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Protegiendo a la CEO

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"Él es su armadura, ella es su corazón".

Cameron Evans es despedido de su trabajo como guardaespaldas privado debido a un complot en la empresa en su contra, esta noticia lo deja bastante golpeado emocionalmente sintiéndose a la deriva, pero una llamada le cambiaría el destino en un golpe repentino. Allí le informan que una mujer muy famosa en Los Ángeles necesita con urgencia un guardaespaldas personal ya que estaba siendo el centro de distintas amenazas por parte de desconocidos.

Esta mujer resultó ser nada más y nada menos que Scarlett Stone, la CEO de una empresa de cosméticos con gran repercusión y mucha fama. Esto le despierta aun más el interés a Cameron, pero al encontrarse con Scarlett, se da cuenta que es una mujer bastante reacia a la protección que necesita, aunque en ambos se despierta una chispa que es innegable en el ambiente.

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¡Estás Despedido!
— Así es Señor Evans, está despedido y le deseamos lo mejor en sus proyectos a futuro. — informó el dueño de la empresa de seguridad Cameron estaba atónito ante la situación, después de unos largos cinco años trabajando como escolta privado en la empresa más grande del país, esta le daba la espalda echándolo por la puerta de atrás como un perro. — Tiene que ser un error jefe, ¿Por qué me está despidiendo? — preguntó Cameron bastante confundido — Señor Evans, es una decisión tomada por los de arriba — respondió haciendo referencia a los altos mandos de la empresa — Así que no puedo cuestionarlos, sólo soy un informante tristemente — ¡Por supuesto que si puedes! ¡Vamos Raymond, habrá algo que se pueda hacer al respecto! — No en esta ocasión Cameron, no harás más parte de nuestro equipo — sentenció Raymond entregándole los documentos junto con un bolígrafo — Así que firma y acabemos con esto — Eres la persona más desleal que he conocido Raymond, pudiste interceder por mí y no lo hiciste — dijo entre dientes un Cameron enojado y decepcionado Raymond se quedó en silencio, le señaló el bolígrafo pidiéndole que firmara para así terminar con el bochornoso momento. Así que rápidamente Cameron lo tomó, firmó y dejó caer el bolígrafo nuevamente en el escritorio de su ahora ex jefe. — Eres una mierda Raymond, te consideraba mi amigo y ahora realmente no sé ni quien carajos eres — Cameron manifestó sin quitarle la mirada de los ojos — Que tengas un excelente día Evans, cierra la puerta al salir — Raymond contestó con desinterés tomando los papeles con sus manos y cerciorándose de que estuviesen firmados Cameron sonrió con ironía y procedió a salir de la oficina de Raymond, caminó por los pasillos dándose cuenta que absolutamente todos en el edificio sabían de su despido menos el, como si estuviese en boca de los miembros desde hace mucho tiempo, una especie de conspiración contra él… ¿Qué había hecho mal? ¿Cuál había sido el motivo para que le echasen de tal forma?... A pesar de estar sumamente furioso, las dudas le invadían de una manera torrencial, así que sin titubear tanto pensó en averiguar toda la información una vez saliera del establecimiento, sentía que las miradas le atravesaban el cuerpo, a la par que los susurros le irritaban un poco, su autocontrol estaba a punto de reventarse y era algo que nadie en ese lugar quisiera que sucediera. Una vez fuera, tomó una bocanada de aire y exhalo para relajarse, miró alrededor notando que el día apenas comenzaba, los establecimientos de comidas apenas estaban abriendo siendo este el momento perfecto para darse un paseo por la ciudad que lo acogió durante tantos años. Cameron Evans era un chico irlandés de veintisiete años, su tez blanca, sus ojos color miel y su cabello castaño le hacían no pasar desapercibido como extranjero, todos sabían que se trataba de alguien de Europa, muchas veces confundido como británico, incluso escoses, algo que a el le fascinaba ya que imitaba muy bien el acento escoses, algunas veces como el gaelico escoses de William Wallace, haciendo referencia a la actuación de Mel Gibson en Braveheart, aunque a su parecer le resultaba bastante mala la imitación del acento, pero igual le gustaba, al igual que los clásicos de la pantalla grande. Su cuerpo atlético y sus 1.86 metros de altura le hacían parecer intimidante, aunque tampoco dejaba de ser atractivo y robarse las miradas de las personas cuando caminaba por cualquier lugar, de una u otra