Capítulo 2. Hagamos un trato

2816 Words
Demoré muy poco en bajar, no quería hacerle esperar, de igual manera estaba ansiosa por oir lo que tenia por decirme, así como por degustar el olor potente de su perfume, que deja marcado el recorrido de su cuerpo por la mansión.  -Y bien Lucero, imagino que debes estar esperando una explicación de todo.  Presentía el porqué de mi presencia en este lugar, la bruja de Margarita me había mencionado algo, sin embargo, aún no sabía las intenciones de Andrés.  Asentí  -Lucero, tu padre tiene una deuda bastante grande conmigo, no ha hecho buenos negocios, y su compañera no es más inteligente, ni un gran apoyo.  Blanquee los ojos al escuchar mencionar a Margarita  -    Al parecer no te llevas muy bien con ella. -    Somos más como agua y aceite, doctor.  Sonrió y aclaro la garganta  -Lucero, dime Andrés.  Asentí  -Tu padre me ofreció tu compañía como plazo para el pago de su deuda.  Y para entonces mis ojos se habían humedecido al punto de soltar lagrimas involuntarias, que resbalaban por mi rostro sin permiso, incluso un par de ellas cayó sobre la mesa que nos separaba, las limpié rápidamente y fingí que nada pasaba, tal vez esperando realmente que él no las hubiera visto, odiaba mostrarme débil.  -Te explico, yo no pretendo tomarte a la fuerza, pero si quiero tu presencia a mi lado, eres hermosa y eso no me lo esperaba, hasta esta mañana había pensado tenerte como empleada para ayudar a María en las labores.  Creo que eso no me hubiera gustado más.  - ¿Qué piensas al respecto?  Aquí estaba frente a un bombón y su oferta de ser su… ¿qué? ¿que sería yo? ¿su dama de compañía? ¿su mujer?  -Doctor disculpe - tome aire- Andrés, yo no entiendo a mi padre, pero sí sé que esa maldita bruja hija de…- interrumpió poniendo su mano en mi boca, un poco fuerte, no como un golpe, más bien como una advertencia. -Nada de groserías, esa boca tuya es absolutamente bella para opacarla así.  Cada vez que hablaba sus ojos brillaban con una picardía que era imposible ignorarla, tenía una atracción muy fuerte y por supuesto que la sentía, aún más, la compartía.  -Sí señor, disculpe de nuevo -tome aire para mantener la calma- le decía, esa señora tomo su decisión y mi padre no objetó así que me guste o no, -aunque creo que me gusta más de lo que pensé- estoy a su disposición al menos el tiempo que ellos o usted consideren. Y deseo hacerlo lo más agradable posible.  -Perfecto- golpeo la mesa con las dos manos y se puso de pie- la verdad esperaba más drama, llantos, gritos.  Reí fuerte, al punto de tapar mi boca al ver su cara de confusión.  -Disculpe, - al parecer tendría que disculparme muy seguido- Andrés la verdad no soy muy expresiva, y todo esto me descompone no lo niego, pero veo el vaso medio lleno y no es que la esté pasando mal últimamente, además es usted un caballero y muy apuesto, así que no será sacrificio- le guiñe un ojo, tal vez un poco más fuerte de lo que en mi cabeza se ideó.  Vi como sus ojos se encendieron y dentro de mí, algo también lo hizo.  -Mujer- sonrió- cuida lo que dices, no quiero llegar a confundirme.  Le sonreí de vuelta y asentí.  -Bien, entrando en materia vamos a aclarar varias cosas – tomo asiento de nuevo, puso las manos sobre la mesa y entrelazo sus dedos- ya tienes tu habitación, espero que puedas dormir en ella, la mía está a unos pasos de la tuya y disfruto que nadie entre allí, odiaría tener que encontrarte en ella revisando lo que no te corresponde; iras conmigo a eventos de gala y demás reuniones, te comportaras como te solicite y serás reservada; te voy a entregar un fondo para tus compras personales y demás gastos, quiero que ayudes a tu padre y estés al pendiente de sus necesidades también -eso si me sorprendió, al caso mi padre no le debía una suma significativa- Lucero, no te voy a forzar ni menos, las cosas se irán dando, pero si debes saber que en algún momento se dará; por último, no sé si para tu desgracia o no, durare una temporada larga en un hospital de la ciudad y no viajaré dentro de lo que tengo previsto, así que a diario estaré acá y en esos momentos quiero que estés a mi lado ¿entendido?.  