EPÍLOGO —¡Otra vez, papi! ¡Otra vez! —Cristal Woodgate grita, una y otra vez cada vez que es lanzada en el aire. Sus chillidos resuenan en toda la casa, perforando mis oídos de una manera espectacular. Veo los brazos de Damon flexionarse y estirarse al lanzar a nuestra hija de 5 años por el aire. Su risa es tan contagiosa y angelical, que cada persona que la escucha se queda hipnotizada y prendida de su dedo, siempre haciendo todo lo que ella desea. Es la consentida de la casa, mucho más por Damon y mis hermanos, quienes parecen tenerla en un pedestal en lo más alto de la montaña. Río junto a ella, mientras balanceo mi silla mecedora y le doy la leche a Trevor. El bebé es uno de los pocos que conozco que se mantiene comiendo día y noche, mientras que ríe y juega con todo lo que se le ac
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