forma siempre llamaba la atención, era difícil pasar desapercibido en una ciudad como lo era Houston. Luego de caminar un rato perdido en sus pensamientos se detuvo frente al restobar donde muchas noches pasó ratos agradables junto a sus compañeros de trabajo que tristemente ya no estaban allí, por alguna razón su escuadrón fue perdiendo miembros uno tras otro siendo Cameron el último en abandonar la empresa. Después de pasar un breve momento reflexionando decidió entrar al lugar, este se encontraba algo vacío solo con un par de personas en la fila y otras sentadas de manera esparcida por todo el local. Al acercarse a la fila se percató que la otra línea se habilitó así que se cambió de lugar y procedió a saltarse todas las personas que tenía delante. — Buenos días, me gustaría un… — dijo mirando el menú reflejado en las pantallas — Buenos días Cameron, ¿ya no saludas a tus conocidos? — una voz femenina saludó — ¡Erika! — exclamó Cameron sorprendido — Discúlpame por estar tan distraído, hace mucho tiempo no te veía Erika Walker era una vieja amiga de Cameron, una compatriota irlandesa que llegó al país casi a la par que Cameron, esta chica de veinticinco años era una pelirroja preciosa, su estatura no era la más grandiosa, pero podía no pasar desapercibida entre una multitud, sus pecas era lo que más la destacaba de todos los empleados del restobar, estando esto segundo respecto a su bello rostro. — ¿Qué vas a querer? — preguntó la chica mirándole a la cara — Esta vez será… — hizo una pausa mientras pensaba y observaba las pantallas una vez más — … Un sándwich de pollo y un cappuccino, estoy hambriento — Perfecto, sería un total de 5 dólares — informó Erika mientras tocaba la pantalla de su caja — Aquí tienes — Cameron le entregó el billete para después guardar su billetera — ¿Qué tal has estado Erika? — Muy bien, aunque el que no se ve muy bien eres tú… Cuando tienes mucha hambre es porque acaba de suceder algo, ¿te enviaron a escoltar algún famoso? — Para nada, creo que mis días de escolta se acabaron — ¿Renunciaste? — preguntó con una expresión de sorpresa en su rostro — Para nada, me echaron — susurró Cameron aun bastante dolido — ¿Por qué? Si hacías parte del mejor equipo de seguridad de esa empresa, todos los famosos recurrían a ustedes — No sé que sucedió Erika, por ahora sólo quiero relajarme un poco y pensar en que será de mi vida — manifestó Cameron con un tono de voz suave — Toma asiento y ya te llevo la orden, ¿vale? Cameron asintió con su cabeza, le dedicó una pequeña sonrisa a Erika y se dio la vuelta buscando una mesa dentro del local, una vez vio aquel lugar donde en distintas ocasiones compartió con sus compañeros no dudó en ir allí y sentarse. Dicho lugar constaba de una mesa en la esquina del establecimiento, iluminada por el último bombillo colgante del pasillo, haciéndola algo tenue y bastante agradable para relajarse, sintiéndose en casa. Minutos después, Erika llegaría con el pedido de Cameron a la mesa, dejándolo allí y tomando un asiento junto a su viejo amigo. — Entonces, ¿qué ha sucedido Cameron? — Nada del otro mundo, de la noche a la mañana ya no me necesitan en la empresa — Es algo extraño, después de tantos años de servicio es absurdo que te desechen así de la nada — Intenté persuadir a mi jefe, pero lo único que me dijo es que se trataba de “Ordenes de los de arriba” — dijo Cameron haciendo un gesto de comillas con sus dedos — Menudo hijo de puta, después de todo lo que hice por él — No te preocupes Cameron — manifestó Erika tomándole la mano y acariciándosela — Tomate las cosas con calma, ya encontrarás una solución para ello — Espero que sí, realmente estoy muy decepcionado y enojado — contestó el chico tomando la taza de café y dándole un sorbo — ¿Qué piensas hacer luego? — ¿Me estás invitando pasivamente a salir contigo Cameron? — preguntó Erika sonriéndole — Por supuesto… Anda, ¡Anímate! — insistió — Espero esto no haga parte de algún plan maestro para follarme — Erika le susurró acercándosele más — Porque de ser así, haré como que no me di cuenta Cameron sonrió y procedió a darle un mordisco a su sándwich de pollo. — Hace mucho tiempo no tengo nada de acción, ¿podrías ayudar a esta pequeña alma en búsqueda de liberación después de haber sido despojado de su único motivo para levantarse en las mañanas? — Cameron dijo con un tono burlón — Eres un imbécil Cameron, disfruta tu comida — Erika se levantó de la mesa no sin antes volverse a acercar al chico, más precisamente hasta su oído — Es tu día