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La Noche Secreta

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En Arcana, están pasando cosas si explicación, los habitantes están tan asustados que han implementado un toque de queda, Hank Abad el mejor detective de "REFLEJOS" junto a su grupo de colegas deben investigar lo que está pasando en la ciudad.

Los que creía amigos, no lo son y junto a sus nuevos aliados debe descubrir los nuevos planes de "El Sello".

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Arcana
“Todo aquel que aspira al poder ya ha vendido su alma al diablo.” –Johann Wolfgang Goethe Ya era de todo el pueblo sabido que por las noches pasaban cosas extrañas, cosas sin ninguna explicación. En muchas ocasiones los habitantes se encontraban, al amanecer, con horripilantes imágenes que les ponían la piel de gallina; evidencia clara del sadismo que tomaba forma de demonios o fantasmas en la inmensa oscuridad de la noche. El caso más reciente fue el del “cerdito.” Un hombre abrió su tienda, ubicada en el centro del pueblo, por eso de las nueve de la mañana, mientras su pequeña hija paseaba por ahí. Momentos después, la niña llegó con los ojos redondos como platos y, tratando de ganarle la batalla a la desesperación, las palabras borbotearon de su boca. “¡Cerdito, cerdito!” El hombre no entendió hasta que la niña recuperó la cordura y anunció que había un cerdo desollado, rodeado de miles de moscas que zumbaban y hacían vibrar al mundo entero, frente a la iglesia. El chisme se corrió de voz en voz, como un virus muy contagioso, y en menos de una hora los treinta mil habitantes ya estaban enterados. Según las ancianas más parlanchinas, el cerdo, y todos los acontecimientos anteriores, eran una advertencia divina, pues el pueblo estaba cayendo en el pecado. “Patrañas”, dijeron los nietos y recibieron un buen pellizco de las ancestrales mujeres que estaban más cerca de un museo de antigüedades que de seguir respirando. Al morir el sol, dejando tras de sí una cortina de sangre en el cielo, un silencio sepulcral se establece en las calles; el mundo se pone en pausa, una y otra y otra vez. Dicen que si pones atención puedes escuchar el latido de tu corazón. Los ecos de las campanadas a las siete de la noche rebotan y llegan hasta el último recoveco para anunciar el momento. Todos los días es lo mismo, desde aquel momento en que todo comenzó. Desde hace ocho largos meses, el pueblo entró en un trance distinto a todo lo que había vivido en su historia. Anteriormente, acontecimientos similares, en los que no profundizaremos, dieron fruto a un miedo que se esfumó así como llegó: efímero. Pero este caso… bueno, no nos adelantemos, tú mismo te darás cuenta al final de nuestra historia. Ah, sí… el pueblo entero se oculta de la noche, temiéndole como si la atmósfera nocturna se volviera un gas toxico y mortal; temblando ante el aterrador pensamiento de vivir lo mismo que aquella niñita. El terror se puede respirar en cada atardecer… casi puede atraparse en un aplauso. Una noche en la que las estrellas salieron juntas a destellar con cada parpadeo humano, organizadas como un ejército para maravillar al público con su brillo, un horrible hecho ocurrió. Muchos dicen que el humo que causó la confusión olía a azufre, otros que los rugidos que escucharon eran como los de una bestia carnívora y hambrienta… algunos también contaron que el piso se sacudió como gelatina y que todos cayeron y que por eso nadie pudo ver nada realmente. El gobierno, al ver que el pánico se apoderaba cada vez más de los ciudadanos, decidió establecer un toque de queda. “Queda prohibido salir a la calle, sea cual sea la circunstancia, después de las 7:00 de la noche”, ordenó el alcalde. Todos los habitantes acataron la orden, aún con el horror en carne viva. Pero cuando la herida comenzó a sanar y el miedo empezaba a disiparse, las calles volvieron a avivarse como siempre. “Ya no pasará nada” contaban varios jóvenes; se equivocaban. El toque de queda se levantó, bajo la advertencia de la alcaldía de que, cualquier suceso que pasara, ellos no serían responsables. Así sucedieron varias noches hasta que de nuevo el mal se hizo presente. Era medianoche cuando unos gritos resonaron en el aire. A la mañana siguiente encontraron un joven descuartizado dos cuadras al norte del centro. Junto con él, había una nota que avisaba: “no será el único.” El terror renació dentro de la gran mayoría y exigieron a gritos que el toque de queda se volviera a poner en práctica. Ese mismo día se dio la orden, “por su seguridad, nadie puede salir de sus hogares después de las 7 de la noche; quien se sorprenda en las calles, será llevado a la cárcel hasta el amanecer y recibirá una multa.” Un regidor sugirió, en un discurso realizado al aire libre, que tal vez todo podría ser obra de un asesino serial. Se invirtió una cantidad considerable de dinero en cámaras que se colocaron en puntos estratégicos en el centro del pueblo. No sucedió nada durante mucho tiempo, hasta