Capítulo 3. Despertando

4163 Words
El día avanzó lento, tal vez sucede cuando no se ocupa el tiempo en algo, tal vez no. Aunque es cierto, ocupar la cabeza y el cuerpo, siempre acelera el lapso.  Andrés duró la mayor parte del día en su oficina con carpetas encima de su escritorio, chequeaba hojas y hacia muecas extrañas, tomaba el teléfono, conversaba con colegas  sobre casos y clientes, o “caso-cliente”, como él mismo le llama; mi sorpresa fue, cuando le oí hablar en otro idioma, creería que inglés, pero no tengo el conocimiento adecuado para corroborarlo, lo que si puedo afirmar era lo interesante y sexy que se escuchaba con su tono de voz seguro, todo un hombre mayor, culto e inteligente, además de extremadamente guapo.   De vez en cuando me paseaba frente a él por si se le ofrecía algo, en un par de ocasiones le acerque vasos de agua, teniendo el cuidado suficiente para no derramarla y sin olvidar el portavaso, porque le irritaba en sobre manera las marcas que dejan en la madera, el borde humeante de los vasos. Yo volvía rápidamente al jardín, apenas notaba que lo estaba incomodando, y mi mayor pasatiempo para este momento, era seguir leyendo, en el rinconcito aquel que una vez el preparó, al parecer sin creer que lo haría para mí. La hora de la cena llegó, María me lo hizo saber con una señal desde la entrada de la casa y mi estomago lo celebro, ya estaba protestando por la ausencia de comida.  Volví rápidamente hasta el comedor, para frenarme al sentir un vacío cuando recordé que él no estaría en la mesa. Cené en silencio, entre el paseo constante de María frente a mí y su negativa por compartir la mesa, siempre limpiando sus manos con el delantal que era prácticamente parte de su indumentaria. Entre todas las vueltas que dio mi cabeza en la mesa, decidí, no muy convencida, visitar a mi padre, al menos a él si le agradaría mi compañía, o eso me hice creer. Toque suavemente la puerta de la oficina de Andrés, antes de entrar para no tomarlo por sorpresa, ya me había reprendido por estar diciendo "permiso" cada vez que entraba, según él, solo me faltaba reverenciarle, para hacerle sentir un verdugo malo en mi vida. - ¿Boombom? - ¿sí? - contestó sin dejar de ver sus papeles. -Te molesta si visito a mi padre, me encantaría cenar con él, pues teniendo en cuenta que… cenas solo. - mi voz sonó apagada. -No hay problema, por mi está bien, de igual forma saldré a cenar.  No pude evitar mi sorpresa y él sonrió ante mi expresión, sin levantar la cabeza. Sabía que él tema no era de mi incumbencia y más aún, que debía poner pausa al comentario, frenarme antes de incomodarle, pero como nunca he sido prudente y ya tenía la duda de la visita a media noche en habitación, el día anterior, simplemente deje salir mi respuesta.  - ¿sí? - sonando más molesta de lo que quería, pero no tan molesta, como realmente lo sentía. - ¿sí? - repitió, tratando de imitar hasta el tono con el que lo mencioné- ¿Pasa algo con mi salida? O ¿Necesitas explicaciones de mi destino?  Su sinceridad me dolió, tal vez soy una niña inocente que se estaba convenciendo de algo que realmente no sucedía, o me estaba imaginando sentimientos y una relación, que no existía. Y, solo me quedaba aterrizarme por mi voluntad o el golpe desde la nube en la que mis emociones me estaban escalando, sería más duro, más incómodo y aún más desastroso.  -Lo siento, no era mi intención, me retiro, volveré pronto – Exclame rápidamente como para dejar de lado mi escena y olvidarlo. -Esta misma noche, no quiero que pases noches fuera de casa, no te lo tengo permitido. -Sí señor. -Imagino que iras en el auto, entiendo que tu licencia de conducción esta activa, o eso fue lo que me dijeron.  ¿Me dijeron? Entonces ¿tengo una especie de espía en mi vida y no me había percatado? -Sí señor. En este punto estoy convencida que no merece que le llame “Bombom”. -Y, pase de “bombón” a “señor” nuevamente, y todo por una salida.   Le sonreí corto y me retiré sin mudar palabra. Conduje a casa por la ruta que tantas veces recorrí con mi padre, a veces con Margarita a su lado y la otra bruja en el asiento de atrás, conmigo. De camino, pensé tantas cosas y le di vueltas a mil ideas sobre el pasado y el futuro, tal vez, como jamás imaginé estar en esta posición, siendo una especie de empleada doméstica, bien pagada y con beneficios. Pensé en su salida, sé que soy muy tonta al pensar que no tendrá una mujer en su vida, o “unas”, alguien de su altura y su prestigio, su nivel de educación y estrato social. Obviamente no soy más que una distracción, un movimiento sobre seguro, una pertenencia que tiene en casa, para, por ahora, solo mirar y ordenar acciones. A pocos metros de mi destino, sentí el estómago temblar de los nervios, sabia exactamente que eso pasaría al llegar de nuevo al lugar que tanto dolor me ha causado. Baje del coche ante los ojos de Margarita y la tonta de su hija, mientras activaba el seguro y caminaba hacia la puerta, me pavoneaba en sus rostros que no disimulaban la sorpresa y por supuesto la arrogancia.  - ¿Mi padre? - ¿Tú que haces aquí?, al parecer no dudaste mucho en acostarte con el doctor, ya sabía yo la clase de puta que eras. ¿él y cuantos más te costó el coche? Sentí arder mi rostro de la rabia y deseaba con todas mis fuerzas abofetearla, y ya que no podría hacerlo, en mi mente se desato la escena gloriosa, en que las tomaba por el pelo y las lanzaba por el tejado de la casa, mientras suplicaban piedad y me pedían que las bajara. Sacudí la cabeza y entré a casa, pasando de frente por el par de brujas que decoraban la entrada. Comprendí que mi papá estaba en su estudio, como siempre lo hacía, al igual que Andrés, la mayor parte del tiempo se le iba en el trabajo, ha sido así desde que tengo memoria, más aún desde que el gran dolor se instaló en nuestras vidas. -Hermosa, ¿Qué haces acá? -Mi amor eterno, te he extrañado tanto – le exclamé casi en llanto y corriendo a sus brazos, a mi gran lugar seguro. -Y yo a ti princesa, ¿no me digas que te escapaste? Levanté el rostro de entre su abrazo para mirarle con un puchero en mi boca. -No papá. Aunque – dude un poco para decirlo, pero escondí mi cara de nuevo y tome impulso- Andrés me contó todo, y no pienso ponerte en riesgo – me solté de su agarre y empuje un poco su hombro en señal de alerta- ¡Oye!, ¿desde cuándo te gusta andar decorando para Halloween?  Mi padre miro a lado y lado del salón y se mostró sorprendido  - ¿A qué te refieres? – comentó. -Al par de brujas que tienes en la entrada. Reímos fuerte, mientras el pobre, asustado, revisaba que Margarita no estuviera cerca. Se acercó de nuevo a mi y baje mi rostro, no quería tener esa conversación que sé, continuaba en ese momento. - ¿Algún día podrás perdonarme? Mencionó con tristeza y su carita triste me enmudeció. Lágrimas caían de mis ojos, involuntarias y sin permiso. Me abrazó y lloré en su hombro, tanto, que, al parecer, estaba llorando todo lo que tenía guardado. Tal vez, tener que irme de casa, dejar a mi padre, perder a mi madre, los abusos de Margarita, lloré la omisión de mi padre ante tantas cosas, ante los maltratos y el dolor, mi deseo de verlo libre y la impotencia de pertenecer a un hombre.  - ¿Ya estas mejor? ¿hermosa?, por favor dime algo. -acariciaba mi cabello. -Es mejor que me vaya ya papá, venía a invitarte a cenar, pero esto no va a ser tan fácil como lo planee.  -Lucero, por favor dime que te trata bien.  Recordé a Andrés y mi rostro se relajó.   -Papá, es el mejor, es un sol. Sin necesidad de hacerlo me trata como una dama y no como su empleada, soy un huésped en su mansión- no quería que mi padre se enterara de mi "relación" con Andrés así que refrene la emoción de mis palabras- ya sabes, esperaba que me tocara más difícil, pero realmente ha sido agradable el tiempo que he vivido con él… quiero decir, en su casa. -No entiendo, ¿al caso no eres empleada doméstica en su casa? Ese fue el trato que hicimos, o bueno que hizo con…  Sonreí con malicia, sospechaba que la autora material del suceso era ella, pero ahora disfrutaba que, a la bruja, se le desbaratara el plan.  -Tranquilo, tú no te preocupes que yo estoy muy bien y dentro de poco podré ayudarte, ya llegará el momento que me aclares muchas cosas, por ahora por favor, cuídate, no soportaría una perdida más en mi vida. Eres mi amor eterno y lo sabes. Tú y mamá. Le sonreí amorosamente mientras le abrazaba tan fuerte como para guardar en mi corazón su presencia en mi vida.  Mi padre asintió, dejando ver en su rostro, aun el dolor por la partida de mi madre, ella fue su amor verdadero y la única mujer hasta el inoportuno momento de la llegada de Margarita, pero esta última era pura maldad y la ruina de mi padre, aunque él la viera como su salida de la soledad.  - ¡Feliz Halloween señoras!  Me despedí y caminé hasta el auto, pude escuchar las pisadas enfurecidas de Margarita detrás de mí, sabía que vendría con toda su rabia a golpearme, tan típico en ella, solo que esta vez no temería en devolverle el golpe, como mínimo. Lena casi corría detrás de ella, tomándola del brazo para frenarla. Espere un poco, solo para tener la satisfacción de hacerla enojar aún más.  -Deja  madre, no merece que te enfermes.  Mencionó Lena a Margarita.  Subí al auto y conduje de camino a casa, lo más rápido que pude, pero manteniendo la seguridad, no quería llegar muy tarde, ojalá antes que Andrés. Sin embargo, al entrar por el garaje, pude ver su coche estacionado y frené varios metros atrás, casi donde no pudiera verme. Desde mi silla, justo tenía una visual esplendida y desde allí, lo vi bajarse de su auto y a una mujer sentada en el asiento del copiloto.  Él se dirigió hasta la puerta de ella, la tomo de la mano para ayudarla a salir, ya en pie, la mujer le abrazo por el cuello y beso apasionadamente. En ese momento quise cerrar los ojos y no sentir más la punzada de traición que atravesó mi orgullo. Pero la duda me incitaba a mirar, mis brazos y piernas no reaccionaban, me quede hay, sin más, sentada presenciando la escena de amor de ese par.  Los besos no frenaban, Andrés subía de su vestido con fuerza y esta reía ante sus caricias, de pronto arranco su ropa interior, y mirando de lado a lado cerciorándose de no tener espectadores, para finalmente empujarla dentro del asiento de atrás,  entró sobre ella en embestidas constantes, sus gemidos se oían hasta donde yo estaba, él era realmente apasionado y la mujer disfrutaba de su encuentro. No quería mirar y debí no hacerlo, pero la rabia me dominaba. De nuevo las lágrimas cayeron de mis ojos y recostada sobre el volante lloré, sin más. Este al parecer, era un día glorioso para llorar.  Sentí sobre mi hombro una mano, me movía levemente y abrí los ojos en un activo dolor de cabeza, palpé los ojos al sentirlos pesados y los chequeé en el espejo, observándolos demasiado hinchados, tanto que se cerraban fácilmente.  -Niña Lucero, el señor la busca por toda la mansión.  Las palabras de María activaron el recuerdo que llego hasta mi retumbante cabeza, mientras dolía de nuevo mi estómago y al final en mi orgullo.  