Capítulo 4.

1919 Words
Cuando Bridget y sus padres entraron a su hogar, la joven tenía pensado subir por las escaleras hasta llegar a su habitación, ella no deseaba hablar con ninguno de los dos porque se sentía completamente decepcionada; triste y sola. Anhelaba esa sensación de sentirse nuevamente querida por sus padres, aunque eran adultos muy poco cariñosos, había momentos en los que si demostraban amararla y quererla como la grandiosa hija que es. Muchas veces Bridget se culpaba y se odiaba consigo misma, era una adolescente que perdió muchas personas que quiso demasiado en algún momento de su vida, hubo noches en las cuales no pudo pegar el ojo al recordarlos a cada uno de ellos; si no fuera porque sus padres buscaron ayuda de un psicólogo probablemente la joven no diría ni una sola palabra. Apenas pronuncia pocas, sin embargo, ella no siempre fue asi.  ―¡Bridget! – le llamo su padre deteniendo sus pasos, apenas pudo subir tres escalones –. Quiero que me digas porque te fuiste de la casa – exigió. La joven apretaba la barandilla, muy molesta. Ella no le respondió, se quedó callada dándole la espalda mientras su ceño se frunce. ―Hija, queremos saber porque te has ido, ¿acaso ibas a ver a alguien? – cuestionó su madre, dando dos pasos hacia el frente. La joven negó con la cabeza. ―¿Entonces? ¿Por qué te fuiste? – insistió –. En el fondo sabes que queremos lo mejor para ti, lo que viviste fue muy duro, por ello necesitas ayuda. ―Libertad – pronuncio Bridget de pronto con voz ronca. Sus padres compartieron miradas –. Necesito libertad – dijo, dándose vuelta para mirarlos muy fijamente. ―¿A que te refieres? – pregunto Frederick, su padre, muy cauteloso. Frunciendo el ceño – ¿Por qué hablas de libertad? Bridget bajo la vista, juntando sus manos tras la espalda, quedándose en silencio. ―Escucha hija – comenzó a decir Frederick, suspirando – mañana temprano te llevaremos con el psicólogo – informa. Bridget subió la vista, negando con la cabeza – y no quiero peros de tu parte, porque ya estamos cansados de esta situación – advirtió con un señalamiento – si no nos quieres decir que es lo que te pasa, no tendré más opción que tomar medidas drásticas. ―Bridget, hemos intentado todo lo posible por verte mejor, pero cada día estas… ―su madre no completo la frase, pero Bridget, sabia perfectamente lo que diría. «Cada día estas más loca» dijo en su mente. ―¿Quieres ir con el psicólogo de nuevo? – inquirio su padre sabiendo cual seria la respuesta de su hija. Ella negó – entonces, por favor, cuéntanos que te ha ocurrido esta noche – pidió. Como de costumbre, la adolescente no le respondió, perdiendo Frederick la poca paciencia que le quedaba. Ella se dio vuelta subiendo de nuevo por las escaleras, sin mirar atrás, ignorando los reclamados de sus padres. ―¡Bridget! – le llamaron con fuerza, pero siguió su camino hasta llegar a su habitación. La muchacha cerro la puerta de golpe, el cuarto estaba oscuro y las luces de lámparas sobre sus mesitas de noche eran lo único que iluminaba, permaneció quieta frente a su puerta descansando su espalda a un lado de esta. Comenzó a llorar mientras la lluvia golpeaba fuertemente los ventanales de su habitación, relámpagos le hacían estremecerse y se abrazaba asi misma, no pudo contenerse más y la inquietud que sintió de pronto hiso que caminar de un lado hacia otro. Un escalofrió le recorrió el cuerpo de pies a cabeza y, sin sentido alguno, el televisor se encendió por si solo. Bridget se quedó quieta, inmóvil, con los ojos clavados en la pantalla; el cual mostraba un mensaje de «No hay señal» Su ceño se frunció con extrañeza y busco rápidamente el control para cambiar el canal, la señal que estaba recibiendo era débil, intento reproducir una película, pero el televisor seguía igual. Mas bien, parecía que su control no pudo conectarse con el panel, era muy confuso. La joven hasta verifico si el aparato cargaba pilas y, efectivamente, si los tenía. Sus lámparas tintinearon, provocando que ella se diera vuelta con lentitud, el viento azotaba la ventana, nuevamente creando en ella un escalofrió. Un cosquilleo en la nuca la tentó a rascarse y sacudir la cabeza, de repente, se había quedado helada. ―Bridget – susurro alguien. La joven se sobresaltó, un relámpago volvió a iluminar su habitación y le permitió ver, durante unos escasos segundos, el cuerpo de ese ser que tanto la atormentaba. Bridget grito, era el demonio. ―Hola de nuevo, ¿me extrañabas? – los ojos del demonio se duplicaron en dos, donde sus pupilas se contraen con la luz del relámpago brillante, iluminando parte de su rostro y cuerpo. Bridget actuó de inmediato, intentando correr directamente hacia la puerta, pero el demonio se interpuso en su camino impidiéndole su escapatoria; sonríe cuando ve el rostro asustado de la joven. Los dedos le temblaban, su corazón palpitaba con ímpetu, retrocedía en el tiempo en que su demonio comenzó a acercársele muy despacio y con cautela, sus piernas chocaron en el borde de la cama y cayo de espaldas encima de esta. La sonrisa del varón diabólico se ensancha y las uñas le crecieron, su piel se palidece en un color poco común, mostrando sus dientes afilados.    ―No podrás escapar – le dijo, esta vez, con una voz mucho mas gruesa y brusca. La adolescente grita nuevamente, escondiéndose bajo sus sabanas como si fueran un gran refugio para esconderse, escuchando como la madera de su escritorio crujía y la lluvia no cesaba, haciendo de esta una escena todavía mucho mas escalofriante para ella. Chillo de nuevo. Sintió como las manos frías del demonio tocaron sus pies hasta jalarla y hacerla caer al suelo, chocando fuertemente su espalda contra este. Bridget siguió gritando, pidiendo ayuda. El demonio abrió tanto la boca que pudo sentir su aliento, tomo a la joven por los hombros y la acerco a él, muy fuerte, obligándole a verlo. Pero su olor no era agradable, mucho menos su cara que ya era parte de un cuerpo sobrenatural, las venas le marcaban y la sangre corría desde su frente hasta la punta de su ceja derecha. ―¿Bridget? – se oyó la voz de su madre a lo lejos, fuera de su habitación – ¿Hija, que pasa? La joven chilla y grito varias veces, mientras forcejeaba con el demonio. Rápidamente sus padres abrieron la puerta, observaron a su hija desde una altura muy baja, se acercaron y buscaron con la mirada alguna pista del porque ella gritaba tanto. ―¿Qué tienes Bridget? – le preguntaron, la joven pareció encogerse en una fracción de segundos, llevando una de sus manos temblorosas hacia su cabeza y luego señalo donde se encontraba el ser que tanto quería dañarla.      ―D- demonio – dijo ella con dificultad, entre lágrimas. Sus padres compartieron miradas y observaron hacia la dirección que apuntaba el dedo de su hija, los adultos solo pudieron ver su blanca pared de la habitación, fruncieron el ceño. Se preguntaron porque su hija mencionaba el nombre de un ser malvado y que para ellos no existía, ya que ambos eran creyentes de Dios, sabían que existe el mal; pero en el caso de su hija no podían verlo de la forma en que ella lo sentía. ―Bridget, aquí no hay nada – le asegura Frederick. ―Demonio – siguió diciendo. Sus padres compartieron miradas, confusos por la extraña actitud de la joven, su padre se puso de cuclillas frente a ella y puso ambas manos sobre sus hombros. Bridget seguía helada, mirando todavía al demonio, el cual gozaba de su reacción ante la presencia de sus padres. Siguió sonriendo al mismo tiempo en que reposaba su espalda en la pared, se puso de brazos cruzados, expectante y divertido. ―Hija, ¿de que demonio hablas? – pregunta Frederick. Bridget siguió señalando hacia la dirección donde se encontraba, como consecuencia, el demonio entierra sus largas uñas en la pared ocasionando un fuerte ruido; la joven de inmediato se tapó los oídos cerrando sus ojos, empezando a gritar. El padre giro nuevamente la cabeza, pero no pudo ver nada, hiso una mueca con una negación y procedió a tratar de calmarla. ―Bridget, no grites aquí no hay nada malo – le asegura, sobando ligeramente sus hombros. Pero la adolescente hiso caso omiso a sus palabras –. Puede ser solo una sombra, recuerda que esas cosas no existen, no te preocupes por ello – intenta convencerla. Bridget sacudió la cabeza con desespero, el hombre tuvo que pedirle apoyo a su mujer con la mirada, ella asintió.  Betty se puso al frente de su hija hasta arrodillarse, tomo aire e intenta forzar una sonrisa, acariciándole la mejilla. ―Hija, tu padre tiene razón, no te preocupes por lo que escuchas o lo que ves, solo es producto de tu imaginación – le dijo. La joven negó con la cabeza, abriendo los ojos lentamente, aparto las manos de sus padres con brusquedad, quedando ellos extrañados por su actitud. El demonio sonrió. Bridget se levanta hasta rodearlos y, enseguida, se fijó en su mama y luego en su papa. «Ojalá pudieran creerme» pensó ella. Después, les dio la espalda hasta encerrarse en el baño. Ambos se miraron con los ceños fruncidos y, el demonio, muy satisfecho con su resultado desapareció.                                                                 † ―¿Crees que se ha vuelto loca? – inquirió Betty hacia su marido. Ambos se encontraban en el comedor bebiendo unas tazas de café, después del confuso acto de su hija, decidieron hablar sobre el tema ya que se encontraba en su habitación y, tambien porque no soportaban el frio de aquella noche en plena tormenta. Frederick inspiro hondo y se sentó al lado de su esposa, deja la taza de café sobre la mesa y entrelaza sus manos sobre esta, ladeando un poco la cabeza miro a Betty con detenimiento. ―Pienso que crees lo mismo que yo – respondió con seguridad –. Hace unos meses que nuestra hija no esta bien, ya intentamos llevarla con un psicólogo y sigue igual de extraña.  ―Bridget esta traumada, Frederick – dijo, tomando un sorbo de su café –. Yo tambien pensé que con la ayuda del psicólogo podría mejorar, pero… ―Esta enloqueciendo cada vez más – completa su marido. Ella lo miro, asintiendo – ¿Y si intentamos algo más? – dijo el, segundos después. Betty frunce el ceño. ―¿A qué te refieres? ―Buscando ayuda de una iglesia, personas que la orienten o que la hagan sentirse en paz y tranquilidad – explica soplando por unos segundos la superficie oscura del café, para beber de un sorbo –, seria bueno para ella – añadió mirándola. ―No creo que le guste la idea – repuso Betty en voz baja. ―Bridget tiene esquizofrenia – respondió Frederick contradiciendo – o al menos eso fue lo nos dijo el psicólogo. ―¿Crees que quieran aceptarla después de lo ocurrido esta noche? – cuestiono su mujer, rascando su nuca y haciendo una mueca de duda. ―Lo tendremos que averiguar mañana – respondió. Minutos mas tarde, ambos subieron hasta la habitación y se acostaron a dormir. Esperando que amanezca para acompañar a su hija a donde nunca debieron llevarla… El internado Light and Blessings. 
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