que una noche varios jóvenes rebeldes decidieron romper el toque, en parte porque querían investigar los extraños sucesos. Al amanecer encontraron sus c*******s con otra nota que insinuaba que resguardados de la noche estarían a salvo. Las autoridades revisaron las grabaciones y quedaron petrificados. Se transmitieron por el canal local de noticias y el pueblo entero pudo observar cómo los muchachos aparecían en la pantalla, caminaban y luego caían al suelo mientras su sangre formaba un gran charco a su alrededor. En ese momento el miedo adquirió un nuevo nivel; decidieron hacer permanente el toque de queda. Justo cuando el pánico iniciaba a pasar de nuevo, aproximadamente hace un mes, comenzaron a aparecer restos de animales los martes de cada semana. Muchos dicen que todo lo que sucede es parte de una maldición relacionada con aquel cofre, que mientras no lo abran todo seguirá igual y que con el toque estarán a salvo; otros acataron la ley porque “no les quedaba opción.” La mayoría cree la versión oficial: hay uno o varios asesinos seriales que aún no logran atrapar. Lo que se dijo fue simplemente un invento sin verdadera importancia para Hank Abad. Hank es una de esas personas que siempre analiza las cosas antes de realizar siquiera una conjetura… observa cada pieza del rompecabezas antes de iniciar a armarlo. Todas esas cualidades lo han llevado a ser uno de los mejores detectives del pueblo. Para él tampoco quedaba claro cómo habían sucedido las cosas, pero naturalmente echó a la basura cada una de las palabras de la gente por las mil contradicciones que surgieron a partir de estas. Anteriormente había intentado investigar pero no había podido recabar un solo dato factible. Él pensaba que algún día la verdad saldría a flote después de haber permanecido en el fondo por tanto tiempo… al menos una pista real sobre aquel misterio de la niña. No se equivocaba. Los primeros rayos de luz se filtraron a través de las cortinas cerradas y, como la seda, se deslizaron por el aire hasta llegar a sus párpados y estallar en una nube de roja oscuridad. Se levantó y sus pies descalzos tocaron el frio suelo que parecía estar hecho de témpanos de hielo. Se impulsó con sus piernas para llegar al baño. En el camino tropezó con su reflejo en el espejo de cuerpo entero que tenía junto a la puerta de su habitación. Un joven alto, delgado, de piel caramelo y cabello de olas de mar se observó a si mismo con sus radiantes ojos color marrón. Tras un fugaz vistazo siguió su camino, abrió la regadera y tomó una ducha. No había nube alguna en el imponente lienzo azul, claro y hermoso que rodea al planeta. Como de costumbre, se veía caminar a algunas personas por las calles, los coches fluían sin más traba que su propia velocidad, pues el pueblo, por un extraño hechizo, no ha crecido en los últimos años y por ende no sufre del ajetreo de las grandes ciudades. Algunos ancianos cuentan que el lugar está maldito desde el momento en que desenterraron el cofre. Los fundadores del pueblo llegaron a una meseta de abundante agua y vegetación, huyendo de las paredes de fuego que consumían el verdor de los alrededores. Cuando los primeros ladrillos de adobe comenzaron a colocarse uno sobre otro, cuando todavía no existía ni un solo camino de tierra en aquel lugar, un hombre de edad adulta desenterró un cofre cerrado con una llave que nunca encontrarían y buscarían por siglos. Cuando el hombre pegó el grito en el cielo y los cuarenta y dos pobladores se reunieron a presenciar el hallazgo, un fuerte ventarrón los botó a todos como paja en remolino. Al ponerse de pie comenzaron a especular sobre su contenido. “Seguro contiene el corazón de un demonio”, “debe tener miles de monedas de oro”, “¡allí está el secreto del fin del mundo!” Carcomidos por el ácido de la curiosidad, hicieron de todo para abrir el cofre: lo golpearon con hachas, lo ataron a un caballo e hicieron correr al animal por un terreno pedregoso, le prendieron fuego… en fin. Nada dio resultado. Y fue cuando un joven sugirió resguardarlo en una choza hasta que pudieran encontrar la llave. Todos, celosos de su tesoro, aceptaron la propuesta y construyeron un pequeño cuarto donde escondieron el cofre y cada habitante de la comunidad hacía guardia un día entero para evitar que cualquier forastero robara tan preciosísimo objeto. Desde entonces las cosas comenzaron a salir mal. Los niños pequeños morían en raros accidentes o sin razón alguna, las enfermedades comenzaron a proliferar y aniquilaron a un cuarto de la población. Todos decidieron dejar al cofre solo, pues les traía mala suerte. Construyeron otro cuarto lejos de la comunidad, llevaron el cofre ahí y el pueblo entero volvió a su vida normal y la mala suerte los abandonó durante mucho tiempo. Los secretos de aquel enigmático objeto del que dimana la desventura fueron quienes dieron nombre al pueblo: ARCANA. Muchos años después de su descubrimiento, el cofre fue resguardado en el palacio municipal.

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