Asentí  - ¿Podrías por favor ayudarme con algo? - Le solicite en voz muy bajita a María. -Claro señorita ¿Qué sería? -Pon dos cucharas al refrigerador y ya voy para la cocina, quiero cambiarme y tapar un poco los ojos hinchados antes que Andrés me vea. -Claro señorita, la espero en la cocina, entre por la "Niña", el patrón está en la oficina y no puede verla desde allí.  Asentí y corrí hasta mi habitación, cuidando de no ser vista por él, la rabia me consumía, pero no iba a mostrarle mi debilidad y menos tomarme atribuciones que nunca me corresponderían. La imagen de él y la mujer en el auto me recorría incitándome a llorar, pero agitaba mi cabeza sin darle espacio, como bateándola hasta el rincón mas alejado de mis recuerdos, de donde jamás la dejaría salir.   - ¿Me llamaba? Comenté con seriedad, tal vez sonando un poco amargada. -Sí, ¿acabas de llegar? No levantó la cabeza de sus papeles, así que no sería difícil ocultar mis ojos. -Para nada, solo que fui inmediatamente a mi habitación, ¿desea algo en especial? o ¿puedo volver a dormir?  Sus ojos buscaban los míos, lo notaba de reojo, sin embargo, mi rostro se mantenía fijo en el suelo y mis manos cruzadas a la espalda, no podía dejarle verme de frente. Se levantó de la silla despacio y trono sus dedos, caminó hasta donde me encontraba de pie y me tomo del mentón.  -Deberías saber que odio que me mientas, es algo que no puedes olvidar, de ahora en adelante. Tal vez podrías evitarte muchos problemas - apretó más fuerte de lo normal- ¿Qué tienes por decir?  No era justo él no tendría por qué reclamarme nada, si era yo la que moría por escupirle con rabia el show que vi. Con fuerza golpee su mano quitándola de mi rostro, juré que nadie volvería a maltratarme y ciertamente, esto tenia cara de maltrato.  -No entiendo a qué se refiere. “Señor”- remarque la palabra con toda la rabia que me inundaba en el momento. -Es obvio que no estabas en tu cuarto, ¿A dónde crees que fui a buscarte desde que llegué? Y, tu coche lleva más de dos horas parqueado, lo sé porque lo vi al llegar y justamente por eso no ingrese de una vez a la casa.  - ¡Ahhh! – sé que después de vomitar toda la rabia, me arrepentiré de haberlo hecho - Y prefirió cogerse a la “señorita” en el carro para no pasármela por la cara, o me equivoco, quiso cogérsela en el carro para que mi visual fuera más placentera. ENFERMO- le grité.  Abrió de más sus ojos y su rostro se tensó, empuño sus manos y jure que me golpearía así que cerré mis ojos por instinto de protección, para matizar el dolor, sin embargo, al ver que no reaccionaba di la vuelta y corrí hacia mi habitación, Golpee al cerrar la puerta y caí al suelo pegada a la misma, llorando nuevamente, definitivamente, era el día glorioso del llanto.  Oí sus pasos por el pasillo y cada vez más próximos a mi puerta, cubrí mi rostro con mis brazos, era instintivo tal vez por tantos años de malos tratos. Su andar se detuvo justo frente a la puerta y esperaba paciente que golpeara o gritara, o las dos cosas al mismo tiempo, dudo unos segundos y retomó su caminar supongo hasta su habitación, por que aún podía escucharle.  Lloré hasta dormirme, y desperté con el cuello paralizado y dolor en todo mi brazo derecho, que me impedía moverlo, mis ojos amanecieron aún más hinchados que ayer, tal vez las cucharas frías no me servirían este día, aunque mi alma si estaba limpia de dolor. Mire la hora y aún estaba a tiempo para asearme y servirle el desayuno a él, me invadió un dolor momentáneo al recordar lo ocurrido y un temor por su reacción ante mi imprudencia, si bien ayer no dijo nada era obvio que hoy me esperaba por lo menos una charla o lo que es peor, su total indiferencia, hasta podría pedirme que me marchara, rompiendo el trato con mi padre, lo que sería aún peor.  