de suerte, así que puedes pasarme buscando a las ocho de la noche en mi casa El chico sonrió levemente y le guiñó el ojo a su amiga, vio como se alejaba mientras le miraba el trasero. Esta mujer era la definición de el combo completo, sumamente atractiva y con un cuerpo que volvería loco a cualquiera, claramente ya lo había disfrutado en el pasado debido a que ambos tenían un mutuo acuerdo de mantener relaciones si no tenían ninguna pareja… en resumen, eran follamigos. Aunque más allá de eso mantenían una amistad muy fuerte gracias a su nacionalidad, ambos se ayudaron entre sí cuando arribaron a los Estados Unidos, así que ese sentimiento de unión estaba bastante fuerte y bastante construido entre sí. Cameron terminó de comerse su sándwich y tomarse su café, se levantó de la mesa y se dirigió a la salida no sin antes dedicarle una mirada picara a su amiga Erika para luego si salir y ponerse camino hasta el estacionamiento donde dejaba su coche, un Dodge Charger 2021 de color blanco con detalles en n***o, no tenía mucho de haberlo comprado directamente en el concesionario. El joven irlandés tenía una fascinación por los coches que le sobrepasaba, tenía claro que si tuviese más dinero de el que tenía no haría más que comprarse coches, ropa y lociones, algo por lo cual también tenía debilidad. Los aromas le apasionaban, siempre estaba alerta a cualquier olor de cualquier persona, lugar u objetos, haciéndole algo meticuloso en cuanto a esos temas. Abrió la puerta de su coche y se montó en él, encendió el motor y lo hizo rugir como de costumbre, le encantaba ese sonido del motor del Charger, bastante grave y pesado, aunque no le gustaba exagerar con hacerlo sonar ya que un tiempo atrás, luego de tantas quejas de sus vecinos recibió un par de multas por alteración del orden público, además… ¿Quién no ha escuchado el dicho de “Entre más suene el coche, más chico tiene el pene”? Esto claramente le preocupaba, no quería pasar por allí y que las mujeres pensaran que se trataba de un hombre con un m*****o chico que quería compensarlo haciendo rugir el motor de su coche, ¡Por supuesto que no! Dio marcha atrás y salió a la calle, poniéndose camino hasta su apartamento que se encontraba ubicado en una zona residencial bastante tranquila de Houston, la cual ya le aburria un poco a pesar de ser tan relajante, quizá quería un poco de acción, algo nuevo en su vida, de una u otra forma el despido de la empresa le estaba dando una señal para encontrar un nuevo camino al cual explorar. Cameron era un fiel creyente de que todo sucede por algo, ¿por qué sería esta la excepción? Luego de un largo camino, Cameron llegaría a su casa, esta era pequeña, acogedora, su jardín estaba muy bien decorado ya que le encantaba un montón las flores y tener sus cosas bastante ordenadas. Apagó el coche y se bajó, miró alrededor en búsqueda de algún vecino para saludarle, pero la calle estaba desolada, se notaba que comúnmente no llegaba a esta hora a su casa, faltaba poco para el medio día y allí estaba, frente a la puerta de su casa, algo inaudito en su día a día. — Supongo que las cosas cambiarán a partir de ahora — susurró para si mismo metiendo las manos en su bolsillo delantero para así sacar sus llaves Abrió la puerta de su casa y procedió a entrar a ella, cerró la puerta tras él y se dirigió hasta la sala de estar dejándose caer en el enorme sofá que allí tenía, tomó el control de la televisión y la encendió, en la pantalla se veía reflejado como el noticiero del medio día comenzaba a emitirse, así que dejó el control remoto de un lado y suspiró mientras se relajaba en el sillón mirando la televisión. Luego de un rato algo en la pantalla le llamó la atención, para ser más específicos se trataba de una noticia relacionada a una reconocida empresaria de California llamada Scarlett Stone, la cual estaba recibiendo un reconocimiento en Los Ángeles por su aporte a la economía del estado, al igual que aprovechaba el momento para abrir una de sus nuevas tiendas de cosméticos en Hollywood Boulevard. A Cameron le resultó curioso ver por primera vez a esa mujer en televisión, normalmente le daba igual cualquier cosa que pasaran por las noticias, pero en esta ocasión una chispa surgió dentro de él, se le veía interesado, pero claramente todo quedaría allí, nada más que un simple pensamiento fantasioso. Minutos después su móvil sonó, al sacarlo de su bolsillo se dio cuenta que se trataba de Raymond, por un momento pensó en desviar la llamada y no contestarle, pero en su corazón