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¿ Y si te enamoro?

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Blurb

- Quiero enamorarte Annie y apuesto todo lo que tengo a que voy a conseguirlo.

La historia de mi búsqueda comienza con ese mensaje. Soy como el príncipe de la cenicienta, intentando adivinar a quién le calza el zapato... más bien, intentando descubrir a la persona que se esconde tras el apodo de Zen, quien ha estado escribiéndome a diario, pero sin revelarme su identidad.

¿Por qué tenía que hacer las cosas de esta manera tan rebuscada?

Lo cierto es que no puedo negar que me gusta... me gusta tanto como para no rendirme hasta encontrarlo...

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— Soy como esa zanahoria— gruño en dirección a mi mamá, la culpable de que lleve este color naranja en mi cabello ¿O es rojizo?. Ella sigue picando los vegetales que usará para la sopa. Sí, sopa, mi comida preferida en el mundo entero; y estoy feliz porque hoy en la noche calentaría mi estómago con su delicioso sabor. — ¿Nunca me lo perdonarás verdad?— suspira fingiendo dramatismo mientras me arranca el plato de las manos — No puedes llegar tarde otra vez— me regaña cuando le frunzo los labios con desapruebo. — Ese viejo me tiene entre ceja y ceja. Estoy casi segura que es porque detesta las zanahorias— le grito desde la puerta del baño apresurada por lavarme los dientes. La risa de mi madre llega hasta donde me encuentro haciéndome reír también. Hoy no hay tiempo de mirarme en el espejo, sea como sea que me encuentre, es lo mejor que pude conseguir en los quince minutos que tuve para alistarme. Un sweter verde, un jean amplio lleno de roturas y las infaltables zapatillas blancas ¿Qué más podría necesitar? El nuevo corte de cabello no solo me sentaba genial, sino que además era super práctico para las pocas ganas de peinarme con las que había nacido. Un mal que mis antepasados transmitieron de generación en generación..... No, no es cierto. En toda familia existe una oveja negra y en la mía ese puesto lo ocupaba yo. ANNIE MEREDITH MORGAN, un completo y total desastre. Había nacido en medio de una guerra y vivía como si estuviese en una. Dando patadas y puñetazos al aire intentando sobrevivir en un mundo lleno de dilemas. Y en este momento el mío tenía nombre y apellido: Darrel Most, un maldito narcisista que sabía a la perfección cómo utilizar tus mayores defectos y miedos en tu contra, para hacerte sentir que sin él no eres nada. ¡ Y bien que lo había conseguido! Hace exactamente cinco meses que lo había descubierto besándose con la rubia sexy de primer año. Todo un bombón asesino que claramente estaba en otra categoría. Lo mío nunca había sido la sensualidad, por lo menos no la física. Solía atraer a los hombres por mi rebeldía o por mi inteligencia... pero nunca por mi cuerpo. Por lo que su traición fue un golpe bajo a mi ya pisoteada autoestima. ¡Así es! Demostrar una fortaleza que no poseo es un mal muy propio en mí; Haz lo que yo digo, no lo que yo hago, como bien dice el refrán. Y aunque lo detestaba con todo mi corazón, la parte masoquista que se alimenta de mis desgracias, aún lo extraña. Está mal, muy mal, lo sé. Sin embargo, en asuntos del corazón, la mente a veces tarda en intervenir... 'Y yo jactándome de ser inteligente' un completo desastre. Recorro las calles prácticamente volando; el sol se cuela por mi piel de una manera agradable, dándome la vitamina D que tanto me falta. Una piel blanca de vampiro secundada por un cabello hecho de fuego. ¿Pasar desapercibida? Jamás, ni siquiera aunque lo deseara. Pero supongo que había cosas peores, como la nefasta clase del señor Phidelman, una cátedra completa de como morir de aburrimiento en menos de diez minutos. Hasta ahora se mantenía invicto y muy orgulloso de serlo. Miro la hora en el celular y aprieto más el paso; ¿Por qué las personas lentas siempre se paran frente a las que van apuradas? Lo cierto es que si pudiera tirar una granada para despejar el camino, claramente lo haría; el que se encuentre libre de malos pensamientos, que tire la primera piedra... Una cuadra más y llego al metro. Me deslizo por la baranda para ahorrarme la pérdida de tiempo que suponen las escaleras. 