Aun procesaba parte de la información, tomo mi mentón y levantó mi cara para encontrarse con mis ojos.  - ¿Entendido, Lucero? -Si doctor…-negué con mi cabeza en señal de corrección-  digo señor, digo Andrés. -Perfecto, este será nuestro trato, no quiero mal comportamiento de tu parte ni hacia mí, ni en público, vas a ser modesta al hablar y nada de groserías, no me importa si hacen parte de tu lenguaje, por ahora iremos a descansar. Le hablaré a tu padre para hacerle saber de nuestro compromiso y tú te comunicaras con el más tarde, ¿tienes un móvil? -No sr. -Ok, hablaré para que te solucionen eso, en dos horas iremos al centro comercial para que te proveas de lo que creas necesario. -Si sr. - ¡Oye! - casi gritó- no estás en el ejército, un poco de cariño no me haría mal.  -Sí señor, disculpe, como usted mismo lo señaló, con el tiempo se dará.  Asintió, se levantó y tomo camino hacia las habitaciones del segundo piso, me puse en pie y lo seguí.  -Descansa, nos vemos en dos horas.  Beso mi frente y tomo mis manos mientras me miraba a los ojos y pude escudriñar los suyos, de un azul profundo, y si, este hombre tenía al menos el doble de mi edad, y ahora yo le pertenecía, lo raro en todo esto, es que disfrutaba la posible idea, de algún día ser suya.  Me tendí en la cama, inmensa para mi gusto y comencé a darle vueltas a mi cabeza analizando todo lo que acaba de pasar, tengo un sin fin de beneficios y la verdad me agrada estar acá, él es un hombre absolutamente apuesto y no me importa mucho su edad, no era así como imaginaba estar en una relación, pero no está en mis manos cambiar la situación, y todo esto no esta tan mal, me trata bien y creo que me puedo librar de Margarita por un tiempo, la muy maldita estará sufriendo sin su empleada.  Sentí una mano en mis caderas, moviéndome suavemente, pero mis ojos se empeñaban en permanecer cerrados.  -Señorita, el patrón la está esperando. Antes de darme cuenta ya estaba de pie, María traía en sus manos un vestido y unos zapatos y comencé a desvestirme sin pensar.  -Rápido señorita, el joven Andrés, la espera en el salón hace 20 minutos - ¡Dios! María y ¿por qué no me llamaste? -El patrón me dijo que no, que usted sabia la hora de partida.  Bajé rápidamente, pero al verlo en el salón disminuí como por impulso, llevaba un traje n***o y una camisa blanca de fondo, se veía absolutamente sexy, me atreví a fantasear con su cuerpo mientras me acercaba más a él.  - ¿Andrés? -  ¿Cuanto más habría que esperar a la señorita? -Lo siento, yo caí rendida y me desperté tarde. -Que no se repita Lucero, ¿entiendes?  Asentí  Sus ojos ya no brillaban con picardía como antes, ahora se opacaban al punto de perder el color azul que los caracterizaba. De camino al centro comercial todo fue silencio, Andrés conducía un vehículo deportivo, sus ojos iban fijos en la carretera y yo iba sumida en el pasar de los árboles, pensaba en que no debí demorarme en bajar, se ve que está molesto por eso y ya había decidido comportarme de la mejor manera posible.  -A tus pies hay una bolsa con tu teléfono, enciéndelo y dime si es de tu gusto, no hay problema si debemos cambiarlo.  Como una niña emocionada abrí rápidamente la bolsa y saqué la caja, era uno de última generación, de esos que te cuestan esta vida y la otra. Me gire para ver a Andrés, y su rostro esbozaba una sonrisa, al parecer mi inocencia lo divertía.  - ¿Está bien ese modelo? -Andrés esto está más que bien, y te juro que apenas nos bajemos te voy a dar un abrazo tan fuerte que me pedirás que te suelte.  