no existía ese tipo de rencor contra las personas, así que a pesar de lo que había sucedido temprano en la mañana procedió a contestarle. — ¿Qué quieres Raymond? — dijo Cameron luego de contestar con un tono de voz tajante — ¿Estás solo soldado? — Claro que estoy solo, ¿no recuerdas haberme despedido hace un par de horas? — Te quiero pedir disculpas por eso, sé que fui un poco grosero contigo y no te di las respuestas que pediste — dijo Raymond con sinceridad, se le notaba bastante arrepentido — Todo tiene una explicación y no podía dártela dentro de la oficina — Espero que la explicación sea muy buena porque la verdad estoy bastante decepcionado por cómo me pagaron — insistió Cameron — Cameron, la empresa se está cayendo a pedazos y se está volviendo corrupta, creo que esto ya lo sabías, ¿no? — Sí, tenía unas breves sospechas de que algo estaba mal desde que comenzaron a desmantelar a mi equipo completo — Exactamente a eso me refiero, la expulsión uno a uno de los miembros de tu escuadrón de seguridad se debió a que los de arriba no pudieron doblegarlos para comenzar a traficar drogas — confesó Raymond — ¿No estabas al tanto de eso? — ¡Claro que no! De saberlo hace muchísimo tiempo hubiese armado una revuelta, ¿por qué no me lo dijeron? — Creo que todos fueron amenazados y enviados a distintos estados del país, incluso otros prefirieron seguir el servicio militar en países en conflicto — Esto es una mierda Raymond, ¿Por qué sigues allí? — preguntó Cameron bastante frustrado — Acabo de renunciar también, te llamaba para explicarte todo lo que estaba pasando y para hacerte una propuesta — Raymond dijo finalmente mostrando sus intenciones — Habla, te escucho — Desde hace un par de meses he estado estructurando una nueva empresa diseñada para prestar servicio de seguridad a distintos entes, personas y establecimientos — dijo Raymond explicándole sus planes — Ahora que somos libres podemos comenzar a laborar, ya tenemos miles de contactos y podemos ponernos manos a la obra cuando queramos — ¿Y en que parte pinto yo? — Hay una persona que está interesada en nuestros servicios de seguridad personal, pero sólo desean tener a una persona — manifestó Raymond — Y tú puedes ser esa persona — ¿Qué te hace pensar que voy a seguir trabajando en esto Raymond? — Me preguntaron por el mejor y les quiero dar el mejor, ¿no te apetece? Cameron sonrió un poco, los halagos le gustaban y más cuando tenían razón. — Venga, ¿De quién se trata? — preguntó Cameron — Scarlett Stone, una empresaria residente de Los Ángeles, ¿te suena? Cameron miró a la pantalla de su televisor notando así que la persona de la cual hablaba Raymond era exactamente la misma que estaba recibiendo el reconocimiento en televisión nacional, esto le llamó aún más la atención y sin dudarlo tomó una decisión de inmediato. — Perfecto, ¿Cuándo empiezo? — contestó dándole un si por respuesta sin preguntar tanto — ¿No deseas saber los peligros y de quien la cuidamos? — La señorita Stone me lo contará cuando nos conozcamos, no te preocupes viejo Raymond — Ni se te ocurra coquetearle Cameron Evans, ya sabes las reglas que tenemos respecto a relaciones interpersonales con los clientes — reclamó Raymond — ¡No pasa nada Raymond! Deberías agradecerme de que no te esté odiando o buscándote para darte una paliza — bromeó Cameron — Ambos sabemos cómo terminaría eso Cameron, eres un bocazas Los dos soltaron una carcajada a través del teléfono. — Te pasaré todos los datos por correo, el vuelo sale mañana por la tarde, así que espero estés listo — Siempre estoy listo Raymond, y más aún si se trata de… — miró nuevamente la televisión — Scarlett Stone — Eres un imbécil Evans Cameron colgó el móvil y procedió a seguir mirando la televisión, esta mujer le estaba robando la atención completamente, su belleza era algo que jamás había visto en su vida, el pensar estar cerca de esa mujer le motivaba a seguir con su vida protegiendo a las personas de algún peligro, aunque quizá sólo se trataba de solamente escoltarla, esto estaba por descubrirlo una vez conociera a la maravillosa mujer que desde el primer momento le cautivó. Este chico no podía evitar el coquetear con mujeres, aunque realmente nunca lo hacía con cierto propósito, simplemente amaba su picardía y usar su atractivo a su favor. Horas después, luego de haber pasado toda la tarde en su casa, se dio una ducha y acto seguido pasó a vestirse para buscar a Erika tal como lo habían planeado temprano en el día, aunque no tenía un plan en específico, decidió