Al poco tiempo ya estaba en el salón terminando de acomodar el desayuno, esta vez solo servía fruta para mí, ya que no me apetecía más, y por no aumentar su ira al menos comería eso, creo que aprendo a conocerlo y sé que insistirá en que debo mantenerme saludable.  -Buen día Lucero.  Di un salto al escuchar su voz y mi cabeza bajo involuntariamente por la vergüenza que me recorría, sin mirarlo respondí con voz bajita a su saludo y le señalé su silla, él tomó asiento sin dejar de mirarme y vi un rastro de asombro en sus ojos, al descubrir por fin los míos hinchados, negó con la cabeza y pude oír un respiro fuerte y pausado. Sentí que iniciaría una conversación, pero algo lo detuvo. Finalmente, y para mi fortuna, desayunamos en silencio, terminé primero mi pequeño plato. -Si deseas puedes retirarte. - Su voz tenía un tono de tristeza. -No señor- negaba con la cabeza mientras respondía- No sé preocupe, esperaré a que termine su desayuno, si usted me lo permite.  Asintió y el silencio otra vez nos abordó, sentí como su mirada se posaba en mí y me recorría, nuevamente estaba a punto de iniciar una conversación, y siento que no será grata para ninguno de los dos.  -Lucero, ¿Tú tienes novio? Su pregunta me sorprendió, pero me apresuré a responderle. -No señor. -Bueno, me refiero a si, ¿has tenido novio? -No señor.  Su rostro se encendió, pero su sorpresa opacaba lo que al parecer era un tono de malicia.  -Tu reacción de ayer, -trataba de concluir algo, que ciertamente no tenía que ver con el momento incomodo que imaginé- Yo te entiendo, la verdad es que, yo no…- pauso sus palabras y puso sus manos sobre la cabeza, en señal de frustración.  Yo no podía mudar palabra, es que simplemente no sabía que decir o hacia donde iba la conversación.  -A ver mujer, sería bueno que dijeras algo, ¿No crees? Ayúdame un poco.  Respire profundo y me llene de valor.  -La verdad es que, estoy muy apenada y realmente no se dé dónde vino mi imprudente reclamo -obvio que se dé dónde vino, de mi orgullo herido cual novia engañada- Lo que quiero decir, realmente es que, lo siento Doctor, y ciertamente he estado pensando mucho y este trato nuestro es un tanto egoísta. La verdad yo solo estaré aquí para usted, pero usted si tendría la libertad de salir y escoger - Su cara era una mezcla de sorpresa y furia, pero con temor, continué con mi enfoque- Mi punto es que si usted desea puedo ser su empleada doméstica, su asistente o hasta su jardinera – le señalé el jardín que se apreciaba desde el ventanal enorme del comedor- mire que tiene muchos espacios verdes por cuidar, eso no me molesta en absoluto, pero por favor, no me pida que sea su acompañante o lo que sea que soy en este momento, mientras usted desfila señoritas por el pasillo.  -Esta es mi casa ¿Recuerdas? -Gritaba- creo que yo puedo pasear lo que se me dé la gana por ella y es mi decisión, aunque te suene "Egoísta"- Imitó unas comillas con los dedos- o lo que se te dé la gana pensar. A ti, te entregaron a mí, para que yo hiciera lo que quisiera y resulta que ahora quiero tenerte como mi propiedad, así que te sacas esas ideas de libertad y no esperes fidelidad de mi parte, no es que me estés supliendo todas mis necesidades a cabalidad. -La ira se escapaba por sus ojos, por su boca, por su piel, respiraba ruidosamente. Golpeó la mesa con sus puños, tumbando la copa de vidrio al suelo, con un estruendo más fuerte de lo esperado, dejándome en total asombro.  María salió apresurada de la cocina con una escoba, no entiendo como ella siempre está un paso delante de lo que va a suceder, y con esa disposición firme a servir. Andrés la detuvo con su mano en alto y ella se retiró lenta y silenciosamente. Me levanté de la mesa de ipso facto empujando la silla hasta arrojarla al suelo, generando otro estruendo, igual de fuerte al de la copa. Mi rabia subió poco a poco hasta llegar a mi boca y la abrió con toda la imprudencia que me gobernaba, la misma de toda mi vida.  -Eres un maldito egoísta, un narcisista, ególatra y superficial. Por eso mismo estas solo a tus cuarenta y tantos años. Ante mi asombro, respondió inmediatamente. -Y, tú eres una niña tonta e inmadura, y por alguna razón te vendieron al mejor postor. Imbécil. -No te atrevas a opinar sobre mi vida, que no sabes nada de ella. Y tú - le miré de arriba abajo y solté con ironía- no eres el mejor postor, eso es obvio- Le grité. -Tampoco opines sobre la mía, no seas igualada.  Me quede hay frente a él, sosteniéndole la mirada y sin disimular la rabia que me producía, tal vez con la misma rabia con que a diario miraba a Margarita. En un impulso más de estupidez de mi parte, me lancé hasta su pecho y lo empujé fuerte, aunque ni siquiera pude moverlo.  Él, en cambio ahora se mostraba entretenido y eso me irritaba aún más.  De repente comenzó a reírse ruidosamente, tal vez cuando se percató que por más que lo intentara solo llegaba a golpear su pecho, no era mi culpa, la naturaleza me negó altura, y a él se la dio de sobra.  - ¿De qué diablos te ríes? -Cuida tu vocabulario niña, ¿también tengo que darte explicaciones de mi risa? No seas ENFERMA- Me recalcó.  Levanté mis manos en señal de conformismo, comencé a caminar y sentí su mano sujetarme por la cintura, le di un empujón con mi espalda como para soltarme de él, pero solo le otorgue un mejor agarre, me levanto con fuerza, empecé a patalear y a gritar, él solo reía. Me dio un giro para cargarme en su hombro y tome su brazo para evitar caerme, su cuerpo estaba ejercitado, sus músculos se marcaban en su espalda y eso me hizo humedecer los labios, fantaseando con recorrerlo a besos, no entendía de donde surgieron tantos impulsos, nunca los había sentido, era como si ese hombre despertará en mí, todo el deseo erótico que he reprimido.  Caminó hasta una habitación, al parecer era de huéspedes, lógicamente no me llevaría a la de él por su estúpida necesidad de privacidad, y no sé por qué tengo la impresión que a mi habitación tampoco entraría, aunque ese aire de respeto es adorable.  Me tiró en la cama y se quedó frente a mí, mirándome a los ojos y riéndose en el proceso. Mi cara de pánico le parecía absolutamente divertida. Me puse de pie sobre la cama y me tire a él para golpearlo en el pecho, tomo mis manos antes que pudiera siquiera tocarlo y me miro con fuerza, sus perfectos ojos azules, se oscurecían cuando el deseo le gobernaba. Le sostuve la mirada, pero ocasionalmente me desviaba a su boca, mi boca humedecida por mi lengua, mordía mi labio para tentarlo, y para refrenar mi deseo de dejarme perder en los suyos. Me empujo de nuevo sobre la cama, y se dirigió hasta la puerta, deteniéndose en el umbral para mirarme antes de salir. Desde allí pude ver cuanto deseaba quedarse, de nuevo me recorría de pies a cabeza y eran obvias sus intenciones, sin embargo, salió dejándome sobre la cama.  Mi irreverente forma de ser me obligo a salir de la habitación e ir hasta a él, me pare de frente y el humedeció sus labios sin darse cuenta. ¡Aja! Esa era la señal.  Me acerque bien a su boca, casi sin espacio entre nuestros labios, mis pies en puntas para poder alcanzarlo, sus ojos fijos en los míos, bajó un poco el rostro buscando acercarse más a mí. Sentía como el calor me recorría lentamente, no me atrevía a besarlo, tal vez temía que me rechazara, que estuviera confundida en todo esto, pero las señales eran obvias, él quería lo mismo, pero ¿Porque no se atrevía?, me cuestionaba sin dejar de mirarlo.  Se supone que era suya, pero tampoco me tocaba, al parecer no entendía, cuanto anhelaba que lo hiciera.  Lo deseaba.  
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