Capítulo 23: Verdades Al Filo

1075 Words
La tensión entre Lucía y Gabriel era palpable. Aunque no lo había mencionado, Gabriel notaba el cambio en Lucía. Su mirada estaba cargada de preguntas, sus gestos eran más calculados, y su habitual calidez parecía sustituida por una fría determinación. Lo que Lucía había descubierto en su encuentro con Matías había plantado una semilla de duda que crecía con cada minuto que pasaba. Esa mañana, mientras Gabriel salía temprano a la oficina, Lucía decidió que ya no podía esperar. Tomó las fotos que había encontrado y comenzó a estudiar cada detalle, buscando cualquier indicio que pudiera atar cabos sueltos. Fue entonces cuando notó algo extraño en una de las imágenes: el reflejo de una figura en la ventanilla del auto. Aunque era borroso, se distinguía la silueta de un hombre. ¿Podría ser la misma persona que Matías mencionó? Sin perder tiempo, Lucía llamó a Sofía. —Necesito que vengas a casa ahora. Es urgente. Sofía llegó poco después, preocupada por la seriedad en la voz de Lucía. —¿Qué pasó? —preguntó mientras Lucía le mostraba la fotografía ampliada. —Mira esto. Es la ventanilla del auto en el accidente. Hay alguien ahí. Matías me dijo que un hombre estuvo presente, pero Gabriel nunca mencionó nada. Sofía observó la foto con atención, pero negó con la cabeza. —No se distingue nada. Lucía, ¿no crees que podrías estar obsesionándote un poco? —No, Sofía. Hay algo que no cuadra. Y si Gabriel no quiere decírmelo, tendré que averiguarlo por mi cuenta. Una Visita Inesperada Esa tarde, mientras Lucía seguía investigando, escuchó un golpe en la puerta. Al abrir, se encontró con una mujer alta, de cabello oscuro y ojos penetrantes. —¿Lucía Díaz? —preguntó la mujer con voz firme. —Sí, soy yo. ¿Quién es usted? —Mi nombre es Elena Ríos. Necesito hablar con usted sobre Gabriel y Valeria. El nombre de Valeria bastó para que Lucía sintiera un nudo en el estómago. —¿Cómo sabe de ellos? —preguntó, tratando de mantener la compostura. —Porque fui amiga de Valeria en los últimos meses antes de que desapareciera. Sé cosas que Gabriel nunca le dirá. Lucía dejó entrar a Elena, aunque su mente estaba llena de advertencias. Una vez sentadas en la sala, Elena sacó un sobre y se lo entregó a Lucía. —Antes de que Valeria desapareciera, me pidió que guardara esto. Pensé que nunca tendría que entregarlo, pero al ver cómo se han desarrollado las cosas, creo que es hora de que lo sepa. Lucía abrió el sobre con manos temblorosas. En su interior encontró varias cartas escritas por Valeria y un pequeño cuaderno. Comenzó a leer una de las cartas: “Si estás leyendo esto, significa que ya no estoy. Hay cosas que nunca tuve el valor de decir, pero es hora de que la verdad salga a la luz. Gabriel no es quien crees que es, y temo que su pasado te arrastre como me arrastró a mí…” Lucía levantó la vista, horrorizada. —¿Qué significa esto? Elena suspiró. —Valeria sospechaba que alguien estaba manipulando a Gabriel, alguien que tenía poder sobre él. No sé exactamente quién, pero ella estaba decidida a descubrirlo antes de que todo se saliera de control. El Regreso De Gabriel Esa noche, Gabriel llegó a casa más temprano de lo habitual. Al entrar, notó a Lucía sentada en el sofá con el sobre en sus manos. —¿Qué es eso? —preguntó, frunciendo el ceño. Lucía levantó la mirada, sus ojos llenos de furia y dolor. —Es algo que Valeria dejó antes de desaparecer. ¿Por qué nunca me contaste que ella temía por su vida? Gabriel se detuvo en seco, su rostro palideciendo. —¿De dónde sacaste eso? —No importa de dónde lo saqué. Lo importante es que hay cosas que no me has contado, Gabriel. ¿Quién es la persona que estaba contigo en el accidente? ¿Por qué Valeria pensaba que estabas en peligro? Gabriel pasó una mano por su rostro, visiblemente perturbado. —No puedo hablar de eso, Lucía. Es mejor que no lo sepas. —¿Qué no lo sepa? —gritó Lucía, poniéndose de pie. —¿De verdad crees que puedes seguir escondiéndome cosas? Esto no es solo tu pasado, Gabriel. Ahora también es mi vida. Gabriel se acercó, intentando calmarla, pero Lucía retrocedió. —Si no me dices la verdad, la buscaré por mi cuenta. Gabriel la miró con desesperación. —Lucía, por favor. No entiendes en lo que te estás metiendo. —No, Gabriel. Eres tú quien no entiende. No voy a quedarme en la oscuridad mientras tu pasado amenaza con destruirnos. El Hombre En Las Sombras Esa misma noche, mientras Gabriel dormía, Lucía revisó nuevamente las cartas de Valeria. En una de ellas, Valeria mencionaba un nombre: “Arturo”. Según la carta, Arturo era un viejo amigo de Gabriel que había estado involucrado en negocios turbios. Valeria creía que Arturo estaba usando a Gabriel para sus propios fines. Lucía buscó en internet información sobre Arturo, pero lo único que encontró fue una dirección en un barrio periférico de la ciudad. Sin pensarlo dos veces, decidió ir allí al día siguiente. El lugar era un edificio en mal estado, con paredes cubiertas de grafitis y un ambiente que hacía que Lucía sintiera escalofríos. Tocó la puerta indicada en la dirección, y un hombre robusto y de mirada desconfiada abrió. —¿Arturo? —preguntó Lucía, tratando de sonar segura. El hombre la miró de arriba abajo antes de asentir. —¿Quién lo pregunta? —Soy Lucía Díaz. Estoy buscando respuestas sobre Gabriel y Valeria. El hombre soltó una carcajada amarga. —¿Gabriel? ¿Ese cobarde todavía sigue mintiendo? Lucía sintió que su corazón se detenía. —¿Qué quieres decir? —Gabriel siempre ha sido un peón. Lo usaron, igual que a Valeria. Pero ella se dio cuenta demasiado tarde. Lucía sintió que las piezas comenzaban a encajar, pero todavía faltaba el cuadro completo. —¿Quién lo usó? Arturo negó con la cabeza. —Eso no te lo puedo decir. Pero si sigues escarbando, ten cuidado. Hay gente que no quiere que la verdad salga a la luz. Lucía salió de allí con más preguntas que respuestas, pero con una cosa clara: estaba más cerca de descubrir la verdad, y nada ni nadie la detendría
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