Soltó una risa sincera, se divertía conmigo y yo era feliz por eso.  -Gracias, de verdad, no tienes por qué hacer todo esto, y sin embargo te comportas como un caballero, eres un príncipe que me rescato de la bruja.  -Teniendo en cuenta que me habías dicho ser poco expresiva esto lo tomaré como un gran cumplido. Vamos mujer, hagamos de esto algo agradable.  Caminamos cientos de tiendas, y ya había comprado una gran cantidad de ropa, la mayoría por solicitud de él, no lleve nada que no aprobara, total me vestiría para sus fiestas o cosas de esas a las que van los adinerados.  -Todo te queda espectacular, tienes un diseño perfecto.  Creo que por primera vez en mi vida me sonroje.   -Gracias.  De vuelta a la mansión, recibió una llamada y respondió por el bluetooth del carro.  -Hello, Ale.  Giro los ojos y su rostro se tornó estresado, ahora era el doctor, quien hacia un mohín y tuve la percepción que la persona al otro lado de la línea era su madre.  - ¿Señora? -Andrés Esteban Buitrago Sachi, me puedes explicar cómo diablos fuiste al centro comercial y no pasaste a visitar a tu madre, sabes perfectamente que me encuentro en la ciudad, no concibo como no puedes sacar unos minutos para mí. - ¡Por dios mamá!, empiezo a pensar que me instalaste un GPS al nacer -No seas tonto Ale, mis amigas tienen sus tiendas allí, con decirte que compraste en dos o tres de ellas.  Si fue así, ellas tuvieron que verme, y siento que ahora su interés se posaría en mí.  -Es más, - aquí viene- me dijeron que estabas acompañado de una señorita bastante joven, aunque si mencionaron que era muy hermosa, ¿la trajiste del exterior? -Madre por favor... No crees que ya no estoy en edad para…  Interrumpió ella.  -Perfecto doctor andrés, cuando sea de su interés saber de mí te comunicas, que tengas un lindo día. -Adiós mamá, te amo  Lo miraba feliz, de repente su faceta rigurosa quedo desarmada por la imprudencia de su madre, esto me divertía por montones.  - ¿Que es tan gracioso señorita? -Nada, Andrés Esteban -y solté la risa que tenía aguantada- vaya que hasta ella te llama doctor. -Ya verás como la próxima vez te vas solita a tus compras. -Sí señor- Solté mientras arrugaba mi cara en señal de protesta.  Al bajar del auto me apresuré a sacar los paquetes, sin embargo, su mano tomo mi brazo y me giro para quedar cerca de él, pensé que me iba besar y cerré mis ojos mientras abria mis labios anhelantes, ante la espera, abrí los ojos rápidamente al notar que fue un error, para encontrarlo delante de mi señalando un bello auto nuevo que estaba frente a nosotros.  -Este será tu coche mujer  Cubrí mi boca y di saltitos de emoción, ni en mil años me imagine conduciendo un modelo tan perfecto, de repente volvió a mí la cordura, es ilógico que acepte algo como esto, dejé de moverme y trate de hablar lo más seria que podía.  -Yo no… no necesito esto, no es necesario. -Yo decido desde ahora que será necesario para ti – puso su mano en mi rostro y lo levanto hasta encontrar sus ojos con los míos- además en ocasiones quiero que llegues a algún lugar donde te estaré esperando y es obvio que necesitas en que desplazarte, también así podrás visitar a tu padre ¿no?  No había pensado en mi padre, mi amor eterno, sentí tristeza y no pude evitar agachar mi cabeza.  - ¿Todo bien? ¿no te gusto el color?, podemos cambiarlo. -No, calma, no es eso y si me encanto, por supuesto, de nuevo muchas gracias, no es justo que haga todo esto, yo debería estar sirviéndole en lugar de generarle más problemas. -Nada de eso mujer, ya hicimos un trato y en lo que a mi concierne tu estadía a mi lado será mejor de lo que al parecer fue al lado de esa mujer.  Lo mire con ternura, era un hombre divino, perfecto. ¿cómo es posible que este solo?  -Andrés, ¿cómo es que no te has casado?  