Una hora y dos tazas con café después, Alexander estaba listo para gritar a los cuatro vientos de la frustración. La videollamada que acababa de terminar con Branzer no fue en lo absoluto productiva. Ni Bruno ni él habían podido hacer entrar en razón al chef de Glass Mar. El hombre estaba empecinado con rehacer todo el bendito menú del restaurante, pero el problema no era ese… El problema principal era el tiempo. Faltaba solo un mes para las vacaciones de verano y había mucho trabajo por hacer. Exhalando un suspiro cansino, Alexander miró, con toda la rabia que sentía en ese momento, los documentos que estaban desparramados por su escritorio. Necesitaba pensar con objetividad, buscar una alternativa para tratar de convencer a Branzer de que no era conveniente rehacer todo el menú. Por el

