CAPÍTULO 3: Los Holland

1861 Words
El vuelo duró, aproximadamente, tres horas. Una vez que terminó, bajé, me dirigí a buscar mi maleta, le avisé a mamá que ya había llegado y me dispuse a buscar a la persona que me llevaría al hotel. Cuando, por fin, había visualizado el cartel que tenía escrito "The Brothers Trust", me dirigí hacía él, pero, al estar cada vez más cerca, me di cuenta de que, la persona que estaba sosteniendo el cartel era nada más y nada menos que Dom Holland, el padre de Tom, y a su lado se encontraba su esposa, Nikki. "Oh por Dios" pensé, ya que no estaba preparada para eso y mis nervios estaban a flor de piel. –Hola– dije tímidamente una que que estuve frente a ellos. –Hola, Mariana ¿cierto?– contestó la señora Holland. –Sí– le dije, con una sonrisa para tratar de ocultar el temblor de mi voz a causa de los nervios. –Hola, soy Nicola, pero puedes decirme Nikki– comenzó, con una sonrisa amable–, y este es mi esposo, Dom– siguió, al tiempo que se acercaba a su esposo y ambos extendieron sus manos para saludarme, las cuales acepté. –Gusto en conocerlos. –El gusto es nuestro– dijo el señor Holland–, permíteme ayudarte con tu maleta– prosiguió sin siquiera dejar que me negara. Por indicación de la señora Holland, nos dirigimos al carro en el que nos dirigiríamos al hotel. Una vez montados en el vehículo, ella hizo una llamada, avisando que ya íbamos en camino. –Mariana– Dom captó mi atención–, eres de México, ¿verdad? –Sí– le respondí, algo nerviosa. –Entonces hablas español– concluyó Nikki, a lo que yo respondí con un "ajá" sin siquiera separar mis labios–. Cariño, creo que sería bueno si le da unas clases a Paddy– dijo, dirigiendo a su esposo–. Claro, si está bien para ti– terminó, mientras se giraba hacia mí. –Claro– dije, sin poder decir nada más gracias a mis nervios. –Cambiando un poco de tema– dijo Dom–, dinos, ¿estudias? –Sí, ahorita estoy en mi último semestre de preparatoria– contesté. –¿De verdad?, ¿cuántos años tienes?– preguntó Nikki. –Dieciocho– contesté mientras asentía. –Estás muy joven todavía– dijo con algo de ternura en su voz, a lo que yo solo pude sonrojarme–. Y, ¿qué quieres estudiar? –Veterinaria. –Interesante– respondió Dom–, ¿hay veterinarios en tu familia o por qué te interesó eso? –No, solo me gustan demasiado los animales y me gusta ayudarlos, en especial a los que no tienen casa o los que están en la perrera. De hecho, junto con mi hermana, queremos poner un refugio– respondí. –Wow, eso es muy noble de tu parte– exclamó la señora Holland–, ¿tienes más hermanos o solo son ustedes dos? –Solo somos nosotras dos. –¿Cómo se llama? –Gianna. –¿Su nombre es italiano? –Sí. Seguimos hablando o, más bien, me siguieron interrogando (ya que no dejaban de hacerme preguntas), sobre mi familia, mis pasatiempos y, básicamente, cualquier cosa que necesitaran saber para conocerme aunque no tan profundamente; pero, debo admitir que esa "platica" calmó un poco mis nervios. Una vez que llegamos al hotel, bajamos y entramos a la recepción. Ahí mismo se encontraban Harrison, Paddy, Harry, Sam y, por supuesto, Tom. Cuando llegamos al lugar donde ellos estaban, los señores Holland me presentaron con ellos mientras yo trataba de controlar el temblor que estaba empezando en mis brazos y el sudor de mis manos. "Oh por Dios, de verdad estoy aquí" pensé mientras saludaba a los chicos y ellos me abrazaban uno a uno, hasta que llegó el turno de Tom, en ese momento, mi corazón empezó a latir a mil por hora, si no es que más. –Hola– dijo, para después rodearme con sus brazos. "Que nadie me despierte de este sueño por favor". Su abrazo fue tan cálido y acogedor y olía tan bien. Suspiré mentalmente–. Espero que no te hayan agobiado en el camino– susurró en mi oído, haciendo que un escalofrío recorriera mi espalda. –No te preocupes, no lo hicieron– aseguré, aunque no era del todo verdad. –Paddy– comenzó Nikki una vez que Tom y yo rompimos el abrazo–, te conseguimos una maestra de español. –¿Es enserio, mamá?