Y hay va mi imprudente boquita de nuevo. Su boca se cerró firme y frunció sus cejas en señal de incomodidad.  -Lo siento, lo siento, no pensé.  Me puse de puntitas a su lado y le di un beso en la mejilla, casi llegando al inicio de sus labios, me reincorpore y lo abrace con amor. Él se tensó y simplemente se estuvo quieto los segundos que duro mi manifestación de cariño.  -Vamos adentro mujer, empieza a hacer frio, debes cenar e irte a dormir, mañana desayuno temprano y te quiero hay para mí. -Sí señor, ¿cenaremos juntos? -No, yo cenaré en mi habitación, espero una visita.  Una punzada de dolor atravesó mi estómago hasta llegar a mi corazón, la realidad me perforo.  Desperté demasiado pronto, aun no aclaraba el día pero yo estaba feliz de estar a tiempo esta vez, hice algo de ejercicio en mi habitación, me duche, vestí y maquille, acomode mi cabello en una moña alta, era lo suficientemente largo como para caer hasta mi cintura aun estando recogido, ojee una vez más en el espejo el resultado y salí satisfecha. Bajé a la sala y me encontré a María con un plumero tricolor paseando por las mesas de estar y el sofá.  -Buen día niña Lucero, ¿cómo amaneció? -Buen día María, bien gracias, ¿el señor ya se despertó? -No señorita, pero no tarda, desea algo en lo que espera. -No, gracias. ¿el desayuno ya está listo? Quiero organizar todo para él. -Si señorita claro, en la cocina esta todo servido, si gusta puedo traerlo a la mesa ya. -No te preocupes sigue ahí, déjame hacerlo.  Y corrí a la cocina antes que María se negara a recibir mi ayuda, como sucedia a diario, era solo que yo mencionara mi deseo de ayudar o mi disposición de hacer un quehacer y ella corria de inmediato para evitarme el esfuerzo. Me apresuré a servir todo en la mesa perfectamente dispuesto.  -María, ¿el señor toma fruta también? -Si señorita, está en un tazón pequeño al lado del té, ya está en trozos, solo ponga unos cuantos en el plato y lo sirve a un lado, el té déjelo en la tetera y lo sirve cuando el doctor este sentado, y que ni se entere que le deje hacer todo eso a usted.  Me devolví al comedor y sentí mi cuerpo chocar contra el suyo, levanté mis ojos para perderme en sus azules profundos mientras relamía mis labios. Él se giró para observar la mesa y busco alrededor de la misma, tal vez a María.  -Buenos días, señor, la mesa está lista para su desayuno. -Buenos días, al parecer tú también lo estás -recorrió mi cuerpo con sus ojos y su rostro de satisfacción me lleno de orgullo- ¿Tu pusiste la mesa? -Sí, ¿desayunamos? -No tienes por qué hacerlo Lucero, María se encarga de eso, no eres una empleada.  Tome su mano y noté como se sorprendió.  -No me molesta -confesé sincera- es más me agrada poder servirte, y esto no es nada, si me lo permites quisiera ser yo quien te cociné, adecue tu habitación, mantenga tu ropa limpia, es algo mínimo para todo lo que me das.  Negó fuertemente, casi no logro terminar la oración. No sé qué le ve de malo a que lo haga, si en casa cocinaba para tres más.  -En absoluto, no mujer, estas aquí para mí y no quiero que te entretengas en tareas de María. -Esta bien, ¡bombón!, ahora a desayunar. Comenté coqueta -Al parecer dejamos el "Andrés" de lado, ese "bombón" me gusta más.  Es lo que eres, cosita rica. Creo que debo controlar mi mente.  Continuamos el desayuno entre conversaciones variadas sobre su trabajo, era un placer escucharle hablar con tanta pasión sobre procedimientos médicos, intervenciones estéticas y donaciones; además de sexy, todo un bombon de bondad.  Su presencia en mi vida le estaba dando otro sentido y por primera vez en muchos años no percibia ese vacio, de repente estaba bien, me sentía completa, al lado de un desconocido de al menos el doble de mi edad y mirada profunda.    
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