Propuesta Indecente Nocturna

1131 Words
— Eduardo… ¿Qué demonios haces aquí? Esta es mi habitación, lárgate — dije entre susurros, tratando de hablar lo más alto que podía, porque tenía miedo de que desde la habitación de Aura, ella pudiera escucharme hablar. Eduardo estaba acostado en mi cama, esperándome, estaba vestido, por suerte. Pero, ¿Qué demonios hacía él aquí? ¿Qué no debía estar durmiendo ya con Aura? ¿Por qué habría regresado tan temprano de la fiesta con los chicos de la familia si se suponía que a eso habían salido? — Preciosa… Cálmate, ¿Quieres? Deja de mantenerte así de estresada como haces. Así jamás le gustarás a un hombre — él respondió. Poniéndose de pie de la cama y comenzando a acercarse a mí. Su comentario me ofendió. Me di la espalda, y me concentré en mi comida. — Tienes cinco segundos para largarte de mi habitación, o de lo contrario…— comienzo con mi amenaza, pero no me doy cuenta de que sus manos están abrazándome por la cintura, y son más fuertes que yo, además de que el vaso de mi sangría y mi comida no me dejaban hacer nada por impedir que esto pasara. — O de lo contrario… ¿Qué? ¿Con qué vas a amenazarme? ¿Con decírselo a Aura? ¿Quieres que se enoje y cancele todo? ¿Qué te odie para siempre si descubre que esto que tenemos tú y yo? ¿Quieres que su familia te odie para siempre y acabe con tu vida? Recuerda que son muy poderosos, son gente influyente, si les dices algo, no solo me arruinan mi reputación, también arruinarán la tuya… Así que… Tú sabrás cuál es la mejor decisión a tomar para ambos ahora… — Eduardo susurró a mi oído. Tenerlo así de cerca de mí me paralizaba, mi cuerpo se ha quedado congelado. Siento que no puedo moverme, y menos que lo puedo hacer desde que ha comenzado a besar mi cuello, siento sus labios húmedos recorrer cada extremo de mi cuello, hasta muerde con delicadeza mis orejas. Puedo sentir como una corriente eléctrica comienza a apoderarse de todo mi ser, y si Eduardo estaba provocándome para llevarme a la cama, me juro a mí misma que no habría marcha atrás. — Eduardo… Por favor, detente. Esto está mal… No es correcto que lo hagamos — dije entre susurros, aguantándome las ganas de gemir cuando siento que sus manos masajean mis senos por debajo de mi blusa. Eduardo había sido brusco, ni siquiera había tomado la delicadeza de pedirme permiso para hacerlo, simplemente, lo hizo como si tuviera todo el derecho de poseerme por una sola noche. Demonios, terminé dejando mi comida en la mesita de noche, me di la vuelta y lo tumbé a la cama. Cuando lo vi acostado boca arriba, caminé hasta allí, luego me subí de rodillas y me senté encima de su pene cubierto por esa ropa fastidiosa. En cuanto me vio lo suficientemente cerca como para besarlo, él me sonrió con perversidad y orgullo, como si, de inmediato, hubiera ganado un juego que creía perdido. No dijimos nada, simplemente, lo besé con pasión desenfrenada. Esa noche fue la mejor noche de toda mi vida, y jamás la olvidaría, pero al día siguiente, al recordarlo, al verle la cara a Eduardo, a su familia, a la familia de Aura y al verla a ella a la cara… La culpa me carcomía. Eduardo y yo nos desnudamos sin control, se sintió como si dese hace mucho tiempo, desde la primera vez que nos conocimos… Ambos hubiéramos deseado este encuentro. A las 5:00 de la mañana sonó mi despertador, hoy era un día de muchas actividades, y Anabella, la madre de mi mejor amiga, nos había pedido que estuviéramos todos listos y desayunando a las 5:35 de la mañana, porque a las 6:00 saldríamos de camino a la ciudad, había muchas compras que hacer y ella era creyente de ese dicho que decía: al que madruga, Dios le ayuda. Para mí eran vacaciones, pero al mismo tiempo, era la boda de mi mejor amiga, teníamos solo pocos días para terminar con los preparativos y dejar todo listo para ese día tan especial… ¡Maldición, me acosté con el novio y prometido de mi mejor amiga a unos cuantos días de la boda! ¿Qué demonios haré ahora? ¿Decirle la verdad? ¡Eso jamás! ¡Aura me odiará! ¡Su familia me odiará y será el fin de mi vida! Con los De La Torre nadie se mete. Sea quien sea, termina absolutamente jodido. Ahora bien, ¿Cómo manejaré está pasión desenfrenada y ardiente que Eduardo despertó en mí desde el primer momento que acepté que estuviéramos en la cama? Voy a darme un baño con agua fría, no importa que fuera de madrugada, el agua fría te ayudaba siempre a despertar y comenzar el día activo. Eso era justo lo que yo necesitaba para saber mantener controlada esta situación tan grave en la que me metí. Me puse ropa deportiva, el día prometía ser agotador, y que mejor que salir cómoda para soportarlo. Bajé a desayunar. Para mi mala suerte, Aura y su madre estaban en la cocina, ayudando a las chefs a preparar un desayuno casero perfecto para compartir esa mañana. — Buenos días — dije al entrar en la cocina para atraer su atención. Pero de todas maneras, aunque quisiera evitarlo, era imposible para mí olvidar lo que sucedió anoche con… con el prometido de mi mejor amiga. Trato de disimular mi inconformidad, tengo que actuar con naturalidad si quiero que todo siga como si nada hubiera ocurrido. Porque en verdad, no quiero terminar mal con mi mejor amiga, ella y su familia lo son todo para mí, son mi única familia en este mundo, y no quisiera perderlas por un rollo de una noche que jamás debió ser. — Buenos días, ¿Cómo dormiste anoche? — respondió Aura con su mismo trato maternal de siempre hacia mí. Me daba lástima que esa sincera amistad estaba yéndose a caer al borde del abismo por una estúpida infidelidad. — Muy bien, dormir aquí es estupendo. No se vive el estrés de la ciudad. Anabella sonrió con mi comentario. Ella cortaba fresas en el mesón de la cocina para servirlas en el desayuno, yo me acerqué a ella y le robé una para comerla antes de que me regañara. — Te perdiste de nuestra noche de chicas, preparamos sangría, pedimos pizza y nos quedamos hasta las 12:00 de la madrugada, despiertas, fue una locura — comentó Aura, sirviéndome una taza de café desde la cafetera. Traté de sonreír con tristeza, para verme apenada por no haber bajado a festejar con ellas, pero lo cierto es que hubo otras cosas que me interrumpieron.
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