– dijo Tom, girándose para ver a su madre–. No tiene ni una hora que llegó y ¿ya le conseguiste trabajo? –¿Qué tiene de malo?, además, creo que es una gran oportunidad para tu hermano aprender de una hablante nativa. –¿No estás cansada?– me preguntó Harry mientras su madre hablaba–. Supongo que ha sido una mañana algo cansada para ti. –Sí, ¿por qué no la llevas a su habitación, Tom?– concordó su gemelo, haciendo una cara algo rara al mayor de los Holland. –Buena idea– contestó el aludido y se giró para tomar mi maleta de mi mano–. Ven conmigo. "Lo que tú quieras, guapo" pensé mientras lo seguía al elevador. ¡NO PUEDE SER! ¡VOY A ESTAR SOLA CON TOM HOLLAND! Una vez que llegamos a nuestro destino, entramos y Tom presionó el botón con el número 12; yo solo sentía un nudo en la garganta de tantos nervios que sentía con el solo hecho de tenerlo a mi lado. –Perdón por lo que acaba de pasar. A veces se pueden comportar un poco raro– dijo él, una vez que las puertas se cerraron. –No te preocupes, tengo experiencia en situaciones incómodas– respondí recordando las tantas reuniones familiares a las que había asistido a lo largo de mi vida. –Supongo que eso viene desde el aeropuerto, ¿no? –Mmmm, algo así– él soltó una risita. "Qué bonita risa tiene". –Y no dejaron de hacerte preguntas. –Así es– ahora fue mi turno de soltar una risita. –Siempre hacen eso, no importa a quién conozcan, nunca dejan que la otra persona hable más allá de las preguntas que ellos hacen. –Pudo haber sido peor. Al menos no hubo ningún silencio incómodo. –Tienes razón: pudo haber sido peor– concordó, un tanto divertido–. Y, por cierto, no tienes que darle clases a Paddy, de verdad. –Gracias a Dios– dije, suspirando y haciendo que él riera–. No soy nada buena enseñando. El elevador se detuvo, abrió sus puertas y bajamos. Nos dirigimos a, la que supongo, será mi habitación. –Mi mamá quiere ir de compras al rato– dijo él, tomándome desprevenida–. Y dijo que necesitaba a alguien con sentido de la moda. De hecho, estaba esperando a que llegaras para ir. –Sí. Según ella, ninguno de nosotros tiene "el sentido de la moda que necesita"– contestó, al tiempo que hacía comillas en el aire y se detenía frente a la última puerta del pasillo–. No te dijo nada, ¿verdad? –Nope– contesté y negué con la cabeza. –Bueno, supongo que te dirá al rato. De verdad necesita ir de compras– afirmó–. Ésta es tu habitación– dijo, mientras me pasaba una tarjeta con el logo del hotel–. La mía está aquí al lado, por si necesitas algo. –Gracias– manifesté con una sonrisa, mientras ponía la tarjeta en la ranura del cerradura para abrir la puerta. –Pensándolo bien– interrumpió ya que la puerta estuvo abierta–, probablemente no esté mucho tiempo aquí, así que creo que sería más práctico darte mi número– concluyó, sacando su teléfono para entregármelo–. Pon tu número y dame el tuyo para darte el mío. "OH. POR. DIOS. ¡TOM HOLLAND ME VA A DAR SU NÚMERO!" Saqué mi celular y se lo di para, después, tomar el suyo. "¡TENGO SU TELÉFONO EN MIS MANOS!" Una vez que terminamos, nos regresamos nuestros respectivos dispositivos. –Ahora sí– dijo él–, si necesitas algo, mándame un mensaje y te aviso cuando mi mamá quiera ir de compras. –Claro. –Bueno, nos vemos al rato. –Hasta luego- contesté, para ver como se daba la vuelta y caminaba en dirección al elevador. Entré a la habitación y cerré la puerta. –¿Qué demonios acaba de pasar?