Capítulo 2

2472 Words
-.-.-.- Hace dos semanas -.-.-.- Recordaba con suma claridad que hace algunos días ella se encontraba ayudando a las monjas a repartir comida entre los más desvalidos, era lo menos que podía hacer para ayudar a quienes poseían mucho menos que ella.  Un niño jugaba en las cercanías, quien iba a imaginar que precisamente por ese lugar, el hijo mayor del rey del país vecino pasaría; el pequeño cayó al suelo de forma estridente, se había hecho daño al caer, comenzó a llorar; pero nadie pudo prever lo que ocurriría a continuación, el hombre alzó con furia el bastón con el que se sostenía mientras caminaba por el "asqueroso" lugar, porque tenía que quedarse por tiempo indefinido, decidido a golpear hasta desfallecer al niño que había ensuciado sus ropas, bajó con fuerza su mano, esperando abrirle la piel al mocoso que se atrevía a golpearlo; pero nunca finalizó su golpe, su bastón fue detenido por una chica insolente de mirada prepotente. - Él no tiene la culpa, no es para usar la violencia, fue solo un accidente. - dijo manteniendo firme la mano con la que había absorbido el impacto, en el otro brazo sostenía con fuerza al pequeño, protegiéndolo. - ¿Quién te crees que eres para decirme qué puedo y no hacer en este lugar de mierda? - Puede que no sea nadie, pero sé que este no es motivo para golpear a un niño pequeño. - su antebrazo, lugar del impacto, se había hinchado de sobremanera, una pequeña franja color carmesí comenzó a salir, aun así, aquella chiquilla insolente le miraba de forma retadora, comenzaba a irritarse; si así se comportaba la gente en aquel pedazo de suelo maltrecho, exigiría por derecho propio a esa mujer para azotarla todos los días y hacerle entender en su lecho de muerte quien era el que mandaba en el lugar. - Princesa, está sangrando... - dijo de pronto el niño, asustado porque habían lastimado a la persona que lo protegía, que siempre le daba una sonrisa para alegrarles el día, la persona que había hecho que su vida no fuera tan miserable. - Tranquilo, estoy bien, anda ve a jugar con tus amigos. - sonrió de manera amable, a pesar de que su cuerpo temblaba levemente por el dolor que sentía en esos momentos, sin embargo, no le daría el gusto a ese patán que levanta la mano con furia hacía un niño pensando en él como un animal. El pequeño se marchó y la chica cambio esa expresión tranquila que hace momentos mostraba por un rostro iracundo, un rostro desafiante, porque eso era lo que estaba haciendo, desafiando a un noble que solo era prepotente. - Tu vienes conmigo, mocosa.  El rey de esté patético lugar me debe una compensación por tal mal trato. - la tomó del brazo con tal fuerza que Inamori solo pudo soltar un pequeño quejido de dolor, seguramente aquella mano que la sujetaba de forma posesiva dejaría una marca de color morado. Vladimir arrastró a la joven por todo el lugar, siendo observado por todo el mundo en silencio, nadie se atrevía a hacerle frente, la sangre comenzó a correr por el brazo de Inamori manchando no solo sus ropas, sino también las losetas del suelo donde caminaban, dejando de color tinto pequeños pedazos en lugar de aquel gris rata que le corresponde.  Entró a la fuerza al lugar, sin pedir permiso o preguntar de forma cortes por el gobernante. - Quiero a esta mocosa, le enseñaré quien es el que manda aquí. - dijo de pronto soltando en un empujón a Inamori, quien cayo al suelo por lo rápido de la acción, el gobernante de inmediato fue a levantarla; observó de mala manera al recién llegado, cómo se atrevía a actuar de esa manera en su país. - Creo que te estás equivocando de país, si deseas esclavos ve al tuyo, ella no es negociable. - la mirada del gobernante era firme, aunque sus manos temblaron levemente. Inamori pudo sentir el dudar de su padre, se estaba arrepintiendo de sus palabras, la guerra era algo que no deseaba tener de regreso, era necesario abolirla por completo y ahora todo por lo que padre había trabajado tan arduamente, todas las horas de desvelo lleno de preocupación indagando, pensando, sopesando lo que estaba por ocurrir ese día se estaba yendo por la borda por su culpa; pero no podía simplemente dejarlo herir a un pequeño niño solo por gusto, no podía permitir que la violencia sea parte de la vida de esos pequeños más de lo que ya los había marcado al dejarlos sin padres. El Rey, que había estado hasta ese momento sin decir palabra alguna se levantó de su asiento, afilando la mirada, se estaban burlando de la corona, se estaban burlando de su país, se estaban burlando de lo que representaba pero sobre todas las cosas se estaban burlando de su hijo, de su primogénito, del