Creí que mentía, o que aquello era una sobreactuación de su parte. Aquellos mensajes me parecieron típicos de cualquier adolecentes calentón promedio, y por lo que sabía él no era eso ni de cerca; se suponía que era un playboy, que obtenía lo que quería: siempre. «Bueno, Andrómeda al parecer lo que desea es a ti». No me lo creí, imaginé que esos mensajes los enviaría ebrio; era lo más factible. Lina abrió mi puerta; vestía ropa de fiesta, olía a fresas y vainilla y su cabello se veía hermoso; se había pasado el rizador. No quería hablar con ella, no tenía ganas de verla ni en pintura... «¿Por qué putas tenía que venir a molestarme?». Ella se sentó en la cama, a mí lado. Se me ocurrió que a lo mejor había escuchado el chisme de que “le chupé el culo a Zett Morrison”, pero cuando sentí su