– dije, recargada en la puerta–, ¿alguien me puede decir cómo es que tuve una conversación tan normal con él? ¡TUVE UNA CONVERSACIÓN CON TOM HOLLAND! "Ok, contrólate porque, de verdad, pareces loca". Caminé para recorrer la habitación y me di cuenta de que no era una habitación, sino una suite. Era tan amplía que tenía una cama matrimonial, una pequeña cocina, un armario, un vestidor y un baño con una ducha demasiado grande. Tan solo ese baño era más grande que mi habitación en mi casa. Ok, eso es exagerado, pero sí era demasiado amplio. Fui a dejar mi maleta en el armario y colgué algunas cosas en él para, después, tomar una ducha. Al terminar, me arreglé, me tumbé en la cama y llamé a mi hermana. –¡Hola!– dijo Gianna en cuanto contestó. –Hola– escuché que decía Marco. –Hola, chicos. –¿Cómo está nuestra vengadora favorita?– dijo mi cuñado. En lugar de contestarle, solté un chillido de emoción. –¿A quién acabas de matar?– dijo la voz de mi hermana. –Cállate. Es más guapo en persona que a través de una pantalla– dije emocionada, seguramente sonrojada y dando pataletas en la cama. –¿Chris Evans? Obvio, ese hombre es perfecto. –Está hablando de Tom, Gi. –¿No has conocido a Evans? –No, probablemente mañana si hay suerte. –Si yo solo te mandé a conocerlo, entonces ¿para qué fuiste?– dijo con sarcasmo. –Para ver la nueva película de los vengadores antes que todos y que pueda spoilearnos– intervino su novio, con tono de obviedad. –Saben que no los spoilear. –Sí, claro– siguió mi hermana, con el mismo tono que había usado antes–. ¿Ya llegaste al hotel? –No creo que hubiera gritado como loca si no hubiera estado sola– contesté. –Quiero ver el cuarto– colgamos la llamada para hacer una videollamada y poder enseñarles la suite–. ¡Esa es la habitación más grande que he visto en mi vida! –Lo sé, ¿le pueden avisar a mamá que me voy a quedar a vivir aquí?– bromeé. En ese momento me llegó un mensaje de Tom: ¿Estás ocupada?                                                                                                                                                                         No exactamente ¿Puedo ir a tu habitación?                                                                                                                                                                                             Claro –¿Acaso es una sonrisa eso que veo ahí?– preguntó Marco, mientras mensajeaba con Tom. –Emm, ¿chicos?– les pregunté sin esperar respuesta–. Me tengo que ir, hablamos luego. Bye– colgué antes de darles oportunidad de decir algo y, justo en ese momento se escuchó un golpeteo en la puerta. Nunca antes en mi vida me había puesto de pie tan rápido. Fui hacia la puerta, respiré profundo y la abrí. Ahí estaban Tom y su madre. –Hola, linda– dijo Nikki. –Hola– contesté con una sonrisa amable. Tom me devolvió la sonrisa. –Veníamos a preguntarte si quieres ir de compras con nosotros– continuó ella. –Claro, solo voy por mi cosas y ahorita salgo. –¡Oh!, no necesitas nada. Solo tu celular, si quieres. Sonreí y salí de la habitación, ya que traía mi celular en la bolsa del pantalón y la llave de la habitación, en la funda. Todo listo para que me den infartos a lo largo del día solo por estar con ellos.
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