiero nada, gracias. – Edneris no tenía hambre. – Hija pide lo que quieras, yo pago, sé que no ganas mucho como mesera. – dijo la mujer con burla. – No quiero nada, muchas gracias. – vio a la chica con una sonrisa y después puso los ojos sobre su madre. – No me veas así, tus ojos tan grandes dan miedo yo solo quería que pudieras disfrutar de un caprichito lujoso, aunque sea una vez. – se encogió de hombros. – No necesito tu caridad mamá, yo tengo suficiente dinero para pagar mis cosas. – se recostó más sobre la silla cruzándose de brazos. – Que delicada te has vuelto, yo solo quiero apoyarte y tú te ofendes... – acomodo sus bolsas en la silla a su lado – Bueno no importa, anoche invitamos a Larisa y Héctor a cenar a la casa... – eran los abuelos de Isaac – También lo invitamos a él y estuvimos hablando de algunas cosas importantes. – Fabiola lo dijo como si nada. – ¿Invitaste a mi novio, sin invitarme a mí? – Edneris se quedó con los ojos cuadrados. – Tu nunca quieres ir y siempre pones como excusa el trabajo, el chico es muy dulce y sus abuelos son encantadores. – se encogió de hombros como si nada. – ¿Por qué será que nunca me gusta ir? – eso ya no le estaba gustando por donde iba. – Porque eres una loca simplemente... – Fabiola hizo una mueca con su boca mientras se encogía de hombros – A tu padre le encanta Isaac, es un muchacho listo y encantador, después de la cena estuvimos hablando un poco tu padre y yo porque hay una situación. – la mesera llego con la orden de la mujer. – ¿Qué situación? – suspiro profundo preparándose para el impacto porque su madre nunca le daba buenas noticias. – Hace unas semanas atrás Evelyn me confeso que se enamoró de Isaac... – esa no la vio llegar – Estuve hablando con tu padre y ambos llegamos a la misma conclusión, deberías terminar con él y dejar que tu hermana lo tenga, la pobre no ha encontrado a un buen chico que valga la pena y con Isaac haría una hermosa pareja, además es tu hermana mayor y su felicidad debe ser primero, tú te puedes conseguir otro chico. – vio a su hija con la boca abierta literalmente. – Me estas jodiendo ¿Verdad? – Edneris no se lo podía creer. – Te estoy hablando muy enserio, tú no te mereces a ese chico y sus abuelos no te quieren tampoco, a Evelyn la aman, porque es una mujer elegante, sofisticada y con buena cara. – se encogió de hombros como si nada. – Gracias por decírmelo, hablare con Isaac y le diré que no vuelva a aceptar ninguna de tus invitaciones a comer si yo no voy, como madre eres una desgracia y por eso prefiero mantenerte lejos de mi vida porque todo lo que tengo se lo quieres dar a Evelyn. – estaba enojada. – Ponte en los zapatos de tu hermana, la pobre tiene veintiséis años y no ha encontrado a un buen hombre, se enamoró de tu novio porque es un buen hombre, tú te puedes conseguir otro... pásame la azúcar que le hace falta a mi café. – a Fabiola no le importaba el daño que le pudiera causar a su hija. – No entiendo en que momento ustedes dos se volvieron una basura de padres. – tomo el bote y casi que se lo lanzo. – Estamos pensando en el bienestar de nuestra heredera, además Héctor quiere hacer negocios con tu padre y si Evelyn esta con Isaac podremos unir fortunas, tu eres un caso perdido por ser una burra que siempre quiere hacer lo que se le da la gana. – su hija se levantó de golpe. – Gracias por joderme un bonito día. – tomo su mochila y se fue del lugar dejando a su madre con una expresión de confusión. – Edneris... – la llamo poniéndose de pie – ¡Edneris regresa ahora mismo! – ella la ignoro. Sabía que Owen la amaba como novia de su hijo, en muchas ocasiones el hombre se lo había expresado abiertamente, sin embargo, los abuelos de Isaac eran un tema aparte porque los dos la acusaban de ser una caza fortuna que solo se estaba aprovechando de su bebito y que buscaba corromperlo, si tan solo Larisa supiera que su esposo estaba obsesionado con ella no hablaría tanto de corrupción a inocentes; la primera vez que vio a Héctor en el club fue en compañía de su padre y por desgracia desde que la vio no le aparto los ojos de encima, le mando tragos con las meseras e incluso quiso pagar para tenerla en un privado, Edneris se negó rotundamente y hasta tuvo que pedirle a su seguridad que fuera a hablar con el hombre para que dejara de insistir con los tragos esa noche porque ella no bebía mientras trabajaba; por eso es que dejo de trabajar los domingos ya que era el único día que el hombre se presentaba al club, por eso y muchas otras cosas más es que quería renunciar a pesar de todo el dinero que ganaba.
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