Capítulo 3: buscando velas

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Capítulo 3: buscando velas Se acercó a la mesa y con tono burlón dijo: –No hagas esto –mi tono de voz era firme. La estaba pasando bien con Zack y mis nuevos amigos, y no quería que él lo arruinara. Mi hermano suspiró y me lanzó una mirada mortal, en cambio mi primo me miró por unos segundos guiñandome el ojo y se fue con Donovan. –¿Tu primo acaba de guiñarte un ojo? –preguntó Zack luego de volver a sentarnos. –Oh, sí, claro que lo hizo –Sasha parecía enojada–. ¡Por Dios, es que ese chico no piensa! Eres su prima y te está viendo como una chica más. –Oigan, están olvidando el hecho de que soy su prima –me reí–. Solo les recuerdo. Los chicos se quedaron en silencio. Sonreí y recordé la manera en que miraba a mi primo. Al parecer no es querido del todo. –¿Tú también odias a Sebastian? –pregunté. El suspiró. –Es por mi hermana. Apuntó a una chica de cabello corto de unas mesas más allá que se reía con sus amigas. –Ella estaba completamente enamorada de Sebastian y bueno él le hizo creer que la quería. El punto es que cuando le quitó la virginidad la dejó. Ella estaba muy dolida, pero salió adelante. Desde ahí he querido asesinarlo. Parpadeé rápidamente y luego volví a mirar a su hermana. Parecía una chica buena e inocente, ella le había entregado algo sumamente importante a mi primo y a él ni siquiera le importó. El almuerzo se basó en risas y los horribles chistes de Zack. Estos tres eran grandiosos, y eso que yo pensé que no haría amigos; pues estaba equivocada. Cuando vimos la última clase y por fin el timbre sonó salimos caminando hacia el estacionamiento donde estaba el auto de Sasha. Ellas dos se irían juntas, pero yo lamentablemente debía irme con Donovan y Sebastian. Cuando llegamos afuera los alumnos estaban conversando y entre ellos pude ver a Sebastian al lado de su auto con unos chicos, quienes yo supongo son sus amigos. Él también me vio. –¡Sasha, ven aquí! –el grito de Donovan hizo que sus amigos se dieran vuelta para mirarme. Me di vuelta y me despedí de las chicas. Suspiré. Comencé a caminar lentamente hacia donde Sebastian estaba. Hace un rato me había sacado la chaqueta por lo que ahora tenía solo la camiseta ajustada, pero igualmente me sentía desnuda ante la mirada de los amigos de Sebastian quienes me veían atentamente. Cuando llegue a su lado los miré nerviosa, me presentaron a sus amigos que no me detuve a retener sus nombres, pero intenté al menos ser algo amable con ellos. Suspiré y entre al auto de Sebastian. Ellos se subieron al auto y a toda velocidad nos fuimos a casa. Cuando llegamos otro auto se estacionó detrás de nosotros. De él bajaron sus amigos. –¿Qué hacen ellos aquí? –pregunté. Sebastian me miró como si la respuesta fuera obvia. –Es jueves, día de videojuegos. No me quedé atrás con sus juegos de play, prefería quedarme a jugar con ellos que irme a encerrarme a mi habitación. Empecé a jugar con ellos, hasta que finalmente quedamos yo y Sebastian, él hizo el primer gol comenzó a correr por toda la casa, lo que me fastidió demasiado, pero en un poco tiempo más logré hacer mi empate. Donovan siempre me había obligado a jugar con él, así que tenía algunas técnicas. Estábamos en el minuto 80 y yo me acercaba al arco, estaba a punto de meter la pelota al arco y restregarle mi victoria al estúpido de mi primo. Ya podía ver su cara de frustración cuando yo ganara. Prepare el botón para lanzar y... hubo un corte de luz. Maldito madur... espera, no estaba en mi país. –Demonios, esto no puede ser posible –me levanté del sillón y comencé a maldecir. Escuchaba como los demás reían. –Creo, creo que es un empate – el tono de voz burlón de Sebastian logró que mi humor se pusiera peor. –¡Eso es una maldita mentira Sebastian! ¡Yo gané! ¡Ese balón iba directo al arco! –no podía verlo, pero sabía que tenía una sonrisa en el rostro. –Eso tendremos que verlo el próximo jueves, cariño. –Eres un... –Ya basta –el tono de mi hermano resonó en la oscuridad–. No podemos estar a oscuras toda la noche. ¿Dónde hay velas? –Hum… creo que en la habitación de mi madre –respondió. –Okey, Paty. Ve con él a buscar las velas –su tono era firme. Me quedé perpleja. –¿Qué? ¿Y por qué tengo que ser yo? –reclamé. Mi hermano suspiró lo suficientemente fuerte para que yo lo escuchara. –Paty deja de ser tan quisquillosa y solo hazlo. Para mí no tenía nada de sentido. Ellos fueron a buscar fosforos y velas por la cocina alumbrando con sus telefonos, no comprendía cuál era la necesidad de las velas. Lo menos que quería era pasar tiempo con Sebastian. Pero prefería eso a quedarme sola y a oscuras. –¿Sebastian? –pregunté. –Mi nombre se escucha terriblemente sensual en tus labios, Patricia –Sebastian susurró en mi oído pegando su pecho a mi espalda. Mierda. Me di la vuelta y lo empujé. A él se le escapó una risita irritante. Él empezó a caminar por delante de mí y alumbraba el frente con el celular, pero yo que venía atrás con mucha suerte lograba seguirlo y terminaba chocando con la mitad de los muebles y eso que aún ni siquiera llegábamos a la escalera. Escuché la risa de Sebastia y luego vi que me apuntaba con la luz del celular. –Ven aquí –me tomó de la mano–. Ibas a terminar quebrándote una pierna si seguías así. Caminamos por la escalera hasta el cuarto de Carmen. –Bueno, deberían estar por aquí. Revisa en esos cajones y yo reviso en estos gabinetes. Empecé a toquetear todo lo que me encontraba por el medio. –Ya las encontré –dijo él. Que alivio. Caminé, pero tropecé con la cama y caí en cuatro patas sobre ella jadeando de dolor en las pantorrillas, Sebastian se acercó a mí diciendo a mi oido: –¿Sabes? Me gustas más en esta posición. Me puse derecha y me di la vuelta rápidamente, pero no fui lo suficientemente rápida, porque en un instante Sebastian me agarró de las caderas y me acorraló con los cajones de su madre.
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