hombre que ha estado peleando a su lado y que hasta el momento no había tenido interés alguno en las mujeres. - ¿Sabes a quién le estás faltando al respeto? - preguntó con la voz más seria posible, era un caso serio, había prometido darle lo que fuera a su hijo y él quería a esa chiquilla, pues él tendría a esa niña a cualquier costo, aunque eso significaba volver a la guerra. - A un igual, así como usted rige con mano dura a su gente; yo puedo defender a la mía y ella, mi querida Inamori no es un objeto de intercambio. - respondió serio, observando a su contra parte con desaprobación, se había percatado del brazo de su hija, comenzaba a sangrar un poco, debía marcharse rápidamente para que le dieran atención médica. - La reunión ha terminado, una escolta los llevará de regreso a su país; permiso. - llevaba a Inamori apoyada sobre su cuerpo, a pesar de que la chica podía caminar no deseaba arriesgarse, bastante ha tenido que soportar Ina con su mujer como para que ahora vengan a volverla a lastimar, eso no lo permitiría; sabía, que hacer aquello era una ofensa realmente grave, pero la seguridad e integridad de su hija era primero; comenzaba a sudar; había invertido mucho tiempo y esfuerzo para que la reunión se llevará a cabo y ahora todo se había ido al carajo. - Si sale de la oficina queda completamente anulado el tratado de paz y toda la gente de mi reino atacará en menos de treinta minutos; sabe perfectamente que incluso los niños de mi país están mejor entrenados que sus militares.  Vamos sea comprensivo. ¿Qué significa la vida de una chiquilla comparada con las miles de vidas que puede salvar al terminar la guerra? Es simple, la niña por la paz. - dijo soberbio, el gobernador había detenido su andar, su gesto se había distorsionado por el comentario, alzando una de sus cejas confuso; sacudió la cabeza, su hija era más importante, era su deber como padre y ese estaba antes que nada. Inamori observaba a su padre, las manos temblaban levemente, aun así, seguía caminando de manera serena.  Suspiró, cómo podrían seguir viviendo bajo los estragos de la guerra, era algo improbable e imposible, sabía que tarde o temprano terminaría siendo derrotado, sin importar los muchos aliados que tuviera, simplemente las estrategias militares no eran lo suyo. - ¡Espere! - detuvieron sus pasos para ver a Vladimir. - ¿Qué desea? - preguntó esperando que fueran buenas noticias, aunque si el hijo era como su padre, era poco probable. - ¿Cuántos años tienes, niña? - preguntó ignorando la pregunta del mayor, sus ojos se posaron en la joven, quien pasó saliva con fuerza antes de contestar con un poco de nerviosismo por lo extraño de la pregunta, espero a que su padre le diera permiso con el asentamiento de cabeza y con una voz suave y casi inaudible anunció. - En, en dos semanas cumplo 16, señor. La sonrisa de Vladimir se ensanchó, podría tener a la niña después de todo, tenía en mente muchas cosas que podía hacerle, si podía conseguirla para él; cuando tenía un capricho lo conseguía por las buenas o las malas, no importaba todo lo que tuviera que poner en juego, deseaba someterla con su abrumador poder, deseaba verla suplicar y derribar aquella mirada altiva que recuerda de momentos atrás. - Perfecto. - sentenció, nadie sabía de qué estaba hablando realmente. - ¿Qué tiene de perfecto los 16? - cuestionó sin saber exactamente a lo que se refería su hijo, pero como el estratega que es sabe que no se equivoca y puede confiar plenamente en él.  El rey necesita la paz, las provisiones en su país son cada vez más escasas y sin gente que esté cosechando ni campos adecuados para la cosecha el recolectar comida se hacía cada vez más difícil. - Si no puedo tenerla como esclava... ¿Puedo tomarla como prometida? - su sonrisa era ancha, estaba disfrutando de los rostros distorsionados que colocaban los presentes, inclusive su padre no encontraba el sentido a las palabras de su hijo, para qué emparejarse con esa chiquilla teniendo tan buenos prospectos en su propio terreno, podría aceptar a la niña si era solo una concubina más, pero una prometida, eso realmente estaba fuera de lugar. Al ver que no comprendían del todo sus palabras, se irguió para regresar a esa pose culta que estaba seguro había perdido, aclaró un poco la garganta antes de comenzar a explicar. - Si me caso con ella, podré tenerla finalmente y con la unión de los reinos la paz debe llegar sola, es algo lógico, no podemos atacarnos ya que seremos "familia" - hizo énfasis en la última palabra, el rey sonrió por la pericia de su hijo mayor. - Eso es imposible, su majestad. - la voz femenina se hizo presente en la sala, entró