'Tengo que llegar, tengo que llegar' Puedo observar cómo el metro aborda la terminal y abre sus puertas dejando salir a una manada de entes furiosos dispersándose en diferentes direcciones. Termino de pagar el boleto con mi tarjeta y corro como si no existiese un mañana, tanto, que siento cómo el corazón se me quiere salir por la boca en el intento. Vuelvo a respirar cuando tomo asiento rumbo ya a mi universidad; no sé si llegaría viva en el proceso, pero de que llegaría, llegaría. Quedan exactamente nueve estaciones para que arribe en mi destino por lo que saco una novela de fantasía y comienzo a leer. Coloco el libro a la altura necesaria para no bajar mi cabeza y terminar mareándome, o lo que era peor, vomitando. Amo leer desde que tengo conciencia; los libros me transportan a lugares mágicos que nunca conocí, pero que se sienten muy reales para mí. Puedo deslizar mis manos recorriendo la textura de los árboles, y saborear los frutos prohibidos de un reino lejano. Sentirme por primera vez protagonista de una historia llena de aventura y emoción. Aunque al cerrar el libro las cosas vuelvan a ser tal y como antes, al menos por ese breve momento, todo vale la pena. Levanto la vista para verificar la estación y noto horrorizada que es donde debo bajar. 'Tonta, tonta' me regaño entre dientes, mientras corro con la mochila abierta y el libro aún en las manos; no puedo darme el lujo de parar. Necesito cada minuto, cada segundo para llegar a tiempo a la clase del viejo Phidelman. Mi celular vibra dentro del bolsillo en el pantalón y lo ignoro radicalmente. Seguro era Loisa preguntándome por qué no estaba con mi trasero en la silla que con tanto esfuerzo había reservado. El mismo discurso de todos los días. Diez años de conocernos y hasta la fecha no comprendía mi naturaleza caótica invadida de una suma desprolijidad. Así es como vivo mi vida: al límite de la muerte y la desesperación. Y para qué negarlo... si me gusta. Siento que mi cabello se revolvió más de la cuenta por el trajín, no obstante solo paso mis dedos sobre él y abro la puerta intentando recuperar el aire que perdí escaleras arriba. El profesor acomoda sus anteojos sobre el puente de su nariz y mira el reloj de antaño que carga en su muñeca. Hace un gesto de fastidio y comienza la clase mientras me acomodo junto a Loisa. —Te debo una— le susurro luego de darle un beso en agradecimiento. Ella frota su mejilla fingiendo limpiarse mi baba — Por poco y ...— mueve su dedo índice a través de su cuello. Sonrío y me concentro en prestar atención, aunque mi entusiasmo dura lo mismo que un suspiro. Lucho contra las ganas de desparramarme sobre mi cuaderno y tomar una larga siesta. Lo único bueno de esta clase es que no la compartía con el patán de Darrel; al menos no vería su estúpida sonrisa apuntando en mi dirección. Juro que cuando lo hace quiero asesinarlo. De solo pensarlo me hierve la sangre ¿Por qué no podía olvidarlo y ya? El profesor hace un breve receso y le agradezco al cielo semejante acto de bondad; un minuto más y tendrían que levantarme del suelo. — Nunca aprenderás ¿Verdad?— me ataca Loisa con su eterna disciplina ornamental. —Nunca— le retruco con una risita histriónica— Si no te molesto, no existo Golpea mi hombro derecho y se dedica a leer unos mensajes en su celular. Cansada de bostezar decido que también puedo echarle un vistazo a los mensajes, uno rápido; desde que Darrel atestaba mi casilla con sus intentos superficiales por recuperarme, había optado por pasar el menor tiempo posible en línea. Por lo menos hasta que mi actitud fuera la que realmente deseaba tener hacia él. En el grupo de skate solo hay dos breves anuncios con los horarios en los que nos reuniríamos; amén por este grupo que solo enviaba mensajes informativos. También estaban los dos mensajes habituales de Darrel acusándome de ser una mala persona y luego.... poso la vista en el mensaje del número desconocido. —Quedan dos minutos— sentencia Phidelman desde su cómoda silla. Si tuviera el trasero desdibujado, como yo lo tenía, estoy segura de que no gritaría con tanto fervor. Vuelvo la vista al destinatario misterioso y abro el mensaje: - Quiero enamorarte Annie y apuesto todo lo que tengo a que voy a conseguirlo.

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