prepararle algo en su casa para no ir a ningún restaurante, Erika había sido bastante clara en el pasado que le gustaba cuando Cameron cocinaba ya que tenía un sazón muy delicioso, la cocina se le daba bien aunque no quisiera aceptarlo por modestia, así que tal cual como lo pensó, salió a buscar a su amiga un rato después. Al llegar al lugar, Erika le estaba esperando fuera del restobar que aún seguía funcionando, pero debido a los horarios, la chica descansaba en las noches en esta ocasión. Luego de saludarse esta se subió al coche y volvieron a la casa de Cameron. — ¿A dónde iremos Cameron? — preguntó Erika bastante intrigada — A mi casa, ¿te apetece algo de comida hecha por mí? — ¡Oh por Dios, claro que sí! Eres un buen chef — dijo halagando los dotes culinarios de Cameron — Basta, lo dices solo para no hacerme sentir mal seguramente — ¡Por supuesto que no! — refutó — Eres un buen cocinero, siempre te lo he dicho — volvió a halagarle dándole una palmada en la pierna Durante el transcurso del viaje hablaron de su día, sobre todo de el de ella ya que Cameron tendía a evadir responder preguntas acerca de sus actividades diarias, no siempre le gustaba ya que había algo en el que no le agradaba contar este tipo de cosas sencillas. Al llegar a la casa de Cameron y en cuánto este cerró la puerta, Erika se abalanzó hacía él y se comenzaron a comer las bocas, con mucho deseo y lujuria, el le desabotonó el pantalón y lo dejó caer hasta sus pies, ella lo tocaba por encima de sus jeans, con ganas de sacar su m*****o de su prisión y meterlo en su boca, realmente a Erika le encantaba la v***a dura, gruesa y de más de 19 centímetros de Cameron, era muy majestuosa. Erika no esperó a que la desnudara, ella misma se quitó la ropa y desabotonó sus jeans, los cuáles cayeron inmediatamente, lo empujó hacia atrás y se arrodilló, bajando los bóxer de Cameron y sacándole la v***a para su deleite, nomás de verlo, Erika se mojó y comenzó a lamerlo como paleta, metiendo el glande en su boca y jugando con su lengua, para sacarla y lamer todo su tronco, llegando a los testículos y succionando mientras acariciaba el pene del chico, era tal la dimensión y el grosor del m*****o de Cameron que Erika no alcanzaba a rodearlo con la mano completamente, ansiaba tenerla dentro de ella lo antes posible. Cameron la llevó a su recámara y la empujó a su cama, posicionándose entre las piernas de Erika y sin contemplaciones, la penetró duro y completamente, era un festín para la joven irlandesa sentirse totalmente llena y abierta por la v***a de su amigo. Este estuvo penetrándola a buen ritmo y con fuerza, ella no podía articular palabra alguna, sólo gemía y gritaba con mucho placer, pero el entendía que a ella gustaba así, duro y profundo, por lo que la hizo venir y ella aprisionó a tal grado la v***a de Cameron, que este tuvo que detenerse y esperar a que pasara el orgasmo de Erika. Cameron le dio vuelta y levantó las nalgas de su amiga, dejándola a lo perrito y la penetró apenas recuperada de su orgasmo, por lo que las paredes vaginales de Erika se encontraban dilatadas y dificultaban la penetración, sin embargo Cameron no cesó y continúo su delicioso martirio, duro y profundo, rápido y contante, Erika pedía más, el la complació, gritaba el nombre del chico y le decía "cógeme, dámela toda" , él no dudaba y la hizo venir violentamente por segunda ocasión, dejando las nalgas de la chica coloradas de tantas nalgadas y también el ano dilatado por su dedo, que la penetró sin apenas haberse percatado de ello, él se vino dentro de ella, dejándole chorreando por la parte interna de los muslos, hasta las rodillas. Se recostaron un momento, besándose y tocándose, realmente Cameron solía dejarle cansada a Erika, pero complacida y hambrienta de más v***a, al grado que ella se sostenía del pene del chico y lo limpiaba a conciencia, esperando que la volviera a coger. En esta ocasión no fue así, se levantaron y se vistieron para comer otra clase de alimentos, aunque ella solo quería la v***a de Cameron, esta tenía ese poder de adicción que no dejaba en paz a la chica, salieron de la recámara y se dispusieron a comer. Terminando, volvieron a lo suyo, devorarse con mucho deseo, ella volvió a comer mucha carne, dura, gruesa y larga por la boca y pronto por la v****a, era increíble el hambre de Erika que no menguaba, a pesar de atragantarse con tanta carne. — Voy a extrañar esto — pensó Cameron después de dejar escapar un largo suspiro

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