una mujer de belleza despampanante, seguida de dos jovencitas con el mismo porte, caminaban meneando las caderas, dando pequeños pasos por la habitación, hasta que llegaron al centro de la misma. - Ella no es heredera a nada, mi señor. Si lo que desea es una esposa, las mejores opciones son sin duda mis hijas. Beatriz y Magda; ellas no solo son descendientes de los linajes más elevados de la zona, sino también, son por mucho, más agraciadas que esa niña fea. - las nombradas hicieron una reverencia, tomando los costados de sus vestidos largos, alzándolos un poco en señal de respeto. - Son realmente de una belleza excepcional sus hijas, mi señora, pero el trato es bastante simple, es ella o nadie. - sentenció, apuntando con su dedo índice a Ina y mirando sobre el hombro a los presentes, sino deseaban guerra tendrían que acceder por las buenas. La mujer indignada porque nuevamente sus hijas habían perdido bajo el influjo de aquella basura le dejaba un muy mal sabor de boca, aunque poco le preocupaba en está ocasión, había escuchado rumores sobre los reyes del país vecino, eran despiadados y el príncipe seguía sin esposa porque todas sus prometidas morían antes de la boda, por lo que simplemente fingió estar enfadada, cruzando sus brazos sobre su pecho de forma indignada y chasqueando la lengua en señal de enfado. Las niñas la imitaron sin saber las verdaderas intensiones de su madre, realmente era un caballero digno de presumir y perder tan buen partido a manos de su hermana menor; pues no sentaba nada bien. - Abigail, este no es asunto tuyo, lleva a las niñas al cuarto de costura y quédate con ellas. - el gobernador había dado una orden y su mujer no le hacía caso, simplemente no comprendía la clase de personas con las que estaba tratando, tampoco le agradaba el tono de voz que usaba siempre que se dirigía a Inamori, a pesar de que no era fruto de sus entrañas también era su hija, pensaba que eso lo había dejado más que claro en el pasado. - Me concierne, Edward, por algo soy tu esposa. ¿Crees que me gusta ver cada día más devastado afuera? Si "Ina" puede acabar con esto, pues que se la quede. A ella no le importa, ¿Verdad querida? - había escupido la última palabra con el tono más hipócrita posible, Inamori observó los ojos de su madre, estaban afilados, esperando expectante que ella aceptará el trato, sabía que si ella accedía por voluntad propia su esposo no podría decir nada más; además de esta manera ella se libraría de muchos dolores de cabeza al pensar en excusas para la "desaparición" de su hijastra, pues estaba llegando a un punto donde para poder casar a sus hijas, debía deshacerse del estorbo. La chica tragó con dificultad, parecía ser que estaba condenada a siempre estar a la sombra de alguien, pero en el tiempo que llevaba observando a su padre se daba cuenta de que conforme pasaban los días se encontraba cada vez más cansado, cada día era un altero de trabajo para poder restaurar las zonas afectadas por la guerra, cada día podía verle despierto muy entrada la noche, al despertar él ya se encontraba trabajando, los papeles se acumulaban; sin importar que tanto se esforzará la pila de papeles por revisar siempre sobrepasaba por creces a la de los papeles que ya se encontraban en proceso y sobre todo a los pocos papeles que podía dar por "terminados". No quería separarse de su padre, deseaba estar con él por el resto de su vida, pero esa sería una forma demasiado egoísta de pensar y Edward no la había criado de esa manera, siempre le había enseñado a ver por los demás. Observó al príncipe, mirándola con hambre, sintió escalofríos recorrer toda su espalda; observó a continuación a su padre, que sudaba de solo pensar en lo que fuera a pasar. Bajo la mirada, esto sería lo mejor para todos, pensó. - Está bien... lo haré. - sintió que su cuerpo se volvía pesado, era demasiada la presión que ella misma se había colocado encima, solo esperaba poder sobrellevar la situación con algo de valor; que su cuerpo y su espíritu no se rompieran en las manos del príncipe vecino. - Ina, ¿Pero qué dices? Ellos no terminaran la guerra así de simple, ¿Cómo puedes hacer tal cosa? - el gobernador estaba más que consternado, aún podía ver la herida que hace unos minutos el joven había propinado a su hija, sangraba, manchando, la alfombra tinta que adornaba la habitación. Si eso había hecho antes de casarse, no sabía que podía pasar después. - Tranquilo papá, es como dice la señora Abigail, si yo, haciendo esto puedo traer la paz que tanto buscamos por años, ¿Qué importa? - ¿Estás segura, hija? - Completamente...
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