En la hora del té, estábamos todos reunidos en la sala.
Ambas familias.
Incluyéndome a mí.
Yo me había sentado en medio de la tía de Aura y su madre porque desde lo que pasó en el lago de los patos con Eduardo, la verdad es que no lo quería tener más cerca de mí.
Aunque, en realidad, no haya sucedido nada entre ambos, de todos modos, Eduardo se me estaba insinuando, me estaba haciendo perder la cordura, y ¡No! Es el prometido de mi mejor amiga, es el amor de su vida, no podía permitir que su relación de tres años se fuera al carajo con un capricho.
El silencio en la sala era sumamente incómoda.
¿Nadie se había dado cuenta de ello?
Parecía que no.
Todos tomaban el té con normalidad.
O al menos esa era la impresión que daban.
Tomábamos el té con galletitas de mantequilla que la misma Anabella había preparado para todos, y entonces, el silencio fue interrumpido por una de las abuelas de Aura con una pregunta, que no sé si fue demasiado imprudente, o si en verdad, tanto les urgía que se hiciera realidad.
— Y dinos, Marie. Desde que te conocemos como la mejor amiga de nuestra Aura, no te hemos conocido ni un novio, o un pretendiente. Tampoco nos hemos dado cuenta si has tenido citas con chicos o no… ¿A qué se debe? — dijo la abuela Gloria, de parte de la familia del padre de Aura.
Escupí el té al suelo cuando escuché lo que preguntó.
¿Qué necesidad había de meterse en mi vida privada de esa manera?
¿De verdad, tanto les molestaba y les urgía que dejara de estar soltera?
Anabella no tuvo más remedio que darme golpecitos en la espalda para ayudarme a tranquilizarme, casi me ahogo con el té.
Aura me miraba preocupada e incómoda, los demás permanecían en silencio.
— ¿De verdad es tan necesario hablar del tema ahora? — dije en cuanto pude hablar, mirando a la señora con ojos fulminantes y deseando que hasta allí llegara la conversación.
Pero desgraciadamente así no fue.
Por su parte, Eduardo estaba casi muerto de la risa, lo trataba de ocultar, y Aura le regañaba dándole pequeños golpes en su brazo con su codo, tratándolo como a un niño chiquito, siendo regañado por su madre por ser imprudente.
— Linda, si no consigues a alguien ahora que estés joven, luego envejecerás y te quedarás para vestir santos. Llegarás a una edad en la que no podrás siquiera tener hijos. Y morir estando solo en este mundo… Y…
No dejé que la anciana terminara de hablar, sé que fui muy grosera, pero en ese momento era necesario hacerlo, no quería tener que escuchar más reproches de ancianas que estaban divorciadas, que no tenían novios, y que sus hijos vivían en otros países para estar alejados de ellas por su insoportable personalidad.
Además, debo confesarlo, me dieron ganas de llorar sus comentarios, parecían más ofensivos que consejos acerca de como manejaba mi vida.
Me fui a encerrarme a mi habitación, quería tener un momento a solas.
No quería hablar con nadie, ni siquiera con Aura.
Me dio un poco de vergüenza haber hecho este escándalo, pero es que, con esas mujeres hablando de mi vida, metiéndose en ella delante de todo el mundo como si en verdad les afectara mucho como la llevaba, me provocaba mucho coraje.
Pasó mucho tiempo después para que alguien viniera a buscarme. Era Aura con Eduardo.
Aura traía un plato con un sándwich servido y un vaso de jugo de naranja, me dijo que no había venido en todo el resto de la tarde porque sabía que yo necesitaba tiempo para tranquilizarme, y se lo agradecí, porque realmente cuando estoy triste, no me dan ánimos de hablar con nadie.
Al menos cuando recibí su visita, había dejado de llorar, porque en realidad no me gustaba que me vieran así.
— Gracias — dije, me siento en la cama, tomo el plato y el jugo, bebo un poco del jugo, luego lo dejo sobre la mesita de noche para no regarlo sobre la cama, y empiezo a comer.
— Oye, lamento todo lo que dijeron mis abuelas, ya sabes que ellas a veces son… — Aura se pausó antes de seguir hablando.
— ¿Chismosas? — Eduardo decidió continuar por ella. Se había quedado en la puerta, con su cuerpo descansando de lado en la orilla y los brazos y piernas cruzadas. Mirándonos como si esta conversación no tuviera ningún sentido para él, y él estaba en lo cierto, era hombre, evidentemente, no le iban a interesar este tipo de conversaciones que eran más importante entre dos mejores amigas.
— Imprudentes… quería decir, pero sí, también son muy chismosas y les gusta meterse en la vida de los demás. No te preocupes, Marie. Eres muy joven todavía, que yo me vaya a casar en un par de semanas, no significa que tengas que tener prisa tú también por hacerlo. Ese acontecimiento tan lindo e importante, e insoldable de tu vida, llegará cuando tenga que llegar… No lo apresures innecesariamente solo por complacer a los demás.
Aquel había sido uno de los mejores consejos que ella podía haberme dado una vez en la vida, y realmente lo apreciaba, era justo lo que quería oír de alguien más. Las palabras de Aura eran ciertas, no podía elegir rápidamente a un esposo solo para convencer a los demás de que yo también podía hacer mi vida al lado de un hombre.
De hecho, yo podía vivir muy bien sin uno, sin embargo, hace tanto que no tenía una cita, un encuentro amoroso con alguien, un rollo de una sola noche, que a veces siento que sí lo necesitaba. Pero eso no lo haría con cualquiera.
Termino de cenar, Aura me invitó a jugar póquer con ella y con las mujeres de la casa, los hombres se marcharían a la ciudad a beber algo, sería noche de chicas y noche de chicos, yo me negué. La verdad, no quería tener que verle las caras de amargadas a las abuelas de mi mejor amiga, lo sentía, pero desde ese momento tan vergonzoso que me hicieron pasar en la hora del té, decidí que era mejor para mí mantenerme alejada de ellas dos, no de las demás, porque al final, las abuelas de Aura fueron las únicas que se atrevieron a juzgarme de esa forma esta tarde.
Me dio lástima no ir a reunirme con las chicas, me habré perdido de muchos chismes, de chistes y anécdotas increíbles, quizás me acercaría cuando las señoras se hubiesen ido a dormir, pero pro lo pronto, me quedé en mi habitación, viendo Netflix, justamente habían subido una película nueva de romance que hace tiempo quería ver desde su anuncio, y aprovechando que tenía un tiempo libre de descanso de días pesados de trabajo, decidí verla.
Sin embargo, no supe cuando me quedé dormida.
Me desperté a la media noche.
Bajé a la cocina por un refresco y a prepararme otro sándwich porque moría de hambre, me encontré con que habían dejado sangría servida en la nevera, me serví lo suficiente en un vaso grande de los que se veían como esos que se usan en el cine, con bastante hielo, serví mi sándwich en una servilleta y subí de nuevo a mi habitación.
Al llegar, casi dejé caer el vaso al suelo debido a la sorpresa que me llevé en ese momento, por suerte, y no supe como, pero no permití que eso sucediera, o de lo contrario, estaría sentenciando mi muerte en este instante.